FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 31 de mayo de 2020

¡Que no es normal, hombre, que no es normal!



Voy a volver sobre un tema del que ya hablé, la nueva normalidad. En aquel momento el asunto me mosqueaba; aunque ya no me mosquea, ahora me desagrada.
Nunca ha estado claro si el lenguaje cambia la realidad, o es la realidad la que al cambiar, cambia el lenguaje. Yo me inclino por esta segunda posibilidad. Creo que al cambiar la realidad, el lenguaje cambia para expresar la nueva realidad, pero no al revés. Pienso que si queremos cambiar la realidad a fuerza de cambiar el lenguaje estaremos manipulando.
Y esto es lo que pasa con la nueva normalidad. Se pretende, no sé quién ni para qué, que a fuerza de llamar normalidad, y además nueva, a esta realidad que tenemos ahora, el personal, tan dócil, acabe creyendo que ya estamos en una situación normal.
No. Yo no trago. Ni normalidad, ni nueva. Esto ha sido, es y sigue siendo una situación excepcional, fea, desagradable y angustiosa. Mal que nos pese es así, y llamarla de otra manera es, cuanto menos, una idiotez.
Porque no poder besarnos, ni abrazarnos, ni darnos la mano, no es normal. Porque tener que ponerse la odiosa mascarilla, el bozal, para salir de casa en cuanto haya gente a donde voy, no es normal. Porque tenerme que sentar en la iglesia bien lejos de los demás, no es normal. Porque tener que lavarme las manos muchas veces al día, no es normal. Porque no poder rascarme un ojo si me pica, no es normal. Porque no poder acercarme para hablar con la gente a menos de dos metros, no es normal. Porque no poder acudir a mi médico pidiendo cita, como siempre, no es normal. Porque para entrar en comercios o grandes superficies tenga que seguir poco menos que un juego de pistas, no es normal. Porque hablar con el cajero o el dependiente a través de mamparas, no es normal. Porque un partido de fútbol con el estadio vacío, no es normal. Porque ir en tren o en metro, poco menos que huyendo del personal, no es normal. Porque que se hayan suspendido todos los eventos masivos, Olimpiadas incluidas, no es normal. Porque ver las terrazas de los bares llenas de gente sin mascarillas, ni distancias de seguridad, y sentir estupefacción y no entender nada, no es normal. Porque vivir con el miedo que se me ha metido en el cuerpo, no es normal…
No, no es normal. No es normalidad, ni nueva ni vieja. Y pretender que esto vaya a ser lo normal en adelante, porque a esta anormalidad yo le llame nueva normalidad, es una solemne majadería.
Supongo que algún día llegará la normalidad, la verdadera, la de siempre. Como llegó después de las pestes a lo largo de la historia, o de la llamada gripe española, ya en el siglo XX. Pasó lo que pasó, y pasó del todo. Y se volvió a la normalidad.
Esto es lo que pasará. Volverá la normalidad, sí; pero no sabemos cuándo. Hasta entonces estaremos en una situación excepcional que, poco a poco, irá dejando de serlo. Pero será excepcional, y además rara, fea, desagradable. Y punto. Poniéndole un nombre bonito no cambiamos nada, hacemos el gilipollas.

Empieza calentito.


NOTA DE LA SEMANA: 5

Lo único que parece seguro de esta semana es que hará calor. El verano meteorológico empieza bien calentito, como aperitivo de lo que está por venir.
La primera parte, hasta el miércoles, entrarán levantes, mientras que la segunda serán ponientes, no muy fuertes, que dispararán las temperaturas por arriba de los 30. El fin de semana, ni se sabe. Las mínimas oscilarán entre los 15 y 18.
El cielo estará despejado o con nubes de adorno y poco más, aunque si miramos al oeste, podremos ver las tormentas que sí habrá tierra adentro, y que aquí, según algunos modelos, pueden llegar el jueves y el sábado, pero ya muy debilitadas.
Es lo que parece de momento, aunque hay que decir que puede haber cambios inesperados sobre esta previsión, pues hay por ahí alguna que otra bolsita de aire frío de paseo, y el sol ya calienta mucho; combinación ésta que puede dar sorpresas.
Por los ponientes, casi siempre malos por estas tierras, y el hecho de que si llueve parece que será poquito, le voy a poner un 5 a esta semana.

