FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 30 de agosto de 2013

Cartas a Laura IV

Es una tarde oscura y tormentosa de finales de agosto. Una buena tarde para escribirte una carta que publicaré un día muy importante para ti. Pero ese no será el día para leerla. Ya habrá tiempo.
¿Y de qué te voy a hablar en esta carta? Pues de qué iba a ser. Del amor. Del amor en serio. Del amor que nos lleva a la felicidad.
Al principio lo que suele pasar es que nos enamoramos. Cupido va y ¡plash!, nos clava una flecha. Es emoción, sentimiento, impulso, es bonito, ¡pero ¡ojo!, eso no es un acto de nuestra voluntad. De eso no somos nadie “culpables”. El enamorarnos o no, no depende de nosotros. Ya lo he dicho, “la culpa” la tiene Cupido. ¡Pero es tan, tan hermoso! Sí, tan hermoso como pasajero.
Creo yo que, en realidad, lo que ocurre es que el enamorarnos es una puerta que se nos abre y quedamos deslumbrados por la luz que hay al otro lado, pero si nos quedamos en ella, en el umbral, cuando se cierre, volveremos a quedarnos en la oscuridad. No habrá quedado nada, o como máximo el amargo recuerdo de la luz perdida. Lo bonito, la aventura que vale la pena, es atravesar esa puerta. Salir al aire libre del amor. Y eso sí es un acto de tu voluntad soberana. Al enamorarnos la vida nos ha puesto fácil amar. Y no hay que perder la oportunidad. Hay que amar cuando es fácil, cuando estamos enamorados, e ir descubriendo así que amar sí que vale la pena. El poner la alegría, la felicidad, la vida de la persona amada por delante de la tuya. Eso es amar, y eso sí es un acto libre. Y lo haces porque quieres, porque le quieres. Y cuando esto es mutuo, el amor alcanza su plenitud. Y eres feliz. 
         Os deseamos con todo nuestro corazón que atraveséis esa puerta que se os abrió recorriendo el Camino de Santiago, que la atraveséis sin miedo, con paso firme. Y así, cuando con el paso del tiempo la puerta se cierre, no habrá nada que temer, porque habiendo salido, como habréis hecho, al aire libre del amor, gozaréis de unas delicias, de una felicidad que no pueden ni soñar los más enamorados de los enamorados, mientras sólo estén enamorados.

           Isabel y Jesús

jueves, 29 de agosto de 2013

Receta. Muslitos de pollo guisados.


               Ingredientes para dos o tres personas. Fácil y muy, muy sabroso.

8 muslitos de pollo
Aceite de oliva.
1 litro de vino blanco.
3 pastillas de caldo de carne
1 cebolla.
2 puñados de judías verdes.
400 g. de tomate frito.
Tomillo y laurel.

            Sofríanse la cebolla y las judías. Cuando estén bien sofrititas, añádase el tomate frito y remuévase todo con los muslitos. Añádase entonces el vino, un vaso de agua, las pastillas de caldo, el laurel y el tomillo. Déjese cocer todo hasta que el caldo espese según el gusto del consumidor. Mi gusto es que quede bastante espesito.
             …y que aproveche.

martes, 27 de agosto de 2013

¡Qué buen tiempo esta semana!


No siempre la madre naturaleza agobia, exaspera, irrita, ni mucho menos. Así como el viento de poniente nos azotó durante meses y meses, agobiando, exasperando, irritando, el verano está siendo bastante suave, y en esta última semana de agosto, nos ha regalado nubes, fresco, alguna lluvia y tormentas.
Dejamos el Pirineo el domingo pasado con un cielo azul impecable, con una atmósfera transparente y fría. Desde lo alto, las montañas me llamaban a gritos. Sí, siempre me sabe muy mal dejarlas con buen tiempo, pero al regreso fui compensado con un espectáculo de rayos, truenos, agua y viento que nos acompañó desde Teruel hasta Bejís. Luego, aquí, aún no hemos visto el sol, como quien dice, y no hace calor. ¡Genial! Gracias por la bienvenida.
Esto me gusta. Pero no solo por mí, sino por nuestros montes, por nuestros campos. Ver llover en agosto sobre las tierras aún verdes, o sobre lo que antes, no hace mucho,  fueron hermosos bosques, me produce una íntima sensación de bienestar, y me tranquiliza.
Es cierto que hay riesgos. Que puede granizar, que las lluvias pueden ser torrenciales. Eso no es bueno. Pero normalmente son más las ventajas que los inconvenientes de un tiempo como éste.
Lo que sí es malo, muy malo, es el buen tiempo día tras día, mes tras mes. Eso sí es malo. Será cómodo, pero es malo, muy malo. Cualquiera que conserve un mínimo de contacto real con la naturaleza, real, no virtual, ni vacacional, ni “gilipollal”, agradecerá el buen tiempo de esta última semana de agosto.

