FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 30 de enero de 2014

No me ha gustado lo de El Gamonal.


Ahora que ha pasado un poco de tiempo y ha dejado de ser noticia creo que es el momento de la reflexión serena y de extraer alguna enseñanza sobre lo sucedido.
Hablo de lo acontecido en Burgos, en el barrio del Gamonal. De entrada, pienso que ha sido triste y profundamente decepcionante, además de muy preocupante.
Muy bien que un barrio se levante mayoritariamente contra la autoridad cuando considera que ésta actúa contra sus intereses, siempre y cuando se hayan agotado las vías ordinarias de negociación. Muy bien que salgan a la calle y se manifiesten. Que muestren pancartas y griten consignas. Un día, y otro, y otro. Muy bien.
Muy mal que, aprovechando la coyuntura, se dé rienda suelta a la violencia que nos produce la indignación que todos llevamos dentro, yo también, y que de esta justa indignación se aprovechen individuos indeseables que, bajo el nombre de grupos antisistema son los mejores aliados del sistema al desvirtuar cualquier lucha justa, llevándola al terreno de la violencia con la sempiterna y pocas veces cierta excusa, actualmente, de la represión policial.
Las manifestaciones solidarias en otras ciudades, acabadas en escaparates rotos, contenedores quemados y mamporros a diestro siniestro y con la posterior reclamación de que liberen a los “luchadores”, no es más que continuar por ese camino que no va a ninguna parte, o mejor dicho a ninguna parte deseable.
Por esto los hechos me han decepcionado y me ha entristecido que, una vez más, los movimientos ciudadanos justos y razonables sean transformados en algaradas callejeras, cuando no batallas campales, por los que queriendo atacar el sistema lo robustecen de tal modo que a veces llego a pensar si no estarán, en el fondo, promovidos por el propio sistema.
Y me preocupa porque sé que el estado de derecho es frágil, más frágil de lo que pensamos. Y muchas veces, se actúa sin la conciencia de esa fragilidad. Y eso es una tremenda irresponsabilidad de consecuencias imprevisibles.
Todos, o casi todos, tenemos motivos  para estar cabreados, ganas de liarnos a tortas. Yo por ejemplo, me liaría a tortas, muy a gusto, con quienes han arruinado y siguen arruinando la educación en este país, con quienes por su lamentable gestión han dejado grandes extensiones de mi tierra hecha un desierto, con quienes me han puesto muy difícil hacer montaña como a mí me gusta, forzándome a elegir entre ser montañero furtivo o estar hacinado en un camping, con quienes siguen manipulando a la sociedad con el cuento caduco, pero rentable aún en España, de las derechas e izquierdas, con quienes…
Pero me aguanto. Me aguanto, y conste que me cuesta, porque sé que por el camino de la violencia el viaje es rápido y corto, pero no va a ningún sitio, y a veces no tiene retorno. Y siempre genera dolor, dolor e injusticia. Siempre es más doloroso e injusto que el dolor que queríamos curar, que la injusticia con la que pretendíamos acabar. 
Por todo esto, no me ha gustado lo ocurrido en Burgos. Y podía haber sido bien bonito. Hay que cambiar muchas cosas, cierto. Pero echándole imaginación al asunto, buscando nuevas formas, explorando nuevos caminos. El de la violencia es tan viejo, tan triste, tan estéril. 

miércoles, 29 de enero de 2014

Cipi. Un librito para aprender a vivir.

Antes de las pasadas Navidades acabamos de de leer en clase Cipi, de Mario Lodi, un libro sencillo, corto, pero que me da mucho juego para trabajar con mis alumnos algunas actitudes que creo muy importantes. Y además es un libro que les gusta. Luego, durante las vacaciones, convierten en un pequeño libro, escrito y dibujado a mano por ellos mismos, el texto del que han ido haciendo un resumen capítulo a capítulo.
Ahora que los voy corrigiendo poco a poco veo que, como todos los años, muchos de estos libros son una auténtica "obrita de arte" hecha con esfuerzo, dedicación y cariño. Se aprecian las horas empleadas y las ganas de hacerlo bien. Es bonito ver estos trabajos.
El libro, que recomiendo, de fácil y rápida lectura, parece al principio muy infantil pero, a medida que avanza, y sobre todo en los últimos ocho capítulos, tiene un doble significado si nos fijamos bien, que ya tiene muy poco de infantil. 
Y en particular el último párrafo, no descubro nada del argumento y desenlace si lo transcribo, es un auténtico programa de vida y además me parece precioso. Dice así:

También Cipi y Gorrioncita fueron felices y tuvieron muchos hijos a los que enseñaron las cosas aprendidas de la vida:
- A ser trabajadores para mantenerse honestos.
- A ser buenos para ser amados.
- A abrir bien los ojos para distinguir lo verdadero de lo falso.
- A ser valerosos para defender la libertad.

¿Cómo lo veis? Y a propósito de esto hablamos de que el ser trabajador permite poder llevar una vida honrada. De que quien sabe amar y respetar genera amor y respeto a su alrededor. De que hay que tener capacidad crítica, pensar, analizar las cosas, para que no nos manipulen. De que hay que ser valientes para ser de verdad libres y crear espacios de libertad a nuestro alrededor.
Y así aprendemos lengua y de paso a vivir de una manera digna, limpia. Aprendemos a ser hombres de bien, buenas personas, gente honrada, buena, crítica y libre.
Sé que muchos alumnos que han dejado atrás ya hace años, algunos muchos años, primero de secundaria, recuerdan con cariño aquellos días, próximos a las Navidades, en que juntos volábamos con Cipi por su cielo de papel. Bueno es que así sea porque, a veces, estos recuerdos son como faros lejanos, pero ciertos, en medio de la noche. 

