lunes, 6 de octubre de 2025

Ni Rafa Nadal, ni Napoleón, ni Sisí, ni Rita la Carabasera.


 

Hay cosas que dan vergüenza y miedo. Vergüenza por lo ridículas y patéticas que me parecen y miedo por las consecuencias que tienen. Hablo de cierto tipo de publicidad, muy frecuente, que utiliza a determinadas personas, llamadas famosas, como anzuelo para que el personal pique y compre lo que ellos quieren que compre. Aunque hay muchos ejemplos estoy pensando en Rafa Nadal publicitando un coche.

No me gusta el tenis, por lo que este señor me la “repantinfla”. Vaya esto por delante. No obstante sé que ha sido y es muy bueno en lo suyo. Y sé también que habrá amasado una más que considerable fortuna, por lo que no entiendo que venda su imagen a una firma comercial con el único objeto de ganar más dinero todavía. Eso me da vergüenza ajena y como persona, para mí, queda del todo descalificado. Además me resulta ridículo y patético, que significa que me da pena.

Sí, vergüenza por ridículo y patético. Pero esto no es lo peor. Lo peor es pensar que si esto es así es porque habrá personas, hay personas, que a la hora de comprarse un coche van a tener en cuenta que sea este señor el que lo anuncia.

¿En base a qué? ¿Qué criterio es ese? El que lo anuncie Rafa Nadal, un descendiente de Napoleón o de la emperatriz Sisí, o la mismísima Rita la Carabasera, no tiene absolutamente nada que ver con que ese coche sea bueno o no, ni mucho menos que sea el que me convenga.

Y eso me da miedo porque evidencia de un modo clarísimo lo extremadamente manipulables que somos, lo fácil que es jugar con nosotros y la pavorosa falta de criterios sólidos que tenemos a la hora de tomar decisiones.

Y votar es tomar una decisión.

Y así no va.

No digo más porque me caliento y no quiero. Ya está bastante calentito, como yo, el Mediterráneo con gente que se ahoga huyendo de su tierra para buscar una vida mejor a la que tienen derecho, y con un circo flotante tan absurdo como inútil, que viene y va y que pagamos todos.

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