He estado dándole vueltas a una cuestión que hace ya
años me preocupa como vecino de Ribarroja y también como educador, pero que este
año, de un modo particularmente insistente y como algo grave, ha salido en
muchas de las conversaciones que he tenido con personas muy distintas. Por esto
creo que debo decir algo al respecto.
Voy al grano. Hablo de la “festa dels fadrins”.
Lógicamente tengo mi propia visión sobre el asunto, pues he visto y analizado,
desde hace ya muchos años, el proceso que nos ha ido llevando al punto en el
que estamos. Pero no es esta visión personal, y quizá en algunos aspectos,
equivocada, lo que quiero plantear en estas líneas, sino sólo constatar un
hecho y proponer una vía de solución a la muy seria problemática que de este
hecho se deriva.
El hecho. A una gran cantidad de padres les preocupa
muy seriamente el momento en el que sus
hijos les pidan permiso para ir a la fiesta. Porque no podrán decirles que no,
y porque temen por lo que allí se encontrarán. Esto lo puedo afirmar con
absoluta contundencia. También podría decir otras cosas, pero no lo voy a
hacer. No quiero hablar en base a algo que no haya visto con mis propios ojos. Sólo
digo que muchos, demasiados padres, viven con angustia un día que debería ser
bonito, muy bonito. Y repito, son demasiados.
La vía de solución. Existe una problemática seria y
compleja. No creo que nadie se atreva a negar esto. Por eso, pienso que es
imprescindible para afrontarla, poner en marcha una reflexión serena en la que
deberían participar en primer lugar los festeros pasados y futuros, primeros
interesados y primeros afectados; en segundo lugar la parroquia, a fin de
cuentas son los festeros de la
Virgen del Rosario; y en tercer lugar el ayuntamiento,
responsable civil, y en cierto modo moral, de los actos públicos que se
realizan en el municipio.
Sería bonito que fuéramos capaces, entre todos, de
llegar a una situación en la que la temida pregunta a los papás, dejase de ser
temida y fuese más bien motivo de alegría, “xica, el meu xiquet ja va als
fadrins. ¡Ai, ens fem majors!”
¡Sería bonito!
No sé si al Ayuntamiento le corresponde la tutela moral de un evento festivo juvenil. Sí el cuidado de que éste sea una fiesta cívica. Pero bien sabes,amigo Jesus, que eso no lo van a hacer los políticos sedientos de votos, dada la impopularidad que provoca y que mermaría lo que ambicionan: el deseo de poder que apaga el afán de servicio a los ciudadanos.
ResponderEliminarLa Iglesia no tiene mucho que hacer, tiene las manos atadas:hasta que no corte por lo sano las "perversiones profanas" que cofrades,fiesteros y calvarios realicen en la llamada religiosidad popular, no podrá desembarazarse de tantas manifestaciones seudo religiosa que ell misma alienta. ¿Es estrategia pastoral o es pura cobardía .?
Y los padres. Algunos se quejan porque quejarse. Pero no toman la autoridad familiar perdida . Desde hace años desertaron de ella y se sienten incapaces de afrontar el enfrentamiento con sus hijos. Les haría falta mayor imaginación para presentar a sus hijos otras alternativas a esas fiestas tan ambiguas. Muchos de ellos al final se conforman se consuelan y conforman pensando que al fin y al cabo ellos han sido también "Fadrins".
Como también soy un hombre de esperanza, pienso que algún día la sociedad y la familia encontrarán encontrarán un buen camino educativo
De acuerdo con tu análisis. Pero, ¿dónde hay signos que nos permitan tener esperanza de que esto cambie a mejor? Me cuesta encontrarlos.
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