FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 27 de octubre de 2017

Encuentro en el Chinipro. Segunda parte.

27 del 10 del 1917

Me resulta útil, al menos a mí, escribir tal día como hoy lo que voy a escribir. Porque escribir pensando, al igual que “raonar” como dicen en el pueblo, con serenidad, es remedio eficaz para mantener la calma cuando la violencia de los acontecimientos pugna por arrebatártela.
Aquel hombre del Chinipro y yo “estiguerem raonant” en la paz de la montaña casi hora y media. Y en aquella conversación llegamos a la conclusión de que esto del independentismo, en la España de hoy, en la Europa de hoy, era una enfermedad. Pero cuando aquel hombre, que había sufrido las consecuencias de esa enfermedad en carne propia, hablaba de ello, percibí que lo hacía sin odio, sin rabia siquiera, pero sí con una enorme tristeza, y eso le daba más autoridad todavía a sus palabras.
¿Qué es lo que puede hacer que un pueblo quiera independizarse de otro del que forma parte, del que siempre ha formado parte? Sólo dos causas veíamos. Una, que se sienta superior. La otra que se sienta oprimido. O ambas; sentirse un pueblo superior oprimido por uno inferior. Porque si no me siento superior a los aragoneses, los castellanos, los andaluces, los extremeños y no me siento oprimido por un gobierno que cada cuatro años elegimos entre todos, no ha lugar independencia alguna. Unidad desde la pluralidad, es el camino lógico en este caso. Nunca la ruptura que supone la independencia.
Y esta es la enfermedad en sí. Una antigua y grave alteración de la percepción de la realidad, que les ha llevado a crear un mundo paralelo basado en esa realidad falsa. Somos superiores y además los inferiores nos oprimen. España es un lastre inútil que nos pesa, nos roba, dicen. Y esto es, obviamente, mentira. Pero llevan años creyéndose y vendiendo esa mentira como la gran verdad, extendiéndola, contagiando la patología que supone creerse esa falacia hasta llegar al estado de histeria colectiva al que han llegado.
¿Y ahora qué?, nos preguntamos todos, con preocupación, con desasosiego, con miedo. Ahora, ¿qué hacemos? No sé la respuesta, ¡ojalá la supiera! Lo que sí que sé es que esto, más que un problema político, es un problema psiquiátrico que, al convertirse en una grave patología social, sólo puede abordarse ya desde la política, una política extremadamente inteligente, siempre dentro de la ley y tratando de evitar a toda costa el uso de la fuerza.
Frente a este delirio absurdo, frente al puro sentimiento desbordado, la razón poco puede hacer; menos aún la fuerza. Creo que el silencio, se está hablando demasiado; la paciencia, aunque ya se ha tenido mucha; el peso de la realidad objetiva, Europa no reconocerá ningún nuevo estado, se van las empresas; la voz de esa otra mitad al menos que nada quiere saber de este sinsentido, son algunos de los caminos por dónde creo que deberían desarrollarse los acontecimientos.
Y serenar ánimos, para que algún día se pueda hablar al amparo de la ley. La enfermedad ha avanzado mucho, ha hecho mucho daño. No conviene hacer más todavía. Tardaremos generaciones en restañar las heridas que se han hecho, y que  hoy mismo se están agrandando.
La sociedad catalana está rota, enfrentada. La sociedad del resto de España, preocupada, indignada, cabreada. “Ahora que las cosas iban mejor, que la crisis iba quedando atrás, vienen estos hijos de puta y nos van a mandar a todos a la mierda”, oí el otro día en conversación ajena.
Me atrevo a decir que no son mala gente; es que están enfermos, y hemos de encontrar entre todos la cura para esa enfermedad que tenemos ahora aquí, entre nosotros, y  que no es la primera vez que surge en la historia, ni será desgraciadamente la última. 

miércoles, 25 de octubre de 2017

Encuentro en el Chinipro. Primera parte.

Panorama hacia el macizo de Monte Perdido desde la cima donde estuvimos charlando.

