FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 30 de abril de 2017

Francisco en Egipto.


“Nuestro mundo, desgarrado por la violencia ciega —que también ha golpeado el corazón de vuestra querida tierra— tiene necesidad de paz, de amor y de misericordia. Tiene necesidad de agentes de paz y de personas libres y liberadoras, de gente valiente que sepa aprender del pasado para construir el futuro sin encerrarse en prejuicios. Tiene necesidad de constructores de puentes de paz, de diálogo, de fraternidad, de justicia y de humanidad.”

Hermosas palabras estas pronunciadas por el papa Francisco en su viaje a Egipto este viernes y sábado pasados. Hermosas palabras que mucha gente suscribimos plenamente. Hermosas palabras acompañadas por el hecho de decirlas precisamente donde las ha dicho y estando las cosas como están, y por su decisión, profundamente cristiana, de renunciar al coche blindado que le ofrecían.
Alguien me decía, lo van a matar. Y yo pensaba, cuando Jesús fue a Jerusalén, entró en la ciudad del modo que entró y precisamente en las fiestas de la Pascua. Él también sabía que se la jugaba. Pero fue. Y lo mataron. Francisco sigue sus pasos, y eso otorga a sus palabras la solidez que da su profunda coherencia con el mensaje del evangelio.
Por eso, estas hermosas palabras no son sólo hermosas. ¿Verdad?

sábado, 29 de abril de 2017

Carta oberta a Lluís Llach.


Carta oberta a Lluís Llach.

Què dins de la meva vida has estat durant llargs anys! Et vaig descobrir, escoltant, gràcies al meu amic José Luis, el teu Viatge a Ítaca, quan encara era gairebé un adolescent. Vaig cantar L'estaca, al costat del foc, en les acampades amb els amics, en els esperançadors anys de la transició. Mil vegades t'he escoltat en els meus llargs viatges a Pirineus, i he cantat al cotxe amb tu. Quan vas venir a Riba-roja, el meu sogre et va demanar un autògraf per a la meva dona, que es va fer una foto amb tu, i vam gaudir del teu concert en una plaça abarrotada. Una neboda meva es diu Laura, per aquesta bonica cançó que així titulares ...
Has estat molt dins de la meva vida. I vaig creure en tu, com un lluitador per la llibertat, per la justícia, pel dret. Vaig desitjar amb tu el final de qualsevol tirania, d'homes o de lleis i vaig pensar, incaut de mi, que estaves per sobre de qualsevol frontera. Vaig creure en tu i en el missatge del teu cant ...
Però no. Quan et vas alinear explícitament amb l'independentisme que, trencant un estat de dret democràticament establert, anhela aixecar fronteres a l'alt preu de dividir la societat en vencedors i vençuts, em vas decebre. Però quan anant més enllà, has arribat a l'amenaça, directa i frontal, als que vols veure com a futurs vençuts, la decepció ha estat ja absoluta. I m'irrita, i m'enfada, i em sento estafat i enganyat.
T'has convertit en allò contra el que vas lluitar, en allò contra el que vas cantar, en allò contra el que ens vas fer lluitar a molts. Ara t´erigeixes tu en tirà que, igual que qualsevol dictador, amb o sense lleis, sanciona, exclou, persegueix als que no pensen com ell.
I per què? Pel somni interessat en uns, emocional en la majoria, d'una Catalunya lliure. Lliure, de qui? De Espanya? No és la resta d'Espanya qui priva de llibertat a la teva terra, sinó aquest trist i patètic convenciment que sou diferents i millors que la resta, i que sols arribareu més lluny. Si al cap compliu el somni, tots haurem perdut, molt, moltíssim. I veuries llavors a les gents que habiten la teva bella terra, enfrontades, i a una meitat trepitjada, sense compassió, per l'altra.
I tu has tingut l´atreviment, el desvergonyiment de dir ben clar que així ha de ser, que així serà.
Aquest, doncs, serà el teu premi, si ho aconseguiu. Un país dividit sota una dictadura. Com aquell país, l'Espanya de quan érem joves, per la llibertat del qual cantaves. Com Veneçuela ara, amb el senyor Maduro. No és casualitat que semblant individu s'identifiqui amb la vostra causa.
Tu ja no ets digne de les teves cançons. Però jo seguiré cantant-les contra el que tu ara signifiques. No tindré estómac per sentir-te-les cantar, però encara que canti malament, jo les seguiré cantant, les cantaré contra tu. Per la llibertat de la teva terra, per la llibertat a la teva terra, per la llibertat.


Carta abierta a Lluis Llach.