* El libro se titula Cipi es de Mario Lodi y está publicado en Alfaguara.

            A continuación podéis ver algunas de las portadas hechas por mis alumnos.







martes, 28 de enero de 2014

Somos parte de la tierra.

Hace bastantes años, cuando, con pocos medios, hacíamos “películas”, realizamos un montaje de vídeo sobre la carta que el Gran Jefe Seattle escribió en 1855 al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce.
En realidad, por los datos que he ido recogiendo, esa carta no existió tal cual la podemos leer. Parece ser que un periodista recogió de alguna manera lo que en un discurso dijo el Gran Jefe dándole forma. Posteriormente se han sucedido varias versiones.
Pero esto es lo de menos. La carta en cuestión, creo que sí recoge el espíritu y la forma de vivir y pensar de todos aquellos pueblos que, a lo largo de la historia, han alcanzado y gozado de esa comunión con la naturaleza de la que tan lejos estamos en nuestra sociedad. Y de personas que, viviendo en entornos “civilizados”, echan de menos esa otra forma de vivir, ya perdida, a la que sólo nos podemos acercar parcialmente y de vez en cuando.
Actualmente se ha convertido en un alegato ecologista, pero eso creo que la empobrece y pervierte, porque desgraciadamente creo que el ecologismo ha sido fagocitado por el sistema convirtiéndolo en una opción política más, a menudo contradictoria. Por eso pienso que esta carta no puede ser patrimonio de una ideología sino de todos aquellos que aman y respetan la naturaleza, no como lujo burgués o signo de militancia política, sino como algo absolutamente necesario para su vida.
A continuación tenéis el texto de la carta y, pulsando el enlace, el vídeo que hicimos. Curiosamente no he podido determinar la fecha ya que no aparece por ninguna parte. Pero sé que ya hace mucho tiempo.

Somos parte de la tierra.
Nota: Este vídeo tiene poca calidad pues es la digitalización de un VHS viejecito. Además al subirlo a you tube me han toqueteado un poco la banda sonora por problemas de copyright, pero creo que se puede ver.

El Gran Jefe Blanco de Wáshington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.
Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Wáshington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita.
La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.
La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un  salvaje y no comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Más tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.
¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago? Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.
El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.
Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.
La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.
Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.
Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.
¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.
¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.
La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.


A continuación tenéis algunos fotogramas del vídeo.









sábado, 25 de enero de 2014

Atardecer de poniente.


Ya lo he dicho otras veces; es de las pocas cosas buenas que tiene el poniente por estas tierras, unos atardeceres increíbles. Sentarse en una roca refugiado del viento y contemplar cómo las nubes se van tiñendo de colores hasta llegar a la apoteosis y cómo después, poco a poco van volviendo al gris para fundirse en el cielo nocturno, es siempre un espectáculo único, irrepetible porque nunca hay dos iguales; un espectáculo capaz de conducirte en singular movimiento de allá arriba a lo hondo de ti mismo. Y siempre en silencio, solo o en buena compañía, pero en silencio.
Este cielo es de Porxinos, una tarde ventosa de enero.

miércoles, 22 de enero de 2014

Por fin se ha atrevido Señora Consellera. ¡Enhorabuena!


