FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Merendando en clase.


Me contaba hace unos días un amigo que impartiendo una clase en la universidad, en un master, a media sesión una moza sacó de su bolsa un bocadillo y una cocacola y se puso a merendar tan ricamente.
Le dijo mi amigo, muy amablemente, que eso en clase no se debía hacer, a lo que la individua respondió que tenía hambre. Replicó mi amigo, sin perder los modales ni la sonrisa, que él no tenía ningún inconveniente en que saliera del aula y merendara en la cafetería, por ejemplo, pero que, por favor, no merendara en clase.
Ante esto, la buena moza, ostensiblemente indignada, metió su merienda de nuevo en la bolsa y abandonó el aula, seguida por unos ocho o nueve compañeros que se solidarizaron con ella. ¡Qué increíble falta de educación, y más en gente que ya ha acabado la carrera! Dijo mi amigo.
A lo que yo repliqué. No, no te equivoques, eso no es cuestión de educación, es cuestión de ideología. Porque estoy seguro de que aquellos jóvenes con su gesto, estaban plantando cara a un profesor anticuado, retrógrado y, si mucho me aprietas, hasta fascista. A un profesor que impedía a una "famélica" y "desnutrida" alumna que se alimentase como es debido, con el consiguiente riesgo para su salud física y psíquica... ¿Es que no sabía el profesor que la falta de glucosa afecta seriamente al cerebro? 
Y es que hay demasiada gente joven con una “bufa mental” que les incapacita para hacer el más mínimo análisis de la realidad. Esta incapacidad les convierte en terreno abonado para que germine en ellos la imbecilidad más absoluta, habiendo gente que saca tajada de esta situación. Y eso es peligroso para todos.
Es lo que hay. Pero tú, buen amigo, sigue invitando a salir a merendar a la cafetería, porque tú mereces un respeto como profesor que eres, los otros alumnos, que no meriendan en clase, como compañeros que son, y el acto docente, como el acto serio y digno que debe ser.

lunes, 29 de mayo de 2017

¿Coches contra bicis? ¿Bicis contra coches?


Hay problemas muy serios que se abordan de un modo inadecuado, consiguiendo de este modo complicar cualquier posible solución. Uno de estos problemas es el de la convivencia en las carreteras entre los coches y las bicicletas.
Estoy convencido de que se está abordando desde una perspectiva errónea. La prueba es la concentración de ayer en Valencia para reivindicar la seguridad de los ciclistas, y la relación directa de esta concentración con el terrible accidente de Oliva en el que murieron tres vecinos de Jávea.
Creo que habría que hacer algunas puntualizaciones si queremos entrar en el fondo de la cuestión y no quedarnos en una demagogia tan torpe como inútil para resolver el problema.
La primera de ellas es que el citado accidente en modo alguno fue un accidente ciclista. Fue un accidente, y punto. Si en vez de ser quienes fueron hubiera sido un grupo de moteros o una familia que iba a pasar el domingo a la playa, el desastre hubiera sido similar. Se pasó al carril contrario y les embistió de frente, en una recta, con buena visibilidad, pero es que la moza “iba ciega”…
La segunda puntualización es que parece haber un oscuro interés en plantear el problema en términos de coches contra bicicletas, siendo éstas últimas siempre inocentes, y los coches culpables por definición. Ese interés está en la raíz de adjudicarse el accidente de Oliva como un nuevo “atentado” contra el ciclismo, cuando en modo alguno fue así.
Yo me niego a entrar en esta batalla tan estéril como estúpida. El problema es otro, y no sé por qué no lo dicen claro. El problema está en los conductores, del vehículo que sea, que, con perdón, voy a llamar hideputas y los que no lo son.
Hay conductores al volante que no respetan ni a su padre, que beben, que se drogan, que corren demasiado o demasiado poco, que adelantan a lo loco, que se te pegan detrás como lapas, sin distancia de seguridad ni nada que se le parezca, que hablan por el móvil mientras conducen… Hay conductores al manillar que suben tranquilamente, charlando en parejas, en una carretera estrecha de montaña montando una cola espectacular, que bajan esa carretera a toda leche invadiendo el carril contrario, que te adelantan por la derecha, que se saltan semáforos y stops…
El problema no es coches contra bicis. El problema es buena gente y mala gente. La buena gente al volante sabe que la bici tiene el mismo derecho que el coche a ir por la carretera, y la respeta. La buena gente al manillar sabe que molesta al que va en coche, y a veces mucho (hay carreteras impracticables como no vayas en bici en fin de semana) y trata de molestar lo menos posible.
Y cuando se trata de buena gente nunca hay problemas. Pero está la mala gente, la gente mala, y entonces sí hay problemas. Por eso digo que no acepto esa especie de guerra silenciosa entre volantes y manillares. Es una guerra falsa que lo único que hace es encabronar a unos y a otros. Porque si los ciclistas están calentitos con los coches, no hay menos conductores hartos de los ciclistas. Y esto es lo que hay que evitar.
El enfrentamiento debe darse entre los que conducen con respeto y sentido común y los que lo hacen de mala manera, lleven el vehículo que lleven. Y lo que hay que pedir es que a estos que lo hacen de mala manera les caiga encima todo el peso de la ley, y que esta ley se endurezca mucho, muchísimo más, para que ningún abogado listillo consiga que esa gentuza que causa o se causa tanto dolor por su estupidez se salga de rositas. Aunque si el dolor se lo ha causado uno mismo, en el pecado estará la penitencia; no hará falta abogado entonces.
Esto es lo que pienso. ¿Estoy equivocado? Si no lo estoy, ¿por qué diablos nunca veo hacer este planteamiento y sí constato cada día ese extraño y oscuro interés en enfrentar a gente que ni son ni deben ser enemigos, sino aliados en la carretera por la seguridad de todos, aunque uno vaya en su bici y el otro en su coche?