Llegué un día radiante de este verano a la cima del Chinipro, una bonita montaña del Pirineo aragonés, de 2795 metros. Erguido en una losa de la cima, que se proyecta sobre el abismo de la cara norte, había un hombre que me dijo nada más verme, abriendo los brazos, "¿no es maravilloso lo que se ve desde aquí, estar aquí?"
La conversación surgió pronto y fluyó rápida  prolongándose algo más de hora y media. Solos allá arriba fuimos prudentemente conociéndonos y reconociéndonos. Tenía 74 años y estaba pasando unos días con la mujer y los nietos en un valle próximo. Desde joven hacía montaña y quería seguir mientras el cuerpo aguantara. Compartimos experiencias montañeras y, poco a poco, la conversación fue derivando hacia cuestiones más profundas, más filosóficas, para acabar hablando de la libertad… Y en un momento determinado, cuando ya creyó que podía hacerlo sin excesivos riesgos, me dijo algo así como que sabía muy bien lo que era no ser libre en su tierra, en su pueblo, porque, y esto sí lo dijo tal cual lo transcribo, "soy vasco, vasco y español". Sonreí y respondí, "yo valenciano, valenciano y español".
A partir de ahí la conversación siguió ya con arrolladora fluidez, y vimos, sorprendidos, que coincidíamos en todo, incluso con la mismas palabras muchas veces. Sin embargo sus palabras tenían la autoridad que le daba el haber vivido y sufrido en sus propias carnes el azote y la opresión del nacionalismo radical y excluyente que había marcado dolorosamente toda su vida y la de su familia.
Me dijo que conocía mucha gente, buena gente, trabajadores, honestos, amantes de su familia, religiosos, con los que podías hablar de todo excepto de ese tema. Ahí no había diálogo posible, porque no había argumentos racionales que analizar, que valorar, que confrontar, sino puro sentimiento.
"Eso es una enfermedad, lo sé muy bien. Es una grave enfermedad que ha generado, genera y generará mucha injusticia, mucha opresión, mucho dolor". Así hablaba conmigo aquel hombre que sabía muy bien, mucho mejor que yo, de qué me estaba hablando.
Nos despedimos agradeciéndonos mutuamente aquella hora larga de profunda y sincera conversación entre dos montañeros veteranos. Empecé el descenso y él siguió en la cima. Quería aprovechar cada cumbre que subía porque, como yo, allí era feliz, se sentía libre, y sabía que, por muchas más que subiera, aquella ya era de las últimas.
"Una enfermedad que causa mucho dolor", me dijo. De esto hablaré en la segunda parte de esta historia.

lunes, 23 de octubre de 2017

¡¡¡Feliz cumpleaños, Olivia!!!


Cumple hoy 25 años, está de buen ver y en plenas facultades, y nosotros le estamos muy agradecidos por los múltiples servicios que nos ha prestado, nos presta y esperamos que nos siga prestando.
Estoy hablando de La Olivia, el corseta rojito, que tal día como hoy, salió a la calle de mi mano hace ya tanto tiempo… Le he prometido, como regalo, llenarle el depósito de diésel del caro, y una buena limpieza por dentro y por fuera. ¡Se lo merece!
Pero, cumpleaños aparte, quiero hacer una reflexión que escuché en la radio hace algún tiempo sobre los coches viejos, y más si son diésel; cada vez más perseguidos, por cierto. Una reflexión que me reconfortó y me convenció de seguir con La Olivia todo el tiempo que pueda.
Decía así una señora de un grupo ecologista, creo. Es cierto que los motores diésel, y más si son antiguos, contaminan mucho. Si están bien cuidados, menos. Pero si en vez aguantar un vehículo 25 años, nos compramos uno nuevo cada 5, aún contaminaremos más, porque el gasto medioambiental que supone la fabricación de un vehículo (contaminación incluida) es importante. Y si lo multiplicamos por 5, es claramente superior a lo que puede haber contaminado, por ejemplo nuestra Olivieta, tratándola bien como la hemos tratado: revisiones periódicas, “iteuvés” y demás atenciones pertinentes.
La verdad es que me quedé asombrado por este planteamiento que no sé hasta qué punto será cierto del todo, pero al menos me quedó muy clara una cosa. Aunque esto fuera absolutamente cierto sería una verdad sin consecuencias, pues la industria del automóvil debe seguir rulando. Es la sociedad de consumo donde a menudo nada es lo que parece.
En fin, cantemos:
¡¡¡Cumpleaños feliz, tócate el radiador…!!!

domingo, 22 de octubre de 2017

Experiencia de continuo exilio.


Acabando ya el día del Domund de este año, comparto un fragmento del mensaje que para este domingo dio a conocer el papa Francisco, el 4 de junio, día de Pentecostés. No tiene desperdicio. Destaco lo que más me llama la atención.

La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.
La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (ibíd., 49).

Si quieres leer el mensaje entero, no es muy largo, pulsa Domund 2017

jueves, 19 de octubre de 2017

"Apreciado señor Rajoy", dice Puigdemont.