Cartas a Laura III


            Hola Laura:

Unamuno clasificaba sus versos en “hijos del silencio” e “hijos de la bullanga”. Ambos era hijos suyos, pero había una gran diferencia. Ahora, en  estas semanas, en  estos días, hay mucho de bullanga, ¿verdad? Montar la casa, las despedidas de soltero y soltera (ahora hay que decirlo así y… asá), preparar la ceremonia, el banquete, el viaje de novios…bullanga.
Y no es malo, ¡qué va! Hay que vivirlo y disfrutarlo, aunque a veces nos agobie, nos estrese. Todo tiene su tiempo, como dice el Eclesiastés. Es el tiempo de la bullanga.
Laura, disfruta de la bullanga. Pero no olvides el silencio. Porque como Unamuno decía, sus “hijos de la bullanga” nacen de la superficie, de la periferia, de lo efímero, de lo que pasa y se acaba, mientras que sus “hijos del silencio” surgen de lo más hondo, de lo íntimo, de lo que ansía permanecer en el tiempo. Y en tu caso, en vuestro caso, en este momento tan especial, tan hermoso, de vuestras vidas, ahí, en lo más hondo lo que debe haber, lo que hay, es el amor. Y eso le da sustento y coherencia a todo.
Por eso, apoyándoos en que os queréis mucho, muchísimo, relativizad el barullo de la bullanga. Porque todo eso pasará. Quedarán las fotos, las palabras…los recuerdos. Los “hijos de la bullanga” serán pasado. Lo que seguirá siendo presente, y presente con vocación de futuro, es que os amáis, que os queréis, que deseáis vivir la vida juntos, “los hijos del silencio”.
Así pues, ánimo. Que ya queda poco. Disfrutad cada minuto, de bullanga y de silencio. Pero no olvidéis qué es lo importante. Lo que de verdad os puede hacer felices.
Pero de eso hablaremos más detenidamente el 30 de agosto. 

Un besote gordo. 

     Isabel y Jesús.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Montañas del barranco del Arrigal. Un rincón olvidado. Julio de 2013.

Tal como dije en la entrada del 12 de julio titulada ¿Que ya me conozco los Pirineos…?, os cuento a continuación la excursión al barranco del Arrrigal.
         Es una sencilla pero muy bonita excursión ideal para conocer una parte del valle de Tena poco frecuentada, ascendiendo a dos cimas muy interesantes. Haréis un total de unos 16 Km. y 700 metros de desnivel aproximadamente.
        La sierra de Partacúa, el conjunto Balaitus-Frondiellas, el Arriel, toda la región del Anayet, el Midí, la Peña Foratata, el profundo valle de Aguas Limpias….
         Podéis salir del Portalet y atravesando pastos y senderos llegaréis a una pista cerrada al tráfico. Seguidla disfrutando del panorama que os envuelve. Al llegar al barranco del Arrigal, ya se ven las dos cimas del día. La rocosa Peña Ra Fita de 2134 metros y la herbosa A Inclusa, de 2268.
        Como he dicho no hay ninguna complicación y los panoramas que veremos y rincones que recorreremos son muy agradables e interesantes. Por eso mismo, aunque se puede hacer en una mañana, vale la pena pasarse todo el día por aquellos parajes.
      ¡Ah!, y si no gritáis demasiado podréis ver bastantes “bichos”, sobre todo sarrios y marmotas, a parte de buitres.