domingo, 28 de mayo de 2017

Tome, usted estaba primero.


Llegué a la tienda y me planté en el mostrador, donde un dependiente atendía a un cliente. Yo era el próximo. Entonces Isabel me dijo, ¿has cogido número? No, no había cogido número, no sabía que hubiera que coger número.
Entonces me dirigí a la maquinita que estaba a la entrada del establecimiento, bien visible por cierto, y vi como una señora, que acababa de llegar, ya había cogido su número. Y entonces, para nuestra sorpresa, grata sorpresa, me lo dio diciendo, tome, usted estaba antes.
La verdad es que me quedé sin reaccionar unos instantes, y después se lo acepté con la mejor de mis sonrisas. Y me dije, sí señor, esto es educación. Una amable y breve conversación mientras llegaba nuestro turno fue la forma de agradecerle el gesto.
Lo normal no es esto, ¿verdad? Lo normal es que el que coge el numerito como tiene "prioridad legal”, aunque haya llegado después, pase delante, y además piense para sus adentros, que se joda, y otra vez que se espabile.
Eso es lo normal. Y así nos va.

Muchas gracias señora, de verdad. ¡Ojalá hubiera más gente como usted!

jueves, 25 de mayo de 2017

No puedes no tenerlo todo.


Hay publicidad que es inmoral. Y además ilegal, por muy blindada que esté por abogados sin escrúpulos. Conmigo esa publicidad tiene el efecto contrario al que buscan; me convence de no tener trato alguno con la empresa que se publicita aunque me cueste más caro.
Estoy hablando de ese anuncio en que, en un entorno de meditación y paz, el gurú insta a sus discípulos a tenerlo todo a cambio de poco. La frase final del convincente comunicador es que no puedes no tenerlo todo.
Fijaos, no puedes no tenerlo todo. El asunto va de seguros. Habla de la paz que da saber que tu seguro lo cubre todo. Esto, de entrada, es engañoso, pues cada póliza cubre lo que cubre y cuesta lo que cuesta, lo que queda registrado escrupulosamente en el contrato que el cliente firma con la empresa. Y estas atractivas generalizaciones no son más que trampas para incautos, y problemas para los corredores de seguros.
Pero no es esto lo grave del asunto, lo que para mí hace detestable el anuncio en cuestión, y por consiguiente la empresa que hay detrás, es lo que transmite el mensaje: no puedes no tenerlo todo. Tienes derecho a tenerlo todo y, además, a cambio de poco.
Ese mensaje de consumismo extremo es lo que a mucha gente se le queda dentro. Esa frase cala como un veneno mortal desligada de su contexto de pólizas de seguros, contexto éste en el que tampoco es cierta.
Es pues un anuncio falso en su contenido explícito, y vergonzosamente indigno en el mensaje de fondo que transmite. Y hace daño, a muchas personas estas cosas les hacen daño.
No es cierto que no puedas no tenerlo todo. Hay muchas cosas que no puedes tener y nunca las tendrás, en tus pólizas de seguros y en tu vida. Y el problema es que lo de las pólizas tiene fácil arreglo, se ajusta lo contratado a su coste y punto. Pero en la vida el asunto es más complejo. Has de aceptar que no puedes tenerlo todo por mucho que te esfuerces. Y eso, a menudo, duele, si no tienes “el coco muy bien amueblao”.
Y si encima un señor tan convincente te dice en la tele, una y otra vez, esa pérfida majadería, te ponen más difícil todavía el aceptar la cruda realidad. ¡Claro que quiero tenerlo todo! Todo, todo y todo. Y además, si puede ser, "de gratis". Porque si no es así no estaré en paz, no seré feliz… 
¡Qué inmensa mentira! ¡Qué vergüenza! Si fuera abogado y tuviera recursos suficientes le montaba un pleito a esta empresa por semejante publicidad. Pero debe ser que no hay abogados con recursos dispuestos a “desfacer entuertos” por amor al arte. Y ya lo he dicho, no soy ni abogado, ni tengo recursos. Sólo tengo la palabra.