He podido, por casualidad, escuchar en directo en RNE, la respuesta de Puigdemont al gobierno. ¡Impresionante! Impresionante ver cómo se puede tergiversar tan brutalmente la realidad y decir tal cantidad de mentiras en tan pocas palabras.
Lógicamente no voy a reproducirlo en el blog ni a comentarlo punto por punto, pues pienso que su incoherencia es tan honda que, al no resistir el más mínimo análisis objetivo, no valdría la pena el esfuerzo, pero no puedo evitar el hacer dos observaciones.
La primera es ese “apreciado señor Rajoy” con el que empieza su carta. ¿Cachondeo? ¿Cinismo? Es evidente que el presidente del Gobierno no le debe resultar muy apreciado, por lo que la palabrita sobraba. Con decir señor Rajoy, suficiente. Aunque claro, si de mentiras va el asunto, empezar con una puede hasta ser oportuno.
La segunda observación me parece mucho más seria. Es la única posible verdad que encuentro, y en cualquier caso habría que comprobarla. Dice que porcentualmente hay más ciudadanos que han votado sí a la independencia el 1 de octubre que los que votaron que sí al Estatuto de Autonomía de 2006. Si esto es mentira, es mentira, pero si no lo es, es peor, mucho peor, y creo que no lo es. Porque lo que sí es, es la demostración explícita del adoctrinamiento al que han sometido a niños y jóvenes aprovechando la absoluta libertad que el estado de las autonomías les ha brindado desde el primer estatuto en 1979.
La reinterpretación falsa y tendenciosa de la historia, inoculando el odio a todo lo español durante años tiene ahora sus frutos. Ésta creo que era la verdadera y oculta hoja de ruta que el independentismo tenía trazada desde el principio. Empezar por la educación y “comerle el coco” a cuantas más generaciones mejor.
Y por fin ha llegado la hora de la cosecha. Ya hay bastantes inflamados en “amor patrio”. Ahora hay que provocar un choque frontal con el estado para forzar una respuesta que les permita demostrar a sus seguidores, exagerando y tergiversando lo que haga falta, que España siempre nos ha oprimido y nos sigue oprimiendo.
Me decía un amigo que viendo lo que está pasando se entiende que haya guerras. Y es verdad. Así de triste y de terrible. Estos señores nos están recordado a unos y enseñando a otros que es posible acabar a tiros por la calle. Sólo hay que romper el estado de derecho en nombre de la libertad y la democracia, después de haber inventado un enemigo a batir. ¿Cómo? cultivado el rencor en los mayores y manipulando a la juventud hasta la náusea. ¿Para qué? para lanzar luego a todos a la lucha por una libertad que en esta España democrática nadie les ha quitado.

domingo, 15 de octubre de 2017

Nada te turbe, nada te espante...


Hoy, día de santa Teresa, quiero compartir ese famoso poema del que conocemos sobre todo los primeros versos, sólo los primeros. ¿Comentarios? Creo que no hace falta más que uno, ¡Ojalá pudiera hacer mías estas palabras, siempre y del todo! Sería la vida tan diferente.

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva el pensamiento,
Al cielo sube,
Por nada te acongojes,
Nada te turbe.
A Jesucristo sigue
Con pecho grande,
Y, venga lo que venga,
Nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo
Es gloria vana;
Nada tiene de estable,
Todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
Que siempre dura;
Fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
Bondad inmensa;
Pero no hay amor fino
Sin la paciencia.
Confianza y fe viva
Mantenga el alma,
Que quien cree y espera
Todo lo alcanza.
Del infierno acosado
Aunque se viere,
Burlará sus furores
Quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
Cruces, desgracias;
Siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.
Id, pues, bienes del mundo;
Id, dichas vanas;
Aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

viernes, 13 de octubre de 2017

El capitán Borja Aybar.


Hay noticias que pasan casi desapercibidas porque no tienen trascendencia histórica, dicen, pero que al menos a mí me resultan muy dolorosas. Estoy hablando del estúpido comentario sobre el accidente en Albacete del avión que regresaba del desfile del 12 de octubre.
El piloto era un hombre joven, 34 años, casado y con un bebé de 4 meses. Su mujer le esperaba en la base. A cualquier persona biennacida, tenga la ideología que tenga, el hecho no puede menos que resultarle triste, por lo menos triste.
Considero una conducta aberrante y un grave delito hacer mofa de una tragedia semejante. Y tengo muy claro que este individuo, como persona es deleznable, pero es que además hace un gran daño al partido al que pertenece, pues estoy convencido de que en ERC cuya ideología en absoluto comparto, habrá gente buena, honesta y humana que nada de gracioso habrá encontrado en lo ocurrido.
No quiero pensar que ese señor representa a su formación política en modo alguno. Prefiero explicar lo ocurrido como el acto de una mala, muy mala persona o de un enfermo.
Cuidémonos de los que embrutecidos por cualquier ideología, la anteponen a las personas, a su derecho a la vida, a su libertad y a su dignidad. Son esa “mala gente que camina y va apestando la tierra”, como diría Antonio Machado.
Borja volvía de su trabajo a encontrarse con su mujer y con su niño que apenas empezaba a vivir… El pensarlo me hace daño. Sólo la fe puede arrojar algo de luz a tanto dolor.