No temáis, yo he vencido al mundo.




Comparto esta mañana del domingo de Pentecostés, en el que mucha gente está librando una íntima y dura batalla contra el miedo, un bonito texto, que le ha hecho llegar a Isabel mi amiga Paz, del jesuita Toni Catalá, del centro Arrupe, de Valencia.
Este texto, y esas palabras de Jesús, en el evangelio de Juan. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero no temáis, yo he vencido al mundo. (Jn.16,33)

Ha sido necesario estar cincuenta días desde el domingo de Pascua celebrando, orando y reflexionando sobre todo lo acontecido en Jesús de Nazaret. Ahora ya podemos “entender” que, en el Evangelio de San Juan, la Resurrección del Señor, el encuentro con los discípulos y el don del Espíritu sean un mismo acontecimiento. “Estiramos” el tiempo para posar lo vivido y entendernos, pero lo que celebramos como único es que la muerte no tiene la última palabra, sino que la última palabra sobre nuestra vida y nuestra historia la tiene la Vida Compasiva manifestada en Jesús.
Muerte es vivir con miedo a la vida y el miedo nos la mata y nos esclaviza. No somos superhombres ni supermujeres, somos simplemente humanos, criaturas vulnerables, y es verdad que sentimos miedo a la muerte física y a la muerte social. Sentimos el miedo a no ser tenidos en cuenta, sentimos el miedo a la soledad, sentimos el miedo a la enfermedad… pero cuando hemos experimentado que lo que está en el fondo de nuestras penas y miedos es la inquebrantable fidelidad del Amor que nos envuelve y abraza, el miedo no desaparece mágicamente, seríamos personas enfermas, pero ya no le otorgamos todo el poder sobre nuestras vidas porque resuena una vez más “la Paz contigo, la Paz con vosotros” ¡Gracias, Jesús!
Muerte es vivir con miedo a Dios. Qué pena y qué dolor más grande ver a gente buena que sigue aterrorizada ante Dios, ante una posible condena y castigo por su parte. Qué dolor ver a gentes que se siguen autoproclamando representantes de Dios para juzgar y condenar a otras criaturas como ellos. San Pablo nos dice genialmente que el Espíritu que recibimos nos impide recaer en el temor porque nos hace hijos es hijas. El Espíritu Santo es espíritu de libertad y de filiación. Se nos da el Espíritu para generar dinámicas y ámbitos de perdón, nunca para condenar, en este mundo tan endiabladamente complejo. Y cuando no podemos perdonar, somos humanos no somos dioses, podemos “retener” la situación hasta que el Dios Fuente de todo Bien, que tiene la última palabra sobre todo y sobre todos, nos ilumine ¡Gracias, Jesús! No se trata de perdón o condena, sino de perdón y discernimiento.
Muerte es vivir cerrados sobre nosotros mismos. El Espíritu nos abre a la comunidad, a la eclesialidad. El seguimiento no lo hacemos en solitario. Si en Jesús se revela la Paternidad y Maternidad de Dios, a este Dios se le acredita, se le testifica, se hace verdad y se santifica su Nombre en la medida que nos abrimos a la comunidad. Es un Espíritu que nos quiere libres y diversos, cada uno tiene su don, su “chispa de gracia”, no anula la diversidad porque eso sería muerte, no anula las particularidades culturales y personales porque eso sería totalitarismo, sino que es un Espíritu que une lo diverso para que nos reencontremos en nuestra radical dignidad de Hijas e Hijos, la unidad está en nuestra misma humanidad ¡Gracias, Jesús!

viernes, 29 de mayo de 2020

Volvemos a la naturaleza, pero ¿cómo?