¡Qué dentro de mi vida has estado durante largos años! Te descubrí, escuchando, gracias a mi amigo José Luis, tu Viatge a Itaca, cuando aún era casi un adolescente. Canté  La estaca, junto al fuego, en las acampadas con los amigos, en los esperanzadores años de la transición. Mil veces te he escuchado en mis largos viajes a Pirineos, y he cantado en el coche contigo. Cuando viniste a Ribarroja, mi suegro te pidió un autógrafo para mi mujer, que se hizo una foto contigo, y disfrutamos de tu concierto en una plaza abarrotada. Una sobrina mía se llama Laura, por esa bonita canción que así titulaste…
Has estado muy dentro de mi vida. Y creí en ti, como un luchador por la libertad, por la justicia, por el derecho. Deseé contigo el final de cualquier tiranía, de hombres o de leyes y pensé, incauto de mí, que estabas por encima de cualquier frontera. Creí en ti y en el mensaje de tu canto…
Pero no. Cuando te alineaste explícitamente con el independentismo que, rompiendo un estado de derecho democráticamente establecido, ansía levantar fronteras al alto precio de dividir la sociedad en vencedores y vencidos, me decepcionaste. Pero cuando yendo más allá, has llegado a la amenaza, directa y frontal, a los que deseas ver como futuros vencidos, la decepción ha sido ya absoluta. Y me irrita, y me enfada, y me siento estafado y engañado.
Te has convertido en aquello contra lo que luchaste, en aquello contra lo que cantaste, en aquello contra lo que nos hiciste luchar a muchos. Ahora te eriges tú en el tirano que, al igual que cualquier dictador, con o sin leyes, sanciona, excluye, persigue a los que no piensan como él.
¿Y por qué? Por el sueño interesado en unos, emocional en la mayoría, de una Cataluña libre. Libre, ¿de quién? ¿De España? No es el resto de España quien priva de libertad a tu tierra, sino ese triste y patético convencimiento de que sois diferentes y mejores que el resto, y de que solos llegaréis más lejos. Si al fin cumplís vuestro sueño, todos habremos perdido, mucho, muchísimo. Y verías entonces a las gentes que habitan tu hermosa tierra, enfrentadas, y a una mitad pisada, sin compasión, por la otra.
Y tú has tenido la desfachatez, la desvergüenza, de decir bien claro que así debe ser, que así será.
Ese, pues, será tu premio, si lo conseguís. Un país dividido bajo una dictadura. Como aquel país, la España de cuando éramos jóvenes, por cuya libertad cantabas. Como Venezuela ahora, con el señor Maduro. No es casualidad que semejante individuo se identifique con vuestra causa.
Tú ya no eres digno de tus canciones. Pero yo seguiré cantándolas contra lo que tú ahora significas. No tendré estómago para oírtelas cantar, pero aunque cante mal, yo las seguiré cantando, las cantaré contra ti. Por la libertad de tu tierra, por la libertad en tu tierra, por la libertad.

viernes, 28 de abril de 2017

Cartas a Laura VIII.

Ahí estás Laura, con dos añitos, tu mochilita y mi piolet, en el pico Lákora, en Belagua. 11 de agosto de 1989.

           Querida Laura:

Quiero agradecerte el regalo que nos hiciste el sábado pasado en la boda de tu hermana. Fue precioso. Me refiero a ese texto que leíste al acabar la misa. Y mira por donde, Ignacio, el hermano de Alberto, nos hizo también otro hermoso regalo.
Tú hiciste una impresionante descripción de lo que ha sido tu vida con tu hermana, llena de cariño, ternura y profundo y agradecido reconocimiento de lo que ha sido Nuria para ti. Ignacio nos dejó ver esa relación de cariño entre él y su hermano, e hizo presente, peleando contra una intensa emoción, a Jesús, su padre, que desde el gozo y la paz infinita de Dios, nos contemplaba a todos.
Sois inmensamente afortunados. Dos hermanos y dos hermanas que os habéis querido toda la vida y que nos ofrecéis, juntos, la alegría de vuestro amor fraternal, cómplice, íntimo, maduro. Nos lo ofrecéis como un testimonio de vida lleno de sentido.
Y no sé si habéis caído en la cuenta pero, al darnos ese gozoso testimonio, estabais proclamando, a bombo y platillo, con la experiencia de vuestra propia vida, el buen hacer de vuestros padres, Mª José y Paco, Mª Jesús y Jesús.
Se aprende a amar viendo cómo la gente se ama y vosotros cuatro, viviendo en esos hogares donde papá y mamá os daban, día a día, mil lecciones de cómo quererse, aprendisteis a quereros.
Y como el amor, la más cierta imagen de Dios, es lo único que puede unirnos a todas las personas, rompiendo cualquier barrera, cuando hablasteis Ignacio y tú, sellasteis además una absoluta comunión entre las dos familias. ¡Qué más da que vosotras hayáis nacido y vivido en Ribarroja, un pueblo de Valencia, y ellos en Pamplona! ¡Qué más da que vosotras seáis dos chicas y ellos dos chicos! ¡Qué más da, si cualquier diferencia que pueda haber entre las personas queda integrada y superada, si se quieren!
De verdad, Laura, nos hicisteis un gran regalo. Muchísimas gracias por tus palabras, por vuestras palabras, por esos testimonios de hermanos que se quieren, aprendidos en la mejor escuela de amor que puede tener un niño, la del amor entre sus padres.
Y recordad siempre que quereros y quererles, es el mejor regalo que les podéis hacer, la mejor herencia que les podéis dejar a vuestros hijos.

