Ahora
que está acabando el curso, los alumnos ya lo han hecho, voy a publicar una
entradita que tenía escrita hace tiempo sobre la situación actual de la
educación.
Dice
quién me conoce que me jubilé a tiempo, por pelos pero a tiempo, porque en
estos últimos años la educación, que ya estaba en caída libre, está alcanzando
en su caída velocidades colosales. Quizá alcance la de la luz a este paso.
Son
muchos los aspectos que se pueden analizar y desenmascarar, porque de eso se
trata, de desenmascarar las intenciones ocultas o las torpezas que desde hace muchos años mueven los hilos de
esta situación.
Voy a
centrarme en los maestros y profesores. De ser autoridad indiscutible han
pasado a ser unos meros peones, maniatados y sin recursos, cuyo único objetivo
acaba siendo acabar cada curso sin fenecer en el intento, porque de algo hay
que vivir, claro. Y eso teniendo vocación.
Veo
dos aspectos a considerar.
Respecto
a la disciplina les han dejado prácticamente sin armas porque hagan lo que hagan,
y ya pueden hacer poco, frente a los conflictos con los alumnos, inherentes a toda
labor docente, deben estar dispuestos a justificar ante los padres cualquier medida
que pueda no parecerles adecuada para su hijo. Y si no les satisface la
justificación, acudirán a la dirección del centro o a la inspección pidiendo
explicaciones y la cabeza del profe, si es menester, porque ¡claro! el profe lo
está haciendo mal con mi nene y me lo traumatizará, o no es justo, o por qué al
mío etc,etc,etc. No todos son así, pero de estos cada vez hay más.
Dice
un amigo, profe de toda la vida, nos mandan al frente con escobas, pero el
enemigo está bien armado. Y también, nos atan los cordones de los zapatos y
luego nos dicen que corramos.
En lo
referente a la tarea específicamente docente, deben también justificar todo de
un modo exageradamente pormenorizado, lo que provoca una burocracia tan inútil
como farragosa. Cada acción docente, por mínima que sea, conlleva una documentación
previa y posterior desmedida. Y cada nota, y por supuesto los suspensos o una
posible repetición, exigen tal cantidad de papeleo justificando todo
minuciosamente, que acaban agobiando al profe y quitándole mucho de su tiempo
que sería más útil para todos si pudiera dedicarlo a sus alumnos.
Sin
hablar de los “inventos” que se suceden a un ritmo vertiginoso, sin valorar
nunca, si ha sido eficaz o no el susodicho “invento”, porque enseguida vendrá
otro, o una modificación del anterior. La cuestión es innovar por innovar, sin
valorar si la innovación aplicada ha servido para algo, lo que solo se podría
saber con un largo período de no innovación, de estabilidad, que nunca llega.
Si
pensamos en estos dos aspectos, y profundizamos un poco en ellos, veremos que
son las dos caras de una misma moneda. El docente “es culpable” mientras no se
demuestre lo contrario, por eso debe justificar detenidamente y por escrito
todas sus acciones, tanto en el ámbito de la disciplina como en el de la
docencia. Cada día debe poder demostrar ante autoridades educativas y padres
que todo lo que hace es correctísimo y según ley. Porque no se le supone su
buen hacer. Más bien al contrario, como se presupone que no lo hará bien hay
que atarlo corto.
También es considerado insolvente a nivel profesional, por eso hay que atiborrarlo con nuevas y siempre fugaces herramientas, y marcarlo entre la administración y los padres para que haga las cosas “como es debido”. Su profesionalidad ha quedado disuelta. Los profesionales son la administración que sabe qué hay que hacer y cómo, y los padres, que son los que conocen muy bien a sus hijos y también saben qué hay que hacer con ellos y cómo.
Y
hasta aquí, hoy. Próximamente compartiré la única salida posible que veo a esta
situación, aun sabiendo que tal salida no es factible, porque aunque hay un
clamor por la situación de la educación y de los docentes en España, nada va a
cambiar a mejor.

No hay comentarios:
Publicar un comentario