Mis más profundas condolencias a la esposa del capitán Borja Aybar y a su familia y amigos.

jueves, 12 de octubre de 2017

¿Por qué te falta, España, quien lo diga?


Uno de los efectos que está teniendo el culebrón histórico que estamos viviendo, más bien sufriendo, es que la gente está perdiendo esa especie de pudor que le daba exhibir nuestra bandera.
Hasta ahora, sólo el fútbol lo había conseguido. Pero estos días no es el fútbol el que está sacando las banderas a la calle, y en muchos sitios de modo masivo hasta el punto de parecer que estamos de fiestas. Es algo mucho más importante y trascendente.
Es el hecho de haberse dado cuenta que esa bandera es la de un país con 500 años de historia, de una historia, como dijo Vargas Llosa en Barcelona, grandiosa y a veces trágica, pero en cualquier caso una historia que queramos o no es la nuestra, la de todos. Y que en modo alguno podemos juzgar desde los criterios del presente.
Y también es la bandera de un país democrático, de un estado de derecho que fuimos capaces de crear con el diálogo y el respeto, tras una guerra civil y una larga dictadura, y que nos ha permitido vivir el período más largo de paz y progreso de nuestra historia.
Hoy es el día de la Fiesta Nacional, el día de la Hispanidad, y en la ONU, el día de la Lengua española. El sabernos en un país libre y democrático, el asumir la historia con sus luces y sus sombras, y nuestra cultura, materializada en una lengua bellísima que hablan más de 500 millones de personas, son motivos de sereno orgullo, motivos de celebración y fiesta.
Quienes se empeñan en romper la democracia, quienes sólo ven las sombras de nuestra historia, quienes desprecian la lengua española, se anclan al pasado e intentan negarle el derecho al futuro a un pueblo que quiere vivir unido, desde su riquísima pluralidad, en paz y libertad.
Celebremos hoy, a la sombra de nuestra bandera, sin complejos, que somos españoles, que tal día como hoy del año 1492 Colón llegó a América, y que tenemos una lengua común extraordinaria. Y respetemos, aunque ellos no nos respeten, a quienes ignorarán o incluso despreciarán y criticarán este día.

“Oh Patria! Cuántos hechos, cuántos nombres;
cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues que tienes quien haga y quien te obliga,
¿Por qué te falta, España, quien lo diga?”

Lope de Vega

miércoles, 11 de octubre de 2017

Gracias por regalarnos este encuentro.



La vida da muchas vueltas y nos lleva de aquí para allá, como lleva el viento las hojas secas en el otoño, en un día de esos desapacible, gris, frío, de esos que tanto me gustan y que tan pocos hay.
Pero a veces, la voluntad de algunos consigue el milagro de que todas esas hojas dispersas por el mundo se junten de nuevo a la sombra del árbol que fue y siempre será suyo, bien frondoso ahora de hojas nuevas.
Y eso es lo que la promoción del 70 del “cole” hizo el pasado viernes reuniéndonos a alumnos y profesores en una cena y una grata velada. Fue muy bonito. Y se notaba desde el principio que se lo habían trabajado en serio.
Sí, se notaba que os lo habías “currao” y que lo habías hecho con ilusión, y la respuesta fue buena, ¿no? Creo que muy buena, tanto por parte de los alumnos como de los” profes”.
Quiero, primero que todo, daros las gracias por regalarnos este encuentro. Pude saludar a compañeros que hace tiempo ya no veía y a alumnos, ya con sus cuarenta y tantos, a los que había perdido del todo el rastro. Y me quedé con ganas, he de decirlo, de haber podido saludaros y charlar con todos y cada uno, aunque fuera un poquito, pero estas cosas, ya se sabe, son fugaces y nunca hay tiempo suficiente.
Vosotros estabais en 7º de EGB cuando yo empecé mi vida en el colegio y os di lengua ese curso y el siguiente. Con vosotros, con el 8º y con el 6º, del que fui tutor, digamos que rompí mano. De vosotros y con vosotros aprendí mucho, mucho más de lo que pude enseñaros, de esto estoy seguro. Y por eso mismo, sé que me equivoqué más de una vez, porque la ilusión de la juventud siempre esta lastrada por la inexperiencia y por la osadía que da esa inexperiencia.
Ahora que la juventud ya quedó atrás y la experiencia es larga, descubres que pesa, que puede llegar a pesar demasiado si la ilusión se va desvaneciendo. Y con los años, se desvanece, por eso iniciativas como la vuestra fortalecen esa ilusión necesaria para que la experiencia no se torne pesada y amarga.
Me dijisteis que,  después de tanto tiempo, aún os acordabais de las fichitas de literatura,  espero que con cierto cariño, pero lo que más me gustó fue que os acordarais de El Camino. Si a través de ese maravilloso libro os entró el gusto por leer, ¿qué más puede pedir un “profe” de lengua?
Quiero acabar esta entrada con un texto del libro, no sin antes deciros que me hubiese gustado escribir y publicar esto el sábado mismo, pero el viaje a la España de Don Quijote, que necesitaba, y los tristes acontecimientos que nos están tocando vivir, han atrasado el momento hasta hoy.
Pero más vale tarde que nunca, ¿no? Gracias, mil gracias. Os dejo con ese inolvidable diálogo entre Daniel el Mochuelo y la Uca-uca.


