FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 31 de enero de 2019

La vida surge hasta donde parece que no puede.


Son dos fotos que hice este pasado mes de diciembre en una excursión con Isabel por Casinos. Estaba ya todo bastante seco y polvoriento pero, como siempre, la vida surge donde puede, ¡y qué hermosa es! Podría estar mucho tiempo contemplando sin cansarme.




miércoles, 30 de enero de 2019

El Señor es mi pastor...


El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
 por años sin término.

martes, 29 de enero de 2019

Una nevada débil. Conangles 1994.


Ahora que nieva abundantemente en los Pirineos, me ha venido a la memoria una de las experiencias con nieve más duras que he vivido. Ya la conté en el blog hace unos dos años, pero ahora puedo hacerlo con las fotos de la aventura que entonces no tenía, pues Isabel no había llegado aún a digitalizarlas.
Eran las fiestas de Pascua de 1994, año aquel en el que cayeron muy bajas. Estábamos acampados Isabel, Alejandro, Rubén y yo en el valle de Conangles, a unos 1900 metros de altitud, en un rinconcito que ya conocía, entre dos arroyos, en el bosque y junto a un gran bloque de granito. El lugar es idílico, con abundante agua y leña, y bien protegido del viento y la nieve.
El tiempo no era bueno, y pasamos unos días de paseos cortos y largos ratos junto al fuego o en las tiendas. 

Recién llegaditos. El tiempo no acompañaba.

El bloque de granito junto al que hacíamos el fuego.

Preparando una comida.

El pico Conangles,al pie del que estábamos, en un rato de cielo limpio.

Listos para una excursión. Demasiadas nubes.

Ascendiendo hacia el Sarraera occidental. No llegamos.

Pronto la niebla nos envolvíó.

Había que regresar a las tiendas.

La montaña no nos dejaba llegar a la cumbre.

De nuevo junto a las tiendas.

El sábado, 26 de marzo, decidimos bajar a Viella a comer de barete, comprar comida y conocer la previsión meteorológica. Venía ya buen tiempo, aunque para el domingo aún daban alguna débil nevada, así que contentos y tranquilos, por la tarde, volvimos a nuestro campamento en la montaña.
Nevaba débilmente y después de cenar nos acostamos. ¡Qué noche! El viento comenzó a coger fuerza y la nevada se intensificó rápidamente convirtiéndose aquello en una espantosa ventisca. No pegamos ojo, temiendo que nos destrozara las tiendas dejándonos a la intemperie en medio del temporal, aunque el mismo viento que las zarandeaba limpiaba de nieve nuestro pequeño campamento.
Hacia el amanecer la tienda de Alejandro y Rubén cedió, y acabaron en sus sacos, con media tienda encima de ellos y nieve por todas partes. Había que salir de allí. En un momento de calma nos levantamos, desmontamos las tiendas y nos preparamos para bajar.
Y empezamos el descenso hacía el Hospital de Viella, situado junto a la boca sur del túnel, donde teníamos el coche. El camino, que es cuesta abajo, se tarda una media hora larga en recorrer. Nos costó casi cuatro horas.
El avance era lentísimo, pues nada más abandonar el protegido pradito donde estábamos, en muchas zonas la nieve nos llegaba casi por la cintura y, cargados como íbamos, cada metro costaba un gran esfuerzo. Además el temporal se intensificó, nevaba con mucha más fuerza y el viento, en contra, lo hacía todo más difícil todavía.
Llegados a una zona bastante llana, donde aún era más lento el avance, expuesta además a las avalanchas que podían caer por las canales de la cara sur del Sarraera occidental, empecé a temer seriamente que pudiéramos salir bien parados de aquella aventura.
Entonces escuchamos, en medio del fragor de la ventisca, las quitanieves que intentaban mantener abierta la carretera. Fue nuestra salvación. Decidimos dejarnos caer por la ladera, braceando en la nieve donde nos hundíamos, a veces casi hasta el cuello, hacia la carretera que estaba allá abajo, y lo sabíamos, aunque nada veíamos. Era todo de un blanco grisáceo.
Por fin llegamos a ella, cerca de donde teníamos el coche. Sería casi medio día. Pero aún no se había acabado la historia. “La Olivia” no arrancó y además, el camino del aparcamiento a la carretera general,  de escasos cien metros, estaba totalmente nevado. Y cuando entre todos los que allí estábamos, con una pala y los tapacubos de los coches, conseguimos medio abrirlo, siguió sin arrancar, aunque Isabel subió gasolina de Viella a donde bajó a dedo, por si era ese el problema. No lo era.
El tiempo pasaba, el viento, la nieve, y el frío seguían, y la noche se nos echaba encima. Los demás coches consiguieron salir, y el nuestro allí se quedó, y nosotros con él.
Al fin, dos a dedo y otros dos con la Guardia Civil, que había tenido un día bien ajetreado, bajamos al pueblo. Y a la hora de cenar llegamos a Viella.