martes, 23 de mayo de 2017

Gracias por el concierto de primavera.


Por problemas técnicos con el blog (no solo con el mío) no he podido dar las gracias y la enhorabuena a la Banda Sinfónica Unión Musical de Ribarroja, por el concierto de primavera del sábado pasado. ¡Espectacular! Lo pasamos muy bien. Y quería hacerlo compartiendo algunas fotos que hice y que he retocado con photo-shop.
Sin embargo, los acontecimientos han vestido de luto el día. Una vez más, la barbarie terrorista nos recuerda que el mal existe, y avanza, y nos deja sin palabras. Se hace entonces el silencio, un silencio hondo y doliente en el que quizá solo la música puede entrar sin romper nada. Sí, sólo la música. Y la oración. ¡Cuántas veces la música es oración!
Gracias a los que hacéis música, a los que ayudáis a que se haga música, a los que con vuestra presencia y aplauso animáis a que se siga haciendo música.














domingo, 21 de mayo de 2017

Un paso más hacia el abismo.

Y SÍ, HEMOS DADO UN PASO MÁS HACIA EL ABISMO.

POR CIERTO, GANÓ EL MADRID. 
¡OJALÁ ESTA FUERA LA NOTICIA DEL DÍA!

ME ACUESTO TRISTE, 
Y NO PORQUE HAYA GANADO EL MADRID.

¡Qué insensato delirio!


Quiero compartir esta mañana la indignación, la honda preocupación y el miedo que sentí cuando escuché eso de que somos los rojos del Partido Socialista. Con estas palabras, el sr. Sánchez no sólo asesta nuevamente un golpe brutal a la unidad de su partido sino que, en su insensato delirio, agita los viejos fantasmas que nos llevaron a una guerra civil.
No solo es incapaz de superar el estigma de un país siempre dividido y enfrentado, sino que ahonda en esa división, regocijándose en un futuro de enfrentamiento cuando dirija el socialismo, (si esto llega a suceder) desde un partido de nuevo “rojo”, tras las purgas pertinentes, para plantar cara a los “azules”.
Mientras, “los otros rojos”, con estrategias al margen de cualquier ética, saldrán a la calle en Madrid. A ver quién es más “rojo”.
No es esto, ¿verdad? No es esto. Este es el camino del abismo. Entre los unos y los otros, en actos de irresponsabilidad extrema, nos llevan por el camino del abismo.

A ver quién gana la liga, el Barça o el Madrid.

viernes, 19 de mayo de 2017

Cinco años de sacerdote.