          Gracias, ¡de verdad!

jueves, 27 de abril de 2017

La entrada número 1000.


Esta es la entrada número mil del blog. Y puedo escribirla un día de abril, gris, lluvioso y frío. A mediodía el termómetro marca diez grados y llevamos unos diecisiete litros acumulados. Además, sé que nieva en las montañas, en nuestras montañas.
¿Qué más puedo pedir para festejar la llegada a tan redondo número de un blog que empezó el 14 de octubre de 2012 impulsado, sobre todo, por la necesidad de hacer algo tras los catastróficos incendios forestales de aquel terrible verano? Escribir me permitió desahogarme y no sé si concienciar a alguien. No sabía qué más podía hacer ante semejante desastre.
Pronto, con el tiempo, fui añadiendo secciones y llegué a lo que se podría denominar un blog personal del que puedo decir que me resulta, sobre todo, "terapeútico".
Escribir, aparte de que me gusta, me ayuda a profundizar y aclarar mis ideas. Me exige informarme y sistematizar conceptos. Me obliga a moderar y atemperar mis impulsos. No es lo mismo hablar que escribir. Y sé, gracias al blog, que soy más lo que escribo que lo que, a veces, hablo, sobre todo si estoy “calentito”. Me permite desahogarme constructivamente.
Por otra parte, el compartir me ha resultado gratificante desde el primer momento. Cuando es bueno y bonito lo que comparto, porque compartiéndolo es más bueno y más bonito. Cuando es malo y triste, porque muchas veces me he sentido apoyado y comprendido. Y eso ayuda a capear los temporales.
También me ha servido para reencontrarme con gente que creía ya perdida por los caminos de la vida, y esos reencuentros han sido muy agradables y normalmente inesperados.
Y ahora, que empiezo a saborear las mieles de la prejubilación, he descubierto que me está ayudando también a disolver las bolitas de hiel que, dispersas, están en tan dulce tarrito de miel. Porque cuando empiezas a caer en la cuenta de que “ya está”, de que "casi todo está hecho", y de un modo imperceptible pero firme vas viendo que “ya no sirves para casi nada”, al menos a nivel laboral, y ese sentimiento pugna por extenderse a otros ámbitos de tu vida, el blog me permite mantenerlo a raya, sentir que sigo estando presente en el mundo y, de vez en cuando, recibir el calor de quienes de un modo u otro, hay muchas formas de hacerlo, te recuerdan que están ahí, que te escuchan que, aunque sea un poco, para algo les sirves. Y eso, a mí, me sirve también.
Gratificaciones pues, muchas. Decepciones, algunas, siempre más de las que quisieras, porque como querer, no querríamos ninguna. El balance pues, es totalmente positivo.
Con la esperanza de seguir siendo útil en el mundo, también a través del blog, aunque sea un poquito; de que me siga siendo útil a mí como lo ha sido hasta ahora; y con un profundo y sincero agradecimiento a todos los que con su presencia explícita, bien través de la red o personalmente, me han animado y me animan a seguir adelante con Los ecos secretos del silencio, acabo la entrada número 100.
Al finalizar estas líneas sigue lloviendo. Miro el termómetro y seguimos a diez grados. La leña arde en la estufa que he encendido. Finales de abril. ¡Qué maravilla! Pese al dolor de muela y de cabeza, y al aplatanamiento del antibiótico, en este momento, me siento bien.

miércoles, 26 de abril de 2017

El Día del Libro en el café Iruña.

