FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 14 de junio de 2025

Bandera discutida.


Hablé de escribir con ocasión de la muerte del papa Francisco siete entradas dedicadas a él, de momento, porque seguirá estando muy presente en mi vida y en el blog. Esta es la séptima y la he titulado bandera discutida. Ya podréis imaginar por dónde van los tiros.

Mira: este está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten; será una bandera discutida, mientras que a ti una espada te traspasará el corazón; así quedará patente lo que todos piensan. Lc.2,34-35.

Estas palabras las dice Simeón cuando se encuentra con María y José, con el niño en brazos, en el templo.

No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; así que los enemigos de cada cual serán los de su propia familia. Mt.10,34-36.

Y estas las dice el mismo Jesús a los apóstoles, como parte de las instrucciones y advertencias antes de enviarles a su misión por el mundo.

Pienso que el papa Francisco rezaría muchas veces con estos textos porque sería plenamente consciente de que era eso lo que con él estaba sucediendo de un modo muy claro, rotundo y sobre todo doloroso. Doloroso porque la palabra cisma sonaba cada vez con más fuerza en una Iglesia y un mundo que se dividía en detractores y seguidores del Papa.

Lo que sucede es que también tenía muy claro que en un mundo donde el mal se hace fuerte día tras día, donde millones de personas sufren lo indecible a causa de ese mal que en forma de fanatismos, injusticias, desigualdades, explotación, violencia, se extiende como una mancha de aceite, la Iglesia no puede encerrarse en las sacristías, en grupos cerrados y excluyentes, rodearse de inciensos, puntillas y abalorios, y aferrarse a unos ritos a menudo vacíos enrocándose en doctrinas inamovibles, fruto de afirmaciones supuestamente infalibles.

Lo sagrado es el hombre, desde que Dios se hizo hombre en Jesús. La encarnación nos hace hijos de Dios hasta el punto de que algún día nos dirá “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme". Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte? En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis". Mt.25,31-40.

Y claro está. Llevar el Evangelio al mundo, actuar de acuerdo a cómo lo hizo Jesús, entonces y ahora te lleva a la cruz. Y cargó con su cruz, la cruz de sentir el dolor de la humanidad, saber el remedio, ofrecerlo cada día, y no solo ver cómo es rechazado, con más vehemencia por muchos de su propia familia, la Iglesia, sino sentir cómo se revuelven contra ti tildándote de hereje y de otras lindezas que prefiero no escribir.

Hereje. Una de las más graves acusaciones que recibió, basándose en que un pontífice debe ceñirse al magisterio de la Iglesia, y que él no lo hizo. Como si dicho magisterio fuera algo inamovible y cerrado.

Leíamos en Pentecostés  “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.” Jn.16,13. Y el Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo sigue guiándonos en busca de esa verdad que no es ni más ni menos que Dios mismo. Sigue guiándonos. ¿Quién se atreve a decir que ya estamos en ella? ¿Qué ya conocemos la insondable presencia de Dios?

Muy consciente de ello dijo muchas veces que había abierto procesos, procesos que han de continuar a la luz del Espíritu Santo. En su autobiografía lo repite, “yo solo soy un paso”.

No quiero acabar esta entrada, quizá ya muy larga, sin destacar uno de sus muchos signos profundamente evangélicos. Era el Jueves Santo, le quedaban tres días, y creo que ya, de algún modo, lo sabía. En la basílica del Vaticano se celebraba la misa crismal, un acto solemne e importante en el que se consagra el Santo Crisma y se bendicen los Santos Óleos para todo el año, y los presbíteros  renuevan las promesas sacerdotales. El papa Francisco no fue, ya estaba muy enfermo, pero sí acudió, esa tarde, a primera hora, a la cárcel de Roma, a visitar a los presos y rezar con ellos.

No digo más.

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