martes, 10 de octubre de 2017

Momento de pasión, no perdamos la razón.

¡Viva la libertad! ¡Visca Catalunya! ¡Viva España!

¿Dónde estaba yo, este domingo, cuando Vargas Llosa pronunciaba ante cientos de miles de personas estas palabras? En la España de Don Quijote, en La Mancha. En aquel rincón lleno de nombres para la historia: El Toboso, Campo de Criptana, Puerto Lápice, Campo de Montiel, Ruidera, Montesinos…No sé muy bien por qué, o sí, pero tenía ganas de recorrer esas llanuras sin fin, de entrar en esos pueblos blancos, amplios, extendidos al sol. Tenía ganas de imaginar a don Quijote y Sancho recortando su silueta contra el cielo lejano y luminoso del crepúsculo.
Durante el día no quisimos saber nada de lo que pasaba en ningún sitio. Cuando por la noche me contó Isabel que la manifestación de Barcelona había roto todas las previsiones me alegré mucho, muchísimo, y cuando  me leyó algunos de los fragmentos del discurso de Vargas Llosa y de Borrell, me sentí total y plenamente identificado con sus palabras, reconfortándome el oírlas en boca de otros.
Hoy, a dos horas escasas de la más que posible consumación del absurdo y trasnochado desatino histórico que nos ha tocado vivir, quiero incorporar las palabras de Vargas Llosa al blog, resaltando los fragmentos que más me han gustado y esperando que más pronto que tarde la razón se imponga a la pasión y el futuro al pasado.

