Nunca
pensé que tuviera que vivir una situación como la de hoy. En un día radiante de
primavera no puedo coger el coche, irme a cualquier camino perdido por el monte,
dejarlo a un lado, y pasarme todo el día andando solo. O con Isabel o con algún
amigo, pero ya no digo eso, me conformo con solo.
No, no
puedo. Puedo pasarme todo el día “bambando” con el coche por la provincia.
Puedo ir a comer a un bar o restaurante con los amigos. Puedo también organizar
una cena en casa. Puedo ir a un recinto deportivo al aire libre, como el parque
del Turia. Puedo ir en grupo, pagando a
una empresa de turismo activo para que me paseen. Puedo ir a comprar donde me
dé la gana. Puedo hacer ya mil cosas, muchas de las cuales entrañan serios
riesgos, pero no puedo irme solo a andar todo el día por el monte.
Y lo
que yo quiero no sólo no entraña ningún riesgo para mí ni para nadie, sino que
no será ni mucho menos masivo, y menos entre semana. Ni tampoco el fin de
semana.
En mis
correrías por los montes estoy habituado a recorrerme, en un día entre semana,
treinta o cuarenta kilómetros sin cruzarme con nadie. Eso es lo normal. En fin
de semana, y sólo si es por zonas próximas a Valencia, como la Calderona, sí me
encuentro con gente, pero nunca es excesivo. No como aquí, en el término de
Ribarroja que de ocho a diez de la mañana es un agobio y un peligro por la
cantidad de personas con las te cruzas.
Esta
situación, que la vivo mal, es un atentado injustificado contra mi libertad de
movimientos consagrada por la Constitución. Unas medidas tan absurdas,
contradictorias y lesivas, no se pueden amparar en el necesario estado de
alarma. Por eso, porque son absurdas, contradictorias y hacen daño
innecesariamente a personas; aunque quizá no a muchas. Pero, y disculpadme, a quien le
joden, le joden bien, como a mí.
Y lo
que es más importante todavía, la contradicción absoluta. Se autorizan
actividades que pueden facilitar contagios, y un eventual repunte, y se prohíbe
algo tan absolutamente seguro como que una persona se pase todo el día sola por
el monte, sin ver a nadie, sin bajar a ningún pueblo.
¿No
será menos peligroso dejar que la gente ande por los montes que dejarles ir a
bares, museos, tiendas, donde se juntarán inevitablemente? ¿No será menos
peligroso que se coman, un señor y su señora, o su amigo, un bocadillo bajo un
algarrobo, que el hecho permitido de que se monten una barbacoa en casa?
Lo que
decía ayer. Inepto y necio se tiene que ser para para hacer las cosas así.
Inepto y necio.
¿Se
nota que estoy cabreado?
NOTA:
en el momento en que estoy escribiendo esto me están llegando noticias, aún
confusas, de que al menos para los federados, yo lo estoy, esto puede cambiar.
Pero ¿por qué sólo los federados? ¿A qué federación hay que pertenecer para ir
a un bareto a comer hoy? No, las cosas no se hacen así.
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