No quiero dejar pasar el Día del Libro sin hacerle, un año más, un sitio en el blog. Pero como este año me pilló fuera de casa escribo tres días después. No obstante, el día en cuestión tuvo su “toque literario”.
Estaba en Pamplona, con ocasión de la boda de mi sobrina Nuria con Alberto, hijo de la ciudad. Como la ceremonia era por la tarde, comimos por ahí, en concreto en el café Iruña, donde iba con frecuencia Hemingway. Y allí, en uno de sus preciosos rinconcitos, apoyado en la barra, estaba él, en forma de estatua, ¡claro! Aunque bien podía rastrearse su presencia en cualquier lugar del establecimiento.
Fundado en 1888, mantiene todo el sabor y el ambiente de aquellos cafés que, desde el siglo XIX y gran parte del XX, fueron lugar de encuentro de escritores, políticos, filósofos… Recomiendo muy vivamente, si vais a Pamplona, que os paséis por allí. Además se come bien y a buen precio. Está en la amplia y bonita plaza del Castillo.
De Hemingway he leído gran parte de sus obras, no todas, y hay dos con las que me lo pasé especialmente bien, Por quién doblan las campanas y El viejo y el mar. Por todo esto, y por mi amor y respeto a la literatura, estar el Día del Libro precisamente allí, tuvo su gracia, un punto deslucida por un estúpido dolor de muelas que a día de hoy aún perdura y que me va a llevar, inevitablemente, a perder una muela del juicio, que no el juicio, espero. Pero la cultura debe prevalecer sobre estos molestos recordatorios de nuestra naturaleza corpórea. Al espíritu de Hemingway, si realmente anda por allí, como parece ser, no le duelen las muelas.
En fin, con el deseo de que hayáis pasado un feliz Día del Libro, y de que pongáis un libro en vuestra vida y todas estas cosas, comparto a continuación un par de fotos que he bajado de internet porque yo no hice ninguna; tomé vacaciones “fóticas” en Pamplona.



martes, 25 de abril de 2017

Cartas a Nuria IX.¿Casualidades?


Querida Nuria:

Quiero compartir en el blog la monición de entrada que tuve el honor de escribir y después leer, por encargo vuestro, en la misa de vuestra boda.

Hace ya tiempo, exactamente el 11 de agosto de 1989, una niña pequeñita, muy pequeñita, subió su primera cima pirenaica. Era el pico Lákora, en Belagua, al norte de Navarra. ¿Quién iba a decirte, Nuria que Navarra iba a ser algo más que el escenario de tu primera ascensión? Y a ti Alberto, ¿quién iba a decirte que  una chiquilla nacida a orillas del Mediterráneo, que subía un día, con su familia, una montaña de tu tierra, iba, con el tiempo a convertirse en tu esposa? Y ¿Quién iba a deciros a los dos que os encontraríais en Irlanda? ¡Cosas de la vida!, ¡Cosas bonitas de la vida!
Pero si os dais cuenta, en estas cosas bonitas de la vida, no buscabais lo que habéis encontrado. Simplemente vivíais, que ya es mucho. ¡Claro que no fuisteis a Irlanda a enamoraros!, pero os enamorasteis, y aquí estáis. A punto de dar el paso del enamoramiento al amor ante Dios y los hombres. Porque enamorarse es fruto de circunstancias y casualidades que no podemos controlar, y es, además, pura emoción, pero amar es un acto voluntario y libre que da pleno y gozoso sentido al presente y tiene infinitas e insaciables ansias de futuro.
Hoy y aquí, en esta capilla de San Fermín, vais a dar ese paso. La vida, impredecible y caprichosa os juntó, ahora sois vosotros los que tomáis las riendas de esa vida  para vivirla juntos, porque queréis, porque os queréis.

Y empezó una bonita y sentida ceremonia.
Vistas las cosas con la perspectiva que da el tiempo, me reafirmo más en lo asombroso y hermoso de las casualidades que nos llevaron a este gozoso 22 de abril. Y ese asombro, al verte en esta foto que encabezan estas líneas, es más asombroso, valga la redundancia, todavía.
Aunque no te lo creas, recuerdo perfectamente que no posabas. Te hice la foto sin que te dieras cuenta. Tú, con tus cuatro añitos, mirabas el horizonte como ensimismada. Mirabas al sur. Mirabas desde lo alto, la tierra de quien sería tu esposo veintiocho años después.
Y es que, como apuntó José Luis en la homilía, y como luego hablé con Pablo en el cóctel de bienvenida, los caminos del Señor son inescrutables. Y casi siempre se ven y se entienden con la visión que da el paso del tiempo, si abrimos los ojos para verlo y la mente para entenderlo.
Y esto es lo que os deseo, junto con Isabel, una larga y venturosa vida en común en la que poco a poco vayáis extrayendo de las “casualidades” que os han unido, todo su sentido, para así seguir viviendo la aventura del amor que, como os dije en la monición, es mucho más que el enamoramiento. Es ese acto libre y voluntario que consiste básicamente en poner la felicidad y el bienestar del otro por delante de tu felicidad y tu bienestar, respetando, como sagrada, su libertad.
Fijaos, Nuria y Alberto, qué maravilla si sois capaces de hacer esto los dos, siempre, siempre, siempre…Es lo más parecido al paraíso que podemos vivir en la tierra. Es el amor correspondido. Es como un soplo de Dios. El amor y la creación, esa creación que tú contemplabas allá en Lákora, a tus cuatro añitos.

¡Que Dios os bendiga!


domingo, 16 de abril de 2017

¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?


