FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 31 de julio de 2020

Alguien voló sobre el nido del cuco.


Leer un artículo publicado en el XL Semanal, de Carmen Posadas, escritora uruguaya, nacionalizada española, me ha reconfortado enormemente, porque me ha hecho caer en la cuenta de que no veo visiones, de que mi permanente análisis de la realidad, a veces muy a mi pesar, no me está llevando a conclusiones absurdas, quizá propias de un carroza, de un viejo ya fuera del mundo, ajeno al progreso y “enrabiao” por el devenir de los acontecimientos. Hay mucha más gente que está viendo lo mismo que yo, y no son precisamente ganapanes. Y se han decidido a hablar.

          El artículo habla de la carta firmada por más de 150 intelectuales, y publicada en la revista Harpers. Voy a reproducir algunos fragmentos del artículo que a su vez, reproduce parte de la citada carta.

          En su texto los firmantes dicen haber apreciado “en la izquierda activista, esa que dice defender causas minoritarias y supuestamente progresistas una actitud cada vez más agresiva que se concreta en manifestaciones descalificadoras que niegan el derecho a la discrepancia. Esta izquierda intransigente –continúa señalando el escrito-  cree que su causa es suficientemente justa y necesaria como para anular toda discrepancia y, de paso, sustituye el debate por el silenciamiento o, en los casos más preocupantes, por el linchamiento mediático”.

          La carta expone, asimismo, que, si bien las causas que se defienden son muy nobles y loables (lucha contra la discriminación racial, sexual etc.), el modo de hacerlo es inquisitorial e intransigente, y señala: “La manera de vencer las malas ideas es exponiendo, argumentando, no intentando silenciar ni censurar”.

          Habla también en el artículo de la reacción en España a esta carta. “En España –añadió Cercas-, una carta de estas características es absolutamente inimaginable. La gente está asustada y teme que la vayan a tachar de facha”. Dice además, “Las redes sociales –sostiene él- fomentan la aparición de un rebaño mugiente que se dedica a linchar al personal a la más mínima”.

          Dice también la escritora que esta carta la ha llenado de esperanza y temor. De temor porque pensaba que esa “sacralización” de la llamada izquierda se daba sobre todo en España como consecuencia de los años de franquismo, pero ha visto que no, que el problema es más global, y eso da miedo. De esperanza “porque ya era hora de que voces autorizadas y nada sospechosas de ser carcas o fascistas, se atrevieran a denunciar los tics cada vez más autoritarios en los que caen las sociedades avanzadas. Me gustaría mucho ver cómo Pablo Iglesias y otros puristas acusan ahora de fachas y reaccionarios a Noam Chomsky o a Margaret Atwood”.

          El hecho es que esta carta ha abierto una furibunda polémica a nivel internacional en el que ese puritanismo de izquierdas, dogmático, autócrata, e intransigente, ha dado la razón a quienes han alzado la voz precisamente por su respuesta violenta. A la acusación de dogmatismo, autocracia e intransigencia han respondido con dogmatismo, autocracia e intransigencia. Curioso y esclarecedor, ¿verdad?

          Su deseo de excluir del sistema a los que no piensan como ellos, que son paradójicamente tan “inclusivos”, entronca con la más negra tradición de totalitarismo que bajo diversos nombres ha asolado a sociedades enteras a lo largo de la historia.

Si queréis leer el artículo íntegro de Carmen Posadas a continuación tenéis el enlace. Y si queréis más, navegad por internet. Hay mucha polvareda.

Artículo de Carmen Posadas.


jueves, 30 de julio de 2020

La montaña vuelve a hablar.

Las montañas son mucho más que montones de piedras, por hermosos y espectaculares que sean estos montones. Y en días como hoy, esto que acabo de decir me doy cuenta de que es una verdad arrolladora.

El 26 de julio de 1985, mi amigo Toni, con unos amigos, ambos Javis, y conmigo, hizo su primer tresmil, el Mulleres. Hoy, treinta y cinco años y unos días después, ha llevado a su hijo Jorge al que ha sido su primer tresmil, el Vallibierna.

Vaya por delante nuestra más sincera enhorabuena; de Isabel y mía. Alegraos, sed felices, disfrutad del cielo de los 3000, de la brava y hermosa tierra que os rodea, gozad de esa intimidad que entre un padre y un hijo da el vivir juntos esta experiencia.

Y tú Toni, preséntale desde ahí arriba a tu hijo, como buen anfitrión, a todas esas montañas que forman parte ya de tu vida: Margalida, Russell, Tempestades, Aneto…Cuéntale lo feliz que fuiste y cómo nunca las has olvidado. Por eso estás ahora donde estás.

 Y tú Jorge, llénate del momento que estás viviendo, de su luz, de sus horizontes inmensos, de la satisfacción que sientes, del esfuerzo realizado; llénate porque tampoco lo olvidarás nunca, y será como un faro en tu vida que en los momentos de tempestad te recordará que hay un puerto seguro, y dónde está.