Cada uno tiene su manera de acercarse a la naturaleza. El modo de hacerlo siempre oscila entre dos polos, la acción y la contemplación. De hecho hay quien se sitúa plenamente en uno de los dos, sin considerar al otro.
Es evidente que hoy en día la gran mayoría está mucho más cerca de la acción, deporte puro y duro, que de la contemplación. Y que muy pocos se acercan a ella con el único afán de contemplar.
Yo siempre he intentado combinar los dos. Acción y contemplación. Una acción que me permitió el año pasado andar 1.500 kilómetros y 63.000 metros de desnivel en ascenso. Y eso es acción. Pero esa acción en ningún momento estuvo exenta de contemplación; más bien la buscaba.
Y en esa feliz combinación está, al menos para mí, la gracia del asunto. Y la puedo conseguir porque no utilizo artilugios, y no corro, a no ser que me persigan, venga muy mal tiempo, o se me descontrole el horario.
Y aquí está la raíz del problema cada vez más grave de la relación entre la naturaleza y el hombre. Cuando la forma de acercarse a cualquier escenario natural es exclusivamente acción, sin rastro de contemplación, pronto se convierte en agresión. Y eso, ahora, es mayoritario.
Además mueve dinero, lo que agrava más todavía el asunto, porque considerando que poderoso caballero es don dinero, acaban justificándose todo tipo de excesos y tropelías promulgando leyes absurdas o ignorando las que no lo son pero no interesan al negociete.
Por todo esto que he dicho, sé lo que pronto va a pasar.
Volverán las hordas de ciclistas y corredores a reventar los senderos, los envases de geles y potingues decorarán de nuevo el paisaje, y el silencio quedará recluido en algunos rincones y ¡menos mal! en extensas áreas por las que nunca pasa nadie. Y en cuanto se pueda, las carreras masivas sobre ruedas o pies, harán estragos en nuestros montes. Y de cara al verano, el riesgo del fuego será cada día más alto, como siniestro telón de fondo de este drama.
Es lo que pasará. Porque tras este desastre, del que aún no hemos salido, es posible que en algo mejoremos, pero en nuestra relación con la naturaleza, viendo lo que veo, oyendo lo que oigo y leyendo lo que leo, desde luego que no.
Lo único que me consuela es que al menos se está iniciado debate sobre el tema. Algo es algo. Ya veremos en qué acaba. Como ejemplo pongo a continuación el titular de la noticia que salió hace algún tiempo en El País, referida al Guadarrama, pero que debería extenderse a todos los espacios naturales, protegidos o no.



jueves, 28 de mayo de 2020

Volví a Serra.

Ayer por la mañana, hasta las diez, claro, volví a Serra, a donde no iba desde el tres de febrero. La montaña estaba espectacular. Comparto algunas fotos de la excursión, que compensó ampliamente el madrugón que tuve que dar.
Y de regreso con el coche, vi cómo el personal almorzaba plácidamente en las terrazas de los bares, de lo cual me alegro. Pero yo tuve que volver... Almorcé muy bien en casa.


















Una historia de mollas y cuernos.


Como los caracoles cuando llueve, vamos, poco a poco, sacando las mollas y estirando los cuernos. Igual que los caracoles, poco a poco. Y nos asomamos al exterior de los escondrijos donde hemos pasado, mejor o peor, la temporada de sequía, el confinamiento.
Pero hay caracoles más atrevidos que, cuando otros no han sacado aún sus mollas, ellos ya tienen las suyas, igual que sus cuernecillos, bien fuera de la concha; y desde luego dejaron atrás el agujero donde estuvieron escondidos. Como el caracol que mete la cabeza por la ventanilla del coche, para saludar, sin mascarilla ni nada, a escasos centímetros del careto de otro caracol que, sentado y sin poder huir despavorido, no se esperaba tal insensatez.
Y es que estos otros caracoles, más prudentes, quizá en exceso, que a duras penas van desenroscando sus cuerpecillos, babositos y blanditos, y se asoman inseguros al exterior de sus refugios, van a pasarlo mal durante una buena temporada.
Yo soy de estos caracoles que lo están pasando mal y que lo pasarán mal aun yendo todo bien. Y que pese a tener unas ganas infinitas de recorrer la huerta entera hartándome de sabrosas hojas de col, de lechuga, de patata; de encontrarme con otros queridos caracolillos sobre una hermosa mata de alcachofas, y rozarnos gozosos los cuernecillos, incluso las mollas, y dejarla pelada entre todos; de volver al agujero sólo cuando castiga más el sol, no me atrevo a hacerlo. Sí, soy de los que pese a mis inmensas ganas, no tengo claro todavía eso de exponer mis carnes y mis cuernos al sol y al aire de los nuevos tiempos.
Lo difícil es encontrar el punto medio entre el caracol que se asoma por la ventanilla del coche, y el que va solo, en su coche, con el “bozal” puesto. Porque en ese punto medio, probablemente, está la clave para alcanzar el bienestar sanitario, psicológico y económico de esta colonia de caracoles a la que pertenezco. Y no acabar fritos en una cazuela, como las que nos prepara mi amiga Virgi.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Dibujos en la roca.


