FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 30 de noviembre de 2014

En homenaje a Vicente Folgado.


No quiero que acabe este día sin tener un recuerdo para mi amigo Vicente Folgado al que hoy, los Juniors, sus juniors, le han rendido un merecido homenaje en Gandía.
Me enteré de este homenaje esta semana, a través del Jefe de Centro de Ribarroja, pueblo donde vivo y trabajo, pero por cuestiones que no vienen a cuento, no he podido finalmente asistir, lo que he lamentado antes, durante y lamentaré después.
Y lo lamento porque me hubiera gustado de verdad estar allí y unir mis recuerdos a los recuerdos de todos, y homenajear junto a todos a una gran persona, un gran sacerdote, y además un buen amigo. Pero las cosas son como son y no como quisiéramos que fueran.
Pero lo que sí puedo hacer esta noche es compartir, con quien lea estas líneas, el momento exacto en que nos conocimos, como un momento extraordinariamente importante de mi vida.
Estábamos en Segart, en un encuentro de la, por entonces, coordinadora del Movimiento Junior de A.C. En una de las reuniones de aquel encuentro dije algo que le llamó la atención, y al parar a almorzar se me presentó, lo recuerdo como si lo viera ahora, mientras me comía un bocadillo en la barra del bar de Segart de toda la vida, barra y bar que siguen existiendo.
Quedamos para vernos unos días después en mi parroquia, San Miguel y San Sebastián, de cuyo centro Junior yo era jefe. Y así empezó todo. Don Miguel Roca, el arzobispo, deseaba un cambio profundo en el Junior, y este cambio estaba en la línea por la que andábamos nosotros.
Luego seguimos viéndonos con frecuencia hasta formar un equipo y plantear una alternativa que pusimos en marcha creando una primera Comisión Diocesana. En un viaje a Madrid intentamos evitar la ruptura con la Comisión Nacional, pero no fue posible, extremo este del que fuimos informados un día de Nochebuena.
A partir de ahí tuvimos que poner en marcha Juniors, Movimient Diocesá, del que él fue primer consiliario y yo primer presidente.
Años de intenso trabajo, de alegrías y disgustos, de recorrernos la diócesis de norte a sur, de este a oeste, de conocernos a fondo en largas conversaciones en kilómetros y kilómetros de carretera.
Sí, ya lo he dicho en este blog. Vicente ha sido, es y será una persona muy importante en mi vida. Casi todo cambió para mí a partir de conocerle a él.
Y conociéndolo hoy como lo conozco, sé que desde la Casa del Padre me disculpará y entenderá el por qué no he estado hoy en Gandía. Presiento su sonrisa viéndome escribir estas líneas.
Y al amparo tranquilizador de su sonrisa presentida, como homenaje, quiero agradecerle, quiero agradecerte Vicente, el que te fiaras un día de mí, contaras conmigo para una gran tarea a la que entregué, junto a ti, lo mejor de mi juventud, me ofrecieras después tu pueblo, tu “cole” y todo lo que, sin tú saberlo, vino después, todo y tanto. Sin ti no hubiera conocido a Isabel que me acompaña en este camino de alegría y dolor que es la vida. Aunque sólo sea por ella te debo eterna gratitud.
Una vez más, de verdad,  gracias, Vicente.

La lluvia tiene un vago secreto de ternura...


Por fin ha llovido como llovía antes. Un temporal de levante nos ha regalado un hermoso fin de semana de buen tiempo, porque esto ha sido y es, ya por poco, buen tiempo, muy buen tiempo. Casi 70 litros en todo el fin de semana es una bendición. En todo el mes que hoy termina, 101.
Para celebrar este regalo del cielo, os invito a que leáis este poema de  García Lorca dedicado a la lluvia. Leedlo despacio. Es realmente evocador.

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo de soñolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y nos unge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras
y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero nuestro optimismo se convierte en tristeza
al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas: ojos de infinito que miran
al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y le dejan divinas heridas de diamante.
Son poetas del agua que han visto y que meditan
lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando sobre los campos desciendes lentamente
las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio
y la historia sonora que cuentas al ramaje
los comenta llorando mi corazón desierto
en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza resignada de cosa irrealizable,
tengo en el horizonte un lucero encendido
y el corazón me impide que corra a contemplarte.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman
y eres sobre el piano dulzura emocionante;
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!


