FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 27 de marzo de 2015

La jornada continua y el rendimiento académico.


Las provincias. Miércoles, 18 de marzo de 2015.
Yo no sé si en la “Consellería” de Educación parten de la base de que somos gilipollas, o es que realmente lo somos, y si no todos, al menos una gran parte de la población. Porque sólo a seres agilipollados se les pueden marear, zarandear, engañar, en suma manipular, sin que se den cuenta de que se les está manipulando. Es una de las características básicas del tonto, no enterarse de que es tonto, porque en el momento en que se entera deja de serlo.
¿A santo de qué viene esta introducción un punto acalorada? Pues a la noticia que estos días han lanzado los medios de comunicación diciendo que queda suspendida la aplicación de la jornada continua porque su aplicación en los centros donde se estaba experimentando, ha provocado un descenso del rendimiento académico y un aumento del número de repetidores.
Inspectores y técnicos, muy sesudos ellos, han llegado a tan sabia conclusión; al menos eso dicen los periódicos. ¡Increíble!
Vamos a ver. El deterioro generalizado del rendimiento académico, el número de repetidores, así como el de los que no obtienen el graduado escolar, es consecuencia de una serie de causas entre las que la jornada continua, puestos a que sea una de ellas, sería una de las  más insignificantes.
Siete leyes educativas en treinta y siete años, la instrumentalización política de la educación, el sistemático descrédito de los docentes, la crisis de valores, el incremento brutal de las familias rotas, la reciente eliminación de los exámenes de septiembre y otras que no cito, no son causas suficientes para explicar el fracaso de muchos alumnos y del sistema en su conjunto. No. Ahora resulta que es la jornada continua.
Hay que ser cínico para decir esto, y tonto del culo para creérselo. Pero muy, muy cínico y muy, muy tonto.
No entro aquí en si es mejor o peor la jornada continua. Habría mucho que hablar y no es el asunto tan simple. Pero que bien poco o nada tiene que ver con el fracaso escolar de los alumnos y la quiebra del sistema educativo, de eso estoy seguro.
Con lo que sí tiene que ver es con el triste hecho de que esta sociedad no sabe qué hacer con los niños. Unos padres, los menos, porque el niño les ha venido como te sale un grano en el culo, y molesta. Otros, porque aún queriéndolos mucho, son incapaces de educar, no saben hacerlo, les agobian los chiquillos, están desbordados. Otros, también queriéndolos mucho y sabiéndolos educar, tienen jornadas laborales asfixiantes, o han de trabajar los dos, no por capricho, sino porque de lo contrario no llegan a fin de mes y ¡claro! ¿qué hacen con los niños?; y entonces, con gran dolor de corazón, los han de colocar en algún sitio. Por todo esto muchísima gente no quiere la jornada continua. Y si por jornada continua entienden cerrar los “coles” a los alumnos por la tarde y punto, tienen razón.
La solución más rápida para todos pues, es que el “cole” guarde a modo de depósito a los retoños, cuanto más tiempo mejor. Y si fuere posible, que se aumenten las horas de estancia en el centro, que se reduzcan las vacaciones, que se abran los fines de semana, porque…¿qué hago con mi hijo?¿dónde me lo meto?
Y este problema cierto, inmediato y de urgente solución, está detrás de la constante presión social para aumentar el tiempo escolar de los niños. Y esto, unido a la obsesión, también generalizada, de que trabajamos poco los docentes y ya está bien, y no es justo y bla, bla, bla, está convirtiendo a la escuela en un inmenso depósito de tiernos y no tan tiernos infantes, donde da igual lo que hagamos mientras los tengamos contentos, y no los traumaticemos suspendiéndolos o de otras perversas, pérfidas y aviesas maneras.
Por todo esto y más, que nos salgan ahora con que la jornada continua desciende el rendimiento y aumenta el número de repetidores, simplemente irrita. ¡Venga hombre!
¿Por qué no hablan claro nunca? El problema es muy hondo, y no es escolar. Es político, social y económico. Pero llamar a las cosas por su nombre, y más en educación, es del todo imposible. Los eufemismos ocultan una realidad que da miedo, mucho miedo. Por eso en este ámbito abundan hasta la náusea.
Que legislen con criterios pedagógicos y no políticos, que bajen la ratio en las aulas, que dignifiquen la tarea del docente, que concilien en serio la vida familiar con la laboral, que protejan a los menores abandonados aunque tengan casa y padres… Y que no intenten engañarnos. ¡Que no cuela, hombre, que no cuela!¡Ya está bien!

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