Muchas veces pasamos junto a cosas a las que si les dedicamos un poco de atención, descubrimos que son muy bonitas, que vale la pena contemplarlas, hacerlas nuestras, aunque sea un rato.
Hoy, andando por un camino, he visto una pared de roca que me ha llamado la atención. Me he detenido, me he acercado y mirad qué fotos he hecho.








Reflexiona: ¿quieres estudiar?


Leyendo un libro de Miguel Delibes, titulado Viejas historias de Castilla la Vieja, encontré un curioso dialogo entre un padre y su hijo de catorce años que me hizo pensar en los ninis, es decir, en esos jóvenes que ni estudian ni trabajan, no porque no puedan, sino porque no quieren.
La anécdota tiene su gracia.
Nos situamos en un pueblecito castellano. Cerca del pueblo hay un extenso páramo inhóspito y deshabitado, a donde el padre de este niño tiene costumbre de ir cuando ha de tomar decisiones importantes. El vacío y la soledad le ayudan.
Os dejo con Delibes.

Y al cumplir los catorce, Padre me subió al páramo y me dijo: “Aquí no hay testigos. Reflexiona: ¿quieres estudiar?” Yo le dije: “No”. Me dijo: “¿Te gusta el campo?”. Yo le dije: “Si”. Él dijo: ”Y trabajar en el campo?”. Yo le dije: “No”. Él entonces me sacudió el polvo en forma y, ya en casa, soltó al Coqui y me tuvo cuarenta y ocho horas amarrado a la cadena del perro sin comer ni beber.

Como veis es una acertada y breve descripción de lo que es ser un nini, aunque la forma que tiene el padre de demostrarle a su hijo que lo es, resulta hoy en día un tanto… brusca. Si el niño tiene vocación de perro, lo trata como a un perro. Más claro agua.
No digo que este señor esté haciendo lo correcto, pero me da la impresión que actualmente estamos haciendo justo lo contrario. Y ninguno de los dos extremos es el acertado, creo yo.

Vi entonces un cielo nuevo, y una tierra nueva,



Vi entonces un cielo nuevo, y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar ya no existía.
Y oí una voz potente que decía desde el trono:
 Esta es la morada de Dios con los hombres;
Él habitará con ellos
y ellos serán su pueblo;
Dios en persona estará con ellos
y será su Dios.
Él enjugará las lágrimas de sus ojos,
ya no habrá muerte ni luto
ni llanto ni dolor,
pues lo de antes ha pasado.
          Y el que estaba sentado en el trono dijo:
Todo lo hago nuevo.
Y añadió:
Escribe que estas palabras son fidedignas y verídicas.

Ap.21,1.3-5.

martes, 26 de mayo de 2020

¿Tontos o malos?



