Tienen
las montañas algo que engancha, decíamos estos días pasados en Benasque. Y es
cierto, enganchan de un modo más hondo de lo que parece. No a todos, desde
luego, ni de la misma forma, pero a quien le “toca”…, queda tocado.
Estas
últimas semanas he comprobado, una vez más, esto que acabo de decir. Por esto quiero compartir en estas líneas la alegría que esta comprobación me
ha dado a medida que me llegaban las diferentes noticias.
Las
del papá que descubrió las montañas siendo casi un niño y que llevó gozoso a su hijo mayor, el año pasado, a la Peña Mieytadére y este año al mayor y al pequeño al
Salvaguardia y ha compartido con ellos el esfuerzo del camino y la
alegría de la cumbre. Y se da cuenta, feliz, de que se lo han pasado muy bien.
Un papá cuyo encuentro con la montaña fue inesperadamente duro.
Las
del papá que ya había llevado a su hijo al Taillon y este año lleva a su hija al Vallibierna. Un papá que descubrió la alta montaña algo tarde pero que se ha
entregado a ella en cuerpo y alma y puede compartir ahora con su mujer y sus
hijos la pasión por la altitud.
Las
del papá que el trece de julio de hace 26 años, cayó al abismo en el Balaitus y, parado milagrosamente por una cornisa, esperó hasta que llegué a él. Y allí, en la
frontera de la vida, nos dimos la mano, y junto a otros amigos que esperaban
anonadados en la antecima llegamos a la cumbre de la que tuvo que salir en helicóptero. Y siguió haciendo montaña en Pirineos y Alpes, y este año ha coronado el pico del
Alba, cuyo nombre le ha dado a su hija.
Las
del amigo que hacía más de treinta años que no iba a los Pirineos y se
reencuentra con ellos en la cima del Casania, rodeado de nubes y de aquellas
montañas de su adolescencia. Y se da cuenta que la plantita que creía ya
marchita revive bajo el cielo azul profundo, sobre la cumbre, ante el horizonte
inmenso.
Y es
que es verdad que a quien le toca queda tocado. Por testimonios como estos y
otros muchos que dan, que me dan, sus protagonistas, y por mi propia
experiencia, tengo muy claro que la montaña es ante todo una vocación, una
forma de vivir. Podemos reducirla a un deporte, con sus estadios, sus
competiciones, sus marcas, sus trofeos y sus estrellas, pero siempre habrá
gente que, sin despreciar lo que de bueno y sano tiene el deporte, dará el paso a esa otra dimensión. Y encontrará en ella el camino para entrar en lo más
profundo de uno mismo y desde ahí, saltar al
encuentro con el otro y a la trascendencia que apenas vislumbramos cuando nos
erguimos, cansados y satisfechos, en la cima, en ese punto mínimo entre la
tierra y el cielo.
Gracias
a todos los que me hacéis partícipe de vuestra vida en la montaña. Los que con
vuestro testimonio confirmáis cada día mi vocación. Gracias, porque vuestra
alegría es la mía y el sentido que vuestras experiencias montañeras dan a vuestra vida,
fortalece y alimenta la mía propia.
Gracias, amigos, compañeros de cordada.
El Balaitus. |
El Salvaguardia. |
El Vallibierna. |
El Casania. |
La Peña Mieytadere. |
El Taillon. |
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