El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la losa y, entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de aquello, cuando se pararon junto a ellas dos hombres con vestidos resplandecientes; despavoridas, miraban al suelo y ellos les dijeron:
-¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.
Lc.24 1-6


¡FELIZ PASCUA!

viernes, 14 de abril de 2017

Oración para un Viernes Santo.


Deja Señor que te vea
maltratado, abandonado, solo
a las puertas de la muerte.
Deja Señor que vea a María,
impotente ante el dolor,
junto a Ti, al pie de la Cruz.
Déjame esta tarde contemplar
la desoladora y tristísima escena.

Y ayúdame así a entender
por qué estás ahí y de esa manera,
como un triste despojo.
Tú, el Hijo de Dios Padre,
Tú, el Hijo de Dios
Creador del Universo.
Tú, que nada malo hiciste,
tratado como escoria.
Tú, que tenías poder para evitarlo,
bebiendo hasta el final
tan amargo cáliz.

Déjame contemplarte
y ayúdame a entenderte,
porque intuyo, Señor,
desde mi débil fe,
que ahí está la respuesta
que busco ansioso
en las noches oscuras de mi vida.
Déjame contemplarte
y ayúdame a entenderte
y transforma en certeza
mi intuición,
porque en el fondo de mi ser
quiero creer,
creo, entre brumas,
que es la única repuesta posible,
la única respuesta que
me puede dar un rayo de luz,
una bocanada de esperanza,
el coraje para seguir amando
y la paz, Señor,
la paz que tanto necesito.

Déjame contarte
con mis pobres palabras
mis limitaciones y esclavitudes,
mis miedos y mis angustias,
mis demasiados errores,
mis muchos fracasos.
Déjame contarte
con mis palabras pobres
todo el daño que me han hecho.
Las injusticias que he sufrido,
los golpes duros del desprecio,
el dolor hondo de la indiferencia.
Déjame contarte
con mis pobres palabras
la tristeza intensa de ver sufrir
por tu causa a quien te quiere,
como por ti sufrió María.

Te lo he contado.

Ahora mírame, abrázame,
da así sentido a mi dolor,
y dame luz para que entienda
los extraños vericuetos de mi vida,
para que entienda mi propia vida,
mis limitaciones y esclavitudes,
mis miedos y mis angustias,
mis demasiados errores,
mis muchos fracasos.
Esperanza para creer de verdad
que tras la honda tristeza del viernes 
y el silencio del sábado, frío y hueco,
llegará la alegría inmensa del domingo.
Coraje para amar cuando
todo mi ser hierve en ira contenida.
Paz para que pueda
aceptarme, perdonarme y transformarme.
Paz para que pueda perdonarles
como Tú hiciste,
porque no saben lo que hacen,
porque, a menudo,
no sabemos lo que hacemos.
Y no dejar así lugar
ni al odio, ni al rencor,
ni al cansancio de la vida.

Esta tarde de viernes
te pido, Señor,
te ruego desde lo hondo
luz,
esperanza,
coraje para amar
y paz.
Te lo pido desde mi humilde cruz
al pie de Tu Cruz, Señor.
Junto a Tu madre, Señor,
junto a mi madre.
Amén.

jueves, 13 de abril de 2017

Escondidos, se comían un chorizo y un mendrugo.


Hace ya muchos años, era la década de los 70, iba de monitor con un grupo de chavales de unos trece o catorce años por los Pirineos. La ruta era tremenda. Saliendo de Castejón de Sos, pasando por Benasque, por el puerto de la Picada, por la Artiga de Lin, y por Viella, teníamos que llegar a Conangles por Valarties y el port de Rius, donde nos esperaban en el campamento base. Allí habían estado todo el tiempo los pitufos y allí confluíamos los mayores que, en grupos pequeños, habíamos estado diez días de travesía por el Pirineo. Recuerdo que fuimos el último grupo en llegar aquella tarde, y lo hicimos en medio de una tormenta espectacular.
Besos, abrazos, lágrimas de alegría y esa noche una buena cena y el fuego de campamento, un fuego de campamento que no había que preparar. Era poner en común nuestras experiencias. Nunca volví a vivir fuegos de campamento como aquellos.
Recuerdo que aquel año mi grupo contó, entre otras muchas aventuras y ante el silencio expectante de todos y la admiración de los pequeños, la historia del chorizo de Cregüeña. Y como creo que un Jueves Santo es día adecuado para contarla voy a hacerlo.