El río Conangles cuando regresamos de Viella.

De camino hacia las tiendas con la esperanza del buen tiempo.

Aunque había estado nevando todo el día aún se subía bien.

A la mañana siguiente. Nuestra tienda aguantó bien.

El viento limpiaba de nieve nuestro rinconcito.

Pero rompió la tienda donde dormían Alejandro y Rubén.

Nuestra cocina, medio tapada por la nieve.

Listos para bajar al pueblo.

La ventisca arrecia.

Cada vez hay más nieve.

El viento obliga a refugiarse de él continuamente.

Y más nieve...

Y más, y más...

Por fin llegamos al coche.

Y cuando entramos en la habitación de un hotel, calentita y confortable, caímos en la cuenta de que en todo el día no habíamos bebido ni comido nada, ni desbebido ni por supuesto descomido. Estábamos en modo emergencia. Es curioso el cuerpo humano lo que es capaz de hacer cuando de sobrevivir se trata.
Una reconfortante olla aranesa inició una cena memorable, tras la que un sueño reparador y bien merecido nos dejó como nuevos para disfrutar de Viella totalmente nevada, mientras la grúa subía a por el coche y lo dejaba en el taller, pues el lunes era festivo. El martes, por fin, volvimos a casa.

Viella, al día siguiente por la mañana desde la habitación del hotel. ¡Una nevada débil!


lunes, 28 de enero de 2019

Siempre le ha gustado pintar.


A mi madre siempre le ha gustado pintar. Ahora, con sus 91 años, tiene tiempo para hacerlo, y dedica gran parte de sus mañanas a colorear láminas que va guardando en una carpeta.
Muchas veces me dice que me lleve las que me gusten, porque luego, “cuando se vaya”, a saber lo que pasa con ellas. El otro día, después de enseñarme las últimas, me dijo una vez más que me llevara las que quisiera, y añadió, "yo pinto porque me gusta y me lo paso bien, y ya está". Cuando me fui, se quedó pintando ensimismada sus dibujos, en la terraza, rodeada de plantas, a la luz del sol de invierno. Y vi en aquel momento poesía y sentido de la vida.
Yo, como mis hermanos, de vez en cuando me llevo algunas, y las guardo también en una carpeta. Guardo sus láminas pintadas, láminas como las que comparto a continuación. Y pienso, divertido, la cara que pondrá cuando las vea en la pantalla del ordenador y le expliquemos además que las puede ver mucha gente de todas las partes del mundo. No lo entiende y se queda asombrada, pero se lo cree porque se lo decimos nosotros, sus hijos.









domingo, 27 de enero de 2019

Vientos secos todos los días.

NOTA DE LA SEMANA: 0

Inicio hoy una nueva sección en el blog que voy a llamar El tiempo de la semana y que espero pueda resultar útil, aunque solo sea para hacerse a la idea de lo que se nos viene encima.
Me gusta la meteorología como a la mayoría de los montañeros de antes, yo soy de los de antes, quizá porque, bien como amigo o como enemigo, el tiempo ha jugado un papel muy importante en mis ascensiones.
Los datos que manejo para hacer la predicción son básicamente dos. Uno es la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET; otro, la Agencia Alemana de Meteorología, Wetterzentrale. Uniendo las dos fuentes y mi experiencia del asunto, suelo acertar bastantes veces, aunque otras, normalmente las menos, me equivoco.
El ámbito geográfico en el que me centraré será Ribarroja y alrededores, aunque cuando sea menester haré referencia a otras zonas, bien porque se puedan dar fenómenos especiales, o por comparación con lo que pasa por aquí.
Llevo intención de publicar una entrada semanal el domingo o lunes, y advierto de que la exposición de las conclusiones a las que haya llegado será muy personal, y por lo tanto subjetiva. Le pondré una nota al tiempo que va a hacer de cero a diez; cero será un tiempo asqueroso y desagradable, y diez, una maravilla.
Enseño pues antes mis cartas. Lo peor que puede pasar, para mí, son los vientos de componente oeste, sobre todo si son calientes, y la ausencia de lluvia. Lo mejor, que llueva, que nieve, ya sería el colmo del placer, o que luzca el sol en una atmósfera en calma y fresquita, como más, tibia.
Así pues, empiezo por esta semana. ¡Y ojalá me equivoque con lo que voy a decir!