Aplaudí cuando se decretó el estado de alarma que, aunque tarde, por fin llegó. He callado mientras aguantamos el duro, pero necesario, confinamiento. Sin embargo, a medida que van pasando los días, veo una sombra creciente, como la de Saurón en el Señor de los anillos, que va creciendo y haciéndose fuerte. Y no es el maldito virus.
Por eso vuelvo a “hablar de política”.
Decisiones extrañas, como derogar íntegra la Reforma Laboral, que dicho sea de paso nos sacó de la pasada crisis económica, cuando hemos entrado de lleno en otra mucho peor que aquella; cuando el futuro es pura incertidumbre. O la destitución fulminante del jefe de la Guardia Civil que investigaba las concentraciones y manifestaciones del 8 de marzo. Concentraciones y manifestaciones que no se debía haber autorizado, y más sabiendo como sabían lo que se nos venía encima.
Y como estas, otras decisiones, torpes e inoportunas, ante las que yo me pregunto si responden a eso, a una inaudita torpeza, a una falta de inteligencia casi absoluta para gobernar una democracia, o a un plan perfectamente trazado para llevarnos a un objetivo que desconocemos; pero que ellos sí conocen y han acariciado largamente.
Preferiría la primera posibilidad, pero lamentablemente me inclino por la segunda. No creo que esta sombra creciente sea cosa de gente tonta, sino de mala gente. Mala gente que se dispone a pescar en río revuelto; y que está preparando sus aparejos.
A río revuelto ganancia de pescadores. Nuestra sociedad es ahora ese río revuelto. Una sociedad sumisa y acrítica, asustada por el impacto brutal de la pandemia y sus consecuencias, muchas de ellas aún en gestación.
Y los pescadores harán su agosto. El bicho se lo ha puesto a huevos. Y ese agosto de los pescadores puede ser, para la mayoría, un largo, larguísimo invierno.
Espero equivocarme.

lunes, 25 de mayo de 2020

Justo cuando el sol salía...


Andando esta mañana por un bonito sendero, justo cuando el sol salía por detrás de las montañas, he pasado por un rincón umbrío donde he encontrado, muy juntas, cuatro bonitas fotos.
El rinconcito, la hora del día; los pajarillos; la temperatura, muy agradable; la atmósfera en calma; la luz, muy baja todavía; el olor a tierra, hierba y flores, húmedas aún de la noche… Era precioso y se estaba muy, muy bien. Todo estaba en su sitio; hasta la arañita que esperaba el desayuno...






Paciencia y responsabilidad.


La falta de respeto por las minorías es una de las características más hirientes de los gobiernos con tentaciones totalitarias. Y este las tiene, no tanto por los socialistas, como por los socios que les acompañan y sojuzgan.
En esta desescalada difícil, se veía venir, se han tomado medidas absurdas, incoherentes y contradictorias en muchos ámbitos, probablemente por esa falta de respeto a todo lo que no pese en número.
En mi caso, y vuelvo sobre el tema, las dificultades y trabas que están poniendo desde el principio a la normalización de los deportes de montaña, han conseguido casi sacarme de quicio, por la incoherencia absoluta, radical, total que supone que estén permitiendo terrazas, playas, reuniones, cenas y yo no pueda pasarme el día solo, o con Isabel, en un monte siempre solitario.
Ante este desatino, la FEDME (Federación española de deportes de montaña y escalada), junto con todas las federaciones territoriales, han reclamado medidas sensatas y coherentes sin conseguir más que alguna pequeña concesión. Deben considerar que es menos peligroso que se junte la gente en la playa, hagan una barbacoa en el chaletito un grupo de amigos, o se vayan a almorzar al bar, que el hecho de que una persona, incluso si está federada, se vaya todo el día por el monte, sola o con su señora esposa.
Ya sé que he hablado otras veces de esto, pero vuelvo a hacerlo para desahogar la rabia y la impotencia que me provoca esta situación absurda. Y aprovecho este nuevo desahogo para compartir las palabras que en la página web de la FEDME nos dirigen a todos los que, entre el asombro y la indignación, somos víctimas de este desacato.