¡Por fin, por fin se han atrevido! ¡Por fin se ha hecho justicia! ¡Ya era hora hombre, ya era hora! Ya trabajan en julio los profesores. ¿Qué se habían creído? Tantas vacaciones. Era una vergüenza. Ya los van metiendo en cintura. Sí, la sociedad puede descansar tranquila. Ya está contento el personal.
Lo que pasa es que esta valiente y necesaria decisión de quitar septiembre y poner los exámenes en julio, va a producir algunos pequeños daños colaterales. Pero vale la pena. Lo importante es lo importante, dignísima e inteligentísima Señora Consellera, ¿verdad? Y usted lo ha conseguido. Se ha centrado en lo importante.
Que los alumnos que no vayan bien durante el curso, por el motivo que sea, no tengan más que unos pocos días para intentar recuperar y poder promocionar, por ejemplo, no es importante. Eso no es importante ¿verdad?
Que los estudiantes que le han echado morro, que los hay, tengan parte de julio y todo agosto de vacaciones, sabiendo ya si van a pasar o no, igual que los que se lo han currado, tampoco es importante.
Que muchos estudiantes universitarios se sacaran unos dineritos en julio y agosto, ayudando a los alumnos que aprovechaban la magnífica oportunidad que suponía dos meses de trabajo tranquilo y a veces muy eficaz, y que en muchas ocasiones les permitía promocionar, tampoco tiene importancia.
Que muchas academias que vivían en gran parte de apoyar en estos dos meses a los alumnos que lo necesitaban, preparándolos para septiembre, se vayan al garete, también es cuestión insignificante.
Que el profesorado que brega día a día con alumnos en una edad difícil haya soportado siete reformas educativas en 39 años, el desprestigio ante la sociedad, la pérdida de autoridad, serios recortes económicos, el atraso de la jubilación…, tenga que aguantar ahora esta nueva agresión de forma, que no de fondo, a sus condiciones laborales, también le da igual.
En fin Señora Consellera, puede usted estar satisfecha de su decisión. Lo importante es la galería. Que la gente se quede contenta. ¡Claro que sí!
Asumamos pues los daños colaterales. El quitar oportunidades a muchísimos alumnos y en especial a los que más les cuesta, el privar a mucha gente de una discreta fuente de ingresos que honradamente obtenían, el putear más y más al profesorado… ¡Ah, pero esto último no es un daño colateral, esto es el objetivo! ¿No? Les han quitado a los chavales septiembre como respuesta al clamor social por nuestras largas vacaciones. Es eso ¿no? Es lo único que se les ha ocurrido para hacernos ir en julio, ¿no? ¡Brillante idea!
No lo entiendo, porque mire usted, Señora, todos los colegios ya abrían en julio. Muchos profesores trabajaban preparando el curso próximo, otros en cursillos y otros, que aparecían poco en julio por el ”cole”, durante el año se habían dejado la piel por sus alumnos con agotadoras jornadas de diez y doce horas en el centro (que luego se prolongaban en casa), escuchando a los jóvenes, atendiendo a padres, corrigiendo elaborados exámenes, y haciendo frente en muchas ocasiones a situaciones difíciles, a veces al límite. Y otros muchos se han ido con ellos a competir sábado tras sábado, y se la han jugado en viajes, excursiones, convivencias, porque si algo pasa, la culpa, indefectiblemente la tendrán ellos. Y lo saben.
Entonces, ¿qué diablos han hecho? Nosotros, los “profes”, palmo arriba, palmo abajo, seguimos igual, y seguiremos trabajando igual, dedicándonos igual a nuestros alumnos, a nuestros padres, a nuestros centros, sólo que más indignados, si cabe, con usted Señora Consellera, con ustedes. Los universitarios y las academias se buscarán la vida como puedan. Y los alumnos, como siempre, serán las víctimas, las grandes víctimas.
Duerma tranquila. En educación, con esta decisión estará todo un poco peor. Pero la gente estará contenta. ¡Por fin trabajan los profesores en julio!
No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo, pero a no entender casi nada de lo que están haciendo con la educación, desde hace muchos años, ya estoy acostumbrado.
Y otra cosita. Sepa usted, y sepa la gente que se alegra de este desatino, que lo pagarán caro, que lo pagaremos caro. El daño que se hace a los niños, a los jóvenes, siempre se paga caro.

martes, 21 de enero de 2014

Pensaba que era un amante de sus p...


Iba esta tarde en el coche, cuando de repente el individuo que hablaba por la radio se ha declarado sin recato alguno “pet lover”; sí, ha dicho “yo soy un pet lover”. Me he quedado espantado. Lo primero que he pensado desde mi rudimentario inglés, porque he supuesto que era inglés, es que el señor en cuestión era un amante de los pedos, o algo así. Claro que enseguida me he dado cuenta que es eso no podía ser, pues aún resultándole agradables los suyos propios, si ese era el caso, de ahí a ser un amante de ellos hay un buen trecho. Y además, me parecía que "pet" en inglés no significa pedo, aunque sí en valenciano.
En cuanto he llegado a casa le he preguntado a Isabel, que sí sabe inglés, qué es eso de “pet lover” y enseguida me lo ha aclarado. Resulta que el susodicho y modernísimo señor es un amante de su mascota, o dicho de otro modo, que tiene un bicho en casa y lo cuida.
¡Vaya por Dios! Ahora resulta que quien tenga un perro, un gato, un canario, un conejo, un sapo, una rana, una culebra en casa y no se lo coma, sino que lo cuide y lo “ame”, o sea lo convierta en su mascota, es un “pet lover”.
Pues mira, yo que tenía pensado adoptar pronto una mona de Gibraltar, ya no lo voy a hacer, con tal de no ser un “pet lover” de esos. ¡Ay Señor! otra vez me veo obligado a decir, se tiene que ser imbécil.
Me molestan, me agobian y me irritan las malditas etiquetitas en inglés que surgen a diestro y siniestro para rebautizar realidades que ya tienen su nombre en castellano; nombres estos con profundas y antiguas raíces y frondosa copa cargada de frutos.
De verdad, se tiene que ser imbécil. Se tiene que ser ridículo. Se tiene que ser necio para andar por ese camino que diluye la propia identidad, empobrece la magnífica cultura heredada de tantos siglos de historia y ensucia una de las lenguas más fértiles y hermosas que ha habido nunca sobre la faz de la tierra.

lunes, 20 de enero de 2014

Agua por favor, agua.

Hermoso pinar entre Alcublas y Osset. Así era. Así es. ¿A quién le importa?