Balaitus y Frondiellas desde la Peña ra Fita.
Peña Foratata desde la Peña ra Fita.
Cara este de la Peña ra Fita.
Panorama al suroeste desde la Peña ra Fita.
Pico A Inclusa desde el barranco del Arrigal.
Manantial en el barranco del Arrigal.
Pista del Portalet al barranco del Arrigal.
Midí d´Ossau llegando ya al Portalet.


Si quieres el track de esta ruta pulsa Montañas del barranco del Arrigal. 6 de julio de 2013.

martes, 13 de agosto de 2013

El hombre de los caracoles. Una extraña historia real.

Los hechos que a voy a narrar son rigurosamente ciertos. Sucedieron el 13 de agosto de 1980, hace hoy treinta y tres años exactamente.
Estábamos acabando una travesía por el Pirineo que habíamos iniciado en el valle de Salenques y que, pasando por Benasque, acabaría en Viella. La última parte de la travesía, de Benasque a Viella, la hicimos Paco, Mª José y yo, y consistía en pasar al valle de Arán por el Coll de Toro, y luego, por la Artiga de Lin y la Baricauba, llegar a Viella. Allí, tras cenar y dormir en los soportales del ayuntamiento, a las 5 de la mañana, tomaríamos el autobús a Lérida y de allí, vía Tarragona, llegaríamos en tren a Valencia. ¡Qué viajes los de entonces!
El caso es que el 11 acampamos en la Valleta de la Escaleta, a los pies del citado collado. La noche era estrellada y fría.
A la mañana  siguiente, observamos cómo la niebla se colaba por el collado cayendo hacia nosotros, lo que iba a complicar la travesía, pues nunca habíamos pasado por allí y sabíamos que el camino no estaba claro. Por precaución marcamos la ruta con la brújula y el mapa y, tras desayunar, desmontar y abrigarnos bien, nos adentramos en la niebla cargados como burros, con las pesadas mochilas de travesía.
Ascender al collado y bordear el lago fue fácil. El descenso por la vertiente norte sería otra historia. Al principio los mojones coincidían con la ruta trazada con la brújula y con los rastros de sendero, pero pronto las trazas de camino con sus alentadores montoncitos de piedras y la brújula, indicaron rutas diferentes.
Entonces decidimos fiarnos del impreciso y mal señalizado sendero. La pendiente fue aumentando gradualmente, la niebla se espesaba a medida que descendíamos y por fin los hitos y cualquier vestigio de camino desaparecieron.
Estábamos en medio de la niebla, muy cargados y además en unas laderas desconocidas. Decidimos seguir descendiendo poco a poco, pero la pendiente era cada vez más fuerte. Al fin tuvimos que sacar los piolets e ir clavándolos en la hierba alta y mojada para no resbalar. El avance era lentísimo y cuando movíamos alguna piedra la oíamos rodar y perderse en abismos que no veíamos pero que intuíamos muy próximos. Errábamos envueltos en una niebla impenetrable, cansados, totalmente mojados, nerviosos, perdidos…y el día avanzando hacia la noche. La montaña nos había atrapado. Sabíamos que si resbalábamos no nos podríamos parar, rodaríamos como las piedras hacia… ¿hacia adónde?
Y en ese momento oímos voces. ¿Eran reales? Recuerdo que callamos, aguzamos el oído, y en el silencio de la montaña oscura y cerrada, escuchamos una palabra que se repetía con insistencia: ¡arriba, arriba!  Sólo una palabra. Y buscamos la voz. Clavando el pico del piolet ascendimos por la ladera brutalmente empinada, dándonos entonces cuenta de por dónde estábamos bajando. Subimos un buen rato orientándonos por la voz que repetía: ¡arriba, arriba! Por fin, vimos a alguien difuminado por la niebla; era quien nos llamaba. Fuimos hacia él. Cuando le vimos ya de cerca, nos sorprendió. Tengo la imagen grabada en mi mente. Era un hombre de mediana edad, alto, de complexión recia. Vestía pantalón de pana marrón y un suéter de lana o algo parecido, verde oscuro. Llevaba al hombro un zurrón, en una mano un bastón, y en la otra ¡una bolsita de caracoles!