¿Veis como una montaña es más que montones de piedra? Es casi como un ser vivo, misteriosamente vivo, cuya enigmática vida se mezcla con la nuestra dándole un sentido que sólo puede entender quien ha vivido la experiencia de ponerse en sus manos, y siguiendo su llamada, la ha ascendido. Y en esta ascensión ha creído poseerla, cuando en realidad era ella la que te estaba poseyendo a él.

¡Cómo he deseado estar allí hoy con vosotros, como queríais! No ha sido posible, pero estad completamente seguros de que de algún modo he estado. Cuando me habéis llamado desde la cima, veía lo que estabais viendo; el cielo muy azul, las montañas y los valles, escuchaba el silencio. Y participaba de vuestra alegría, de vuestras dudas ante el paso del caballo, de vuestro puntito de preocupación por el descenso… Sí, hoy, de algún modo he subido al Vallibierna.

Y me he asomado también con vértigo, no a los abismos que os rodean, sino al devenir de la vida, al paso del tiempo, a las extrañas casualidades que van tejiendo lo que es nuestra existencia, donde las montañas tienen una razón de ser que, a menudo, se escapa a mi entendimiento.

No me habéis llamado desde un esbelto montón de piedras, me habéis llamado desde un momento particularmente intenso de vuestra vida que tiene un nombre, Vallibierna y una fecha, 30 de julio de 2020.

Toni, me has agradecido desde allí arriba que te diera a conocer los Pirineos, y tu hijo Jorge también lo ha hecho. Gracias, pero soy yo el que os tiene que agradecer el que me hayáis subido hoy con vosotros a la cumbre, haciendo realidad, una vez más, que las montañas tienen vida desde el momento que las nombramos y las amamos. Yo las nombré cuando era casi un niño. Tú lo hiciste después. Y ahora tu hijo. Por eso me habéis llevado con vosotros. Es la vida.

Antes de acabar quiero haceros caer en la cuenta de que "hemos" salido lloviendo, pero "hemos" salido, y "hemos" llegado bajo un cielo limpio, muy azul, sin viento, sin frío. La montaña, una vez más ha hablado, a vosotros, y a mí gracias a vosotros. ¿O es que ha hablado Alguien a través de la montaña, como otras veces…?

En fin, acabo, aunque se me queda tanto en el tintero… Una vez más, gracias y que Dios os bendiga.

¡Y cenad bien a gusto esta noche!

Por cierto, a continuación tenéis algunas fotos de tu primer tresmil


No se ve en la foto, pero ahí estábamos acampados.

En Aigualluts. El Aneto detrás. ¿Recuerdas aquella ascensión, la grieta...?

Avanzando por la Escaleta. Atrás el coll de Toro.

Heleros en la Escaleta.

Y seguimos subiendo. La Valleta de la Escaleta entera.

Llegando a la cima.

Cima del Mulleres, 3010. Vuestro primer tresmil.

Panorama hacia el Aneto.

Javi y yo en la cima.

Javi y yo en la cima.

Tú yo en la cima.

Vosotros tres en la cima.

Y otra vez, vosotros tres y yo.

Descendiendo.

Un descanso en el descenso. Atrás el mar de nubes en la Artiga de Lin.


NOTA: Esta entrada la he preparado mientras estabais en la cima. La publico tras vuestro regreso al valle. Una ascensión no se ha completado mientras no se ha vuelto al valle.

miércoles, 29 de julio de 2020

Bien pegadita al suelo.

Le he hecho hoy una foto a esta planta;  no muy lejos de aquí. A la orilla de un camino, seco y polvoriento, como todos los caminos ahora. Bien pegadita al suelo. Una rueda, una bota…, podían pisarla, de hecho la pisarán; pero ¡qué bonita es!


martes, 28 de julio de 2020

Un amanecer de verano.

Una hora larga de noche cerrada, andando a la luz de la frontal, con una temperatura ideal y silencio, me ha elevado, sobre el manto de luz donde vivimos, hasta la cima.

Y allí  he esperado al sol que ha salido regalándome un impresionante amanecer. A la hora de almorzar estaba en casa; por estas tierras el calor no permite más. Aquí están algunas fotos.










lunes, 27 de julio de 2020

Receta. Caldereta de pescado.


Con estos impresentables, excéntricos y degenerados calores, parece que apetece más el pescado que la carne, al menos a mí. El pescado, los “bichos con corfa”, las verduras…

Esta es la receta de mi caldereta de pescado que sale muy, muy buena, y que es muy fácil de hacer. Además cómoda de comer; “figa mos” que dicen.


Ingredientes para cuatro personas.

Un par de lomos de merluza.

Tres o cuatro tacos de atún.

