sábado, 21 de junio de 2025

Dieciséis euros.


 

Me han contado lo acaecido en un viaje de fin de curso de los muchos que proliferan en estas fechas. Me parece muy digno de ser contado.

Una alumna compra algo en un quiosco, fuera de España. El chaval que allí trabaja, joven y extranjero, probablemente de Europa del este, chapurreando a duras penas el castellano, se arma un lío con el cambio, devolviéndole 16 euros de más.

La profesora, que está presente, se da cuenta y capta enseguida que la alumna piensa quedarse con el dinero. Le cuesta convencerle con gestos, y discretamente con algunas palabras, de que se lo devuelva, pues no es suyo y además es lo correcto.

Al fin lo hace a regañadientes y, muy enfadada, se va a contarles lo sucedido a sus compañeras que refuerzan su cabreo indignándose por lo que le ha hecho hacer la profesora a la que, para más inri, le dice que si lo ha hecho ha sido solo por no quedar mal con ella.

Y la guinda del pastel; la ejemplar alumna le advierte que ahora tendrá que confesarse lo que ha hecho, o sea, confesarse que ha devuelto el dinero al chaval del quiosco ¡¡¡ ¿? ¿A qué dios hay que confesar que no he robado?

Por supuesto que estas alumnas no son gente que ande descalza por el mundo. No les falta dinero, y lo saben. Familias bien situadas y bien consideradas.

La anécdota pone los pelos de punta y abre muchas y muy importantes preguntas, cuya respuesta nos los pondría más de punta todavía.

¿Qué están haciendo muchas familias con sus hijos?

¿Qué estamos haciendo en los colegios?

¿De dónde surge el ambiente amoral en el que viven nuestros niños y adolescentes?

¿Dónde está la empatía, el ponerse en lugar de los demás?

¿Dónde ha quedado el sentido de la justicia?

¿Son capaces de diferenciar el bien del mal nuestros hijos?

¿Conocen la honestidad? ¿Saben lo que es? No digo ya el honor.

¿Qué sentido tienen de la trascendencia?

Y aún podríamos hacernos muchas más, pero todas acabarían confluyendo, cual los afluentes de un río, en una quizá sin respuesta. ¿Qué sentido de la vida estamos trasmitiendo, como sociedad, a las nuevas generaciones?

Y que nadie me diga que son cosas de chiquillos. ¡No y mil veces no! Lo que está mal está mal, se haga a la edad que se haga, y lo haga quien lo haga. Y aprovecharse de alguien más desfavorecido que tú, utilizando para ello sus limitaciones y su indefensión, está muy mal. Es dolorosamente injusto.

Sí, ya sé que no todos son así, pero hay tantos que se hubieran quedado con esos 16 euros y con la conciencia tranquila, presumiendo incluso de ello… Demasiados. Y eso nos hace daño a todos, y los primeros, a ellos mismos, porque por esos caminos no se llega a ningún sitio en el que valga la pena estar, no se construye nada que merezca ser construido.

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