"Queridos amigos. Todos los pueblos modernos o atrasados viven en su historia momentos en los que la razón es barrida por la pasión. Y es verdad que la pasión puede ser generosa y altruista cuando inspira la lucha contra la pobreza y el paro. Pero la pasión puede ser también destructiva y feroz cuando la mueven el fanatismo y el racismo.
La peor de todas, la que ha causado más estragos en la historia, es la pasión nacionalista. Religión laica, herencia lamentable del peor romanticismo. El nacionalismo ha llenado la historia de Europa y del mundo, y de España, de guerras, de sangre y de cadáveres. Desde hace algún tiempo, el nacionalismo viene causando estragos también en Cataluña.
Para eso estamos aquí, para pararlo. Para eso han salido miles y miles de catalanes de sus casas en esta mañana soleada del otoño catalán. Son catalanes democráticos, que no creen que son traidores quienes piensan distinto a ellos. Son catalanes que no consideran al adversario un enemigo, que no ensucian sus puertas, ni destruyen sus vitrinas. Catalanes que creen en la democracia, en la libertad, en el Estado de derecho, en la Constitución.
Y además de catalanes, hay aquí, esta mañana, miles de hombres y mujeres venidos de todos los rincones de España —e incluso del Perú—, a decirles a los amigos catalanes que no están solos, que estamos con ellos, que queremos dar juntos con ellos la batalla por la libertad. Estamos armados de ideas, de razones y de una convicción profunda de que la democracia española está aquí para quedarse. Y que ninguna conjura independentista la destruirá.
No queremos que los bancos y las empresas se vayan de Cataluña como si fuera una ciudad medieval acosada por la peste. No queremos que los ahorristas catalanes retiren su dinero por la desconfianza, por la inseguridad jurídica que les merece el futuro de Cataluña. Queremos, por el contrario, que los capitales y las empresas vengan a Cataluña para que vuelva a ser, como tantas veces en su historia, la capital industrial de España, la locomotora de su desarrollo y su prosperidad.
Queremos que Cataluña vuelva a ser la Cataluña capital cultural de España, como era cuando yo vine a vivir aquí, en unos años que recuerdo con enorme nostalgia. Eran los últimos años de la dictadura franquista. La dictadura se deshilachaba y hacía aguas por todas partes. Y ninguna ciudad española aprovechó tanto como Barcelona esos resquicios de libertad para volcarse al mundo y traer del mundo las mejores ideas, los mejores libros, todos los grandes logros de la vanguardia. Por eso venían los españoles a Barcelona. Porque aquí los aires eran ya los de Europa. Es decir, los de la democracia y la civilización.
Aquí, en esa Cataluña se reunieron, después de haberse dado la espalda desde la guerra civil, los escritores españoles y los escritores latinoamericanos. Aquí, yo he visto llegar a Barcelona a muchachas y muchachos de toda América Latina, con vocaciones artísticas y literarias, que venían porque aquí había que estar si uno quería triunfar en el mundo de las artes, del pensamiento, de la literatura. Venían aquí como nosotros en las generaciones anteriores íbamos a París. Queremos que Barcelona, que Cataluña, vuelvan a ser la capital de la cultura de España.
Queridos amigos. España es un país antiguo. Cataluña es un país antiguo. Hace 500 años sus historias se juntaron y se juntaron con las historias de vascos, de gallegos, de extremeños, de andaluces, etcétera. Para crear esa sociedad multicultural y multilingüística que es España. Ahora, desde hace 40 años, además de recuerdo de un pasado grandioso y a veces trágico, España es también una tierra de libertad, una tierra de legalidad. Eso el independentismo no lo va a destruir.
Se necesita mucho más que una conjura golpista de los señores Puigdemont y Junqueras, y de la señora Forcadell, para destruir lo que han construido 500 años de historia. No lo vamos a permitir. Aquí estamos ciudadanos pacíficos, que creemos en la coexistencia, que creemos en la libertad. Vamos a demostrarles a esos independentistas minoritarios que España es ya un país moderno, un país que ha hecho suya la libertad y que no a va a renunciar a ella por una conjura que quiere retrocederlo a país tercermundista.
Esta manifestación supera todo lo que los más optimistas organizadores consideraban. Es la demostración maravillosa de que en Barcelona, de que en Cataluña, como en el resto de España, están por la democracia, por la legalidad y por la libertad.


¡Viva la libertad! ¡Visca Catalunya! ¡Viva España!"

viernes, 6 de octubre de 2017

¡Ay,ay,ay, pobre señora!


Estaba esperando en un supermercado a que me llegara el turno de pescadería cuando llamó mi atención alguien pequeñito que se movía velozmente  alrededor del expositor de congelados, derrapando en la curvas, como si le persiguiese el mismísimo Satanás.
Era un niño que, parece ser, quemaba sus energías sobrantes de este modo. Dio unas cuantas vueltas cuando, súbitamente y sin previo aviso, cambió de rumbo y se dirigió a la máquina expendedora de numeritos para los turnos  de carnicería, charcutería y demás secciones. Yo estaba cerca, pues acababa de coger uno para la pescadería y pude ver la escena. El niño llegó, miró y apretó a una velocidad de vértigo las cuatro teclas que allí había, con lo que empezaron a salir papelitos con numeritos de turno, papelitos que cogió y empezó a repartir al personal que más cerca tenía. A mí, sonriendo, me dio uno. Dijo, "toma, para ti". Yo le di las gracias, sin cogerlo, diciéndole que yo ya tenía. "Pues otro", me contestó, y en ese momento llegó una señora, su madre, que lo agarró por el hombro y con un evidente gesto de desesperación le dijo algo así como ¡Harta me tienes, harta! ¡Podrás estarte quieto un momento, por Dios; aunque sea un momento!
El chiquillo no opuso resistencia y se fue bien amarradito por su progenitora, que así lo mantuvo mientras les atendían.
Lo que más gracia me hizo de todo esto fue ver cómo otro niño, igual o algo mayor que él, contemplaba la escena, tranquilo, sosegado, con una leve sonrisa, como diciendo, ¡Ay Dios, mi hermano está como una cabra!
Y se fueron, el uno amarrado, ya haciendo esfuerzos por liberarse; el otro, andando tranquilamente junto a su madre.
Y yo, antes de pedir mis lubinitas para hacerlas a la brasa, me dije, ¡Ay, ay, ay, pobre señora! ¡Ay, ay, ay, pobre "seño"!

miércoles, 4 de octubre de 2017

A mi abuelo Paco, en el día de su santo.