Un cuarto de anillas de calamar.

Un lomo pequeño de salmón.

Langostinos pelados.

Mejillones.

Un par de ñoras.

Un bote pequeño de tomate triturado.

Una cebolla.

Dos pastillas de caldo de pescado.

Vino blanco.

Aceite de oliva.


Empezaremos cortando el pescado en trozos medianitos, mientras ponemos los mejillones al vapor sólo un poco, para que se abran. Luego los soltaremos de las conchas y no tiraremos el caldo que hayan soltado. Reservaremos todo.

A continuación sofreiremos la cebolla y el tomate, y cuando ya estén bien pochos, añadiremos el caldo de los mejillones, los langostinos y el pescado, y lo removeremos todo un par de minutos.

Y ahora echaremos vino blanco y agua, a partes iguales, cubriéndolo todo. Enseguida las ñoras y las pastillas de caldo. Y a cocerse a fuego medio.

Con una media hora o tres cuartos es suficiente, aunque va con gustos. Cuanto más tiempo cueza más denso será el guiso, porque a la reducción del agua se le une la disgregación parcial del pescado.

En fin. Un plato para disfrutarlo. Y sanote él.

Un texto para empezar el día.


Cristina de Arteaga, monja de la Orden de San Jerónimo, nacida en septiembre de 1902 en Zarauz, fue también historiadora, escritora y poeta. Ahora estaría muy de moda si no fuera porque fue monja…

Pero eso es harina de otro costal. Hablo ahora de ella porque esta mañana he leído un poema suyo que me parece precioso. Ya lo conocía, pero ya sabéis lo que pasa con la literatura, sea oración o no; un mismo texto puede tener connotaciones muy diferentes según el momento en que lo leamos.

Creo que no hacen falta más preámbulos. Aquí lo tenéis.

 

Mis ojos, mis pobres ojos

que acaban de despertar

los hiciste para ver,

no sólo para llorar.

 

Haz que sepa adivinar

entre las sombras la luz,

que nunca me ciegue el mal

ni olvide que existes tú.

 

Que, cuando llegue el dolor,

que yo sé que llegará,

no se me enturbie el amor,

ni se me nuble la paz.

 

Sostén ahora mi fe,

pues, cuando llegue a tu hogar,

con mis ojos te veré

y mi llanto cesará. Amén

domingo, 26 de julio de 2020

Calor canicular.


NOTA DE LA SEMANA: 3

Mala semana tenemos por delante. Podía ser peor, desde luego, pero esta ya va a ser mala porque las temperaturas máximas se despiden de los 30 y buscan alcanzar los 40. No llegarán, pero casi. Y las mínimas dejarán atrás los 20 también.
Calor canicular. A fin de cuentas estamos en la canícula, la época del año más insufrible y desagradable para mí, y sé que para mucha gente. Pero es lo que hay. Ahora todo es "es lo que hay"; o sea que te jodes y bailas, y punto. Y disculpad el exabrupto.
Lo único bueno es que estos excesos térmicos se darán con viento de levante y no muy fuerte, lo que es después de todo, algo que agradecer. Porque una “ponentá” en plena canícula, sí es el infierno.
Y de lluvia nada de nada. ¿Nubes? Pocas o alguna de esas que vienen del mar y se deshace enseguida. En fin, verano puro y duro, feo como un “pecao” y mortal, para más datos.
Una buena semana para si alguien puede, quiere, se atreve y le dejan, irse a Groenlandia, por ejemplo.
¿Nota? Aunque el calor excesivo está de sobra y merece un cero, le voy a poner un tres por eso de que no entra el poniente. Sí, con un tres va que se mata.

sábado, 25 de julio de 2020

El país de las oportunidades perdidas.