No obstante, continuaremos trabajando para que las franjas horarias establecidas dejen de ser una barrera a la práctica de los deportes de montaña ya que estamos convencidos de que ello no es incompatible con el cumplimiento de las medidas básicas de seguridad sanitaria necesarias para evitar la expansión de la pandemia que nos afecta.
Queremos aprovechar para agradecer la paciencia y la responsabilidad con la que está actuando nuestro colectivo, al tiempo que nos gustaría expresar nuestra solidaridad con todos aquellos que, de una manera directa, se están viendo afectados por esta situación.

Sí, tendremos paciencia y seremos responsables; es lo que debe ser, porque lo que me pide el cuerpo…¡ay, lo que me pide el cuerpo!
 Mejor dejarlo aquí.

No era una entrada triste.



Hay quien me ha dicho que la entrada anterior es muy, muy triste; preguntándome si yo me identificaba con Abderramán III. Pues no, no me identifico con Abderramán III.
Y si bien es cierto que lo que dice el califa es muy triste, y que triste debió ser su vida si lo que dice es verdad, no deja por eso de darnos una lección magistral. Y por eso compartí sus palabras.
Un hombre que lo ha tenido todo, vida social intensa y satisfactoria, riquezas y lujos, placeres y poder, una vida larga…, se da cuenta de que ha sido feliz , tan solo, catorce días.
Y esta es la gran lección. La felicidad no estaba ahí, en todo eso que él tuvo y todos desearíamos. Había que buscarla por otra parte, por otros caminos, por donde Abderramán no anduvo. Y se dio cuenta, y nos lo dice al final de sus días.
Lo triste será que a nosotros nos pase lo mismo que aquel hombre, porque todos tenemos el constante riesgo de que así sea. Y la prueba la hemos tenido en estos días pasados. Días en que muchas de las cosas que componían, por decirlo de algún modo, nuestra felicidad, han quedado suspendidas temporal o indefinidamente.
Es un ejercicio duro y exigente pensar esto, ahondar en este pensamiento hasta sus últimas consecuencias; pero si no lo hacemos, y ahora la ocasión la pintan calva, nos puede pasar lo que le pasó, hace ya mil años, al califa de Córdoba.
¿Veis? No pretendía ser la de ayer una entrada triste. Sólo seria.

domingo, 24 de mayo de 2020

Suman catorce.



En estos tiempos aciagos, de proyectos rotos, expectativas truncadas, futuro incierto, de un modo instintivo, y a menudo muy a nuestro pesar, nos hacemos preguntas inquietantes, buscando en las respuestas posibles un asidero donde agarrarnos para defendernos del vértigo que nos causa esa sensación de pesadilla de caer al vacío.
Y a veces sucede que, por casualidad, encontramos a una persona que dice algo que nos suena a respuesta; una respuesta a la que podemos agarrarnos, aunque en realidad sea otra pregunta, pero ésta más luminosa.
Y esa persona puede venir de muy lejos, de muy lejos en el tiempo. Ni más ni menos que del siglo X viene Abderramán III con estas palabras que, esta tarde de domingo, comparto sin más comentarios.

He reinado más de cincuenta años en la victoria o en la paz; amado por mis súbditos, temido por mis enemigos, y respetado por mis aliados. Riqueza y honores, poder y placer, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva.
En esta situación he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad: suman catorce:

(Escrito en su testamento)

Algo más fresquita.


NOTA DE LA SEMANA: 8

Poquito hay que decir hoy. Quitando que mañana puede estar algo mareado con nubes y alguna llovizna, el resto de la semana será como la pasada pero algo más fresca, aunque hacia el final volverán a subir las temperaturas alcanzando otra vez los 30, con mínimas de 13 o 14.
Los vientos serán, excepto mañana, siempre de levante; nunca fuertes, lo que nos dará un ambiente bastante agradable, ya que al no ser tan altas las temperaturas, la sensación no será de agobio. Mejor para poder llevar los “bozales”.
De nota le voy a poner un 8, porque para el 10 tendría que llover bien algún día, y eso no está previsto.
Una buena semana meteorológicamente hablando, aunque hacia el fin de semana el calor puede volver a molestar.

sábado, 23 de mayo de 2020

Escenas que no deberían verse.