Nada más llegar a él nos dijo: “Por mal camino ibais muchachos. Por ahí por donde estabais, hace poco, se mataron tres como vosotros. ¿A dónde vais un día así por aquí? La niebla es muy peligrosa”.
Le explicamos nuestra aventura y nuestras intenciones y él nos indicó el camino correcto, dándonos precisas instrucciones. Debíamos seguir en horizontal desde donde estábamos, en la dirección que él nos indicó, hasta llegar a un bosque de hayas. Adentrarnos en él y sin perder ni ganar altura, atravesarlo hasta un torrente. Tras el torrente encontraríamos un buen sendero que nos bajaría al valle.
Y así lo hicimos. Recuerdo que pronto fue otra vez silueta en la niebla y enseguida sólo una voz que decía “vais bien, vais bien”. Y recuerdo también que pensé, ¿cómo sabe que vamos bien si no se ve nada?
De nuevo el silencio, la soledad, la oscuridad…pero siguiendo sus instrucciones llegamos, ya tarde, al refugio de la Artiga de Lin, donde pasamos noche con una pareja de alicantinos, a los que narramos,  junto al fuego, nuestra historia que desde el primer momento tuvo sabor de misterio, de leyenda…
El día siguiente, amaneció azul, radiante. Y cuando al salir del refugio vimos las paredes por las que estuvimos a punto de precipitarnos, nos entró un escalofrío, aún me entra cuando las veo, y se agolparon las preguntas. ¿Qué hacía aquel hombre, solo, allí arriba, en aquellas laderas y paredes, lejos de los pastos y los rediles, buscando caracoles en medio de una niebla espesa, a muchísimos horas de cualquier pueblo...? Parecía un pastor, pero por allí no había ganado. No era un montañero, eso era evidente. ¿Cómo nos vio? No pudo vernos. Nos oiría. Pero no hablábamos alto, no hacia falta, y cuando nosotros lo oímos, estábamos lejos de él, nos costó llegar hasta él. ¿Cómo nos oyó?
Preguntas sin respuesta que nos llevaban al límite mismo de lo real, que nos abocaban al misterio. Lo único que al fin nos quedó claro es que alguien, en el último momento, nos salvó la vida. Sí, fuera quien fuera, viniera de donde viniera, hiciera lo que hiciera, estuvo en el momento preciso y en el sitio justo para salvarnos la vida. Aún hoy le doy gracias a Dios por aquel hombre.
Pero esta historia no se había acabado todavía, aunque en realidad no le hacía falta nada más para resultar increíble. Entonces no sabíamos que quedaba una segunda parte.
Dos años después, estaba yo haciendo “la mili” en Madrid, en la División Acorazada. Allí pronto me hice muy amigo de un compañero que era de Manresa y que se llamaba Pep; era también montañero, lo que nos unió enseguida.
Un buen día, le conté esta historia tal y como os la estoy contando. Observé que me escuchaba muy atentamente. Cuando acabé me dijo: “repíteme la descripción del hombre que os encontrasteis allí arriba”. Lo hice. No olvidaré nunca lo que entonces me dijo, muy serio. “Mira, yo no creo en estas cosas, pero cuando me has descrito a aquel hombre que os salvó la vida justo en el Coll de Toro, me ha dado un escalofrío, porque allí, en aquellas paredes se mató, hace ya unos cuantos años, un amigo de mi padre que coincide asombrosamente con la descripción del hombre que dices que os salvó”.
Y entonces el escalofrío lo sentí yo.