La noche anterior habíamos llegado a los Baños de Benasque. La excursión del día era subir al lago de Cregüeña. Una excursión dura pero muy bonita. Sólo 8 kilómetros pero 1220 metros de desnivel.
Subimos sin novedad pero, cuando estábamos ya arriba, descubrimos que nos habíamos dejado toda la comida en las tiendas. Y había hambre, así que nos conformamos con escarbar en la hierba y comer las abundantes raíces de regaliz que hay por aquellos prados.
Entonces alguien dio la voz de alarma. Detrás de unas rocas, escondidos, dos de los chavales estaban comiéndose un chorizo y un mendrugo mugriento, de esos que se pierden por la mochila, que por casualidad llevaba en la suya uno de ellos. El cabreo y la indignación fueron generales.
Intervine, y sin decir nada, les cogí lo poco que les quedaba y lo guardé en la mía.  El ambiente en el grupo había quedado seriamente tocado. Por la tarde volvimos al valle.
Llegando a las tiendas se lanzaron a por comida, ¡claro! Entonces les dije que no tocaran nada y se sentaran en círculo en la hierba. Hubo protestas, pero obedecieron. Eran buenos chicos.
En una piedra a modo de mesa puse la biblia, el chorizo y el pan que había quedado, y sin introducción alguna leí el texto siguiente:

Mientras comían, Jesús cogió un pan, pronunció la bendición y lo partió; luego lo dio a sus discípulos diciendo:
-Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la pasó, diciendo:
-Bebed todos, que esta es mi sangre, la sangre de la alianza que se derrama por todos para el perdón de los pecados.

Mt.26,26-29.

Después compartimos lo poco que había quedado. Los dos "espabilaos" pidieron perdón y se sintieron perdonados, y hasta saltaron algunas lagrimillas de muchos ojos brillantes. Y entonces sí, entonces sí que ¡por fin! cenamos, pero esa noche en el restaurante de Los Baños. Ya nadie estaba enfadado. Fue una cena memorable.

¿Verdad que la historia tiene algo que ver con el Jueves Santo?

miércoles, 12 de abril de 2017

La tierra que pudo ser y no fue.


Estos días saldrá la gente al monte masivamente. Es lo que toca. Además hace buen tiempo. Y luego, tan de golpe como empezará se acabará la anual incursión urbanita pascuera. Y todo volverá a quedar solitario y silencioso. El monte abandonado a su suerte, los pueblos pequeños languideciendo y haciéndose cada vez más pequeños… Y basura, mucha basura por todas partes, eso sí. Incluso puede ser que hasta con algunos pinos menos, si a algún imbécil se le ocurre jugar con fuego. Eso también.
Andando ayer con un amigo por una región, la Peña Parda (situada entre Canales y Andilla) que, pese al fuego y al abandono absoluto, sigue siendo preciosa, hablábamos de la pena que da que en Valencia hayamos abandonado, hace ya mucho tiempo, gran parte de nuestras montañas y sus pueblos.
Cultivos abandonados, montes quemados, escuelas cerradas… Otras muchas regiones, menos favorecidas que la nuestra, han sabido cuidar lo que tenían. Nosotros no.
Pensábamos en Andilla, por ejemplo. El pueblo es precioso. Yo lo conocí envuelto por inmensos pinares, rodeado de montañas espléndidas que se cubren de nieve todos los inviernos con relativa frecuencia. Fuentes y arroyos abundantes cuando llueve como toca. Rincones preciosos como la fuente del Señor o la ermita de Bardes. El entorno era impresionante.
En un pueblo así, si los niños pudieran estudiar allí hasta 4º de secundaria, y tuviera la gente una asistencia sanitaria adecuada e inmediata en caso de urgencia, se podría vivir muy, pero que muy bien.
¿Cómo? Si se hubieran cuidado los bosques, estos darían madera. Podría haber caza abundante. En ellos, las cabras y ovejas harían su trabajo de mantenerlos limpios; y proporcionarían carne, lana, leche, queso. Las abejas darían miel de romero, de tomillo y de las muchas flores que hay casi todo el año. En los bancales se podrían cultivar almendros, olivos, algarrobos…
Y el turismo completaría el bonito cuadro que estoy pintando. Habría productos artesanos de la tierra que compraría la gente. Se podrían recorrer magníficos senderos en cualquier época del año, o itinerarios de bici espectaculares, o escalar (hay actualmente una impresionante vía ferrata en un paraje delicioso), o fotografiar la fauna o la flora. Y en invierno, no pocos días, se podrían hacer excursiones con esquíes o raquetas en parajes de ensueño…
No hemos cuidado ni la educación, ni la sanidad, ni el medio ambiente. Sólo han existido las ciudades, sus pueblos próximos y la playa. Nada más ha existido, y lo que no existe, aunque esté ahí, se olvida, se pierde, se muere.
Nada que envidiar tendría Andilla, y como Andilla bastantes otros pueblos, a muchos valles del Pirineo. La única diferencia, quizá, la altura de las montañas. Y lo digo yo, que conozco bien la cordillera. Pero ahora sí, ahora hay un abismo que ya no creo que podamos salvar. Y es una pena.
Ayer mismo, martes santo, cuando a medio día llegamos al pueblo, no pudimos ni comer. Los dos bares que hay cerraban el mismo día, los martes. Y seguimos la ruta, con hambre, bajo el sol y pensando en la tierra que pudo ser y no fue.
Y como he dicho, estos días la gente saldrá a comerse la mona. Mirará pero no verá. Ya son nuestros montes, con sus pueblos y sus gentes, el parque de atracciones al que ir de vez en cuando, sobre todo en Pascua. Sólo un parque de atracciones.