Me comentaba un amigo, mayor que yo, ya en la década de los 70, el desasosiego y la tristeza que le produjo un paseo por Valencia, un día de estos, en su hora reglamentaria; eso sí. A ese comentario he añadido la imagen, que ya he visto varias veces, de grupos de jóvenes bien juntitos, charlando, sin mascarillas ni nada parecido. Y también el rapapolvo que el primer ministro italiano echó hace poco a la gente joven, por su forma de “normalizar” la situación.
Es todo lo mismo, ¿verdad? La irresponsabilidad impresionante de demasiada gente joven en este momento doloroso de nuestra historia. Sí, la imbecilidad de parte de esa tan cacareada juventud que, en estos difíciles momentos, está cubriéndose de gloria.
Al sentimiento de eso a mí no me pasa, muy presente en la gente joven, se le une el hecho de que esta epidemia no va con ellos, solo ataca, y a veces mata, a los viejos. ¡Que les den! Yo me voy de fiesta, deben pensar.
Esta entrada quiere ser una denuncia, lo es. Y una denuncia desde la preocupación y la indignación. Y sé que no es políticamente correcta, porque ahora no se lleva hablar mal de la gente joven, aunque se digan verdades como puños.
Sí, ya sé que no todos los jóvenes son así de gilipollas y de insolidarios. Y que también hay gilipollas e insolidarios entre los adultos. Lo sé. ¡Faltaba más! Pero si se hicieran estadísticas de cómo afrontan la desescalada nuestros jóvenes, nos caería la cara de vergüenza.
El problema es que a una sociedad que ha elevado a los altares a la juventud, no se le puede decir, porque no lo aceptará, que a demasiados niñatos les importa un bledo la enfermedad y la muerte de miles de personas que construyeron el mundo en el que ellos ahora se divierten. Porque su derecho irrenunciable es, caiga quien caiga, divertirse.
Y repito, por si alguien se me ofende. Hay jóvenes responsables y solidarios. Los hay incluso peleando en el frente más duro de esta guerra. A ellos, mi admiración y mi respeto. Pero lo dicho anteriormente, pese a esto, sigue siendo verdad. Creo.

viernes, 22 de mayo de 2020

Es curioso lo claro que se ve ahora...



Es curioso lo claro que se ve ahora el miedo que le tiene mucha gente a la soledad. Yo también, a la soledad impuesta también le tengo mucho miedo. Pero no a la soledad elegida de vez en cuando libremente; incluso la necesito.
En las breves salidas por el monte que me dejan hacer en estos tiempos feos, rara vez me encuentro gente sola. Como mínimo parejas, muchas de las cuales es evidente que no viven juntas. Ya he hablado de esto otras veces estos días.
Recuerdo también, cuando trabajaba en el cole, lo mucho que les costaba a los chavales estar solos haciendo alguna actividad. Enseguida se buscaban entre ellos.
Buscar a los demás es bueno, y sano. Es natural. Somos seres sociales, y somos plenamente nosotros mismos en el encuentro con el otro. Eso es verdad, pero para que ese encuentro tenga toda su profundidad, hay que estar solo de vez en cuando.
¿Por qué? Entre otros motivos, por esto que dice Ernesto Sábato, el escritor argentino.

"Siempre, decía Bruno, llevamos una máscara, que nunca es la misma, sino que cambia para cada uno de los lugares que tenemos asignados en la vida: la del profesor, la del amante, la del intelectual, la del héroe, la del hermano cariñoso. Pero ¿qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?"

Interesante reflexión, ¿verdad?

Tomo la opción restrictiva.