Aunque ahora “el bicho”, que no hay forma de quitarse de encima, está dejando en segundo plano muchas cuestiones, no hemos de creer que por eso esas cuestiones no siguen su curso, encubiertas por la tranquilidad e incluso impunidad que el estar atentos a otras situaciones más urgentes, les confiere.
Estoy hablando del nuevo proceso de autodestrucción en el que España está empeñada; nunca entenderé por qué. Y lo intento, conste.
Somos el país de las oportunidades perdidas. Pocos países en el mundo, quizá ninguno, ha tenido tantas ocasiones de ser de los grandes y dar a sus ciudadanos unas condiciones de vida mucho más que dignas, y las ha arruinado una tras otra. Expongo algunas, quizá las más sangrantes.
La primera fue América. La supremacía geopolítica mundial que aquello nos otorgó, y las fabulosas riquezas que de allí llegaron, de nada nos sirvieron. Pasaron a través de nosotros a Europa, mientras nos desangrábamos en guerras absurdas y se arruinaba el país que se cerró a cal y canto.
Luego vino la ilustración, en el siglo XVIII. Cuando Europa se abría a la cultura y a los tiempos modernos, aquí hubo quien se ocupó muy eficazmente de cerrar puertas y ventanas para que todo siguiera como estaba, como si estuviera bien.
Llega la invasión francesa, siglo XIX. España es capaz de hacer frente a Napoleón y vencerle, a la vez que se dota de una Constitución avanzada como ninguna, que nos ponía a la cabeza de Europa en derechos y libertades. Y el malhadado Fernando VII, “el deseado”, tras jurarla, perjura y rompe definitivamente a España en dos.
Vendrá luego la II República. Otra oportunidad. Hubo buena gente en la II República, buenas intenciones, pero todo esto naufragó ante el radicalismo de los nacionalismos y de las llamadas derechas e izquierdas; ante la incapacidad de demasiados de ver más allá de sus tristes prejuicios y sus miserables ideologías. Y luego la Guerra. Lo peor.
Después, una larga dictadura, y por fin, una transición a la democracia pacífica y esperanzadora. Consenso, acuerdo, respeto, unidad en la magnífica y rica diversidad. Incorporación a Europa. Nueva presencia en el mundo. El futuro parecía brillar por fin para muchos años y para todos.
Pero no. La tendencia autodestructiva vuelve a coger fuerza. Los estúpidos nacionalismos radicales; la llamada izquierda, revanchista, con su insaciable ansia de venganza; la derecha a la que llaman fascista, aunque tan fascistas son unos como otros, radicalizada por reacción e inmovilista por definición; la tiranía de lo políticamente correcto que manipula a la gente con una sutil pero férrea represión; el desmoronamiento del sistema educativo puesto al servicio de determinados poderes, siempre los mismos…
Sí, estamos en pleno proceso de autodestrucción. Y aquí, estos procesos siempre han acabado en hondas crisis sociales y económicas o en guerra. ¡Con lo esperanzador que veía el futuro cuando en plena transición me sentía parte de un proyecto común que se llamaba España!
Dijo Adolfo Suárez, “yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España”.
Yo tampoco, pero a la vista de los acontecimientos me temo que así va a ser. Veremos qué nos encontramos cuando el virus nos deje levantar la cabeza y mirar a nuestro alrededor.
Otra oportunidad perdida, o casi. Veremos.

Escrito y publicado el 25 de julio, Día de Santiago, patrón de España.

viernes, 24 de julio de 2020

Pido disculpas.



"El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento".
Esta famosa y cierta frase de la película Star Wars, explica mucho de lo que está pasando y de lo que va a pasar en nuestra sociedad a causa del maldito bicho.
La atmósfera de miedo, creada por la muy cuestionable forma en que los medios de comunicación nos están haciendo vivir este desgraciado momento de la historia, está generando ira en mucha gente, y esa ira lleva al odio, y este al sufrimiento. Sufrimiento añadido al que en sí mismo esta situación produce.
Me he dado cuenta esta mañana, releyendo la anterior entrada, la de los conguitos. Había ira en ella. Creo que es la primera en la que consciente, deliberada y explícitamente insulto en el blog a quien ve las cosas de una manera diferente a la mía.
Y el que las expectativas respecto a mi jubilación se hayan hecho añicos, como las de millones de personas; el que esté pasando una temporada fea por motivos diversos; el que no vea luz al final del túnel, no debe justificar el dejarse arrastrar por el miedo con todas sus consecuencias ya explicadas.
Por esto, aunque mantengo todo que dije sobre los conguitos y la absurda campaña contra ellos, lamento haber insultado en la exposición de los hechos.
Tampoco quiero extenderme más ahora, con el riesgo de hacer públicas situaciones demasiado personales. Tan solo quiero pedir disculpas por haberme dejado arrastrar hacia el Lado Oscuro. No quiero caer en él.
Acabo pues diciendo, sin insultar, sin acritud, ¡¡¡comamos conguitos!!!

jueves, 23 de julio de 2020

¡Comamos conguitos!