El viento de poniente nos castigará sin compasión durante toda la semana, unos días más que otros, alcanzado su punto de máxima “insoportabilidad” hacia la segunda parte, el jueves y el viernes.
La lluvia no aparecerá por ningún sitio, y las temperaturas, tanto máximas como mínimas, serán muy altas para ser enero y febrero. El ambiente será muy seco. La sensación de frío nos la dará el viento.
Lo único bueno, la visibilidad, la atmósfera limpia, y los amaneceres y atardeceres esplendorosos, pero esto no compensará lo molesto y desagradable que será para mucha gente; para mí desde luego; y lo peligroso  para determinados trabajos al aire libre, y ¡cómo no! para nuestros montes, ya bien sequitos gracias al pasado e interminable anticiclón con el que acabó el otoño y entró el invierno.
Es éste el precio que pagamos en esta zona del Mediterráneo cuando la lluvia y la nieve riegan el norte y la meseta. A nosotros nos maldicen las borrascas que a ellos les bendicen.
Por todo esto mi nota para esta semana es un cero mondo y lirondo, y porque no pongo notas negativas. Por esto he empezado diciendo, ¡ojalá me equivoque! Pero a día de hoy es lo que veo.

sábado, 26 de enero de 2019

...voy de mi corazón a mis asuntos.


Lamentando mucho lo sucedido con Julen, y no pudiendo ni imaginar el dolor de unos padres que ya es el segundo hijo que pierden de un modo trágico, no puedo evitar volver a sentir en la boca el regusto amargo que siempre me dejan los circos mediáticos que montamos alrededor del dolor humano.
El límite entre la solidaridad real y la pantomima, entre el dolor sentido y el exhibido, entre la información veraz y el espectáculo morboso queda siempre difuminado en circunstancias como estas. Por eso no juzgo nada ni a nadie. Allá cada uno con su conciencia.
Pero lo que sí quiero dejar muy claro es mi convicción de que los medios nos desfiguran la realidad hasta límites caricaturescos y para muchos, por agravio comparativo, dolorosos. Por eso hay que estar siempre alerta para no caer en el engaño de confundir la realidad con la falsa realidad que nos venden y de la que viven.
En España, tristemente, mueren niños de dos años por mil causas diferentes, pero no mediáticas. Y el dolor de sus padres no es menor que el de los de Julen. En este caso la diferencia la marca, aparte de ser el segundo hijo que pierden, no el hecho, sino la circunstancia. Y este es el problema; que se nos olvida que lo importante es el hecho en sí, durísimo, tristísimo y no la forma en que haya sucedido.
Porque ver morir a un niño a los dos años nos rebela contra Dios, nos lleva a preguntarle ¿por qué? desde lo más hondo, y nos hace, en no pocas ocasiones, hasta dudar y renegar de su existencia, alejándonos de Él para siempre. El cómo sucedió queda en segundo plano.
Por eso hoy no sólo hemos de pensar en este niño, Julen, rezar por él y su familia quien pueda y quiera, sino también por esas otras familias que se han quedado sin su niñito, discreta, silenciosamente, y que pronto han de volver, como dice Miguel Hernández, “sin calor de nadie y sin consuelo, de su corazón a sus asuntos”, sin que el mundo sepa del dolor intenso que va acompañarles, como una sombra, toda su vida.
El poema donde están estas palabras se titula Elegía, está dedicado a su amigo Ramón Sijé, y puede leerse perfectamente pensando en Julen, en su hermanito, y en cualquiera de esos niños que se van sin casi haber vivido.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

viernes, 25 de enero de 2019

Reinicio con P mayúscula.