¡Qué lástima!

lunes, 10 de abril de 2017

¡Enhorabuena y gracias!


Esperé a la última sesión, escuchando antes muchos comentarios y valoraciones, todos siempre positivos, por cierto. Y ayer, por fin, fui y pude comprobar, por mí mismo, cómo el espectáculo superaba ampliamente las expectativas que me habían hecho concebir, que no eran pocas.
Una de mis amigas de Valencia, que también trabaja en educación, me dijo al acabar, asombrada, que esto tenían que verlo en otros colegios. Le daba la sensación de que semejante montaje quedaba poco aprovechado tanto por el esfuerzo que había detrás como por su calidad. No era, desde luego, un espectáculo escolar al uso. Yo le recordé que, aunque no lo pareciera, era un colegio, un colegio parroquial, lo que había detrás de lo que había visto.
Esfuerzo. Trabajo de muchas horas, trabajo en equipo. Creatividad e ilusión. Imagino que también paciencia. Y seguir con la marcha normal de un colegio, exámenes, notas, evaluaciones… No en vano el resultado es sorprendente.
Y quiero por eso trasmitir mi admiración por el trabajo realizado y dar sinceramente la enhorabuena a la parroquia Asunción de Nuestra Señora de Ribarroja del Turia, a la dirección de su colegio, a sus profesores y sobre todo a los alumnos que han sido capaces de regalarnos este espectáculo y además seguir estudiando día tras día, su tercero o cuarto de secundaria o su primero de bachiller.
Que la experiencia, para todos ellos, va a ser inolvidable, es algo obvio. Pero de qué manera va a quedarse en sus vidas para siempre, es otra cuestión. Y ésta, pienso que debe ser la última tarea que un colegio, tras semejante experiencia, debe acometer.
Largos meses de trabajo callado, los nervios del estreno y el éxito: el auditorio a reventar, en pie, aplaudiendo largamente… ¿Y luego…? Ahí está el trabajo que queda por hacer.
El haber descubierto cómo trabajando en equipo somos capaces las personas de cosas grandes, es una de las más claras conclusiones a las que se puede llegar, pero seguro que hay otras muchas, como el descubrir que, por importantes que sean los protagonistas, que lo son, quedarían solos y tristes en un escenario sin esos otros compañeros que, desde papeles sencillos y discretos, han hecho posible la obra. Y es en cuestiones como éstas donde hay que profundizar ahora.
En fin, no quiero extenderme más. De nuevo felicitar a todos los que de un modo u otro han trabajado en El Joven Rey, y desear a los alumnos que han tenido la suerte de vivir esta experiencia, que cristalice en sus vidas de tal modo que las merecidas mieles del éxito sean nada en comparación con la lección de vida que, a la postre, hayan podido aprender.

¡Enhorabuena y gracias!

domingo, 9 de abril de 2017

Gracias por el concierto.


En esta breve entrada sólo quiero agradecer a la Banda Sinfónica Unión Musical de Ribarroja el concierto que, con motivo del inicio de la Semana Santa, nos ofrecieron ayer en la Iglesia.
Esta vez no grabé nada, simplemente disfruté de la música.

¡Muchas gracias!



sábado, 8 de abril de 2017

Muy cerquita de aquí.

No hace falta irse muy lejos para encontrarse con un regalito como éste. Valía la pena salirse un momento de la carretera y contemplar el pequeño jardín espontáneo. Está a unos dos o tres kilómetros de aquí, yendo hacia la Pobla, a mano derecha. ¿Veis la señal de stop que cerquita queda?








viernes, 7 de abril de 2017

Irene y José Ángel, entre otros muchos...