Escribo para desahogarme, como un adolescente al que han roto el corazón y se sienta para escribir cartas o poemas que luego arrugará y romperá. Pero yo lo dejo escrito aquí, en el blog.
Nos está resultando, a Isabel también, ya no solo agobiante, también triste. Es muy triste que siga sin llover prácticamente nada y encima continúen castigándonos los terribles vientos secos del oeste.
Después de la nueva decepción de este fin de semana en el que cayeron 4 miserables litros, he visto la previsión a 9 días y todos, todos soplará este horrible viento, constante, inútil, molesto, que no deja ni que el rocío, y menos la escarcha humedezcan un poco los árboles, las plantas, la tierra, ni siquiera el humilde rocío…es como una maldición bíblica.
Desde agosto hasta hoy han caído 29 litros. Ninguno en septiembre, 7 en octubre, 4 en noviembre, 12 en diciembre y 6 en lo que llevamos de enero. ¡Ni en el desierto!
Por el  monte, por las plantas y animales, por esos días grises y lluviosos en casa, porque la lluvia es una bendición de Dios, necesitamos que llueva, pero que llueva de verdad. Y que nos deje en paz el viento, ese maldito y exasperante viento que reseca y reseca lo que ya no puede estar más seco.
Es triste. De verdad es muy triste. Decepcionante que tantas veces nos anuncien lluvia para acabar en nada, en nada que valga la pena. Y como ahora, a volver a esperar otra ocasión, para que otra vez todo quede en nada.
¿Qué está pasando? Esta isla de sequía en la que vivimos coincide en gran parte con las más de 70.000 hectáreas quemadas el verano de 2012. Sí, 70.000 hectáreas de monte arrasado, sin casi cubierta vegetal. Un cinturón de vergüenza y devastación rodeando la ciudad y la huerta de Valencia. Y si a esto añadimos las tierras quemadas en anteriores incendios, donde sólo ha rebrotado un humilde y escaso monte bajo, las hectáreas de bosques perdidos se elevan a cientos de miles…
¿No dicen que los bosques atraen la lluvia?¿Dónde están nuestros bosques, cómo están nuestros bosques? Los que quedan, secos, muy secos y azotados día y noche por el viento.
¿Quién tiene realmente conciencia de esto?¿A quién le preocupa?¿A quién le entristece? Quizá lo que está pasando es que después de todo da igual. Que después de todo, tenemos lo que merecemos.

sábado, 18 de enero de 2014

Aquel viaje a San Mauricio, hace 34 años.

Hace ahora 34 años, en enero de 1980, hice mi primera invernal a los Pirineos, por decirlo de alguna manera. Transcribo el prólogo a la memoria que escribí del viaje y añado las fotos que hice. Resultó un hito importante en mi relación con la montaña. Tenía 25 años.

En la salida que a continuación estudio y describo ocurren cosas importantes. Aprendo y descubro a nivel técnico detalles que hasta entonces me habían pasado desapercibidos y compruebo, cómo a nivel físico, no tengo la más ligera molestia gracias a utilizar adecuadamente el material y a poner los cinco sentidos en todos los actos, desde los mas sencillos y comunes hasta los mas específicamente montañeros.
Pero lo que a esta salida le da un carácter particular es el descubrimiento clarísimo de cual es el tipo de montaña que a mi me gusta hacer y de las exigencias  que a nivel personal y consecuentemente grupal plantea la montaña así concebida.
Es “montaña de lucha” frente a “montaña de fin de semana”,, montaña por sí misma frente a montaña para otras cosas. Porque aprendo que salir al monte, por grande que este sea, con una tienda e incluso con un buen material, no es necesariamente hacer montaña.
Hacer montaña como a mi me gusta, supone levantarse antes, mucho antes de amanecer, y encontrar el sol camino de la cumbre; supone pasar gozosamente hambre, frío e incomodidad, con tal de vivir un  momento breve de gozo montañero intenso; supone no buscar el peligro pero no rehuírlo jamás mientras no se entre en la imprudencia; supone, en fin, un cuerpo a cuerpo con la montaña continuo y perseverante.
Y esto implica que hacer montaña así, no se puede hacer con cualquiera, y que la elección de los compañeros debe ser siempre algo importante y profundamente meditado. Y no quiero indicar con esto que los compañeros con los que fui actuaran mal, no, sólo quiero indicar que estábamos en órbitas netamente distintas.
En realidad lo que hicimos, pues no fue otra cosa, fueron pequeñas excursiones en la nieve, y no una invernal si hablamos con propiedad. Cometimos demasiados errores, hicimos demasiadas concesiones a la comodidad como para “ser dignos” de penetrar profundamente en la montaña. Y realmente pareció como si esta nos lo dijera claramente, reiterativamente.
Aún así, en multitud de ocasiones nos mostró panoramas y nos permitió vivir momentos fantásticos: la nevada en el bosque al amanecer, el lago a la luz de la luna, la Serra de les Agudes, los días azules y fríos, los atardeceres...todo fue sucediendo como queriendo indicarnos que valía la pena más esfuerzo, más lucha, y casi no lo escuchamos.
Ahora lo escucho con claridad, y ahora espero en la próxima salida ser algo mas digno; y la montaña se que sé me ofrecerá, más bien se nos ofrecerá, porque afortunadamente, esto no lo pienso sólo yo.


                                   Valencia, 15 de Febrero de 1980.

El Pico de Subenuls iluminado por el sol, sobre el lago de San Mauricio.
El lago de San Mauricio helado y nevado.
La gran cantidad de nieve polvo nos impidió llegar a ninguna cima.
El lago desde el Portarró.
Yo con 25 añitos en la Serra de les Agudes. Es mi "foto de internet".
Andar por bosque nevados fue a lo que más tiempo dedicamos.
"Els Encantats" la mítica y emblemática montaña del parque peor gestionado de los Pirineos, creo yo.
Si quieres ver todas las fotos, hay poquitas, pulsa Enero en San Mauricio.

jueves, 16 de enero de 2014

¿Sobreprotección, superficialidad, gilipollez "tremens"?


