jueves, 4 de septiembre de 2025

Son humanos, hablan, comen y duermen, juegan...


 

Son las fechas próximas al 15 de agosto, fiesta de la Asunción, las peores de todo el verano para viajar. Gente por todas partes, precios altos y calor. Y este año, además, un calor extremo.

Huyendo de la masificación, ruidosa y agobiante, y del calor, encontramos ya hace algún tiempo un chaletito adosado en un pueblo del Pirineo francés. Lo del adosado nos daba un poco de miedo, pero el precio era bueno y el barrio parecía tranquilo. Nuestros horarios de montaña son madrugar y acostarse aceptablemente pronto. Dormimos poco y es importante hacerlo bien.

El año pasado, fue el primero, descubrimos para nuestra sorpresa que en la casa del al lado, de la que nos separaba un pequeña valla y un seto, había una familia con niños, franceses. Nos enteramos al tercer día.

Este año, teníamos una familia de españoles, sin niños. Puedo deciros todos sus planes; y no es que fueran escandalosos especialmente, pero nos enteramos de todo lo que hablaban.

Al tercer o cuarto día se fueron y vino en su lugar una familia belga con dos niños, de unos 10 y 12 años aproximadamente. Excepto un bon jour que nos dijo un día uno de los chiquillos, no escuchamos más que suaves conversaciones casi inaudibles. Y eso que nos separaba solo un seto y la pequeña valla.

Y pensábamos, son humanos; hablan, comen y duermen, juegan… No se les ve ni amargados ni atormentados…, y se puede vivir apacible y respetuosamente junto a ellos.

¿Entendéis por dónde voy, no? Cada día me molestan más los gritos, las voces innecesariamente altas, la mentalidad de que como son niños hay que aguantarse todo, o la de yo estoy de fiesta, pues todos han de estar de fiesta.

No creo que sea cuestión de carácter, cosas de las gentes del Mediterráneo. Conozco personas de por aquí tremendamente respetuosas. Como al norte de los Pirineos habrá personas que no conocerán el respeto.

Aquí o allá, creo que más aquí, es una asignatura pendiente de nuestra educación el enseñar a los niños que los demás existen, y tienen sus derechos. Mi libertad acaba donde empiezan las narices del otro.

Una lamentable falta de educación y un egocentrismo rabioso son las causas de estos comportamientos demasiado extendidos por nuestras tierras. También pasa en otras, más al norte, pero en menos medida.

Me da rabia que estos tipos de comportamientos sean una señal de identidad de los españoles, seamos de donde seamos. Y que incluso haya quien se sienta orgulloso de ello.

Es lo normal por aquí, dicen, chillones y “festeros”. Sí, es lo normal, pero ¿quién ha dicho que lo normal sea lo bueno? No siempre lo es, no siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario