Aunque
no es la primera vez que comparto este texto del evangelio en el blog, no me
resisto a hacerlo una vez más este Jueves Santo, día del amor fraterno.
Simplemente
porque es verdad.
Ya
puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, que si no tengo amor
no paso de ser una campana ruidosa o unos platillos estridentes.
Ya
puedo hablar inspirado y penetrar todo secreto y todo el saber; ya puedo tener
toda la fe, hasta mover montañas, que si no tengo amor no soy nada.
Ya
puedo dar en limosnas todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que si
no tengo amor de nada sirve.
El
amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se
engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del
mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre,
se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre.
1ªCor.13,1-7.
Sí, es
esto, el amor, la máxima aspiración de todo ser humano, aunque no lo sepa, o ni
aun sabiéndolo lo reconozca, amar y ser amado. A fin de cuentas estamos hechos
a imagen y semejanza de Dios, y Dios es amor.
Por
eso, solo en la experiencia real y concreta del amor encontramos el sentido de
la vida y la plenitud como personas.
¡Feliz
Jueves Santo!

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