martes, 1 de julio de 2025

Una actividad insostenible, las BTT en senderos.

"Incluso la dinamita es benéfica cuando sirve para defender lo que debiera ser protegido o para destruir lo que destruye, en el caso de que el legislador demasiado débil, ciego o complaciente falta a su misión".

Este texto del libro, La montaña y el hombre, publicado en 1977, del escritor y montañero francés Georges  Sonnier, no es apología del terrorismo, aunque lo pueda parecer; expresa lo que él, como yo, y como otros muchos, sentimos cuando vemos, impotentes, como los atentados contra la naturaleza se suceden sin que nadie haga nada por detenerlos. 

Irrita, indigna, enfada. Y más aún hoy, casi cincuenta años después de que fueran escritas estas palabras, cuando la palabra sostenibilidad ni la oíamos, resulta vergonzoso que cuando más se habla de ella, continuemos impulsando y promocionando, incluso inventando actividades absolutamente insostenibles.

El cinismo y la incoherencia elevados a su máxima expresión.

Estoy hablando de la decisión del Gobierno Valenciano de abrir a las bicicletas de montaña los territorios protegidos desde hoy, 1 de julio, cuando lo que habría que hacer es regular el acceso de estos vehículos a cualquier entorno natural, prohibiendo explícitamente el tránsito por los senderos estén donde estén.

Las bicis de montaña, con o sin motor, rompen los senderos. Esto es un hecho evidente e irrefutable. No hay más que salir al monte y verlo. La rueda hace un surco que el agua agranda. En pocos años, un sendero centenario se convierte en una zanja difícilmente transitable.

Quien no quiere ver esto es el que solo piensa en su propia diversión o quien atisba dinero tras esta actividad en expansión explosiva. Ambos han presionado a los políticos que han cedido ante peñas, algunos ayuntamientos y la federación. A ninguno de ellos les importa un bledo el medio ambiente, mientras la palabra sostenibilidad la siguen utilizando con un cinismo hiriente.

Escuché los argumentos que dieron para el cambio de legislación. El primero, que las restricciones del acceso de las bicis al medio natural eran unas medidas sectarias. No lo entendí. No logré ver a qué secta se referían, porque los ecologistas, en esta historia, callan y miran a otra parte. Y si no son ellos, ¿Quién? el ku klux klan.

Luego se atrevieron a decir que el tránsito de estos vehículos debería hacerse sin perjudicar el entorno por el que discurren, lo cual es una solemne imbecilidad. Es como decir que puedo apuñalar al vecino siempre y cuando no le haga daño. Porque el problema es que las BTT rompen los senderos, siempre, y en poco tiempo. Y alteran el entorno por el que pasan. Erosión, ruidos, basura…

Podríamos, intentar al menos, con educación, evitar los ruidos, en el monte no se grita; la basura, no tires nada, llévate los envases vacíos; e incluso concienciar de que el que anda tiene prioridad absoluta en el sendero. Sí, esto se podría hacer, pero este no es el problema. El problema es la erosión y la alteración de los ecosistemas. Y la única forma de evitar esto es la prohibición de las BTT en todos los senderos.

Aquí tenemos un caso de legislador, ciego, débil y complaciente que sucumbe ante la presión brutal de los agentes de una actividad deportiva insostenible y en expansión en el medio natural. Y también vemos el silencio cómplice de quienes deberían alzar la voz en defensa de la naturaleza y en concreto de la montaña, ecologistas y federación, que prefieren no mancharse en este barro, ellos sabrán por qué.

Estoy seguro de que igual que la acampada libre se prohibió porque era del todo insostenible, el acceso de las BTT a los senderos y territorios protegidos también se prohibirá, pero para entonces se habrá hecho, mucho, muchísimo daño, en ocasiones irreversible.

Ni la dinamita, ni cruzar troncos o cuerdas, ni clavos en los senderos. Nunca la violencia ha servido para nada, como no sea para generar más violencia. A la violencia que para las montañas suponen las BTT fuera de pistas y caminos, no debemos responder con violencia, sino con la palabra, como estoy haciendo yo ahora. Y echándole imaginación al asunto. Quien crea que esto que he dicho es verdad, que levante la voz, donde sea, cuando sea. Callar es ser cómplice. Cuando hay agresor y agredido, el silencio es agresión. Nuestra dinamita ha de ser la palabra.

Y después de todo, cuando hablo de estas cosas que tanto me duelen, siempre llego a la misma conclusión. “que me quiten lo bailao”. Durante años gocé de unas montañas, allá y aquí, limpias y libres, solitarias; montañeses, montañeros, cazadores y poco más. Y las amé ya desde niño.

Por muy bien que vayan las cosas, al filo de los setenta, ya no me queda tanto tiempo de seguir gozándolas. Y sigo gozándolas, pues las conozco de tal manera que puedo pasarme jornadas enteras sin encontrarme con nadie en pleno mes de agosto. ¿Por qué entonces me duele tanto cuando veo una bici por un sendero, o una carrera de montaña masiva donde todos corren sin ver?

Porque duele que hagan daño a lo que amas, y por las generaciones venideras que nunca podrán disfrutar lo que yo pude y aún puedo disfrutar, casi como un furtivo.

La naturaleza y los que vienen detrás. Eso me duele.


Aquí veréis fotos de senderos rotos por las BTT.












            En estas fotos, algo peor. Cuando van a campo través empiezan como en la primera foto y acaban como en la segunda.



           Y para acabar la inevitable basura que también podría ser de corredores. Esto, con educación se podría controlar. Lo otro no.








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