Cuando los políticos hacen las cosas mal, el asunto tiene consecuencias. Y esas consecuencias, siempre, acaban provocando mucho daño a las personas. Y aquí las están haciendo muy mal; no sé en otros países.
Entre otras muchas cosas mal hechas, antes, durante y seguro que después de “la peste”, está la desescalada que dicen. Caótica y llena de incoherencias. Y menos mal que aún sigue el estado de alarma, porque de lo contrario aún sería peor.
Y no voy a volver sobre el tema de las restricciones irracionales para el acceso a la naturaleza sino, en irritante contraste, voy a hablar de las normas para la reanudación de la vida social.
Yo soy el primero que necesito y ansío volver a quedar con mis amigos a almorzar, a comer o a cenar. Que deseo con toda el alma volver a las cenas de los jueves, y a una caldereta de cordero con mis compañeros del cole. O a una cena más íntima, en “petit comité”, con alguno de los muchos amigos con que Dios nos ha bendecido. Y digo amigos con todo el sentido de la palabra.
Pero si para ir a misa tengo que hacerlo con mil precauciones, y el sacerdote se pone la pantalla para darme la comunión; si para andar por la calle, si hay gente, tengo que ponerme el “odioso bozal”; si para ir a la farmacia, al supermercado, a comprar unos clavos o un geranio, he de ponérmelo también; si he de pensar lo que toco, lavarme las manos mil veces y no llevármelas a la cara nunca; si he de ceñirme a unas franjas horarias, bastante absurdas, por cierto; si ni siquiera, y ya lo he dicho muchas veces, puedo salir al monte libremente aunque sea sólo…
¿Cómo puedo irme a un bar, o quedar a cenar en casa con los amigos, ¡hasta diez! cuando para eso he de quitarme “el bozal”; tocar en un bar cosas que no sé quién ha tocado, ni quién tocará; y por supuesto, no puedo mantener esos angustiosos dos metros de distancia de seguridad?
Esto no tiene ni pies ni cabeza. Y ante estas medidas incoherentes y contradictorias, el ciudadano tiene dos caminos. El restrictivo, movido por el miedo o la prudencia; o el ¡“a fer la ma”, sea lo que Dios quiera!
Pero ha de ser una decisión del ciudadano, que desprotegido por las  propias normas que se supone que le protegen, ha de hacer de su capa un sayo y “tirar palante” como pueda.
Yo, con todo el dolor de corazón, tomo la opción restrictiva. Porque no sé a qué atenerme, porque la incoherencia extrema me confunde y me genera mucho miedo. Porque a esta pesadilla, de la manera que lo están haciendo, no le veo un despertar.

jueves, 21 de mayo de 2020

Debe ser peligrosísimo...


Me he levantado hoy, otra vez, a las cinco de la mañana para poder empezar a andar a las seis en una zona de los montes de Liria tan bonita como desconocida.
La verdad es que ha sido una gozada. Muy verde, lleno de flores, cielo muy azul y una temperatura de lujo. Silencio, solo roto por los trinos diferentes de una multitud de pajarillos. Y soledad.
Poco antes de las diez he vuelto al coche, porque tengo prohibido seguir andando por los montes después de esa hora; y lo tengo prohibido por vivir en Ribarroja, aunque esté federado. Si viviera en Villamarchante, por ejemplo, sí podría pasarme por ahí todo el día.
Luego, de regreso a casa, he pasado por delante de un par de bares donde el personal almorzaba, como siempre, en terrazas en la calle. La imagen me ha gustado, tenía ganas de verla.
De hecho podía haber almorzado en uno de ellos, que tenía una mesa libre. Eso sí podía hacerlo. Pero estar por esos senderos de Dios, yo solito,  hasta que se ponga el sol, eso no. Debe ser peligrosísimo que yo haga eso.
Que alguien me explique qué sentido tiene esto. Yo, de verdad, por mucho que me caliente la cabeza no se lo encuentro. Y deriva mi mente a terrenos peligrosos como el de justificar la desobediencia e incluso la violencia, cuando el legislador legisla incoherentemente en contra de los derechos y las libertades más elementales de los ciudadanos, por ineptitud, por irracionalidad, o por ocultos intereses.
Y llegar ahí es malo, muy malo. Y cuanta más gente llegue ahí, peor. Es sembrar vientos, habrá tempestades.
Ya sé que es más de lo mismo, pero es que estoy que me subo por las paredes, y escribir en el blog, aunque sea repetitivo, cumple su función de desahogo.
Bueno, “pa desempalagar” unas cuantas fotos de esta mañana.