            No voy a hacer un  comentario de texto, ¡claro! Sólo quiero destacar el principio y el final, porque el poema entero es un camino que nos conduce de la primera a la última estrofa. Y ese camino ha de recorrerlo el lector despacio, atento a su paisaje interior, envuelto por el paisaje de un día de lluvia.
            Empieza diciéndonos que la lluvia “hace vibrar el alma dormida del paisaje” y acaba confesando que con “las mismas nieblas y resonancias” hace también vibrar nuestra propia alma.
            Sí, la lluvia nos lleva del paisaje exterior que envuelve en un “vago secreto de ternura” a nuestro paisaje interior donde quizá llora “mi corazón desierto en un negro y profundo pentagrama sin clave”.
           Pues bueno, si tienes ganas y te atreves a ir de la mano de Don Federico, léelo otra vez y déjate llevar, aunque creo que ahora ya no llueve, ¡lástima!

sábado, 29 de noviembre de 2014

¿Ñoñerías de Navidad?


¡Qué bonita la publicidad de la lotería de Navidad de este año! A quien más y a quien menos creo que nos toca el corazoncito de alguna forma, aunque sea lejana.
¡Ojalá fuera el mundo así!¡Ojalá fuéramos las personas así! Pero no, no es lo habitual que en semejantes circunstancias los hechos se produjeran de este modo. Pero eso no quita que nos parezca bonito, aunque tristemente irreal.
También habrá quien de entrada ya no lo vea bonito, sino idiota, ñoño. ¡Cosas de Navidad! La época más lela del año.
Una cosa sí que tengo clara y es que a todos nos gustaría, en semejantes circunstancias ser Manuel. Lo que no está tan claro es que fuéramos Antonio. ¡Claro! Ahí está la cuestión.
Pero tranquilos, por si alguien se enternecía demasiado y se ponía de moda ponerse en lugar de los demás, acordarse de los otros cuando ya no me sirven, ya está en la red, haciendo furor, una parodia del anuncio más próxima a la realidad, más nuestra, más castiza. Tan desagradable como cierta. Y da mucha risa, mucha Ja,Ja,Ja¡¡¡¡¡ Es curiosa la risa que nos da nuestra propia miseria. 
Sí, ya veréis la cantidad de chistes y burlas que circularán a propósito de esta muestra de lo que debería ser y no es. Ya veréis qué ingeniosos y qué graciosos.

A continuación tenéis, pinchando los enlaces, los dos vídeos, el bonito y el real.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Amárrate a tus alumnos...


El año pasado recibí por estas fechas un correo de un antiguo alumno, ya entonces maestro, al que respondí con una entrada en el blog publicada tal día como hoy, hace un año.
Lo que me decía en la carta era muy hermoso, y el hecho de haberlo escrito implicaba, por una parte el reconocimiento de que para él sigo existiendo, y por otra  una sincera gratitud, algo muy de agradecer en un mundo donde lo que impera es la ingratitud y el olvido, que no es otra cosa que la más salvaje forma de ingratitud.
De lo que le dije reproduzco hoy un par de párrafos, para celebrar con ellos el Día del Maestro.

Y ahora, cuando la palabra jubilación empieza a ser algo más que una palabra, mirando atrás, veo que el trabajo al que he dedicado toda mi vida ha tenido y sigue teniendo sentido. Aunque las leyes sean absurdas, el sistema educativo caótico, la educación esté vergonzosamente politizada y la sociedad nos declare culpables de todo lo que les pase a los niños mientras no se demuestre lo contrario, aunque pase todo esto y más, cuando estoy en mi aula cara a cara con mis alumnos, entonces y sólo entonces cobra todo nuevamente sentido. Sólo entonces.
Ellos me siguen salvando del abismo de pensar que eso a lo que he dedicado la vida no tiene ni pies ni cabeza. ¿Ves como seguís dándome más de lo que yo os puedo dar? Y tú, con la bonita carta que me escribiste el otro día, te unes a ellos, a tantos con los que he caminado estos treinta años. Y a los de ahora que, cuando acabo la clase, a veces, me dicen "¿ya te vas?"; o a este chavalillo que el día antes de las vacaciones me dijo "te echaré de menos estas Navidades"; o a aquella niña que me preguntó antes de subir al autobús, tras las convivencias "¿por qué nos hemos de ir? ¡Estamos tan bien aquí!".
Pues eso. Por tus recuerdos, por tus palabras que son presencia reconfortante, muchas gracias. Y un consejo: amárrate a tus alumnos, apóyate en ellos. En ellos está la única fuerza capaz de dar sentido a una profesión hoy imposible. Ellos la convierten cada día en vocación y le dan pleno sentido.

Y esto sigo diciéndolo un año después, si cabe, con más convicción  todavía.


            ¡¡¡Feliz día del maestro!!!

jueves, 27 de noviembre de 2014

El camino dorado.