Hace ya algún tiempo me contaba una buena amiga, maestra,  que en el colegio donde trabaja en Valencia, organizaron estas pasadas Navidades una visita a una residencia de ancianos para cantar villancicos. Eran alumnos de 5º y 6º de primaria.
Cual fue su sorpresa cuando un grupo de padres protestaron a dirección porque no querían que sus hijos “vieran” esas cosas, viejos, enfermos, quizá algún impedido. Ni qué decir tiene que la visita se realizó, salió muy bien, fue una bonita experiencia y que los niños que “no debían ver esas cosas” no las vieron. Se quedaron en clase.
Hoy mismo, me ha contado otra maestra de otro colegio, que también fueron a cantar a una residencia de ancianos hace poco (aquí ningún padre protestó) y fue también todo muy bien, pero ocurrió una cosa digna de mención que hizo que todo fuera mejor todavía.
Una de las ancianas lloraba emocionada al ver y escuchar a los niños, solo Dios y ella sabrán por qué, y en un momento determinado, uno de los chavales, sin previo aviso, salió del grupo y ni corto ni perezoso se dirigió hacia ella y se fundieron ambos en un abrazo ante la mirada perpleja y emocionada de todos los presentes. Los cantos arreciaron, y la abuelita que lloraba, lloró aún más, pero abrazada a un niño.
Estas dos historias han colisionado frontalmente en mi cerebrito. Y la rabia y la vergüenza ajena que me produjo la protesta a dirección de aquellos padres, se ha profundizado llegando hasta lo más hondo, al pensar en el daño que se puede hacer y se hace a los niños privándoles de experiencias como éstas, vete tú a saber por qué.
¿Sobreprotección, superficialidad, gilipollez “tremens”…? Además de falta de valores y sensibilidad, claro.
El problema es que esos señores también educan. ¿Educan, de verdad educan? Pero acabemos el articulito con la imagen del niño abrazado a la anciana, según él dijo luego, porque estaba triste; con la imagen de los compañeros que siguieron cantando; con el nudo en la garganta de muchos de los que vivieron aquel hermoso momento.

miércoles, 15 de enero de 2014

Es caro, será bueno.


Me decía un amigo, que había llevado a su hijo al médico del seguro por un pequeño problema. Remitido al especialista, éste le hizo unas sencillas pruebas y concluyó que el tema no era grave y que se solucionaría con el tiempo.
No tranquilo con el diagnóstico, por considerar la atención recibida, digamos que un punto superficial, optó por rascarse el bolsillo e ir a un especialista de pago y de prestigio, que para su asombro hizo con el niño exactamente lo mismo que había hecho el especialista del seguro, llegando a idéntico diagnóstico y eso sí, soplándole 100 euros por la visita. Además tuvo que quedarle muy agradecido, ya que los honorarios ascendían a 130, pero como el niño era tan simpático y se había portado tan bien, le rebajaba amablemente 30.
Quitando el hecho cierto de que en medicina, como en otras cosas, una segunda opinión suele ser útil y si es buena, tranquilizadora, la historia es curiosa y me lleva a hacerme la presente reflexión.
En casos como éstos, ¿la tranquilidad nos viene de que la segunda opinión coincide con la primera, o de que la segunda me ha costado 100 euros y la primera era “gratis”, y pongo gratis entre comillas?
Sé que mi amigo se quedo tranquilo por la coincidencia de diagnósticos, pero ¿siempre es así? No, creo que no.
Demasiadas veces valoramos los servicios o los objetos, no por la calidad de éstos sino por su precio. Un médico caro es un medico bueno, unos vaqueros caros son unos vaqueros buenos, un restaurante caro es un restaurante bueno…
Sí, esto es verdad a veces, sí; pero sólo a veces. ¡Cuántas, cuantísimas no es así! Y es que en el tema del consumo, e incluyo los servicios como algo que también consumimos, unos somos frecuentemente tontos del haba y otros son unos “espabilaos” que le echan morro al asunto y viven tan ricamente de nuestra tontería “hábica” (propia del haba).
No puede ser el precio el único criterio para consumir. Un médico caro no tiene por qué ser mejor médico, un colegio caro no tiene por que tener a los mejores profesores, una cazadora cara no es más “guay” por ser cara, un restaurante caro no tiene necesariamente la mejor cocina y el mejor servicio y entre un vino de 25 euros y uno de 150, ¿quién nota de verdad la diferencia?; y si la hay ¿lo vale?
Es importante tener esto claro y educar a los niños para que sean consumidores responsables e inteligentes. Para que no les tomen el pelo. Y para que descubran y entiendan que, después de todo, lo más importante en la vida, todo lo que le da sentido, todo lo que le da plenitud, todo lo que la hace digna de ser vivida, no tiene precio. ¿De verdad que cuánto más caro más bueno? No les llevéis por ese camino, los haréis unos pobres desgraciados por mucho dinero que acaben teniendo.

martes, 14 de enero de 2014

Hay un irritante e inconfesable doble rasero.