Un servidor, sin vergüenza ni rebozo, iniciaría una campaña, si tuviera poder para ello, en favor de los conguitos y la empresa que hay detrás de tan conocido y simpático dulce.
Me quedé estupefacto cuando escuché por primera vez que eso de los conguitos era racismo. Tras la estupefacción vino el golpe de calor ocasionado por la rabia que me da descubrir que hay gente que piensa semejante sandez y además se atreve a hacer campaña de ello.
Entiendo que se tiene que ser muy, muy, muy, muy imbécil, superficial y ridículo para decir que llamar conguitos a los conguitos, es racismo. Y sí, los insulto, y con ganas y vehemencia, porque estoy ya muy harto de escuchar gilipolleces, que se exhiben y airean sin pudor alguno, ni respeto a nadie ni a nada, y tener que callar o responder siempre moderada y sesudamente.
Sí, decir eso es una imbecilidad, y quien lo piensa gilipollas. ¿Qué pasa? Hasta el moño estoy de oír tonterías, que a la postre no lo son, porque acaban calando y creando una sociedad tan políticamente correcta, tan mona en ella, tan edulcorada, que da nauseas.
El racismo es algo muy serio y muy grave, porque ha generado y genera sufrimiento a millones de personas; porque ha costado mucha sangre; porque la lucha por abolirlo ha sido una impresionante epopeya, de las más justas y dignas de la historia de la humanidad.
Y meter en esa formidable aventura que ha sido y es la lucha contra el racismo, el tema de los conguitos, es de mentecatos, de necios. Es un insulto y una falta de respeto a todos los que han dado su vida en esa lucha.
A los habitantes del Congo, ahora República Democrática del Congo, que son negros, no creo que les moleste que nos endulcemos en España con esas  bolitas llamadas conguitos; como no creo que a un gitano le moleste que comamos deliciosos brazos de gitano, sin ser antropófagos, ¡claro!, porque en ese caso sí le molestaría. Y he dicho negro ¡eh!, sin miedo. No veo racismo tampoco en llamar al negro, negro; al blanco, blanco; al moro, moro; al gitano, gitano, siempre que lo hagamos como constatación de una realidad y con absoluto respeto. La palabra es una herramienta; el que la utiliza es el responsable de cómo la utiliza, no la palabra en sí.
Volviendo al conguito. No tendría yo problema que en Holanda, por ejemplo, hubiera un pastelito de tomate y plátano, por eso de la bandera, al que llamaran españolito. No vería ofensa, ni asomo de racismo; y eso que no les caemos bien. Y mucho menos si está bueno y es deseado, como el conguito o el brazo de gitano.
¡Ya está bien de tonterías, por Dios! ¡Ya está bien! De verdad os lo, digo. Compremos conguitos, muchos. Inventemos recetas con conguitos. Aunque sólo sea por dignidad, y por el respeto debido a todos los que han luchado y luchan contra el racismo. Por respeto a todas las víctimas que esta triste manifestación de la miseria humana ha provocado a lo largo de la historia.
¡Comamos conguitos!

miércoles, 22 de julio de 2020

¡En Europa sí y aquí no?



He escuchado en la radio esta mañana una reflexión del señor Sánchez, dirigida al señor Casado. Le decía que parecía mentira que en Europa hayan sido capaces de ponerse de acuerdo todos los países miembros, y en España no nos pongamos de acuerdo nunca.
Y es que justamente esto es lo que pensé yo cuando me enteré de la buena noticia que supone el acuerdo alcanzado en Bruselas. Sí, me hago la misma reflexión que él. ¿Por qué en Europa sí y aquí no?
Pero a la vez que me identifico con él, se me retuerce todo el triperío, hígados incluidos, ante el cinismo inaudito, al que por cierto ya nos tiene acostumbrados, de nuestro "augusto" presidente.
Es verdad que desde que reventaron el espíritu de la Transición, nuestros políticos nunca se ponen de acuerdo. Da vergüenza ajena escucharles. Y precisamente el señor Sánchez debe saber mucho de intransigencias y de bloqueos. ¿Tan pronto se le ha olvidado el no es no? Su no es no, que tanto daño hizo, al menos a mí no se me olvida.
Y sí, tiene razón; pero no tiene ninguna, ninguna autoridad moral para decirle eso a nadie. Aunque sea verdad, que lo es. Otra cosa muy distinta hubiera sido decir algo así como, "nosotros, usted y yo, no sabemos ponernos de acuerdo. Europa nos ha dado una lección. Somos unos incompetentes".
Pero eso es coherencia, honestidad, dignidad, y esos valores, estos señores los desconocen. Y así nos va.

martes, 21 de julio de 2020

¡Que me quiten lo "bailao"!