Junto a la carretera de Ahillas a La Yesa.
El otoño va tocando a su fin. La tierra, algo verde por las tristemente escasas lluvias otoñales se cubre de hojas. El cielo anuncia un temporal de levante que ¡por fin! parece que se acerca. Ya hace frío, nueve grados a medio día.
Contemplamos el camino vestido de un color que se irá apagando. Se tornará pardo, y pronto ¡ojalá! blanco. Y los árboles quedarán desnudos.
¡Qué hermoso el paso de las estaciones!

miércoles, 26 de noviembre de 2014

De Náquera al Castillo de Serra y regreso a Náquera.

Ya se puede andar por estos montes. De hecho, ya hace algún tiempo que se puede. Pasados los calores agobiantes y con lo poquito, poquísimo que ha llovido, ya podemos “patearlos” sin volver a casa al borde de la depresión.
Os propongo una bonita excursión por la sierra Calderona de unos 13 kilómetros y 500 metros de desnivel. En una mañana, la tarde ya es muy corta, se hace bien.
El paisaje es bonito, aunque las huellas del fuego y el abandono no nos dejarán en ningún momento. A quien, como yo, recuerda la sierra cubierta de pinares, le resultará un poco más duro, pero hay que adaptarse y disfrutar de una naturaleza que no es ni sombra de lo que fue y que se nos muere sin que nadie haga nada por evitarlo. Aprovechemos lo poco que le queda.
Se sale de la Font de l´or, donde dejaremos el coche, a la que se llega antes de llegar a Náquera, por un desvío a la derecha. Desde allí, donde podemos encargar una paellita para el regreso, empezamos por un ancho camino que nos lleva a la Font del Salt, hoy prácticamente inaccesible pero que podemos ver desde arriba.
Luego, siguiendo por un sendero que discurre por un barranco con cañas, adelfas y restos de pinos quemados y bancales derruidos, esta zona fue hermosísima, alcanzaremos otro ancho camino por el que cogiendo las adecuadas bifurcaciones llegaremos al castillo de Serra. Precioso panorama.
Desde el castillo, siguiendo por agreste sendero la cresta de la montaña en dirección a Serra, descenderemos casi hasta el pueblo, y sin entrar en él, tomaremos una pista a la izquierda que abandonaremos a la derecha después de unos dos kilómetros por un buen camino que entre bonito bosque, éste bien conservado, nos llevará cerca de Náquera, donde giraremos a la izquierda por un mal camino que nos subirá a un mirador situado en el centro de una zona cubierta hasta no hace mucho por un frondoso pinar.
Desde allí, siguiendo los caminos pertinentes bajaremos de nuevo a la Font de l´or, donde si es la hora de comer podemos acabar con una buena paellita en el restaurante allí situado.
Puede ser una muy bonita excursión. Sin prisa, en unas 4 horitas podemos hacerla. También podemos calcularla para comer en Serra y continuar después. En este caso es muy recomendable disfrutar del atardecer en el mirador. Es espectacular.
 Si queréis el track, está en wiquiloc. Pulsad Náquera-Castillo de Serra-Náquera

La Mola de Segart preside el inicio de la marcha.
La rocosa cima de la Mola, entre olivos.
Característicos pliegues de la Font del Salt.
El mar y los edificios de la playa desde las proximidades de la Font del Salt.
Formaciones rocosas de rodeno nos acompañan en la ruta. Antes estaban cubiertas de pinos.
Sólo cañas donde antaño había pinares.
Silueta del Castillo de Serra.
La Mola de Segart desde el Castillo de Serra.
El Oronet desde la montaña del Castillo de Serra.
Castillo de Serra.
Araña entre los matorrales.
El Castillo de Serra se tiñe con la luz del atardecer.
Peñasco próximo a Náquera iluminado por la luz del sol poniente.
Atardecer desde el mirador.
El sol se pone entre nubes. En primer plano, las ramas de un pino quemado.
Ya de noche llegamos al coche.

martes, 25 de noviembre de 2014

El efecto Gollum, la violencia contra la mujer y otras violencias.


Hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (o DIEVCM), aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 54/134 el 17 de diciembre de 1999.
Sé que el tema es complejo, y pensando en las causas de algo tan terrible he llegado a esbozar algunas ideas que comparto por si a alguien le sirven y también porque escribir me ordena y aclara el pensamiento.
Para empezar diré que soy contrario a la violencia contra quien sea, mujer, niño, anciano u hombre hecho y derecho. Pero es cierto que la que se ejerce contra la mujer está muy extendida y en ciertas sociedades y ciertos ambientes hasta bien vista. Por eso es urgente e importante erradicarla.
Pero para ello es necesario encontrar la raíz de esa violencia y extirparla, pues actuar contra el síntoma no cura la enfermedad.
¿Y cual creo yo que es esa raíz mala? La voy a llamar el efecto Gollum. “Mi tesoro, es mío, mío, mío…” Ésta es la raíz mala, o al menos una de ellas.
Creo que en el fondo de cualquier agresión a una persona late el sentimiento, entre otros, de que esa persona es mía, es de mi propiedad y por lo tanto puedo hacer con ella lo que me plazca, por algo es mía. La maté porque era mía, dice el chiste. Y ahondando más aún creo que si yo pienso que una persona es mía, es porque me siento superior a ella, porque no es igual a mí y yo me erijo en amo y señor de esa persona inferior y la comparto sólo si quiero, con quien quiero y como quiero. A fin de cuentas es mi propiedad.
Por esto pienso que eliminar la violencia contra la mujer exige educar en la igualdad real entre todas las personas, premisa necesaria para que no se desarrolle el efecto Gollum, para que nadie, basándose en superioridad alguna, se sienta dueño de nadie. Porque nadie es dueño de nadie.
Nadie es dueño de nadie para hacerle daño ¡claro!, pero tampoco para hacerle el bien, pues ese supuesto bien acabará siendo paternalismo castrante o creando, por ejemplo, estas situaciones laborales que impiden cualquier posibilidad de trabajo en equipo, con evidentes consecuencias para el ser en supuesta propiedad.
No acabaremos con la violencia contra la mujer mientras no seamos capaces de creer realmente en la dignidad y la libertad irrenunciable de todos los seres humanos, convicción ésta que nos llevará a respetar esa dignidad y esa libertad y, como consecuencia, a no erigirme como amo y señor de mi mujer, ni de mi marido, ni de mi amigo, ni del abuelo, ni de mi hijo, ni de mi alumno, ni de mi paciente, ni de mi cliente…de nadie. Ni para matarlo, ni para salvarlo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi tierra eres tú.


Leyendo junto al fuego un libro de Luis Cernuda, he encontrado este poemita que hacía mucho tiempo no leía. Y lo he visto tan sencillo, tan clarito, tan bonito, tan fácil de aprender de memoria que os lo ofrezco para que lo disfrutéis y os lo aprendáis si queréis.
No hacen falta comentarios. Son versos directos y tienen tal fuerza que ninguna aclaración necesitan. Se titula Contigo.
O sea que me callo y os dejo con Cernuda.

¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mí están adonde
no estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida,
¿qué es, si no eres tú?

domingo, 23 de noviembre de 2014

¡Que el camí sigui llarg, ple d´aventures, ple de coneixences!



Nos decía la hermana Pilar en el desayuno del viernes, en una espontánea y breve charla, que la Fe no es, como se decía tradicionalmente, creer en lo que no se ve, sino fiarse de Dios. Como nos fiamos de la gente que nos quiere. Y añadía que fiarse de Dios es el camino a la felicidad. Y nos deseaba a todos los que la escuchábamos que fuéramos felices. Que nos fiáramos de Dios.
Escuchándola, pensaba yo también en algo que he ido descubriendo a lo largo de mi vida. Que esa felicidad de la que nos hablaba la hermana Pilar, esa felicidad de la que la noche del jueves, de un modo tranquilo y entrañable, nos hablaron también Pablo, Judith y Antonio, esa felicidad de la que nos habló Diego, en la eucaristía, allá arriba, en la cueva, la quiere Dios para todos los hombres. Es la voluntad de Dios que los hombres seamos felices, ya aquí, en este mundo nuestro, en el día a día.
En la película Daens, que tan “dignamente soportasteis”, casi dos horas y media, visteis claramente cómo el hombre es capaz de ir directamente contra la voluntad de Dios en nombre de Dios. Visteis cómo el abad Daens pelea por la justicia, la dignidad, la libertad de los obreros y cómo sufre por ello. ¿Fue feliz el abad Daens?
Y es que la felicidad de la que nos hablaban Pilar, Pablo, Judith, Antonio, Diego, no es la de “qué bien estoy yo aquí y a los demás que les joda un pez”, como dice un amigo mío, es una felicidad que va mucho, mucho más allá.
A esa felicidad no se llega por cualquier sitio. Hay un camino. Y ese camino es la lucha por el hombre. Lucha tan dura que nadie puede afrontar solo. Necesitamos fiarnos de Alguien que ya peleó, aparentemente fracasó y definitivamente triunfó. Él es el Camino, y todos los que codo a codo peleen con vosotros, serán vuestros hermanos en la lucha.
Sí, fiarnos de Jesús es tener Fe. Decirle no te entiendo del todo, no lo tengo claro, tengo malos días, meto la pata, a veces estoy confuso, incluso tengo miedo, pero me fío de Ti. Sé que aunque tantas veces me vaya por otros caminos, sólo siguiéndote a Ti seré feliz y sólo Tú darás sentido pleno a mi vida.
El camino de Jesús es cumplir la voluntad de su Padre, la voluntad de Dios que no es más, como ya hemos dicho, que la felicidad plena de todos los hombres. La tuya también. El camino de Jesús es pelear por todo lo que haga felices a los otros, la justicia, la libertad, la dignidad, el amor en suma. Y eso es lo que te puede hacer feliz de verdad a ti.
Porque dedicar la vida a esa justa y necesaria pelea por el hombre es la vocación que puede dar sentido a cualquier forma de vivir la vida, a cualquier profesión, y hacerlas resistentes a los disgustos, al cansancio, al desánimo, a los golpes bajos, a los desprecios, a la ingratitud, a los fracasos…en suma, resistentes al mal.
Este mismo año salís del “cole” al mundo. ¡Ojalá que el recuerdo de lo que en esta breve convivencia, allá arriba, en "la Montieleta", hayáis podido vivir, junto al recuerdo del Camino de Santiago y al de, quizá, otros momentos vuestros que sólo vosotros conocéis, sean todos ellos una lucecita más en vuestro camino, un faro que os recuerde dónde esta la costa!
Y tened claro que si después de todo no os fiáis de Él y andáis por otras veredas, libres sois de hacerlo. Pero tened claro también que por lejos que os vayáis del camino, por perdidos que andéis por la vida, por mal que lo hagáis aunque os “vaya bien”, siempre, si ponéis rumbo a esa lucecita, a ese faro, os estará esperando Alguien que os quiere muchísimo y que simplemente os aceptará tal cual sois, tal cual lleguéis a Él y os abrazará como nunca nadie os ha abrazado. Porque os está esperando, nos está esperando desde el principio de los tiempos.
Si no estuviera seguro de esto, no se qué habría sido de mi hace ya mucho tiempo y no os lo diría.

