Esta
mañana, la del día 50 de confinamiento, he podido ¡por fin! salir un rato al
monte. Hacía poco que habían dado las seis, y con las primeras luces he salido
de casa. ¡Qué ganas, Señor, qué ganas!
Hasta
las ocho pasadas he ido sin ver a nadie; luego he empezado a ver gente, y hacia
las nueve había personal por todas partes. Normal; es bonito que tantos
tengamos ganas de echarnos al monte, en el buen sentido, ¡claro! Siempre y
cuando lo hagamos con respeto.
Y
ojalá que la limitada libertad de este dos de mayo, no sea más que un anticipo
del regreso de la libertad perdida.
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