Este verano que por cuestiones familiares y planetarias tengo muy limitado, si no vedado, mi acceso a los Pirineos, como podéis suponer los tengo presentes cada momento del día, desde que me levanto hasta que me acuesto, y también cuando duermo, porque todas las noches sueño con ellos.
¡Que me quiten lo “bailao”! me digo. Y recuerdo lo “bailao”. ¡Qué baile más hermoso fue! Lo que sucede es que, aunque lo que ahora me ata desapareciera, a aquello de entonces ya no podría volver, porque ya no existe.
Vuelvo en mi mente al Pirineo libre y salvaje, solitario y limpio, que fue alguna vez. Recuerdo que no tenía coche, y me costaba 24 horas o más llegar allí. Y cuando lo tuve, tardaba en llegar de 8 a 10 horas, o más, en carreteritas inacabables, a menudo de noche.
Pero aquello era el paraíso. Nunca había demasiada gente, acampaba donde quería, hacía fuego por las noches, gozaba de atardeceres y amaneceres bien lejos y bien alto, y de noches sin más luz que la de millones de estrellas. También he saboreado muchas veces la tranquilidad inmensa de un día gris de lluvia mansa, o tormentoso, en el que sólo había que comer, charlar, a ratos dormitar, escuchando el rumor de la lluvia en la lona de la tienda, arropado por la tibia suavidad del saco y envuelto por la luz tenue de un día fosco.
Sólo andábamos por allí montañeses y montañeros. No había deportistas, que tanto daño están haciendo. Ni empresas que a menudo explotan el medio ambiente de un modo nada sostenible, para que la gente se divierta. Y la Guardia Civil hacía un rescate muy de vez en cuando.
Era un mundo que no volverá, pero que yo disfruté a fondo. Bebí de aquel dulce cáliz hasta apurarlo, siempre con la conciencia clara de que aquello era una bendición y yo un privilegiado. He sido feliz allí, mucho y muchas veces. Y lo sabía, y lo gozaba, y le daba gracias a Dios por tanta felicidad.
Ahora ya nada es lo mismo, pero yo, consciente de ser especie en extinción, como los osos, montañero de los de antes, me busco la forma de hacer lo más parecido a lo que hacía antaño. Para eso salgo muy temprano y busco valles y montañas poco conocidas. Y las conocidas las subo en horas raras. Y sé de rincones donde acampar sin que me encuentren, no dejando la más mínima huella de presencia.
Lo que lamento es que toda esa gente joven, esos niños, nuevos retoños de mi familia, esos hijos de mis amigos, esos otros que fueron mis alumnos hasta hace nada, no conocerán nunca el paraíso en el que yo fui feliz. ¡Y cuánto bien les haría!
No es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero en esto, al menos para mí, y como para mí para otros muchos, aquel tiempo sí fue infinitamente mejor.
Por eso digo ahora, que no puedo disfrutar ni del sucedáneo de lo que fue ir a los Pirineos, que es lo que es ir ahora, un sucedáneo de aquello, ¡que me quiten lo “bailao”!
Es un consuelo como cualquier otro. Sí, ¡que me quiten lo “bailao”!

En la parte superior derecha, como una roca más, está la tienda. El mejor hotel del mundo.

¡Qué más podía pedir! Era el paraíso. Es el paraíso perdido.


Previsión: NSS.



Hay un curioso desbarajuste de modelos meteorológicos para estos dos próximos días. Por eso lo comento.
Mañana miércoles unos dan tormentas fuertes, pues nos pasa por encima una gota fría. Otros no dicen nada al respecto. Entonces me digo ¿hay gota o no hay gota? Y si la hay, por dónde irá la gota. Veremos.
El jueves, día despejado y tranquilo; según unos modelos hará calor, pero sin excesos. Según otros, la máxima llegará a los 37, con viento del sureste, que aquí es húmedo. ¡Vamos! Ideal para pasear con el bozal, al sol, a las cuatro de la tarde, por ejemplo.
Sí, dos días de esos en los que lo mejor sería decir, previsión: ni se sabe. Por ser modernos, previsión: NSS.

lunes, 20 de julio de 2020

Mientras yo me divierta...



"Otra consecuencia de este estado de cosas es la sobrevaloración de la diversión. Los programas "divertidos" tienen mucho rating y el rating es lo supremo, no importa a costa de qué valor, ni quién lo financia. Son esos programas donde divertirse es degradar, o donde todo se banaliza. Como si habiendo perdido la capacidad para la grandeza, nos conformáramos con una comedia de regular calidad. Esta desesperación por divertirse tiene sabor a decadencia."

Este texto de Ernesto Sábato tiene ahora una impresionante actualidad. Está escrito pensado en la televisión, pero es extrapolable a todos los ámbitos de la vida. Y señala además un problema que en estos momentos nos está costando muy caro. Y lo que nos costará.
La diversión, mi diversión, como un valor absoluto. Yo tengo derecho a divertirme por encima de todo. A costa de los derechos del vecino, al margen del más elemental buen gusto, en contra de cualquier valor, de cualquier principio moral, del medio ambiente, de la salud de todos… Yo me he de divertir.
¿No es esa enfermiza necesidad de diversión permanente una de las causas, no la única, de los imparables rebrotes que amenazan con estrangularnos del todo? ¡Claro! Pero hay que divertirse, por encima de todo hay que divertirse. Caiga quien caiga, hay que divertirse.
En una reciente entrada hablaba del significado etimológico de la palabra divertirse. Divertirse, del latín divertere ‘apartarse’ y ‘desviarse de algo penoso o pesado’.
Y en esta etimología está la clave de la cuestión. El porqué de todo esto. Necesitamos divertirnos en la medida en que necesitamos apartarnos, desviarnos de algo penoso o pesado. El ansia desmedida de divertirse, que tan cara nos está costando, ya antes de la pandemia, ahora más, indica que vivir, a mucha gente, le resulta penoso y pesado. Por eso, porque el día a día es penoso y pesado estamos desesperados por divertirnos, por huir de una vida gris, agobiante, anodina, sin sentido. Y desde luego hemos de hacerlo nunca solos. La soledad, aunque sea elegida, aterra. Nos hace falta la peña, el mogollón, el ruido, el alcohol y lo que haga falta, con tal de huir de nuestra propia vida.
Sí, sabe a decadencia. Y una sociedad decadente, un mundo decadente no puede hacer frente a este inesperado enemigo. En esto tiene razón el imbécil de Trump; la pandemia acabará cuando quiera acabarse. Lo máximo que podremos hacer es mitigar un poco sus efectos; poco más.
Altura de miras, solidaridad, justicia social, responsabilidad, capacidad de sacrificio, respeto por los otros, son algunos de los mejores antídotos contra el virus. Y de eso andamos escasos. Porque somos una sociedad decadente, y por eso, y volvemos al principio, tenemos esa necesidad imperiosa, desesperada, por divertirnos.
Que no nos engañen los cantos de sirena de lo políticamente correcto. Ya veis que son mentira. A la vista está.

domingo, 19 de julio de 2020

Seguimos igual, afortunadamente.


NOTA DE LA SEMANA: 7.

Seguimos igual, afortunadamente. Levantes y más levantes. Eso es bueno, muy bueno. En cuanto a las temperaturas también siguen igual. Las mínimas alrededor de los 20 y las máximas por arriba de los 30, acercándose a los 35 algún día. Demasiado calor, pero es verano y estamos donde estamos. En Groenlandia hace más fresquito, pero queda lejos.
¿Lluvia? Parece ser que no, pero hay por ahí algún modelo que da alguna tormentilla el miércoles. Veremos. No lo veo claro. En cualquier caso, si hay tormenta que no sea seca, que remoje bien el suelo, las plantitas y los arbolitos.
Poco más hay que decir de momento. Por mí, que siga así todo el verano, con alguna que otra tormenta de vez en cuando; como pasaba antes.
De nota, por el levante, le pongo un 7. Si las máximas no subieran tanto le pondría un 8, y si además lloviera, un 10.

sábado, 18 de julio de 2020

Receta. Puerros envueltos.


Es la cocina un ámbito de libertad y tranquilidad donde, sin bozal, podemos entregarnos a algo creativo, como cocinar unos puerros envueltos, con bechamel. Esta es la receta que propongo hoy.

Ingredientes para dos personas.

Tres puerros grandecitos.
Jamón serrano, jamón cocido o lonchas de queso.
Bechamel.
Sal, pimienta y nuez moscada.

Empezaremos por cortar los puerros en trozos de unos cinco centímetros, y cocerlos durante unos veinte minutos en agua con sal. Luego los escurriremos bien.
Entonces envolveremos cada trozo con una loncha finita de jamón serrano o cocido, o de queso. A elegir. Según lo que nos apetezca.
Una vez envueltos los depositaremos en una fuente, los cubriremos con la bechamel (yo la utilizo ya hecha) y espolvorearemos por encima con la pimienta y la nuez moscada. Luego los introduciremos en el horno para gratinar; unos diez minutos, hasta que dore.
Y se acabó. Muy fácil y muy bueno.

El verano se rompe.



El intento, fallido ya, de encontrar el equilibrio entre salud y economía, y la necedad de los políticos, ansiosos de mandar en sus parcelitas, llámense autonomías, llevaron a levantar el estado de alarma mucho antes de tiempo. El resultado a la vista está.
A una primavera negra le está sucediendo un verano que acabará siendo más negro aún, y que enlazará con un otoño cuyo color no quiero ni imaginar. Como dice la gente que se entera de lo que de verdad pasa, estamos jodidos; pero bien jodidos.
Y en un país como este, sin remedio. Porque el remedio estaría en un mando único frente al enemigo, y dejarse de mandangas autonómicas; y en gestionar la grave situación con normativas claras y con severas sanciones, y no con recomendaciones. Aquí y ahora no sirven para nada. Porque en otros países esto se vería como lo normal; pero aquí no. Y así nos va. Y así nos irá.
Es en estos momentos de crisis de verdad, de la que afecta a todos y rompe todo, cuando las intocables tonterías ideológicas, los vicios nacionales y las malas costumbres tradicionales, salen de esa Caja de Pandora que tenemos a nuestro pesar, pero de la que tanto imbécil vive en esta tan maravillosa como absurda España.
Dice hoy el titular de El País, España se repliega ante la amenaza de una segunda ola de contagios por coronavirus. Y lo que se replegará. Pero a ver quién tiene cojones, con perdón por la expresión, de hacer lo que hay que hacer en este triste y angustioso momento de la historia.
Y conste que siento escribir esto y de esta manera. Es lo último que hubiera querido hacer, y quien me conoce, lo sabe; lo último. El verano se rompe.

viernes, 17 de julio de 2020

Un agradable encuentro.