¡Que el “camí sigui llarg, ple d´aventures, ple de coneixences”!

¡Y que Dios os bendiga!

No se trata de ser un gran músico...


Ya el año pasado escribí unas líneas tras disfrutar del concierto de Santa Cecilia. Este año vuelvo a hacerlo, agradeciéndote de antemano a ti y a la banda los regalos que nos hacéis con vuestro trabajo callado y constante.
Es muy bonito ver cómo entran nuevos músicos, cómo vuelven los que por el devenir de la vida tuvieron que irse, cómo os recuerdan muchos de los que estuvieron y ya no pueden estar. Es bonito ver a la banda viva.
Y es muy bonito también, ya te lo he dicho muchas veces, esa capacidad que tenéis entre todos de hacer algo tan hermoso como interpretar, por ejemplo, esa Canción del olvido que a más de uno hizo saltar las lágrimas.
Sois muchos y diferentes unidos por algo tan grande como es la música. Y no me canso de decirlo. Lo vuestro es un trabajo de todos. Es un trabajo en equipo verdaderamente modélico.
Y ver esto es lo que en este momento de mi vida más me toca la fibra. Tú, y me alegro de verdad por ti, gozas del inmenso placer de ver cómo al conjuro de tu batuta, de la diversidad, diferentes edades, sexos, instrumentos, surge una armonía como la de ayer. Debe ser maravilloso saberse capaz de obrar este prodigio. Tiene algo de divino. Disfrútalo, tú que puedes.
La grandeza de cada uno de tus músicos y la tuya propia, está en hacer cada uno su tarea lo mejor posible, no para que le vean a él, sino para que todo suene mejor. Tú, y es bueno y justo hacerlo, destacas a quien lo ha merecido después de cada pieza, pero estoy seguro de que el virtuosismo del que haces levantar para recibir la merecida ovación, es grande en la medida que hace grande a la banda, en la medida que os hace grandes a todos.
No se trata de ser un gran músico, sino de ser músico de una gran banda, y para eso, sólo para eso, hay que ser un gran músico. Porque ser un gran músico, aunque lo seas, sólo para brillar en todo tu esplendor, será vanidad, triste y estéril vanidad.
Por los hermosos frutos de vuestro trabajo veo que esto lo tenéis claro. Por eso os doy la enhorabuena. Por eso te doy la enhorabuena y me alegro por ti, Pascualín. Por ser capaz de convertir tu batuta en la varita mágica, se parecen tanto, capaz de obrar ese prodigio del que disfrutamos ayer.

¡Gózalo! Lo mereces y sepas que te envidio, en eso te envidio.

Una vez más, a ti y a la banda, ¡gracias!

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Configuraciones diferentes.