***

Esta es la historia real, historia que ya conoce mucha gente y que  al pasar de boca en boca, sé que ha ido desfigurándose, entrando así en el reino de los cuentos y las leyendas. Es bonito que así sea, aunque en este caso no haría falta desfiguración alguna. La historia es tan extraña, tan redonda que ya parece leyenda. Pero yo sé que no lo es. Alguien, hace 33 años, tal día como hoy, nos salvó la vida. Y esto no es una leyenda; por extraño y misterioso que parezca fue algo absolutamente real.



Valleta de la Escaleta. Aquí acampamos la noche anterior a ""la aventura".
El lago del Coll de Toro envuelto en  niebla.
Refugio de la Artiga de Lin, donde pasamos  noche tras "la aventura".
El Coll de Toro al día siguiente. Se ven los precipicios hacia los que íbamos.
Empezando a descender la Artiga de Lin.
Panorama de la Artiga de Lin. Al fondo se ve el Coll de Toro.
Viella hace 33 años.

miércoles, 7 de agosto de 2013

La coherencia del Papa Francisco.


Y el Papa sigue sorprendiendo. Creo que, aunque no lo parezca, están cambiando muchas cosas. Diría que se están abriendo muchas ventanas. Que está entrando la luz del sol a rincones donde nadie pensaba que pudiera llegar. Pero el mundo es muy grande y muy complejo y, mientras muchos se asustan al ver abrirse tantas ventanas, otros desearíamos que se abrieran más, muchas más, y pronto. Sigue habiendo demasiada gente sufriendo. Y estoy seguro que el Papa lo sabe, lo sabe muchísimo mejor que yo.
Y pienso también que sabe lo que hace y sabe a dónde va. Y que lo está haciendo del modo más coherente que puede hacerlo: jugándose la vida. Porque se la está jugando cada vez que renuncia a todas las medidas de seguridad. Y esto, precisamente esto, es lo que da consistencia a sus palabras.
Si Jesús no hubiera ido a Jerusalén, si se hubiera escondido, si hubiera sido “prudente”, sus palabras hubieran sido eso, palabras, no más. Jesús fue a Jerusalén sabiendo que era peligroso. El Papa va a donde cree que debe ir y de la forma que quiere ir, aunque sea peligroso.
No es imprudencia. No es temeridad. No es desprecio a la vida. Es coherencia. No podría decir a los jóvenes, “salid a las calles, armad lío, no tengáis miedo” desde la seguridad de un coche blindado o un palacio amurallado.
Por esto, por esa profunda coherencia suya, creo que bien merece el apoyo y la comprensión de todos. De los que tienen miedo a las ventanas abiertas y de los que ya gozamos de la luz que está empezando a entrar por ellas.

lunes, 5 de agosto de 2013

Pic de Midí d´Ossau. 21 años.


Isabel, hoy hace 21 años, hacia el medio día, coronaste el Pic de Midí d´Ossau, de 2884 metros, un viejo volcán extinguido, una hermosísima montaña que te cautivó desde que la conociste. Del conocimiento que te lleva al deseo, pasaste a la acción que hace posible que ese deseo se haga realidad, y después, a la profunda satisfacción de haber gozado de esa realidad conseguida.
Fuimos felices aquel 5 de agosto de1992, en la aérea cumbre del Midí. Un bonito recuerdo que nos impulsa a seguir recorriendo caminos, buscando cimas…

viernes, 2 de agosto de 2013

Homenaje a Vicente Tortosa Biosca. El tío Vicente.

Autorretrato expuesto en el magnífico museo del pueblo.
En primer lugar nuestro más profundo agradecimiento al pueblo y ayuntamiento de La Font de la Figuera. Ayer conseguisteis que nos sintiéramos cómodos y acogidos desde el primer momento. Y luego todo rodó de un modo impecable.
Vimos mucho trabajo, muchísimo, muchas horas de entrega, mucha ilusión, muchas ganas de hacerlo bien, mucho empeño en conseguir que La Font de la Figuera no sea sólo “el pueblo de las curvas”. Para mí, para mi familia, desde luego que no lo es. Es mucho, muchísimo más. Pero de esto hablaré otro día. Hoy sólo quiero reconocer y agradecer.
El homenaje al tío Vicente fue hermoso y entrañable. El descubrimiento de la placa en su casa natal, la inauguración del espacio dedicado a él en el magnífico museo del que bien orgullosos podéis estar, la corona de laurel depositada bajo la placa de la calle que lleva su nombre, los parlamentos, serios, elaborados, emotivos, en aquella acogedora placita antes de la cena, la propia cena, y el “fin de fiesta” con más palabras emotivas, el estupendo documental y la “cremá” de la falla, en su honor.
¡Muy bien! Lo hicisteis muy bien. Nos dimos cuenta de que le conocéis y le queréis. Y nos descubristeis facetas del tío que no conocíamos. Y nos entraron ganas de compartir también con vosotros, cosas del tío que no sabéis.
El tío Vicente fue un hombre grande. Su vida no fue fácil desde ningún punto de vista; bien claro lo dijisteis. Pero precisamente por esa grandeza suya, fue capaz de elevarse sobre las dificultades, la incomprensión, la soledad y apoyándose en las personas que le quisieron, seguir creando, seguir viviendo, para él era lo mismo, hasta el final.
Yo sé que ayer, en esa plácida tarde del verano fontigurerense, el tío Vicente, de alguna forma, estaba con nosotros, agradecido, contento, tranquilo de ver que su pueblo, apoyándose en el pasado avanza firme hacia el futuro. Es lo que él quería. Es por lo que él vivió.


