Me he
levantado hoy, otra vez, a las cinco de la mañana para poder empezar a andar a
las seis en una zona de los montes de Liria tan bonita como desconocida.
La
verdad es que ha sido una gozada. Muy verde, lleno de flores, cielo muy azul y
una temperatura de lujo. Silencio, solo roto por los trinos diferentes de una
multitud de pajarillos. Y soledad.
Poco
antes de las diez he vuelto al coche, porque tengo prohibido seguir andando por
los montes después de esa hora; y lo tengo prohibido por vivir en Ribarroja,
aunque esté federado. Si viviera en Villamarchante, por ejemplo, sí podría
pasarme por ahí todo el día.
Luego,
de regreso a casa, he pasado por delante de un par de bares donde el personal
almorzaba, como siempre, en terrazas en la calle. La imagen me ha gustado,
tenía ganas de verla.
De
hecho podía haber almorzado en uno de ellos, que tenía una mesa libre. Eso sí
podía hacerlo. Pero estar por esos senderos de Dios, yo solito, hasta que se ponga el sol, eso no. Debe ser
peligrosísimo que yo haga eso.
Que
alguien me explique qué sentido tiene esto. Yo, de verdad, por mucho que me
caliente la cabeza no se lo encuentro. Y deriva mi mente a terrenos peligrosos
como el de justificar la desobediencia e incluso la violencia, cuando el
legislador legisla incoherentemente en contra de los derechos y las libertades
más elementales de los ciudadanos, por ineptitud, por irracionalidad, o por
ocultos intereses.
Y
llegar ahí es malo, muy malo. Y cuanta más gente llegue ahí, peor. Es sembrar
vientos, habrá tempestades.
Ya sé
que es más de lo mismo, pero es que estoy que me subo por las paredes, y
escribir en el blog, aunque sea repetitivo, cumple su función de desahogo.
Bueno,
“pa desempalagar” unas cuantas fotos de esta mañana.
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