Andando por esos montes me encontré un día de estos con este pequeño panal colgado de un tronco, tan cerca del sendero que no creo que dure mucho tiempo, porque cualquier gilipollas lo arrancará y disculpad el palabro, para llevárselo de recuerdo a casa, o alguno de estos vehículo sin motor (también con él) que proliferan descontroladamente, se lo llevará por delante.
Estuve
un rato contemplándolo. Por lo que he podido averiguar era un panal de abejas
jóvenes que en ese momento estarían en su faena entre las flores de esta
primavera. El panal era también nuevo, pues aún no había adquirido los tonos
dorados que adquieren por el trabajo en ellos de las abejas.
Era
precioso. La perfección de su estructura, el blanco de la cera nueva, la forma
en que colgaba del tronco, me maravillaron. Y el imaginar al pequeño enjambre
construir aquello, más.
En
fin, una vez más, que me quiten lo “bailao”. Yo lo pude disfrutar. Ahora ya no
creo que esté. Pero no pasa nada, estamos todos muy concienciados con eso del
medio ambiente y la sostenibilidad es siempre nuestro criterio de actuación. ¿A
que sí?



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