El 20 de noviembre de 2015, el papa Francisco decía en el Congreso de la Congregación para el Clero con ocasión del 50º aniversario de los Decretos Conciliares Optatam totius y Presbyterorum ordinis, que los sacerdotes estaban tomados entre los hombres, constituidos en favor de los hombres y en medio de los hombres.
Y esto viene de antiguo. De hecho está en la Carta a los Hebreos. Los sacerdotes son hombres, con su historia personal, con su carácter, con sus anhelos y esperanzas, con sus aciertos y errores. Son hombres. Pero su misión es servir a los hombres, su primera y más importante misión. Y ese servicio ha de hacerse desde dentro, siendo un hombre entre los hombres.
¡Cuántas veces la palabra hombre! ¿Verdad? Y no la he rehuido adrede. No he querido hacerlo, precisamente para resaltarla. El sacerdote es un hombre al servicio de los hombres, entre los hombres.
Así te hemos visto, Juan. Así te hemos vivido. Así te vivimos. Y así deseamos que sigas viviendo para otros y para nosotros largos años. Porque los hombres necesitamos de otros hombres que caminen con nosotros, que se cansen con nosotros, que suden con nosotros, que tiemblen de frío con nosotros, que coman con nosotros al llegar a la posada, que gocen con nosotros del aire limpio, del sol y del agua fresca, del calor humano, y que estos hombres, además y sobre todo, hagan presente a Jesús entre nosotros al compartir en su nombre el pan, el vino y la palabra.
            Porque la presencia viva de Jesús es la única luz cierta para tanta oscuridad, el único bálsamo para tanto dolor, el único consuelo para tanta tristeza…, el mejor lugar para entrar en fiesta. Y tú lo sabes. Tú sabes que Él vive. Y ésa es tu misión, es el gran favor que puedes hacernos a todos, decirlo bien alto. Él vive. Y esto tú lo haces cada día en tus clases, en las convivencias, en el Junior, en la catequesis, en el camino de Santiago, en la iglesia cuando celebras la eucaristía…
            Hoy, en el quinto aniversario de tu ordenación sacerdotal, te deseamos la mayor de las venturas, llevar a la plenitud tu sacerdocio, siendo un hombre que ha sido tomado de entre los hombres y que vive entre los hombres al servicio de los hombres. ¡Dios bendiga cada uno de tus pasos!

            Isabel y Jesús.

lunes, 15 de mayo de 2017

¡Enhorabuena por el concierto!


No quiero dejar pasar demasiado tiempo antes de dar la enhorabuena tanto a la Banda Sinfònica Unión Musical de Ribarroja como a Bajoqueta Rock por el concierto que nos ofrecieron el sábado. De hecho, el mismo sábado hubiera querido escribir estas líneas, pero hasta hoy no ha podido ser.
Quien me conoce sabe que no soy amigo de muchedumbres ni de jolgorios masivos, pero pese a eso he decir, y lo digo con absoluta sinceridad, que me lo pasé muy bien, de verdad.
Por lo dicho anteriormente fui con una cierta prevención, fui de espectador puro y duro, pero poco a poco me hicisteis entrar en la fiesta, en esa fiesta que era el concierto. Y acabé entregado a ella y disfrutando.
Lo hacéis bien, muy bien, y claro, como en otras cosas, en la música el buen hacer tiene un denominador común, y ese denominador común es lo que os permitió unir a dos estilos bien diferentes. Y también el trabajo, el trabajo que os habrá costado hacer lo que hicisteis. Porque estas cosas no salen solas.
Enhorabuena a todos por el concierto, a Bajoqueta Rock por sus 30 años y a la Banda, como siempre, por seguir poniendo la música en la vida del pueblo mes tras mes, año tras año…

¡Enhorabuena y gracias!

domingo, 14 de mayo de 2017

Cincuenta años de matrimonio.

No os molesta que publique esta foto, ¿verdad? Sois los primeros testigos del amor de vuestros padres.
Hemos ido Isabel y yo hoy a la misa en que Vicent el Mañano y Susa celebraban sus bodas de oro. Cincuenta años de matrimonio. ¡Qué bonito!
El momento en que Ricardo, el cura párroco, les ha preguntado, delante de sus cuatro hijos, familia y amigos, si volvían a decir sí, y hemos escuchado de boca de los dos ese sí rotundo y convencido, nos ha emocionado.
Nos ha emocionado porque esta entrañable pareja, estas dos buenas personas, fueron de las primeras que conocí cuando llegué al pueblo, y desde entonces hasta hoy siempre he tenido claro que su vida ha sido una vida de trabajo, honestidad y entrega.
Y también nos ha emocionado por la grandeza del testimonio que estaban dando en ese momento. En un mundo cada vez más superficial y hueco, el ver personas que han tenido  la serenidad y el coraje de mantenerse fieles el uno al otro y la perseverancia en la entrega mutua día tras día, en medio de los avatares de la vida, durante medio siglo, es de una grandeza y una belleza, apabullantes. Es un signo claro del amor de Dios.
Podía imaginar hoy a Azucena y Vicente diciendo sí aquel, ya lejano, día de su boda. Yo no les conocía entonces pero, a buen seguro, fue un sí lleno de gozo, proyectos y esperanzas. Sin embargo, el sí de hoy, que sí hemos tenido el privilegio de escuchar, era un sí más hondo todavía, más pleno, porque mantenía el frescor de entonces y la madurez de ahora. Y era, además, un himno de acción de gracias.
Nuestras más sinceras felicitaciones a Susa y Vicent, y cómo no a sus hijos, que hoy han tenido la alegría y el honor de ver a sus padres, después de 50 años, seguir plantando cara a la vida, juntos, diciéndonos a todos que es posible quererse para siempre.