            
           Amigos del blog:

Dije punto final, sí, pero hoy digo punto final a una etapa. Empiezo la siguiente con mayúscula. Y la mayúscula con la que empiezo es la P, la pe de perdón. Porque quiero pediros perdón por la forma repentina, un punto críptica, con la que me despedí hace tan solo unos días.
Los motivos largamente meditados estaban, pero no fuera, estaban en mí. Y aunque seguía teniendo mucho que decir y ganas de hacerlo, me había ido invadiendo desde hacía tiempo la sensación de que era inútil seguir escribiendo, de que a nadie servía, y de que como más, podría traerme problemas. Lo que está sucediendo en educación, en política, en medio ambiente, en los medios de comunicación, en la Iglesia… clama al cielo. Y ese clamor, lo reconozco, me asustó, y me dije, Jesús, calla; no está el horno para bollos, y tú no estás en los mejores momentos de tu vida. Y para lo que te sirve escribir. Retírate.
Y pulsé la tecla para publicar lo que hoy ya es la penúltima entrada. Y creí, en ese momento, que no podía hacer otra cosa. Pero enseguida vinieron las llamadas, los amigos preguntando que qué había pasado, y los comentarios en las redes, y la reiterada petición de que no sea un punto final, de que a ese punto final le salgan gemelos, que se transforme en puntos suspensivos, como me dicen en un bonito e inmerecido comentario en el blog.
También pasó que al día siguiente oí en la tele unas declaraciones tan insensatas como absurdas… Y quise escribir. Estuve toda la tarde solo en casa, y leí unos poemas… Y quise escribir. Y vi fotos de un viaje al Pirineo el año 1988… Y quise escribir. E hice un arrocito con conejo y caracoles, para comer… Y quise escribir. Y ha empezado el castigo, ya veremos hasta cuando,  de los vientos secos del oeste… Y quise escribir. Y así más y más… Hasta hoy.
Y de este modo he ido descubriendo estos días, sorprendido, que el blog no era tan inútil como creía. Que hay personas, muchas más de lo que yo pensaba, a quienes les sirvo para algo escribiendo. Y que yo mismo necesito hacerlo; que a mí me ayuda más de lo que hubiera imaginado. Y aunque estoy en un momento de mi vida de valle en día gris, que no de cumbre bajo el cielo azul, tiene más sentido, me da más paz volver a escribir, a compartir con vosotros mi vida, mis pensamientos, mis sentimientos, que el triste retiro por el que había optado y que me ha ido quemando por dentro estos días.
Y aunque, como ya he dicho, no esté ni el horno para bollos y yo ande por el valle gris, con vuestro apoyo y presencia, y mis ganas de seguir escribiendo, reinicio Los ecos secretos del silencio, con la esperanza de poder mantenerlo largos años, de poder seguir siéndoos útil con lo más grande que tenemos los hombres, la palabra. Y lo reinicio profundamente agradecido a todos los que con vuestros comentarios, vuestros mensajes, con vuestra sorpresa y despago, me habéis dado tanta fuerza estos días de silencio. No me lo esperaba.

Gracias, muchas gracias.

viernes, 18 de enero de 2019

Punto final.


Hasta aquí hemos llegado. Con esta entrada cierro el blog. Es posible que en un futuro lo reanude en lo que podría llamar una segunda etapa, o que inicie otro diferente, o que me salga de las redes sociales para los restos…No lo sé.
¿Motivos? Nunca hay uno solo. Los he meditado largamente y los tengo claros. Desde luego no es ninguno de ellos el cansancio o la falta de temas de los que hablar. De hecho, hay asuntos tan solo iniciados, que darían mucho de sí… Y otros que no podría ignorar, y que el decir lo que de verdad pienso sobre ellos me traería muchos y serios problemas. Y quiero vivir en paz; no estamos en una sociedad libre ni en una democracia madura. Pero lo escrito, escrito está, y a disposición de todo aquel que le pueda resultar útil o quiera entretenerse.
Me voy pues, pero no quiero irme sin expresar mi más profundo agradecimiento a todas las personas que, a través de las redes o personalmente, han tenido la amabilidad y la cortesía de hacerme saber que había alguien al otro lado, que alguien escuchaba mis palabras, porque sé que el mejor desprecio es no hacer aprecio, y el silencio es, en ocasiones, la más contundente forma de desprecio. Y también de esto ha habido mucho.
En cualquier caso ha sido una experiencia interesante. Agradable y gratificante a veces, triste y decepcionante otras, sorprendente casi siempre. Pero ha valido la pena.
Después de 1314 entradas, pongo hoy punto final a los Ecos secretos del silencio.