No tenía claro si meterme o no en este berenjenal, pero como estoy muy, pero que muy hasta las narices de la situación en cuestión, voy a hacerlo. Eso sí, con sumo cuidado, exquisito respeto y sin entrar en detalles. Iré al núcleo del asunto que me incomoda y asusta. Y quien tenga oídos para oír que oiga, bueno ojos para leer, en este caso.
Inconstitucional. Anticonstitucional. Términos sinónimos según la Real Academia. Opuesto o contrario a la constitución, nos dice. Términos muy de moda en estos últimos tiempos.
Y aquí viene mi pregunta sin respuesta posible y por consiguiente mi zozobra e indignación crecientes. ¿Qué criterio establece la constitucionalidad o inconstitucionalidad de algo?
Porque inconstitucional significa opuesto o contrario a la constitución, y punto. O así debería ser. Pero no. Parece ser que el que algo sea contrario a la constitución depende no de que sea real y evidentemente contrario, aunque lo diga el Tribunal Constitucional, sino de quién lo haya dicho, de quién lo haya hecho. Hay un irritante e inconfesable doble rasero.
Dicho de otro modo. Si la persona o institución “X” utiliza símbolos, nombres, planteamientos inconstitucionales, resulta que son terriblemente inconstitucionales, hay que rasgarse las vestiduras, denunciarlos, prohibirlos, aislarlos, ilegalizarlos… Si la persona  o institución “Y” hace lo mismo, exactamente lo mismo, no pasa nada, debe ser respetado, comprendido, apoyado e incluso subvencionado si es menester.
Esto está pasando hace ya tiempo, mucho tiempo, y no sólo con los independentismos catalán y vasco, por si alguien está pensando sólo en esto, que también, desde luego, sino en todos los ámbitos de la vida social y política.
Siempre me ha dado mucha rabia esa fea costumbre de juzgar los hechos o las palabras según de quien vengan. Un trabajo, unas palabras si son de Pepito son excelentes, si son de Manolín, pasables en el mejor de los casos, o incluso abominables y repulsivas, según quien sea el tal Manolín. Y el trabajo es el mismo, las palabras son las mismas. Costumbre injusta, irritante, absurda. Lo que está bien hecho está bien hecho, lo haga quien lo haga. Lo que está bien dicho está bien dicho, lo diga quien lo diga. Lo que es inconstitucional, es inconstitucional, venga de donde venga.
Pero aquí no. En España no. Las cosas están bien hechas o mal hechas, son buenas o malas dependiendo de quien las haga. Algo es constitucional o no según quien lo plantee. Pensad, hay muchos ejemplos. Buscadlos.
Buscadlos porque yo no voy a poner ninguno pues no me siento libre de hacerlo. Porque, como en otros tiempos, en cuestiones de este tipo, no me atrevo a hacer uso de la libertad de expresión a la que tengo legítimo derecho.

domingo, 12 de enero de 2014

Horizontal y vertical.


Es una mañana gris y neblinosa de invierno. Cruzamos los Llanos de Barracas. La línea de chopos desnudos, con su humilde verticalidad, se recorta al pie de las estribaciones de la Sierra de Javalambre que se elevan soberbias hacia el cielo turbio, allá al final de la llanura.
De lo horizontal emerge lo vertical, la montaña poderosa. Y yo contemplo, buscando el equilibrio entre ambas dimensiones, humildemente, como los árboles que se recortan a lo lejos.

sábado, 11 de enero de 2014

Podemos comunicarnos con los muertos..., bueno con algunos.

Estas pasadas Navidades, en un breve viaje familiar a Alcalá de Henares, una tarde fría y lluviosa tuvimos la ocasión de darnos un baño de literatura. Y lo gocé.
Visitando la Universidad, sabíamos que estábamos pisando el mismo suelo que Lope de Vega, Francisco de Quevedo, San Juan de la Cruz, San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola, Calderón de la Barca y que otros grandes de nuestra literatura habían pisado en tiempos pasados. Y cuando íbamos a entrar en el paraninfo, donde dan anualmente el premio Cervantes, nos recibieron los nombres de Miguel Delibes, Jorge Guillén, Octavio Paz, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Alejo Carpentier…y estuvimos allí, sentados en aquellos bancos, con un frío que pelaba, pero a gusto, muy a gusto de compartir espacio, que no tiempo, ¡ojalá! con gente tan grande, con gente que de algún modo han entrado en la inmortalidad.
Acostumbro a decir a mis alumnos de primero de secundaria antes de empezar a hablarles de la literatura, que podemos “comunicarnos con los muertos”, por eso de captar su atención, también. Unos creen que voy de broma, otros piensan que creo en “esas cosas”, otros me miran raro, sin saber qué pensar.
Enseguida se lo explico. Ellos, los escritores, se comunican con nosotros, y de qué manera. Gracias a la literatura, más allá del tiempo y del espacio, más allá de lo posible, nos hacen pensar y reflexionar como un buen amigo, nos cuentan historias antes de dormir como el papá o la mamá, nos deleitan con sus “batallitas” como el abuelo, nos hacen reír o llorar, en suma nos hacen vivir en una dimensión distinta, una dimensión que rompe, como ya he dicho, los límites de lo posible, porque precisamente el tiempo y el espacio son esas cadenas que no podemos romper, excepto con la literatura.
Y creo que lo entienden. ¡Ojalá se atrevan a escucharles!
Por eso, cuando leía en los muros de aquella vieja universidad tantos y tantos nombres, no eran para mí nombres muertos de hombres muertos, porque cuando llegue a casa, y junto al fuego después de un día duro, o antes de que me venza el sueño ya en la cama, coja en mis manos un libro de cualquiera de ellos, alguien me hablará y yo le escucharé, y ese acto de comunicación personal, íntimo, entrará en el reino del no tiempo, del no espacio, en el reino de la eternidad y el infinito.
Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, una tarde gris y lluviosa de invierno.
Claustro principal de la Universidad.
Detalle del paraninfo, donde se realiza la entrega del Premio Cervantes.

jueves, 9 de enero de 2014

Ideas para educar. 3.10 Valorar si vale la pena “entrar en combate”

1.-CONOCER:
1.1 ¿Qué es realmente un niño?

