¿Por
qué no hay que subir al Aneto este verano? Hay dos fundamentales motivos para
no hacerlo ni este verano ni en veranos venideros. Voy a intentar explicar
estos motivos.
El
primero y más importante es el estado de la montaña. El Aneto no es el que era.
El retroceso del glaciar, partido en dos placas de hielo (no hablamos de nieve
helada sino de hielo puro y muy duro), y la ausencia total de nieve sobre él,
hacen que la vía normal, desde la Renclusa, exija el uso de crampones. Si una
persona nunca los ha llevado es muy peligroso hacerlo por primera vez sobre ese
hielo. Por otra parte están los grandes bloques de roca que antes cubrían el
glaciar y la nieve, y que ahora hay que sortear como mejor se pueda, lo que
resulta fatigoso y también peligroso, habida cuenta de que nadie lleva casco. Y
este problema también se da en la ruta aconsejada por los guías, la del ibón
del Salterillo.
El
segundo motivo es la aglomeración de gente variopinta tanto en su forma física
como en su equipamiento, lo que hace de la ascensión una romería multicolor,
con atascos en el paso de Mahoma, tramo peligroso, no porque en sí lo sea, sino
por la presión que ejerce la presencia del personal sobre quienes no habiendo
nunca visto más crestas que las de los gallos, se enfrentan a él, y claro ¿cómo
se van a rajar delante de todos?
A estos
dos motivos podemos añadir otro de índole más personal. ¿Qué le lleva a alguien
que no va a la montaña nunca o casi nunca a ir precisamente al Aneto?
EL
Pirineo es una cordillera con más de 100 picos de más de tres mil metros, y
miles y miles de otros tan bonitos o más que estos. Valles, lagos, bosques,
pueblos, se extienden a lo largo de más de 400 kilómetros, de mar a mar.
No es
el Aneto ni el más bonito, ni el más difícil de subir, ni el que más esfuerzo
exige, ni el que tiene las mejores vistas. Sólo es el más alto. Sólo eso, el
más alto.
Conozco
gente que se ha acercado a esta cordillera con ánimo de conocerla, de ser en
ella montañero, título intangible que sólo te otorga el tiempo y la montaña, y
me han dicho que no tenían ninguna prisa en ir al Aneto. Ese es el camino.
Pienso
que esa gente sí busca la montaña, y la encontrará en la discreción y la
humildad de quien va a dejarse “conquistar”. Pero quien “conquista” el Aneto sólo
por ser el más alto, creo que toma un camino que no le lleva a la montaña, y
por el que no encontrará nada. Y puede que lo suba, pero eso no le hará
montañero, ni conocerá por ello el mundo al que con esa ascensión se ha
asomado.
Sólo
si desde la cumbre, contemplando el océano de picos y valles que se extiende
ante él, piensa en lo mucho que le queda por hacer en esas montañas, y cae en
la cuenta de que la altitud es, después de todo, lo de menos, y los nombres dan
igual, puede ser que inicie así una hermosa relación con la montaña.
Y
gozará entonces de cualquier pico, por humilde que sea, de cualquier valle, de
los bosques y los lagos, y descubrirá que ese gozo es más intenso en la
soledad, en el esfuerzo callado, en la contemplación, en la intimidad con esa
naturaleza que sólo se nos da cuando nos entregamos a ella, y se nos oculta
cuando la utilizamos para satisfacer nuestra triste vanidad.