¡Enhorabuena!

sábado, 13 de mayo de 2017

Aquella corriente de solidaridad nos abrumó.


Hoy hace 22 años que Isabel y yo nos casamos. Pero no es de aquel día de lo que voy a hablar en esta entrada sino de los acontecimientos previos a aquel gozoso 13 de mayo.
Sucedió que a un mes de la boda, con todo ya preparado, nos encontramos, por cuestiones que no vienen a cuento, sin casa donde vivir. La noticia saltó una mañana. A mediodía teníamos varias ofertas de gente del pueblo que ponían a nuestra disposición pisos o casas para que nos instaláramos allí hasta encontrar, sin prisas, un lugar definitivo donde instalar nuestro hogar. Fue bonito, pero fue sólo el principio de una hermosa y emotiva experiencia.
Cuando al día siguiente vimos posible comprar, previa hipoteca, la casa donde desde entonces vivimos, nos encontramos con que, al haber estado cerrada muchos años y ser además antigua, no estaba habitable. Quedaba un mes para la boda y, claro está, nos hacía ilusión tenerla a punto para entonces. Además, nuestras posibilidades económicas eran bastante limitadas.
Y entonces sucedió algo muy bonito. En pocos días, un numeroso grupo de personas trabajaba a destajo para conseguir que el 13 de mayo estuviera todo a punto. Familia, amigos, alumnos, exalumnos, compañeros, profesionales, se lanzaron a la faena, ofreciendo cada uno lo que podía, para lograr el objetivo.
Vaciarla de trastos viejos, limpiar todo a fondo, pintar, bajar techos, cambiar puertas, el baño, la cocina, toda la fontanería, la instalación eléctrica entera, la instalación de gas, los muebles, la decoración…Y siempre con el mensaje de "esto es mi regalo" o "ya me pagaréis cuando podáis".
Así, firmando la hipoteca el mismo 12 de mayo por la tarde y acabando de instalar el mármol de la cocina por la noche, llegamos al 13 con la casa, ya nuestra (bueno del banco y nuestra), hecha una bombonera. Y en un mes, tan solo en un mes se había obrado el milagro.
Fue mucha la gente que nos ayudó de muy diferentes maneras aquellos días. Y fue muy hondo y muy grande el agradecimiento que sentimos entonces y que seguimos sintiendo ahora.
Por eso, hoy, 22 años después, queremos agradecer una vez más, de todo corazón, a todos los que hicieron posible el milagro, su compromiso con nosotros. Podemos decir que aquella corriente de solidaridad que sentimos desde el momento en el que la noticia de que Isabel y Jesús, a un mes de la boda, se habían quedado sin casa, hasta que en Alpuente nos dijimos el sí quiero, nos abrumó.
Y nos sigue abrumando y nos sigue emocionando cuando lo recordamos y cuando les contamos a quienes no nos conocían entonces todo lo que, asombrados y felices, vivimos aquellos días.

Una vez más, a todos y tantos, gracias, muchas gracias.

viernes, 12 de mayo de 2017

Gozando de la primavera.


Andaba yo ayer por la mañana por esos montes de Dios. Está esta primavera todo muy verde, de un verde nuevo y limpio. Hay flores por todas partes, cubriendo la tierra en muchos rincones a modo de espléndidos tapices.
Había llovido por la noche y el viento, algo fuerte, secaba suavemente el suelo y las plantas. Los trinos de los pájaros creaban junto con el silencio y el canto del poniente en  pinos, almendros y olivos, un sereno concierto.
Hacia media mañana volvió a llover. El cielo, muy azul, quedó momentáneamente cubierto por una oscura nube gris que me regaló un delicioso chubasco. No fue largo pero me mojó todo, y dejé que me mojara. Sentir la lluvia en la piel un día tibio es todo un placer. El campo, que ya olía bien, intensificó su aroma. El paisaje se difuminó un punto y luego, cuando tan rápido como vino, la nube gris pasó y volvió el sol y el cielo azul, el momento fue mágico.
Y entonces me acordé de ese texto de Platero y yo, (capítulo XXV) en el que Juan Ramón Jiménez goza también, intensamente, de una mañana de primavera. Dice así

¡Cómo está la mañana! El sol pone en la tierra su alegría de plata y de oro; mariposas de cien colores juegan por todas partes, entre las flores, por la casa—ya dentro, ya fuera—, en el manantial. Por doquiera, el campo se abre en estallidos, en crujidos, en un hervidero de vida sana y nueva.
Parece que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida.