Inicio del homenaje en la puerta del ayuntamiento.
Momento de descubrir la placa conmemorativa en su casa natal.
Placa conmemorativa.
Espacio dedicado en el museo.
Corona depositada ante la placa situada en la calle de su nombre.
Un momento de los parlamentos, ya por la noche.

jueves, 1 de agosto de 2013

El camino, de Miguel Delibes. Vida y literatura.

El pasado domingo, 21 de julio, vivimos un día ciertamente especial en el valle de Bohí. Fue un día diferente. Denso. Evocador.
Había amanecido azul y fresco. Iniciamos nuestra visita en Tahull, que celebraba sus fiestas mayores. Allí, José Luís concelebró con el párroco del valle en la preciosa iglesia de Santa María y después, al salir de misa, nos sumergimos de lleno en el ambiente de fiesta que se respiraba en la plaza, en las calles y en el pueblo entero. Música, baile, luz, bajo un cielo que iba cargándose de amenazadoras nubes negras, como todos los días. El ambiente me envolvió y me trasladó a ese libro que tanto me gusta de Miguel Delibes, El camino, cuando en el capítulo 17 describe magistralmente el día de la fiesta mayor en un pueblo de montaña. Y gocé de la fusión de realidad y literatura. Casi me parecía ver a Daniel el Mochuelo correteando entre los chiquillos del pueblo.
Después, tras una comida de fiesta, como toca, tuvimos el privilegio de escuchar "Aqueras montañas" * interpretada por un coro que ensayaba al pie de la torre de San Climent de Tahull. Luego, un plácido paseo por el balneario de Caldas de Bohí, desde donde nos fuimos a Durro, a visitar a la familia de Pep.** Allí estaban, a la puerta de la casa, su hija Asunción y su esposa Teresa. Amables y acogedoras como siempre, nos contaron cómo murió Pep, veinte días después de que lo visitáramos a principios de noviembre. Isabel había recogido unas flores en la ermita de San Quirce, y las dejamos sobre su tumba, tras rezar con José Luís un responso. Empezaba a llover. Y otra vez, presintiendo la escena desde fuera, nosotros tres bajo los paraguas, en el pequeño cementerio pegado a la iglesia, volví a El camino, al emotivo capítulo del entierro del Tiñoso, el capítulo 20 y volvió la vida a ser literatura, y la literatura vida.
De vuelta a casa, como siempre, como cuando vivía Pep, nos pasaron a la cocina, junto al fuego encendido, donde charlamos largo rato de mil cosas. Y sentí cómo de algún modo “el pare”, como decían, estuvo muy presente entre nosotros. Fuera los rayos iluminaban intermitentemente el cielo oscuro y los truenos retumbaban entre las montañas que se veían a través de la ventana, difuminadas por la cortina de agua.
Al fin nos despedimos, y abandonamos el valle que quedaba envuelto, otra vez,  en una monumental tormenta.
Sí, fue un día muy diferente. Y por cierto, si no sabes qué leer este verano, puedes leer, o releer El camino, de Miguel Delibes. Vale la pena.

* Ver entrada del 29 de noviembre de 2012 "Aquella noche en Ansó"
** Ver entrada del 12 de noviembre de 2012 "¡Fins sempre,Pep!"

Iglesia románica de San Climent de Tahull, patrimonio de la humanidad.
José Luís concelebrando con el párroco del valle.
El "tablao" desde donde tocaban los músicos.
Un momento de uno de los bailes tradicionales.
El albergue de Durro. ¡Cuántos recuerdos!