Yo no soy informático nativo como los niños de la viñeta, como muchos de mis alumnos, y como los “pitufos” que nacen ahora. No, no lo soy. Y como además mi inteligencia es normalita, del montón, pues muchas veces me armo líos formidables con estas cosas. Pero lo intento, ¡eh!, lo intento.
Por eso, controlar el blog, el “tuenti”, el “feisbuc”, el “gúguel" el correo, la nube…y demás zarandajas informáticas, todo a la vez y coordinadamente, me cuesta un poco y en ocasiones meto la pata y hasta...me llevo sustos.
Pero bueno, paciencia. La cuestión es perseverar y equivocarse tantas veces como haga falta para aprender. Porque es bueno aprender estas cosas, siempre que estas cosas no te aprehendan a ti.
Y no olvidar nunca que es necesario y muy sano, al menos de vez en cuando, apartarse de todo artilugio y charlar largamente con alguna persona mirándole a los ojos, plantarse frente al cielo, sentir el frío, el viento, tocar un árbol, oler a tierra mojada…
Sí, para mí al menos es necesario esto, para no encontrarme un día al ducharme, con el susto de que se me vaya a mojar y estropear la antena “buifi”, y en viéndome Isabel, presa del espanto, tenga que decirme ¡que no es una antena “buifi” hombre!¡que sí se puede mojar!

lunes, 17 de noviembre de 2014

Como anillo al dedo, una tarde como ésta...


Preparando unos textos para el “cole” ha pasado por mis manos este fragmento del libro de Unamuno, Andanzas y visiones españolas, cuya lectura me ha venido como anillo al dedo tal día como hoy, tal tarde como ésta…en la que añoro la roca desnuda de la cumbre.

¡Vivir unos días en el silencio y del silencio, nosotros, los que de ordinario vivimos en el barullo y del barullo! Parecía que oíamos todo lo que la tierra calla, mientras nosotros, sus hijos, damos voces para aturdirnos con ellas y no oír la voz del silencio divino. Porque los hombres gritan para no oírse, para no oírse cada uno a sí mismo, para no oírse los unos a los otros.
Y el silencio casaba con la majestad de la montaña, una montaña desnuda, un levantamiento de las desnudas entrañas de la tierra, despojadas de su verdor que dejaron al pie como se deja un vestido, para alzarse hacia el sol desnudo. La verdura al pie, en el llano, como la vestidura de que se despoja un mártir para mejor gozar de su martirio. Y el sol desnudo y silencioso besando con sus rayos a la roca desnuda y silenciosa.
Allí, a solas con la montaña, volvía mi vista espiritual de las cumbres de aquella a las cumbres de mi alma, y de las llanuras que a nuestros pies se tendían, a las llanuras de mi espíritu. Y era forzosamente un examen de conciencia. El sol de la cumbre nos ilumina los más recónditos repliegues del corazón.


Miguel de Unamuno.

domingo, 16 de noviembre de 2014

En el corazón de la ciudad.

Ayer, 15 de noviembre, para celebrar que hacía 59 años que aterricé en el planeta, nos fuimos Isabel y yo a Valencia, a mi barrio natal situado en el corazón mismo de la ciudad.
La Lonja, la Iglesia de los Santos Juanes, donde me bautizaron y tomé la Primera Comunión, el Mercado Central, la Plaza Redonda, El Miguelete y la Catedral, La Virgen, la calle Caballeros, la Bolsería, formaron parte del paisaje de mi infancia.
Y aunque siempre quise vivir en un pueblo, más aún, en una masía en el monte si hubiera podido, nunca he dejado de reconocer la belleza del barrio donde nací al que tengo un especial cariño.
Ayer estaba precioso. El cielo azul que nos regaló el estúpido viento de poniente, la luz del mediterráneo, la temperatura suave, el bullicio cosmopolita de las calles estrechas, el colorido de edificios, tenderetes y escaparates creaban un ambiente agradabilísimo.
La mañana se inició con un almuercito en la Plaza Redonda, al que siguió un paseo por las calles que tantas veces me vieron pasar cogido de la mano de mis padres, y acabó con una larga visita al incomparable Mercado Central donde compramos caracoles, rabo de cerdo, rebollones…Una delicia.
Pues bien, compartiendo estas fotos del corazoncito de mi ciudad natal, mi gratitud a todos los que os acordasteis ayer de este ancianuelo que ya roza los sesenta…pero aún no los toca.

El Miguelete desde la Plaza de la Reina.
La Catedral desde la Plaza de la Reina.
La torre de Santa Catalina, yendo a la Plaza Redonda.
La Plaza Redonda y la torre de Santa Catalina.
Parroquia de los Santos Juanes desde unas de las entradas al Mercado Central.
El Mercado Central desde la Plaza del Mercado.
Calle principal del mercado.
Bonito cartel reivindicando el mercado de toda la vida.
Paradas de frutas y verduras.
Ventanales con vidrieras.
Setas varias en una verdulería.
Puesto de licores.
Frutería.
Carnicería. No es bonito pero está bueno.
Esto si es bonito. ¡Bonito pomelo!
La "Senyera" ondea sobre la Lonja.

sábado, 15 de noviembre de 2014

...y salimos de la niebla.