miércoles, 9 de enero de 2019

¿Por qué nos perseguís? ¿Qué hemos hecho tan mal?



Cuando leo que la comunidad educativa propone que en secundaria los alumnos evalúen a los profesores, me surgen unas preguntas doloridas. ¿Por qué nos perseguís? ¿Qué hemos hecho tan mal? ¿A dónde queréis llegar? Y otras muchas que bien podéis imaginar.
Y por otra parte me alegro de estar ya al cabo de la calle. Ya no me queda casi nada en la profesión ¡Qué paradoja! Me alegra poder huir de la quema y me duele que me alegre. Y me duele por mi mujer, que sigue ahí, y por muchos amigos, a los que les quedan años de soportar el irritante, absurdo y enloquecido sistema educativo. Años de recibir tortazos por todas partes.
Estoy además convencido de que a una parte de esa sociedad a la que los profesores sirven, le parecerá muy bien esta medida. Pero yo sólo veo ahí, inquina, desprecio y una oscura envidia por “lo bien que vivimos los profes”, dicen.
E ignorancia. Sobre todo ignorancia. No tienen, los que quieren que sus hijos evalúen a los profesores, la más ligera idea de qué es eso de ser profesor hoy en día en un aula de secundaria. Ni la más lejana idea. Y la verdad es que es de todo menos fácil.
Primero hemos de soportar los continuos vaivenes políticos que nos hacen hacer y deshacer una y mil veces documentos tan absurdos como costosos. Una farragosa burocracia inútil y cambiante.
Después, aguantar al montón de gurús sinvergüenzas que, debidamente aliados con los políticos y amparados por la Universidad, innovan, dicen, haciendo perder un tiempo precioso al profe en el aula y fuera de ella.
Hay que bregar también por otra parte con una legión de psicólogos que, sin tener la más ligera idea de lo que es un aula y de cómo funciona, manipulan a padres y alumnos en supuestas terapias de las que evidentemente viven. Es este otro de los frentes que el profesor debe controlar, manteniéndose a prudencial distancia de ellos, si puede. Hay algunos sabios y honestos, los conozco, pero creo que son los menos.
También ha de lidiar el profesor con los padres. Los hay ejemplares; buenas personas, responsables y respetuosos, que te ayudan y confortan, pero también hay unos pocos que mejor hubieran hecho comprándose un perro o un gato que teniendo un hijo. Y si en un aula tienes uno o dos de estos, ya vas listo. Y es lo normal.
Los medios de comunicación tampoco ayudan. Ellos ya han hecho su propio juicio de la profesión y han sentenciado. Cuando pasa algo, el profesor es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Y si tras el linchamiento se demuestra que el ahorcado era inocente, ya está ahorcado. Ya no dicen nada.
Tampoco jueces y abogados ayudan mucho. La judicialización del sistema educativo ha dejado a los profesores expuestos a mil pleitos posibles que, aún ganándolos, desgastan y destruyen todo resto de ilusión y vocación.
Luego están los alumnos, en una edad difícil, víctimas de políticos, pedagogos, psicólogos, familias, medios de comunicación, jueces y abogados y sus propias hormonas desatadas, que a menudo cornean a quien les ayuda y muerden la mano que les da de comer, cosa normal a su edad.
Este es el panorama. Pero parece ser que no es suficiente peso para las espaldas de unos profesionales a los que debería respetar y hasta mimar la sociedad, empezando por sus mandamases. Un peso más, los alumnos deben evaluar al profesor, dice la comunidad educativa.
Y dice también esta comunidad que la evaluación no tendrá efectos concretos sobre el profesor, que será para elaborar planes de mejora. ¡La madre que los parió! Olvidan lo más elemental, que el profesor es una persona, con sus virtudes y sus defectos, que tiene sentimientos, y una vida a veces difícil. Olvidan que todo centro escolar es una comunidad con una dinámica social interna donde hay de todo, como en todas partes, y que esta evaluación puede viciar esta dinámica hasta lo intolerable.
Hay otras formas de evaluar a los profesores. Los inspectores, los equipos directivos y el propio claustro son los que deben realizar esta tarea. Y tienen ambos información más que suficiente para hacerla. No es competencia ni de padres ni de alumnos. ¡Faltaba más!
Repito mis preguntas, ¿Por qué nos perseguís? ¿Qué hemos hecho tan mal? ¿A dónde queréis llegar? Y sé que no habrá respuesta.