Un día de estos, en una excursión de once horas, bambando por esos montes de Dios, tuve solo un encuentro con humanos. Y fue un encuentro agradable.
Estaba en una fuente, alejada de cualquier pueblo, de aguas frescas y abundantes, a la sombra, cuando escuche unas voces que inmediatamente identifiqué como jóvenes; llevo toda la vida escuchándolas.
Al momento llegaron cuatro chavalillos, rondando los catorce, que venían por un sendero hacia la fuente. Llegaron, saludaron, se refrescaron y se sentaron en una mesa próxima. Sacaron de sus mochilas algo de comida y mientras daban buena cuenta de ella, se pusieron a charlar tranquilamente.
En un momento determinado dijeron, señor, ¿de dónde viene? Les respondí, y ¿a dónde va? Volví a responderles. Satisfechos con mi respuesta siguieron a lo suyo.
Cuando ya me iba, uno de ellos sacó su móvil y puso música; y sorprendentemente no rompía el sosegado ambiente del momento y el lugar. Sonaba agradable, nada estridente.
Y me fui, monte arriba, por el sendero por el que ellos habían venido, pensando que aún queda esperanza. Porque era consciente que estos cuatro chavales son excepción. Pero existen. Ahí estaban.
Anduvieron tiempo para llegar allí. Iban andando, ¡andando! ¡Qué extraño es ver gente andando por el monte! Y más de esa edad. Todos corren; a pie, en bicicleta, en moto, en coche. Pero andar, el viejo y sano ejercicio de andar, está en desuso. Y andar permite contemplar, charlar, pensar; y además no es agresivo con el medio ambiente. Pero debe ser que parece aburrido a la gran mayoría. Lo importante es divertirse.
Divertirse: del latín divertere ‘apartarse’ y ‘desviarse de algo penoso o pesado’. Interesante etimología, muy digna de ser meditada.
Fueron educados en el trato conmigo. Discretos. No gritaban, no gritaron en ningún momento. Y la música, ya lo he dicho, era música. Y además, dicho sea de paso, vestían con ropa normal, lejos de tecnicismos textiles y “coloringos” chillones de los que espantan a la fauna más atrevida.
Sí, me fui contento y admirado. Para ser las únicas personas que vi en todo el día, valió la pena. Fue como un día de lluvia en medio de un verano tórrido y seco.

jueves, 16 de julio de 2020

Dios no puede alegrarse con el mal.



Creo que este texto es de Víctor Manuel Arbeloa, de quien ya he compartido otros. Lo tenía en el ordenador desde las semanas más duras y oscuras del confinamiento, y no me he decidido a publicarlo en el blog hasta hoy.
Sí, hoy, el día del homenaje de estado a las víctimas, puede ser un buen momento para hacerlo. No es nada ortodoxo. A alguien incluso le puede escandalizar, pero creo que aporta algo muy serio, muy necesario pero quizá duro y difícil de entender y de asumir.
Se titula Dios y el mal.

Dios no puede alegrarse con el mal.
No.
Dios no sabe
qué hacer con él.
Consulta con los hombres día a día,
los anima a buscarlo y perseguirlo,
a cazarlo a tiro limpio por todos los rincones
de nuestra corta vida dolorosa.
En vano le pedimos, ilusos de nosotros,
que aleje nuestros males,
que alivie nuestras llagas
que brotan implacables lo mismo que la hierba sobre el campo.
No, amigos y hermanos en el duro dolor de cada hora,
Dios no tiene la llave misteriosa.
Dios no puede ayudarnos en seguida,
ni recoger el ancho y gris paraguas de la lluvia,
ni acuchillar la panza de las nubes,
ni detener el furor del terremoto
ni aprisionar el cáncer que ronda a nuestra puerta.
Dios no sabe qué hacer con tanto grito,
con tanta angustia loca,
con tanta maldición, con tanto
espanto oscuro,
con tanta sangre helada.
Dios no quiere el dolor. Pero no puede
–comprendámoslo, amigos optimistas–
hacer algo más que lo que hace.
No hagamos, pues, sufrir a Dios con tanta queja,
con tanto aullido feroz de bestia herida,
con tanto llanto alzado como espada
amenazando a un cielo torvo e inclemente.
Me da miedo que Dios se vuelva un día loco
de oírnos gritar tanto, o que se apaguen
sus grandes ojos limpios con las lágrimas
que le hacemos llorar cuando lloramos.
Y si llamamos a Dios en nuestras penas
vamos sólo a tenerlo a nuestro lado,
y, a lo sumo, amigos,
a lo sumo,
gritar y llorar juntos,
juntos,
juntos.