El panal de luz, la rosa encendida, se hicieron tan reales, tan presentes que me estremecí envuelto por ese hervidero de vida sana y nueva del que yo tenía el privilegio de participar en aquel momento.

Y le di gracias a Dios.

martes, 9 de mayo de 2017

Cartas a Laura IX



Querida Laura:

El domingo celebramos en tu casa tu 30 cumpleaños. En tu casa, con tu marido, tus hijos y demás familia. Muy bien, estuvo todo muy bien. ¡Qué simpaticones están los chiquillos! ¿verdad? “Pacomérselos”.
Y yo pensaba, y lo comenté con Isabel, que puedes estar muy, muy contenta. Y por eso debes aprovechar este presente bebiéndotelo a grandes sorbos, porque el tiempo vuela, de verdad Laura, vuela.
Cuando yo, más o menos, tenía la edad que tienes ahora, naciste tú. ¿Y sabes que me acuerdo como si fuera ahora? Me acuerdo de cuando hice la foto que encabeza esta entrada como si la hubiera hecho ayer mismo. Estábamos acampados en el bosque de Besiberri, en montaña libre (entonces se podía), a pelo. Recuerdo que os bañabais en una piscina hinchable que llenábamos con agua del río para que el sol la calentara. Que os encantaba la tienda de campaña. Que cogíais vuestras mochilitas y os escapabais a trepar por las rocas o al bosque, y teníamos que vigilaros continuamente. Y como quien dice, tú acababas de aprender a andar. Recuerdo también que te encantaba quitarles los pétalos a las flores, de uno en uno…, como cuando lo hace el enamorado diciendo, me quiere, no me quiere, esperando en lo más hondo de su ser que la flor le diga que sí.
De aquello hace ya treinta años, treinta años que a mí me han pasado en un suspiro, por eso te digo que aproveches a fondo la vida que tienes entre tus manos. Carpe diem, porque cuando menos cuenta te das, miras atrás y dices, ¿tanto hemos andado?
Carpe diem con paz, con calma. Aprovechar el momento no quiere decir ir corriendo de allá para acá, queriendo verlo todo, hacerlo todo, conocerlo todo. El verdadero carpe diem es otra cosa que, por lo que yo te conozco, sé que tú, Josep y tú, habéis descubierto.
Así pues, que seas feliz, que cuando tengas mi edad, y mires atrás puedas decir, “ha valido la pena”, aunque entonces sientas, como siento yo ahora, el paso, tan hermoso como implacable, del tiempo. 

Tus tíos, Isabel y Jesús.




















lunes, 8 de mayo de 2017

Horas duras, Juan.


Tristísimo y muy duro es enterrar a un amigo y más si la causa de la muerte era perfectamente evitable. Si además eres tú quien debe dar luz a quien no puede verla y aire a quien está asfixiándose de dolor, de rabia y de impotencia, es el más difícil todavía.
Estoy pensando esta tarde también en ti, amigo Juan. Y le pido a Dios que te dé fortaleza para poder hablar de la vida en medio de la muerte y de esperanza en medio del horror del sinsentido absoluto.
Ebria y drogada. De fiesta venía, dicen. De esa miseria cotidiana a la que hemos venido a llamar fiesta, pero que no es más que eso, pura miseria de vidas vacías que ahogan en alcohol y drogas lo vacuo de su existencia. Fiesta le llaman, estúpidamente.
Estúpidamente. A mí eso no me pasa, yo controlo, yo sé beber… ¡Cuantos imbéciles hay con este convencimiento! ¡Imbéciles! Ella volvía de la noche a su noche. Ellos iban hacia la luz del día. ¡Qué injusto! ¡Qué terriblemente injusto que así haya sucedido!
Y ante esta injusticia nos rebelamos pidiendo justicia, una justicia que sabemos que no se nos dará aunque caiga todo el peso de la ley sobre quien ha plantado la muerte en medio de la vida.
Desde el dolor compartido, Juan, nos dirás que las vidas de Eduardo y Luis Alberto tuvieron pleno sentido; nos recordarás que tras el viernes está el domingo; nos darás, de parte del Padre, ese calor, esa paz que ahora queda tan lejos.
Fíjate que esta terrible historia me ha afectado más de lo que imaginaba. Y no sólo porque Eduardo era amigo tuyo de toda la vida, sino porque tan solo pensar en el dolor de las familias, de los amigos, de tu pueblo, en tu propio dolor, amigo Juan, me entristezco, me enrabio y me hago la pregunta, la pregunta cuya respuesta tantos van a buscar en ti, ¿por qué?
Que en estas horas duras sientas muy cerca de ti la presencia del Padre y que Él te ayude a que nos la hagas sentir a todos.