2.-PREVENIR:
2.1 Desde la cuna.

3.-INTERVENIR:
3.1 Acuerdo total papá-mamá.
3.2 Control de la familia extensa.
3.3 Control de otros agentes educativos.
3.4 Coherencia en nosotros. Hacer lo que decimos.
3.5 Normas claras y concretas. Las precisas.
3.6 Hablar poco. “No comerle el coco”.
3.7 Ignorar conductas no deseadas. Reforzar las deseadas.
3.8 No mostrar que controla nuestro estado de ánimo.
3.9 No exigirle lo que no somos capaces de hacer nosotros.
3.10 Valorar si vale la pena “entrar en combate”.

Sí, así tal como suena. Hemos de valorar si vale la pena entrar en "combate", porque muchas veces educar es "combatir". Nene, guarda la ropa, y no la guarda. Nene, no le pegues a tu hermano, y le arrea un sopapo. Nene dale un besito al abuelito, y no se lo da. Nene, nene, nene…¡Estoy hasta el moño del nene que hace lo que le da la gana! ¿Qué hago con el nene? ¡Harto me tiene! Eso son combates, desafíos a los que hay que responder, a los que siempre hay que responder, y ganarlos nosotros.
Sí, hemos de responder a los desafíos que continuamente de un modo más o menos explícito nos plantean los niños. De eso no podemos escapar, no debemos escapar. Se paga caro. Pero lo que sí podemos hacer es no provocar el desafío, y muchas, demasiadas veces lo hacemos.
Me explico. Hemos de tener claro que el niño va a ponernos a prueba siempre que pueda, intentando salirse con la suya. Eso es normal. Pura biología. No es porque sea malo. Es naturaleza. Pero es sano y necesario que aprenda y entienda que quien manda no es él. Quien manda es papá, mamá, la "seño", el “profe”. No él.
Pero para aprender esto tiene que experimentar que cada vez que hay un “combate” lo pierde, así de claro, lo pierde. Y como ganar los papás todos y cada uno de los "combates" que pueden plantearse es muy difícil, agotador, hay que reducirlos. Si no, nos volveremos locos.
Vamos a "combatir" sólo cuando sea de verdad importante, cuando con el consenso no lleguemos a donde queremos, evitando por lo tanto, dar tantas órdenes, muchas de ellas innecesarias y que en el fondo no son más que provocaciones nuestras que generan respuestas desafiantes a las que no somos capaces de responder adecuadamente porque se nos amontona la faena.
Esto implica que tengamos claro qué es de verdad importante y qué es accesorio y que pensemos también que en el momento en el que decimos, nene baja de la mesa, el nene baja de la mesa, así se hunda el mundo. Y si no estoy dispuesto a entrar en ese "combate", no le digo nada, porque lo que digo se hace. Por eso hay que decir menos y pensar bien lo que decimos. Incluso hacer la vista gorda es necesario a veces y si es sólo a veces, no pasa nada.
Recuerdo en un viaje a Pirineos, en un bar de Calamocha, a un niño de unos seis años que estuvo todo el almuerzo subido encima de una mesa, y todo el almuerzo, su santa madre diciendo nene baja de ahí, nene baja de ahí, nene que bajes de ahí. Cuando nos fuimos, aún seguía encima de la mesa.
Señora, o se calla o lo baja. Si ha decidido entrar en el "combate" gánelo, y si no, no entre. Pero deje de hacer el imbécil, y de fabricar un monstruito con el que luego tendremos que lidiar otros que no tenemos la culpa de que usted sea una tonta del bote.
Ahora, una cosa sí. Lo pagarán. Lo pagarán muy caro. El niño y ella. Es el consuelo que nos queda. Pero qué triste consuelo.

martes, 7 de enero de 2014

La "pilota" salta y bota...