lunes, 7 de enero de 2019

A propósito de un roblecito.


Me gustan los árboles. Si me preguntan cuál es mi preferido no sabría contestar, el olivo, el haya, el arce, el roble… De este último voy a hablar; de un humilde roblecito que tenemos en el patio ya hace años.
Es alto, delgadito y con una minúscula copa. Sigue el ritmo de sus hermanos amarilleando en otoño, cayendo sus hojas después, descansando en invierno y rebrotando al principio de la primavera con unas hermosas yemas que se abren formando grandes hojas; no más de una docena.
En este momento le queda ya solo una, y caerá pronto. Y me ha parecido oportuno hablar de él en el blog. Hacerle un pequeño homenaje buscando algún poema que hablara de robles, y compartirlo.
Y mira por donde, gracias a esto, gracias a mi roblecito, he encontrado un poema de Gerardo Diego que tenía olvidado y que, aunque está escrito para la Navidad, tiene sentido también después de ella. Y en él aparece un roble.
Se pregunta la Virgen en el poema cómo cuidará al Niño Jesús cuando lo tenga. Es precioso. Leedlo sin prisa. Se llama Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad.
Ahí va pues el poema, y la foto de una hoja de mi roblecito sobre el Quijote abierto.

Con qué le envolveré yo,
con qué.
Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.
Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.
Y ahora que me acordaba,
ángel del señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «he aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.
O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué.
O dímelo tú.



sábado, 5 de enero de 2019

Recuerdo de un día de Reyes.


Fue hace muchos años, en aquellos momentos en que, deslumbrado, iba descubriendo la alta montaña; y nos fuimos un grupo de amigos, en enero, al lago de san Mauricio. Era nuestra “primera invernal”.
Recuerdo que nos instalamos en un refugio libre, junto al lago, y allí estuvimos haciendo pequeñas excursiones y disfrutando del entorno, pues la cantidad de nieve que había era impresionante; el material que llevábamos, de baratillo; y nuestra experiencia, ninguna. Guardo sin embargo un vivo y gratísimo recuerdo de aquel viaje. Y de la noche y el día de Reyes que allí pasamos.
El cinco de enero bajamos ya al pueblo, y tras cenar en uno de los pocos bares que había entonces en Espot, dormimos en una casa particular por un módico precio, más o menos amontonados en unas pocas camas, pero calentitos; hacía un frío que pelaba.
Al día siguiente, el día de Reyes, bajamos hasta Esterri d´Aneu por donde pasaba el autobús que nos llevaría a Barcelona, y de allí a casa en tren. Cenamos también en un bar donde estuvimos hasta que cerraron, ya que el autobús pasaba a las cinco y media de la mañana. Y lo esperamos en la calle, al raso, tumbados en la acera, metidos en nuestros sacos. No sé a cuántos grados bajo cero estaríamos, pero había hielo por todas partes.
        No sé por qué me he acordado hoy de aquel día, y me han entrado ganas de compartir el recuerdo y algunas fotos de aquel viaje.

¡Feliz noche de Reyes!
¡Feliz día de Reyes!


El refugio donde estábamos.

Panorama hacia el oeste.

Els Encantats.

El lago de San Mauricio.

Una de las excursiones. Sin esquíes, sin raquetas...

Panorama hacia el norte.

El lago desde la subida al Portarró.

Abetos y montañas. Estábamos alucinados.

Otra excursión.

De nuevo Els Encantats.

Panorama hacia el sur.

Un servidor hace 39 años.