Me ha pasado muchas veces en la montaña. Salir en la niebla y andar hasta dejar las nubes abajo, encontrándote entonces entre picachos que se elevan hacia un cielo azul profundo.
Primero se ve claridad, luego el disco del sol entre las nubes y finalmente salimos “arriba”. Siempre he vivido este momento con un intenso gozo.
Pero una vez, en los Alpes, fue diferente. No fue poco a poco, fue de repente. Subimos de Chamonix que está a unos 1000 metros, a la Aiguille du Midi de 3842 metros, en uno de esos telecabinas enormes donde caben más de 50 personas. En el pueblo estaba nublado y lloviznaba. El trayecto tiene una estación intermedia donde no se veía nada, pues todo lo envolvía una densa niebla.
El artilugio en cuestión siguió subiendo, y hacia los 3.500 metros, en un segundo emergió de un blanco mar de nubes, y nos encontramos rodeados de altísimas montañas que se recortaban en un cielo tan azul que parecía irreal y bañados por la luz de la alta montaña. Espontáneamente estalló una exclamación de asombro en diferentes lenguas y un aplauso que nos unió a todos en la admiración de aquella belleza repentina, que no por presentida nos impactó menos cuando nos la encontramos cara a cara. Fue, de verdad, emocionante.
Y yo creo que no era sólo el soberbio espectáculo el que arrancaba las palabras de admiración de cada uno de los que estábamos allí, el aplauso espontáneo, los rostros sonrientes y asombrados, era también el ver de modo tan claro, tan rotundo, que lo cierto, lo inmutable es el cielo azul, son las montañas blancas, el horizonte infinito. Ver que la oscuridad de la niebla es, después de todo, pasajera. Era el vivir una magnífica metáfora del sentido último de la  vida.
Sí, yo al menos así lo viví. Y este es el pensamiento que quiero compartir hoy, en mi 59 cumpleaños. Que por encima de las nubes, el cielo siempre es azul. Y el sol sale y se pone cada día en crepúsculos vírgenes de miradas humanas, para abrir en la noche la tierra a las estrellas que nos lanzan a  la inmensidad del universo y más allá.
Aunque aquí abajo no veamos nada de eso, existe. Aunque nos digan que no existe, existe. Aunque no podamos verlo, aunque no queramos verlo, la verdad es que existe. Y yo intento no olvidarlo nunca, por densa que sea la niebla.
Pues nada. Que paséis un feliz día de mi cumpleaños.

Salimos en la niebla.
Arriba el sol brillaba en un cielo azul impecable.

jueves, 13 de noviembre de 2014

De pronto escuchamos, "hijo de puta, mal nacido..."


Salimos a la calle para ir a trabajar una tarde tibia de otoño y nos envolvíó esa luz dulce de estos meses que tanto me gusta. Faltaba poco para las tres. El ambiente era plácido, agradable.
De pronto, escuchamos “hijo de puta, mal nacido, cabrón” a voz en grito. Era un niño de unos doce años que parecía insultar, o saludar, no sé, a otro que desde lejos pero con idéntica vehemencia le respondía con vocablos no menos contundentes.
A renglón seguido, una moza de unos 16 añitos, que andaba cerca manipulando su móvil, se unió al chavalín gritando, sin dejar de mirar el aparatito y sin perder la compostura, “joputa, cabrón, mal cáncer te coja y te mate, que te jodan” y siguió calle abajo tan tranquila, atenta a lo suyo.
Era una plácida tarde de otoño. Era.
Debe ser que me estoy haciendo mayor, viejo, hablando en plata, pero aquello me molestó, me resultó desagradable y pensé dos cositas.
La primera, la más inmediata. ¿Por qué diablos tengo yo que aguantar semejantes groserías? Me sentí vulnerado en mis derechos de ciudadano que trabaja honradamente, paga sus impuestos e intentar no molestar nunca a nadie.
La segunda. ¿Qué familia, qué colegio, qué sociedad hay detrás de estos dos individuos tan jóvenes como soeces? Y más aún ¿qué hay dentro de ellos, qué hay en esas cabecitas?
Y luego me dije: Jesús, lo que pasa es que no eres lo suficientemente “progre”, no tienes la mente abierta, no eres tolerante, ni tienes talante de ese…
Sí, debe ser eso. Que como me hago viejo, estoy perdiendo esas virtudes sociales, propias de la juventud, tales como la progresía, la apertura de mente, la tolerancia y el talante ese…, que dicho sea de paso nunca he sabido qué diablos es. Virtudes que me hubieran permitido gozar de la contemplación de un tierno mozalbete y una tierna “mozalbeta” expresándose libremente en la vía pública, mientras les acariciaba el sol de la tarde otoñal. 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

A eso no he logrado acostumbrarme.