Estaba yo preparando unos muslitos de pollo en escabeche, cuando en el momento de echar el vinagre escuché estupefacto cómo en la tele, en la Primera, ¡eh!, el locutor decía algo de una “pilota” que había ganado no sé qué carrera. ¡Una "pilota"! Enseguida me vino a la cabeza “que salta y bota”, pero claro, pensé, esas “pilotas” no ganan carreras, luego el muy tonto del bote o tonto del culo, no sé, se refería a que era una fémina quien había ganado una carrera. ¿Será posible? Lo fue.
Tras salir del estupor inicial, trate de adaptarme a los nuevos tiempos y llegué a la conclusión de que si hay que decir “pilota” para distinguir a la mujer que conduce algo, del piloto, que es el hombre que hace lo propio, ¿no habrá que decir, a partir de ahora, futbolisto a los varones que juegan al fútbol y dejar la palabra futbolista para las mozas que practiquen tan popular deporte? Y si quien nos arregla la luz es un hombre, que es lo más habitual, habrá que llamarle electricisto, ¿no? Y por la misma regla de tres tendremos dentista y dentisto, tenista y tenisto, ebanista y ebanisto, juerguista y juerguisto, artista y artisto, idiota e idioto, gilipollas y gilipollos…
            Pero puestos a poner orden en el lenguaje habrá que ir más allá  ¿Qué haremos con las palabras que no acaban en O o A? Generan confusión. Habrá que poner remedio. En vez de cantante diremos cantanto o cantanta; en vez de juez, juezo o jueza; en vez púgil, púgilo o púgila; en vez de imbécil, imbécilo o imbécila, y así sucesivamente.
De este modo nadie se sentirá invisibilizado lingüísticamente, quedará todo muy clarito y el trasnochado y cavernoso castellano quedará un poco más a la altura de los tiempos que corren. ¡Sí señor!
Se ha de ser muy, pero que muy necio para no haberse dado cuenta todavía de que la O y la A no siempre indican género. Muy necio, siendo profesional de la palabra, para no haberse dado cuenta de que los géneros gramaticales tal y como están, tienen una rica y compleja razón de ser, como todo en el lenguaje, y de que existen los artículos ¡jolín!, ¡los artículos!. Y de verdad, cambiar lo que es como es por mil razones, desde el más absoluto desconocimiento de estas razones, es de una soberbia y una necedad abrumadoras. El piloto y la piloto, no el piloto y la pilota, imbécil... o imbécilo, según se mire.
Mil años de historia, mil, para que ahora, basándose exclusivamente en criterios ideológicos, al margen, cuando no en contra de la cultura y de la historia, ciertos individuos pretendan desde determinadas instituciones reventar el castellano. Todo sea por lo políticamente correcto ¿no? Y esto está calando en la sociedad.
Me dejó frito. La “pilota” me dejó frito. Y los muslitos en escabeche casi se convirtieron en muslitos a la vinagreta…de la impresión; como he dicho, estaba poniendo el vinagre en ese momento.

Futbolistos un poco mosqueados.
Futbolistas la mar de contentas.

lunes, 6 de enero de 2014

Mamá, hemos descubierto una cosa de los Reyes Magos...


Un par de días antes de Reyes, dos amigos de nueve años juegan y hablan de sus cosas. En un momento determinado la niña dice: mamá, hemos descubierto una cosa de los Reyes Magos. La mamá, pillada por sorpresa piensa: ya está, se acabó, hasta aquí hemos llegado. Y pregunta temiendo la respuesta que bien puede ser la pregunta definitiva: ¿qué habéis descubierto?, y entonces dicen: ya sabemos cómo pueden dejar tantos regalos en sólo una noche; es porque como la tierra es redonda y gira, una noche es muy larga, en realidad dura un día entero y así tienen más tiempo; aparte porque son magos, ¡claro!
Y entonces la madre, aliviada y asombrada dice: es cierto, fíjate yo nunca lo había pensado. Y es verdad que nunca lo había pensado. Ni yo tampoco.
¡Hermoso abrazo entre realidad y sueño, razón y magia! Día llegará, no lejano, en que realidad y razón se impongan dejando… ¿el sueño y la magia atrás? Será día triste ése, por la infancia que empieza a perderse, pero sólo la infancia, no la magia, no el sueño. Está por venir la magia del amor, la magia de encontrar tu lugar en el mundo, la magia de envejecer en paz y plenitud, en suma el sueño de la vida ya que, después de todo, “toda la vida es sueño, y los sueños sueños son”, como nos dice el bueno de Don Pedro.
Pues bien, el hermoso pensamiento de dos niños y estos dos textos, uno de Calderón de la Barca y el otro de Juan Ramón Jiménez, son mi humilde contribución a la mañana de Reyes.
¡Qué sus majestades hayan sido bondadosas!


Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Pedro Calderón de la Barca


    ¡Qué ilusión, esta noche, la de los niños, Platero! No era posible acostarlos. Al fin, el sueño los fue rindiendo: a uno, en una butaca; a otro, en el suelo, al arrimo de la chimenea; a Blanca, en una silla baja; a Pepe, en el poyo de la ventana, la cabeza sobre los clavos de la puerta, no fueran a pasar los Reyes... Y ahora, en el fondo de esta afuera de la vida, se siente como un gran corazón pleno y sano, el sueño de todos, vivo y mágico.
     Antes de la cena, subí con todos. ¡Qué alboroto por la escalera, tan medrosa para ellos otras noches!  —A mí no me da miedo de la montera, Pepe; ¿y a ti?, decía Blanca, cogida muy fuerte de mi mano. Y pusimos en el balcón, entre las cidras, los zapatos de todos. Ahora, Platero, vamos a vestirnos Montemayor, tita, María Teresa, Polilla, Perico, tú y yo, con sábanas y colchas y sombreros antiguos. Y a las doce pasaremos ante la ventana de los niños en cortejo de disfraces y de luces, tocando almireces, trompetas y el caracol que está en el último cuarto. Tú irás delante conmigo, que seré Gaspar y llevaré unas barbas blancas de estopa, y llevarás, como un delantal, la bandera de Colombia, que he traído de casa de mi tío, el cónsul... Los niños, despertados de pronto, con el sueño colgado aún, en jirones, de los ojos asombrados, se asomarán en camisa a los cristales, temblorosos y maravillados.           
      Después, seguiremos en su sueño toda la madrugada, y mañana, cuando, ya tarde, los deslumbre el cielo azul por los postigos, subirán, a medio vestir, al balcón, y serán dueños de todo el tesoro.
    El año pasado nos reímos mucho. ¡Ya verás cómo nos vamos a divertir esta noche, Platero, camellito mío!

 Juan Ramón Jiménez