Me
gustan los árboles. Si me preguntan cuál es mi preferido no sabría contestar,
el olivo, el haya, el arce, el roble… De este último voy a hablar; de un
humilde roblecito que tenemos en el patio ya hace años.
Es
alto, delgadito y con una minúscula copa. Sigue el ritmo de sus hermanos
amarilleando en otoño, cayendo sus hojas después, descansando en invierno y
rebrotando al principio de la primavera con unas hermosas yemas que se abren
formando grandes hojas; no más de una docena.
En
este momento le queda ya solo una, y caerá pronto. Y me ha parecido oportuno
hablar de él en el blog. Hacerle un pequeño homenaje buscando algún poema que
hablara de robles, y compartirlo.
Y mira
por donde, gracias a esto, gracias a mi roblecito, he encontrado un poema de
Gerardo Diego que tenía olvidado y que, aunque está escrito para la Navidad,
tiene sentido también después de ella. Y en él aparece un roble.
Se
pregunta la Virgen en el poema cómo cuidará al Niño Jesús cuando lo tenga. Es
precioso. Leedlo sin prisa. Se llama Letrilla de la Virgen María esperando la
Navidad.
Ahí va
pues el poema, y la foto de una hoja de mi roblecito sobre el Quijote abierto.
Con
qué le envolveré yo,
con
qué.
Ay,
dímelo tú, la luna,
cuando
en tus brazos de hechizo
tomas
al roble macizo
y le
acunas en tu cuna.
Dímelo,
que no lo sé,
con
qué le tocaré yo,
con
qué.
Ay,
dímelo tú, la brisa
que
con tus besos tan leves
la
hoja más alta remueves,
peinas
la pluma más lisa.
Dímelo
y no lo diré
con
qué le besaré yo,
con
qué.
Y
ahora que me acordaba,
ángel
del señor, de ti,
dímelo,
pues recibí
tu
mensaje: «he aquí la esclava».
Sí,
dímelo, por tu fe,
con
qué le abrazaré yo,
con
qué.
O
dímelo tú, si no,
si es
que lo sabes, José,
y yo
te obedeceré,
que
soy una niña yo,
con
qué manos le tendré
que no
se me rompa, no,
con
qué.
O
dímelo tú.
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