Me decía el papá, o quizá me decía la mamá, es igual, hay de todo, "es que él no tiene la culpa, es que a él le da vergüenza que los demás lo sepan, y sufre, y llora…y yo no puedo hacer nada".
Es así. Demasiadas veces es así. Demasiadas veces los niños sufren las decisiones de los adultos, y no las entienden, y quisieran entenderlas, y sienten vergüenza, no por ellos mismos, sino por lo que papá o mamá han hecho, o por lo que no han hecho y deberían haber hecho. Y quisieran que fuese un secreto…Como en un cuento, pero no es un cuento, no es un secreto.
Y es que los niños muchas veces se avergüenzan de lo que hacemos los adultos con nuestra vida, sobre todo porque no lo entienden y les afecta, y el no entender algo que afecta de algún modo a tu día a día por mucho que te devanes los sesos, es una de las más devastadoras experiencias que puede sufrir una persona tenga la edad que tenga. Lo sé por experiencia y no precisamente en el ámbito familiar, en mi caso.
Pero un adulto puede sobreponerse, por eso es adulto. ¿Y un niño? ¿Puede sobreponerse un niño a las demoledoras consecuencias de no poder entender por qué su vida es como es a causa de cómo viven la suya los adultos que lo rodean, particularmente sus padres? ¿Puede hacerlo?
Muchos niños pagan con su propia vida limpia, nueva, joven, las incoherencias, las frustraciones, la superficialidad, el egoísmo, las miserias inconfesables de sus padres, y esa limpieza, esa vida nueva, esa hermosa juventud se marchita demasiado pronto. Ése es el precio que pagan. El tener que sufrir la terrible injusticia a la que Dámaso Alonso se dirige, en un durísimo poema, con las siguientes palabras:

Tú empañas con tu mano
de húmeda noche los cristales tibios
donde al azul se asoma la niñez transparente, cuando apenas
era tierna la dicha, se estrenaba la luz,
y pones en la nítida mirada
la primer llama verde
de los turbios pantanos.

Busquemos las justificaciones que queramos. Las encontraremos. Para tranquilizar la conciencia, quien la tenga, todo vale, como en el amor y en la guerra, dicen. Las personas, cuando nos interesa, somos capaces de justificar las más abyectas conductas, las más absurdas decisiones, los más peregrinos pensamientos.
Pero hay un criterio que nos puede servir de guía cuando hay niños en juego. Ellos no han pedido existir y tienen derecho, ya que existen no por su voluntad, a vivir en un entorno que les conduzca a la plenitud y a la felicidad. Y ese entorno sólo puede ser el del respeto, el de la entrega, el de la renuncia a uno mismo por amor. 
Sé que esto es una generalización, y como toda generalización es inexacta y a menudo injusta, pero puede hacernos pensar. No es mi intención el juzgar a nadie, pues no soy quién para hacerlo y en cualquier caso me faltarían datos. Sí, son sólo palabras para hacernos pensar.
Palabras que son también un desahogo. Lo reconozco, y pido de antemano disculpas por si mi desahogo hiriere a alguien. Pero es que, después de más treinta años en esta profesión estoy tan, tan cansado de ver sufrir a los niños por nuestra culpa, tan cansado de callar lo que de verdad pienso porque, después de todo, para nada serviría decirlo, o incluso sería aún peor...
Hay muchas cosas a las que me he acostumbrado más o menos, cosas a las que nunca pensé que me acostumbraría, pero a ver sufrir a un niño porque su papá, su mamá…A eso no he logrado acostumbrarme. Me duele como el primer día.

martes, 11 de noviembre de 2014

Una tarde parda y fría...


Hacía meses, años creo yo, que no se pasaba una mañana casi entera y un poquito de la tarde lloviendo con cierta gracia y salero, como hoy lo ha hecho.
Eso de estar en clase viendo llover a través de los cristales, aparte de, al menos para mí, tener un gran encanto, me traslada a mi infancia, en la que los días de “cole” grises y lluviosos se me antoja que eran la mayoría. No me desagradaba que así fuera, aunque probablemente no era así; también habría días de sol, pero no los recuerdo.
Un día como hoy no sólo me lleva tiempo atrás en mi vida, sino que además me sumerge en la literatura y en particular en uno de mis poetas del alma, don Antonio Machado.
Sí, esta tarde también ha llovido un rato. Teníamos examen, pero antes de que mis alumnos me demostraran su sabiduría, cosa que a buen seguro habrán hecho, les he recitado el poema Recuerdo infantil mientras caía la lluvia tras los cristales, haciendo presente así a don Antonio entre nosotros, esta tarde parda y fría...

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.