Un abrazo.

domingo, 7 de mayo de 2017

La Madre.Un poema de Dámaso Alonso.


El Día de la Madre es, a veces, ñoño. A veces muy ñoño. Ñoñísimo. Y es una lástima porque si hay algo que está en las antípodas de la ñoñería es una madre. La concepción, el embarazo, el parto y ese segundo parto, a menudo más doloroso que el primero, que supone entregar el niño al mundo mientras va dejando de ser niño, tiene bien poco de ñoño. Luego, a veces, el reconocimiento de la entrega de toda una vida. Otras veces, el olvido…
Por eso, huyendo de la ñoñería, en este Día de la Madre, os propongo una aventura literaria seria, honda, impresionante. Voy a compartir un poema largo, muy largo, de Dámaso Alonso. Está en su libro, Hijos de la Ira, y se titula La Madre.
Atreveos con él. Como la buena poesía hay que leerla muchas veces. Quizá tras la primera lectura entendamos poco. Volvedla a leer. Entrad en ella. No os preocupéis tanto de entender cada verso como de dejaros arrastrar por el torbellino de imágenes en el que os sumergiréis. Y sentid, sentid.
El poeta le habla a su madre, ya mayor, y sueña que ella es una niña, y él un niño, un amigo, o quizá su hermano pequeño, y juntos se sumergen en el río, andan por la ribera, van al colegio, caminan por el bosque… Y en esa complicidad de la infancia gozan el uno del otro, se hacen confidencias, como cuando el hijo le dice, "víveme siempre ausente de tus años, del sucio mundo hostil, de mi egoísmo de hombre, de mis palabras duras".
Y cuando al fin, la madre duerma, el hijo le dirá, "Madre, no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en el bosque el más profundo sueño. Espérame en tu sueño. Espera allí a tu hijo, madre mía."


No me digas
que estás llena de arrugas, que estás llena de sueño,
que se te han caído los dientes,
que ya no puedes con tus pobres remos hinchados,
deformados por el veneno del reuma.

No importa, madre, no importa.
Tú eres siempre joven,
eres una niña,
tienes once años.
Oh, sí, tú eres para mí eso: una candorosa niña.

Y verás que es verdad si te sumerges en esas lentas aguas,
en esas aguas poderosas,
que te han traído a esta ribera desolada.
Sumérgete, nada a contracorriente, cierra los ojos,
y cuando llegues, espera allí a tu hijo.
Porque yo también voy a sumergirme en mi niñez
antigua,
pero las aguas que tengo que remontar hasta casi
la fuente,
son mucho más poderosas, son aguas turbias, como
teñidas de sangre.
Óyelas, desde tu sueño, cómo rugen,
cómo quieren llevarse al pobre nadador.
¡Pobre del nadador que somorguja y bucea en ese
mar salobre de la memoria!

... Ya ves: ya hemos llegado.
¿No es una maravilla que los dos hayamos arribado
a esta prodigiosa ribera de nuestra infancia?
Sí, así es como a veces fondean un mismo día en
el puerto de Singapur dos naves,
y la una viene de Nueva Zelanda, la otra de Brest.
Así hemos llegado los dos, ahora, juntos.
Y ésta es la única realidad, la única maravillosa
realidad:
que tú eres una niña y que yo soy un niño.

¿Lo ves, madre?
No se te olvide nunca que todo lo demás es mentira,
que esto solo es verdad, la única verdad.
Verdad, tu trenza muy apretada, como la de esas niñas
acabaditas de peinar ahora,
tu trenza, en la que se marcan tan bien los brillantes
lóbulos del trenzado,
tu trenza, en cuyo extremo pende, inverosímil, un
pequeño lacito rojo;
verdad, tus medias azules, anilladas de blanco, y las
puntillas de los pantalones que te asoman por
debajo de la falda;
verdad tu carita alegre, un poco enrojecida, y la
tristeza de tus ojos.
(Ah, ¿por qué está siempre la tristeza en el fondo
de la alegría?)
¿Y a dónde vas ahora? ¿Vas camino del colegio?

Ah, niña mía, madre,
yo, niño también, un poco mayor, iré a tu lado,
te serviré de guía,
te defenderé galantemente de todas las brutalidades
de mis compañeros,
te buscaré flores,
me subiré a las tapias para cogerte las moras más
negras, las más llenas de jugo,
te buscaré grillos reales, de esos cuyo cricrí es como
un choque de campanitas de plata.
¡Qué felices los dos, a orillas del río, ahora que va a
ser el verano!
A nuestro paso van saltando las ranas verdes,
van saltando, van saltando al agua las ranas verdes:
es como un hilo continuo de ranas verdes,
que fuera repulgando la orilla, hilvanando la orilla
con el río.
¡Oh qué felices los dos juntos, solos en esta mañana!
Ves: todavía hay rocío de la noche; llevamos los
zapatos llenos de deslumbrantes gotitas.

¿O es que prefieres que yo sea tu hermanito menor?
Sí, lo prefieres.
Seré tu hermanito menor, niña mía, hermana mía,
madre mía.
¡Es tan fácil!
Nos pararemos un momento en medio del camino,
para que tú me subas los pantalones,
y para que me suenes las narices, que me hace mucha
falta
(porque estoy llorando; sí, porque ahora estoy llorando).

No. No debo llorar, porque estamos en el bosque.
Tú ya conoces las delicias del bosque (las conoces
por los cuentos,
porque tú nunca has debido estar en un bosque,
o por lo menos no has estado nunca en esta deliciosa
soledad, con tu hermanito).
Mira, esa llama rubia que velocísimamente repiquetea
las ramas de los pinos,
esa llama que como un rayo se deja caer al suelo,
y que ahora de un bote salta a mi hombro,
no es fuego, no es llama, es una ardilla.
¡No toques, no toques ese joyel, no toques esos diamantes!
¡Qué luces de fuego dan, del verde más puro, del
tristísimo y virginal amarillo, del blanco creador,
del más hiriente blanco!
¡No, no lo toques!: es una tela de araña, cuajada de
gotas de rocío.
Y esa sensación que ahora tienes de una ausencia
invisible, como una bella tristeza, ese acompasado
y ligerísimo rumor de pies lejanos, ese vacío, 
ese presentimiento súbito del bosque,
es la fuga de los corzos. ¿No has visto nunca corzas
en huida?
¡Las maravillas del bosque! Ah, son innumerables; nunca
te las podría enseñar todas, tendríamos
para toda una vida...

... para toda una vida. He mirado, de pronto, y he
visto tu bello rostro lleno de arrugas,
el torpor de tus queridas manos deformadas,
y tus cansados ojos llenos de lágrimas que tiemblan.
Madre mía, no llores: víveme siempre en sueño.
Vive, víveme siempre ausente de tus años, del sucio mundo
hostil, de mi egoísmo de hombre, de mis
palabras duras.
Duerme ligeramente en ese bosque prodigioso de tu
inocencia,
en ese bosque que crearon al par tu inocencia y mi
llanto.
Oye, oye allí siempre cómo te silba las tonadas nuevas
 tu hijo, tu hermanito, para arrullarte el sueño.

No tengas miedo, madre. Mira, un día ese tu sueño
cándido se te hará de repente más profundo y
más nítido.
Siempre en el bosque de la primera mañana, siempre
en el bosque nuestro.
Pero ahora ya serán las ardillas, lindas, veloces
llamas, llamitas de verdad;
y las telas de araña, celestes pedrerías;
y la huida de corzas, la fuga secular de las estrellas
a la busca de Dios.
Y yo te seguiré arrullando el sueño oscuro, te
seguiré cantando.
Tú oirás la oculta música, la música que rige el
universo.
Y allá en tu sueño, madre, tú creerás que es tu hijo
quien la envía. Tal vez sea verdad: que un corazón
es lo que mueve el mundo.
Madre, no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en
el bosque el más profundo sueño.
Espérame en tu sueño. Espera allí a tu hijo, 
madre mía.