Quiero
dedicar unas palabras a nuestro amigo Sidnei que estará en estos momentos de
camino a su tierra después de habernos acompañado durante ocho años en la
parroquia.
Amigo
Sidnei:
La
misa de despedida del viernes, con una iglesia abarrotada, fue una bonita y muy
emotiva ceremonia que evidenció de un modo muy claro la profunda huella que nos
has dejado, no solo en la comunidad parroquial, sino en el pueblo, como muy bien
dijo el alcalde.
Una de
las palabras que más se repitió fue gracias. Gracias a Dios por un sacerdote
como tú, gracias a ti por ser lo que ha sido entre nosotros. También nos
dedicaste unas muy sentidas palabras de agradecimiento.
También
se habló mucho de tu discreción, de tu humildad, de tu saber estar como si no
estuvieras pero estando muy dentro, de tu disponibilidad, tu amabilidad… Tu manera de ser y estar me ha recodado
muchas veces esa carta de san Pablo a los Gálatas que nos habla de los frutos
del Espíritu Santo en los creyentes, (Gálatas 5:22-23), “amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza”. Estos
frutos los veíamos en ti.
Has
vivido con nosotros momentos muy duros, momentos que nos han golpeado como
sociedad, la pandemia, la DANA, el apagón, momentos en los que nos hemos
sentido como realmente somos, débiles y vulnerables. Y en esos momentos, a quienes
te han tenido cerca les has trasmitido lo que más necesitábamos, sentido en el
sinsentido, plenitud en el vacío, valor ante el miedo, esperanza contra la
desesperanza.
A mí,
y puedo hablar también en nombre de Isabel, se nos queda con tu partida la muy
viva sensación de que nos ha sabido a poco, de que te necesitábamos más tiempo
entre nosotros, pero humanos somos y estamos limitados por el tiempo y el espacio.
Sabemos
que allá en tu tierra, en Brasil, también habrá mucha gente que te espera y te
necesita. Desde tu numerosa familia, pasando por Valeriano, tu gato, hasta
tantas y tantas personas a las que les podrás dar mucho de lo que aquí nos has dado.
Y después
de todo, aquí nosotros no nos quedamos ni mucho menos huérfanos. Y en la
oración seguiremos unidos, y cada domingo, en la eucaristía saborearemos la
misma palabra de Dios, y compartiremos el mismo pan.
Amigo Sidnei,
has sido un magnífico regalo de Dios para esta comunidad parroquial, para este
pueblo. En el largo regreso a casa imagino que te acordarás de cómo fue tu
llegada a Valencia, de aquellos primeros días de zozobra, de tu oración
profunda ante la Mare de “Déu dels Desamparats”, de aquella señora que unos
días después te devolvió la mochila intacta…
No
estabas desamparado, ¿verdad? La “Señora” no te dejó, Dios te dijo “no temas,
estoy contigo”. Y contigo ha seguido y, muchas veces, a través de ti, con nosotros.
Y mira cómo te has ido. ¡Qué hermoso camino ha sido!
Amigo
Sidnei, no me quiero alargar más. No sé cuándo leerás estas palabras. Yo las
estoy escribiendo justo cuando sé que vas a abandonar Ribarroja, y sé que será
un momento de intensa emoción, en que quizá las lágrimas hayan pugnado por
salir. Pero hayan salido o no, no serán lágrimas amargas, porque son la prueba
de que aquí, a orillas del Turia, dejas un montón de gente que te quiere y a la
que quieres, y ¿no es el amor la máxima expresión de la esencia de Dios?
Sidnei,
¡Buen viaje! ¡Hasta siempre!
Y ¡que
Dios te bendiga!

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