Hay
cosas que dan vergüenza y miedo. Vergüenza por lo ridículas y patéticas que me
parecen y miedo por las consecuencias que tienen. Hablo de cierto tipo de
publicidad, muy frecuente, que utiliza a determinadas personas, llamadas
famosas, como anzuelo para que el personal pique y compre lo que ellos quieren
que compre. Aunque hay muchos ejemplos estoy pensando en Rafa Nadal
publicitando un coche.
No me
gusta el tenis, por lo que este señor me la “repantinfla”. Vaya esto por
delante. No obstante sé que ha sido y es muy bueno en lo suyo. Y sé también que
habrá amasado una más que considerable fortuna, por lo que no entiendo que
venda su imagen a una firma comercial con el único objeto de ganar más dinero
todavía. Eso me da vergüenza ajena y como persona, para mí, queda del todo
descalificado. Además me resulta ridículo y patético, que significa que me da
pena.
Sí,
vergüenza por ridículo y patético. Pero esto no es lo peor. Lo peor es pensar
que si esto es así es porque habrá personas, hay personas, que a la hora de
comprarse un coche van a tener en cuenta que sea este señor el que lo anuncia.
¿En
base a qué? ¿Qué criterio es ese? El que lo anuncie Rafa Nadal, un descendiente
de Napoleón o de la emperatriz Sisí, o la mismísima Rita la Carabasera, no
tiene absolutamente nada que ver con que ese coche sea bueno o no, ni mucho
menos que sea el que me convenga.
Y eso
me da miedo porque evidencia de un modo clarísimo lo extremadamente
manipulables que somos, lo fácil que es jugar con nosotros y la pavorosa falta
de criterios sólidos que tenemos a la hora de tomar decisiones.
Y
votar es tomar una decisión.
Y así
no va.
No
digo más porque me caliento y no quiero. Ya está bastante calentito, como yo, el
Mediterráneo con gente que se ahoga huyendo de su tierra para buscar una vida
mejor a la que tienen derecho, y con un circo flotante tan absurdo como inútil,
que viene y va y que pagamos todos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario