FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 9 de septiembre de 2025

A propósito del silencio.


 

Este verano caminábamos un nutrido grupo por un denso bosque de hayas y se puso a llover. El agua no llegaba a nosotros, pero se oía en las copas de los árboles con un murmullo suave y relajante. Callamos y escuchamos. Me hubiera pasando horas envuelto en aquel ambiente. Un rato después, un arroyo, con sus pequeños saltos de roca en roca, se unió al concierto.

Era la canción del bosque bajo la lluvia, como es la del viento en las cimas,  el fragor de una cascada, o el murmullo de las olas rompiendo en la arena, la forma más acabada y plena del silencio. También me gusta el silencio de una iglesia, el de un concierto, o el del aula, cuando es natural y no impuesto.

El silencio, al menos para mí, no es la ausencia de sonido. Es llenar esa ausencia con una presencia superior. La lluvia, el agua, el viento, las olas, la oración, la música, el maestro, necesitan del silencio para poder ser vividos y gozados en toda su plenitud. Se hacen fuertes en el silencio. Y trasmiten paz, belleza, sabiduría que destila sobre el alma de quien se pone en sus manos.

La palabrería incesante, los gritos, los ruidos, los ritmos machacones y estridentes, te sacan de ti mismo, te sumergen en un torbellino de evasión sin futuro, sin razón de ser, en una huida hacia adelante sin más propósito que la triste huida.

Cada día me resultan más insufribles. Y cada día hay más lugares públicos donde la supuesta música ambiental no solo está a un volumen excesivo, sino que quien la pone tiene la osadía de imponernos a todos sus gustos musicales, muy discutibles, y a menudo minoritarios.

O no hay música, y no pasa nada, o la que hay está a un volumen que permita hablar sin gritar, y desde luego, de un estilo soportable para la mayoría.

Otra cosa son las discotecas, las fiestas, o los restaurantes u otros establecimientos con ambientaciones específicas. Uno sabe a dónde va y por qué va donde va. Y está en su derecho. Ahí no hay problema. Voy, si se tercia, sin problemas.

Pero cuando tengo que soportar situaciones como estas, no buscadas por mí, pocas veces porque siempre intento evitarlas, mi mente se va al silencio, callo, y espero irme lo más pronto posible.

¿Será que estoy haciéndome muy, muy mayor?

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