Necesito descansar de tanto despropósito, de tanta demagogia, de tanto daño innecesario, cuando todo es muy sencillo. Atenerse a las reglas del juego democráticamente establecidas, y…ancha es Castilla, como dice el refrán. Lo demás, enfermizas “pajas mentales”.
Por eso, porque estoy harto de no poder ver un informativo sin que me amargue la noche, quiero escribir hoy sobre algo amable y muy entrañable, mi abuelo Paco. Hoy es su santo.
Fui el primer nieto en la familia y tuvimos siempre una relación muy especial. De él escuché el valenciano desde muy niño, porque en casa hablábamos castellano, y se me hizo familiar y próxima esa lengua, también mía, sin imposiciones ni exclusiones. Era tan natural y tan sencillo.
Dirigía una agencia de trasportes en la calle Pelayo y cuando íbamos a ver a los abuelos, si tenía un rato, o los fines de semana siempre, era casi obligada la visita a la Estación del Norte, y a la pasarela que había sobre la playa de vías. Aún recuerdo aquellas enormes máquinas de vapor, el olor a tren, las ruedas enormes, su sonido característico… Creo que de ahí viene, en parte, mi afición por los trenes.
Recuerdo también que le gustaba mucho el fútbol. Intentó que me gustara a mí. Eso no lo consiguió. Un día me llevó al Mestalla, a ver al Valencia. Como me aburría, me largué a explorar las instalaciones del campo. Se llevó un susto morrocotudo. Jamás me volvió a llevar. Es de las veces que más enfadado lo vi conmigo.
Con el buen tiempo, a veces, las mañanas de domingo, nos íbamos en el “trenet” al puerto, a ver los barcos, la playa, el mar, y a tomar un aperitivo en el bar Gol. Charrábamos y charrábamos sin parar de mil cosas. Tengo imágenes, siempre luminosas, de aquellas mañanas junto al Mediterráneo.
Otras veces, también los domingos, nos íbamos andando por la calle Colón al Parterre donde, ¡cosas de la vida! bailaban sardanas. Y aplaudíamos entusiasmados cuando acababan…¡Qué extraño, qué triste me resulta ahora rememorar aquellas escenas, hoy imposibles!
Pero de todos los recuerdos, hay uno especialmente intenso. Las mañanas de finales de verano bajo la higuera, en La Cañada. Para mí, que el colegio fue siempre una tortura, el chaletito familiar de La Cañada era la libertad recobrada, la paz, el bienestar. Y el abuelo estaba allí, en esa libertad, esa paz, ese bienestar, y me despertaba el primero para irnos los dos a desayunar comiendo higos con un chupito de anís, el mío rebajado con agua. Y yo, se acercaba septiembre, contaba los días que me quedaban de saborear esa dicha. Recuerdo de entonces el canto de los pájaros, el fresco de la mañana, el cielo siempre azul y luminoso, y sigo buscándolo siempre que puedo.
Hoy es su santo, y no digo era, digo es, porque, como escuché el otro día en el emotivo entierro de la madre de unos buenos amigos, mi abuelo Paco está en la habitación de al lado, por eso no lo veo, pero sé que está. Y está con su esposa a la que quiso toda su vida, mi abuela Gumer, y con su hijo Paquito, que marchó de este mundo el mismo día que acabó la "mili".
Está y me mira sonriendo con su cara de pillo, diciendo, “Mante, ¡qué bien lo pasamos juntos!"

¡Felicidades abuelo!

martes, 3 de octubre de 2017

¡Que Dios le ilumine!


     Era el 23 de febrero de 1981. Estaba haciendo la mili, pero de permiso en casa. Tenía miedo. El Rey me tranquilizó. Al día siguiente pude salir a la calle a la gran manifestación por la democracia, la libertad y la Constitución. Luego nos fuimos de cena todos los amigos. Había mucho que celebrar.
     Hoy, 3 de octubre de 2017 también tengo miedo, y escucharé  de aquí un momento, a las nueve de la noche, con el ánimo encogido, el mensaje del Rey, que espero y deseo de todo corazón me tranquilice, abriendo caminos de paz y conciliación. ¡Que Dios le ilumine! ¡Que Dios ilumine a todos!


Agradezco el mensaje. 
Estoy de acuerdo. 
Pero no me ha tranquilizado.

lunes, 2 de octubre de 2017

Carta abierta al señor Puigdemont, el día después.


