Entiendo
que los nacionalistas, sean más o menos independentistas, puedan desear acabar
con el estado de alarma, porque muchos de ellos, no todos, anteponen su
ideología política al bienestar de la población, incluida la salud, y hasta el
derecho a la vida. Ahora se ve muy claro esto. Tomemos buena nota.
Pero
nadie más.
Me
parece un acto de irresponsabilidad gravísimo oponerse a la petición del
Gobierno de seguir manteniéndolo, cuando es la única herramienta eficaz para
luchar contra la pandemia. Y se ha demostrado. No veo ahora otra salida
mínimamente segura a la situación que vivimos.
Que el
Gobierno reaccionara tarde; no se atreviera a enfrentarse en su momento al
feminismo descerebrado, hay otro; no tuviera ningún tipo de previsión… Y más,
mucho más, es algo que se tendrá que analizar para depurar responsabilidades.
Pero
no ahora. El virus no está vencido, y enredarse en miserables disputas
políticas con las consecuencias jurídicas que ello conllevaría, es lo último
que necesitamos. No es el momento, por Dios que no lo es.
En ningún
país europeo está sucediendo esto de anteponer la lucha política, mezquina y
miserable, a los derechos más elementales de los ciudadanos, y al más sagrado,
la vida.
No sé
lo que pasará, pero si consiguen que finalice el estado de alarma en medio de esta
guerra, creo que la tendremos perdida. Y esta perspectiva añadirá más miedo,
más incertidumbre, más ansiedad a millones de personas que nos hemos visto, de
la noche a la mañana, en un mundo de pesadilla que jamás pudimos imaginar.
Pero a
ellos qué. Sólo las pasiones humanas más miserables y rastreras pueden
justificar cambiar a una situación que a nadie, a nadie va a beneficiar, y que
puede traernos mucho más dolor y sufrimiento del que ya hemos pasado. Pero a
ellos qué.
Ahora
se está decidiendo.
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