Era un domingo de verano, cuando Irene y José Ángel se disponían a patrullar en Sallent de Gállego, tranquilo pueblo pirenaico donde estaban destinados. No lo hicieron, pues una bomba lapa, adosada al vehículo, acabó con sus vidas. Corría el año 2000.
Ahora, el lugar del crimen es una bulliciosa plaza en verano, que en invierno  la nieve cubre a menudo de blanco. Y, lo confieso, no ha habido ni una sola vez de las muchas en las que he estado en Sallent, en la que no haya recordado a aquellos dos jóvenes guardias civiles. A  veces compartiendo el recuerdo con quienes me acompañaban, a veces guardándomelo para mí.
Por eso, cuando estos días vuelven a salir en los medios de comunicación, con mucha más frecuencia de la deseada y de la deseable, esas siglas de horror y de muerte, se ha avivado en mí el sentimiento de indignación, de dolor y de rabia que demasiadas veces compartí con millones de personas.
Y lo tengo claro. Inmenso respeto a las víctimas y a la gente que las quería y las sigue queriendo. Memoria permanente de su vida truncada de un modo tan vil y tan injusto. Y el necesario pero difícil, por el bien de todos, perdón a los verdugos, que no debe suponer la alteración del recto e íntegro curso de la justicia.
Ante esta página negra de nuestra historia no caben componendas, posturitas políticamente correctas, ambigüedades interesadas. Con la vida humana no se juega y con libertad tampoco. La vida y la libertad, las dos grandes víctimas, son sagradas. Por eso no puedo entender otra actitud que la condena absoluta a aquellos terribles hechos. Por eso me preocupan los políticos que ante ellos se muestran tibios, y me asustan los que de modo más o menos velado los defienden o justifican.
Aquellos dos chavales tenían todo el derecho del mundo a haberse jubilado en paz después de una vida de trabajo y de servicio. Y no hay más que decir.

miércoles, 5 de abril de 2017

Tarde de abril en el Huerto de la Piña.

Aquí también tenemos lirios amarillos en abril, en el Corral de Barretes, por ejemplo.

Abril es el mes en el que la primavera empieza a notarse de verdad. En marzo ya apuntaba, en mayo está en su plenitud. Si además llueve como toca, es uno de los meses más bellos del año. Es el mes en el que la vida nos recuerda que está ahí, peleando por volver, volviendo…
No en vano, Juan Ramón Jiménez lleva a los niños a visitar la sepultura de Platero una tarde de abril. Leed el texto. Es el capítulo 135, y se titula Melancolía.

Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos. Cantaban los chamarices allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo. Los niños, así que iban llegando, dejaban de gritar. Quietos y serios, sus ojos brillantes en mis ojos me llenaban de preguntas ansiosas. —¡Platero, amigo!—le dije yo a la tierra—; si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado? Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí? Y, cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio…

Me imagino la escena. El poeta, con los niños serios y callados, alrededor de la sepultura del burrito con el que tanto jugaron. El suelo, húmedo, adornado aquí y allá de grandes lirios amarillos. Lirios de abril. Y la pregunta en la tarde tibia, la pregunta a la tierra, "Platero, ¿me habrás, quizá, olvidado?..." Imagino luego el silencio, quizá roto por un viento suave en "la cúpula verde, toda pintada de cenit azul" (¡qué hermosísima metáfora!) del "pino redondo y paternal" del Huerto de la Piña…
Y la respuesta, porque Platero responde. "Una leve mariposa blanca..., revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio". Es primavera.
¡Qué bonito!

domingo, 2 de abril de 2017

Una promesa "demasiado" bonita.


Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.
Ez.37,12-14.

Esto decía la primera lectura de la misa de hoy. Es un texto precioso en su forma, pero no es esto lo importante, lo importante es el mensaje que nos transmite. Un mensaje que, como en tantas otras ocasiones, es demasiado bonito para ser verdad.
Creer, aunque sea muchas veces a duras penas, que hay un Dios que nos sacará de nuestros sepulcros, que nos infundirá su espíritu y que nos llevará a “nuestra tierra”, es demasiado. Desborda toda posible expectativa de un futuro mejor, por bueno que nos lo podamos imaginar.
Un futuro de libertad plena, porque nuestros sepulcros son todo eso que nos priva de la libertad, de la paz, de la luz, incluso del sentido de nuestra propia existencia. Un futuro de vida, pero de vida con mayúsculas, porque su espíritu es el espíritu de la vida, el espíritu capaz de aniquilar a la muerte para siempre. Un futuro en una tierra que no podemos ni soñar, una tierra nueva bajo un cielo nuevo.
Esto es lo que el profeta Ezequiel nos decía hace ya casi 2.600 años. Yo me apunto a creerlo de verdad, aunque me cueste. La esperanza en el cumplimiento de tan extraordinaria promesa, ratificada por la muerte y resurrección de Jesús, da a la vida un sentido bien diferente al que podemos encontrarle sin esa esperanza.
El problema, y lo repito, es que es demasiado bonito, y estamos más acostumbrados a encajar los golpes que a recibir gozosos los regalos. Nos parece más lógico que todo sea un ancestral invento de la humanidad para defenderse del miedo a la nada y a vacío, que la promesa cierta de un futuro de vida y alegría en el seno de Alguien que nos quiere con locura más allá del tiempo y del espacio.
Quizá sea que tenemos que hacernos como niños para así confiar, desde la “ingenuidad” y la “inocencia”, en que la promesa se cumplirá, incluso ver que ya se está cumpliendo a nuestro alrededor.