Quiero descansar de una puñetera vez de la pesadilla en la que nos ha metido, señor Puigdemont, pero no he podido resistirme a escribirle otra carta abierta, el día después. Y no quisiera escribir más sobre esto. A ver si puedo limpiar el blog de este veneno, al menos durante algún tiempo. ¡Ojalá!
Tenía yo razón, ¿verdad? Ha pasado lo que usted quería que pasara, lo que tenía previsto que pasara. Lo tiene todo estudiado. Ancianos tratados a golpes, niños asustados, multitud de heridos… Todo porque iban a ejercer pacíficamente su derecho al voto… La brutalidad de las fuerzas del orden españolas da la vuelta al mundo, violencia innecesaria contra inocentes…
Sin embargo aún no ha conseguido su mártir, o sus mártires, cuantos más mejor, ¿verdad? Por eso sigue adelante. Ahora, sobre la base de una pantomima ilegal y en contra del estado de derecho, a por la declaración unilateral de independencia. Siga así, siga así, tensando hasta el límite. Al final obtendrá sus muertos y con un poquito de suerte, hasta puede acabar saliendo el ejército a la calle. Dios no lo quiera, pero ¡cómo les alegraría eso a usted y a los suyos! Sería su gran victoria. Una respuesta lo más violenta posible a su violencia de guante blanco. Respuesta que tampoco apruebo.
Porque la violencia, señor Puigdemont, la han ejercido ustedes desde el principio rompiendo la Constitución, y siguen haciéndolo. Mintiendo y manipulando a sus ciudadanos, arrastrándolos a una espiral de odio y abocándolos a un abismo. Machacando los derechos humanos más básicos de todos los que no piensan como ustedes. Utilizando para sus fines todo lo que ha estado a su alcance, incluso a los niños. Arrancando a los ancianos el gozo de acabar sus días trabajando democrática y pacíficamente por una Cataluña independiente si así lo quisieran algún día la mayoría de los catalanes.
¿Sabe a quién me recuerda usted? A alguien que, imbuido en un nacionalismo fanático, arrastró a su pueblo, gente en su mayoría buena, honrada, y trabajadora, a un desastre sin precedentes. Y no sólo a su pueblo, también a Europa y al mundo. Él inventó a sus enemigos, los judíos. Usted, muchos como usted, desde hace mucho tiempo han inventado a los suyos, los españoles. Él antepuso la emoción que embarga y arrastra con himnos y banderas, a la razón, aunque él si usaba su razón, una razón perversa pero eficaz, como la suya.
Los derechos de esos miles de niños que ayer, en su hermosa tierra, vieron lo que nunca deberían haber visto, clama al cielo contra usted, porque usted y los suyos son los primeros responsables de la aberración. Ustedes son los que han roto las reglas del juego, por eso ustedes son más responsables de la violencia que están desatando, violencia que me consta que buscan.
Como ha dicho Albert Rivera, la historia lo juzgará, lo pondrá en su lugar. En el lugar de los que destruyen, de los que dividen, de los que enfrentan, aunque de momento puede darse a sí mismo la enhorabuena. Está alcanzando sus objetivos.
¿Hasta dónde nos va a llevar esta locura?

domingo, 1 de octubre de 2017

Hoy no quiero saber nada...



Hoy no quiero saber nada de lo que pase en el mundo, si es posible. Me voy temprano al monte a ver pinares, tomillos y romeros, y el cielo sobre mí. A escuchar silencio y cantos de pájaros. A cansarme, si puede ser, mucho.
Hoy no quiero saber nada de lo que pase en el mundo, si es posible. Sólo quiero estar con la gente que me quiere y a la que quiero, y hablar de lo cotidiano, de lo amable de cada día; de pequeñas esperanzas e ilusiones.
Hoy no quiero saber nada de lo que pase en el mundo, si es posible.  Quiero rezar, rezar no por patrias, ni banderas, ni himnos, sino por el hombre, por todos los hombres que vivimos en este trozo de tierra que la historia ha venido a llamar España.

Señor Jesús, tú guías sabiamente
la historia de tu Iglesia y de las naciones,
escucha ahora nuestra súplica.
Nuestros idiomas se confunden
como antaño en la torre de Babel.
Somos hijos de un mismo Padre
que tú nos revelaste
y no sabemos ser hermanos,
y el odio siembra más miedo y más muerte.
Danos la paz que promete tu Evangelio,
aquella que el mundo no puede dar.
Enséñanos a construirla como fruto
de la Verdad y de la Justicia.
Escucha la imploración de María Madre
y envíanos tu Espíritu Santo,
para reconciliar en una gran familia
a los corazones y los pueblos.
Venga a nosotros el Reino del Amor,
y confírmanos en la certeza
de que tú estás con nosotros
hasta el fin de los tiempos. Amén.


Del padre Ignacio Larrañaga.