Me han
contado lo acaecido en un viaje de fin de curso de los muchos que proliferan en
estas fechas. Me parece muy digno de ser contado.
Una
alumna compra algo en un quiosco, fuera de España. El chaval que allí trabaja,
joven y extranjero, probablemente de Europa del este, chapurreando a duras
penas el castellano, se arma un lío con el cambio, devolviéndole 16 euros de
más.
La
profesora, que está presente, se da cuenta y capta enseguida que la alumna
piensa quedarse con el dinero. Le cuesta convencerle con gestos, y
discretamente con algunas palabras, de que se lo devuelva, pues no es suyo y además
es lo correcto.
Al fin
lo hace a regañadientes y, muy enfadada, se va a contarles lo sucedido a sus
compañeras que refuerzan su cabreo indignándose por lo que le ha hecho hacer la
profesora a la que, para más inri, le dice que si lo ha hecho ha sido solo por
no quedar mal con ella.
Y la
guinda del pastel; la ejemplar alumna le advierte que ahora tendrá que
confesarse lo que ha hecho, o sea, confesarse que ha devuelto el dinero al
chaval del quiosco ¡¡¡ ¿? ¿A qué dios hay que confesar que no he robado?
Por
supuesto que estas alumnas no son gente que ande descalza por el mundo. No les
falta dinero, y lo saben. Familias bien situadas y bien consideradas.
La
anécdota pone los pelos de punta y abre muchas y muy importantes preguntas,
cuya respuesta nos los pondría más de punta todavía.
¿Qué
están haciendo muchas familias con sus hijos?
¿Qué
estamos haciendo en los colegios?
¿De
dónde surge el ambiente amoral en el que viven nuestros niños y adolescentes?
¿Dónde
está la empatía, el ponerse en lugar de los demás?
¿Dónde
ha quedado el sentido de la justicia?
¿Son
capaces de diferenciar el bien del mal nuestros hijos?
¿Conocen
la honestidad? ¿Saben lo que es? No digo ya el honor.
¿Qué
sentido tienen de la trascendencia?
Y aún
podríamos hacernos muchas más, pero todas acabarían confluyendo, cual los
afluentes de un río, en una quizá sin respuesta. ¿Qué sentido de la vida
estamos trasmitiendo, como sociedad, a las nuevas generaciones?
Y que
nadie me diga que son cosas de chiquillos. ¡No y mil veces no! Lo que está mal
está mal, se haga a la edad que se haga, y lo haga quien lo haga. Y
aprovecharse de alguien más desfavorecido que tú, utilizando para ello sus
limitaciones y su indefensión, está muy mal. Es dolorosamente injusto.
Sí, ya
sé que no todos son así, pero hay tantos que se hubieran quedado con esos 16
euros y con la conciencia tranquila, presumiendo incluso de ello… Demasiados. Y
eso nos hace daño a todos, y los primeros, a ellos mismos, porque por esos
caminos no se llega a ningún sitio en el que valga la pena estar, no se
construye nada que merezca ser construido.

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