Estudiando estos días con mis alumnos, en
literatura, el Cantar de Mío Cid, reflexionaba sobre la fuerza que la buena
literatura tiene para educar en valores, y me resultaba curioso, por ridículo,
todo el palabrerío en forma de libros, charlas, cursillos y demás zarandajas
que hay hoy en día alrededor de este tema, y que los gurús de la educación nos
venden como el último alarido, que no ya grito, de esa pseudociencia que es la
pedagogía.
Y es que, cuando les cuentas y ellos mismos leen, lo
que Rodrigo Díaz de Vivar hizo tras conquistar Valencia, por ejemplo, flipan,
como dicen ahora.
¿No se vengó del rey Alfonso VI, después de lo que le
hizo? Podía, pero no lo hizo. Le había jurado lealtad y cumplió su juramento. Y
no sólo no se vengó, sino que puso a sus pies la ciudad conquistada. Así nos lo
cuenta Antonio Machado en su poema, a orillas del Duero:
…Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;…
Y el héroe, que cumple su palabra, que devuelve bien
por mal, toca el alma del niño que está aprendiendo a vivir y que respira cada
día el aire maligno de la palabra falsa y del ojo por ojo. Y le toca el alma, el ver al
héroe poderoso que, feroz y bravo en la batalla, es respetuoso con la niña que
llorando le dice, "en nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada", en el precioso poema
del hermano de Antonio, Manuel, titulado Castilla:
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
Nadie responde... Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos. lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
"Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!"
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Les insto a mis alumnos a que vean cómo el poderoso
no avasalla al débil, como casi siempre pasa. Y les digo que imaginen la
escena. El verano en la estepa castellana, el polvo, el sudor, el hierro de
armas y armaduras. El Cid y sus hombres buscan reposo, agua, sombra fresca,
algo que comer. Rostros duros, manos recias hechas a empuñar espada y lanza,
ojos cansados de sangre…
El mesón cerrado. Ante los brutales golpes de los
soldados se abre la puerta, aparece una niña débil, muy débil, blanca, muy
blanca, ojos azules…e invita a entrar al Cid y a sus hombres diciéndoles lo que
ello supondrá a su familia. Llora.
Y el Cid, actuando de un modo del todo inusual en
aquellos tiempos, y en estos, no entra y grita ¡en marcha! Y sigue su camino, y
se pierde con sus hombres en las anchas tierras de Castilla, rumbo al
Mediterráneo, al destierro. "Polvo, sudor
y hierro el Cid cabalga".
¡Qué importa que todos estos hechos tengan dudosa
historicidad! No son historia, son
literatura. Y qué es la literatura muchas veces, sino la esencia de lo
más digno de la historia, lo que todos hubiéramos querido que hubiera sido la
historia y no fue.
El Cantar de Mío Cid, escrito por alguien hacia el
año 1.200, es un cofre lleno de valores de ayer, de hoy y de siempre. Y cuando
les digo a mis alumnos, que el Cid fue fiel a su palabra, fue leal a su Rey,
respondió al mal con el bien, respetó a la niña débil, a sus padres aterrados,
escondidos en algún lugar del mesón, que fue valiente, que fue generoso, que
fue honrado… les estoy proponiendo una forma de ser persona muy grande y muy
digna. Y les transmito mi admiración y mi respeto por esa forma de vivir que la
literatura ha extraído, como preciosa esencia, de la historia. Porque aunque el
Cid histórico no haya sido así, es como nos hubiera gustado que hubiera sido.
Por algo será. Y también les hago caer en la cuenta de ello.
¿No es esto educar en valores desde lo más hondo de nuestra propia cultura? Y acabo diciéndoles
que si algún día van por Burgos, no olviden visitar, en la catedral, la sepultura
de don Rodrigo Díaz de Vivar, el que en buena hora nació.
Sublime
ResponderEliminarBueno, muy bueno!!
ResponderEliminarPensar sobre lo que pudo haber sido y no fue es muchas veces una necedad pero, efectivamente, en algunos casos la esencia ficticia que produce se convierte en una obra de arte literaria, como en el Poema de myo Cid
ResponderEliminarENHORABUENA POR EL POST.
ResponderEliminarQué bueno.
ResponderEliminarMagnífico, bellísimo. Con profesores como usted, aún nos queda una llama de esperanza. Enhorabuena y adelante con su honrosa labor. Un abrazo.
ResponderEliminarAlimento para el alma. Me entristece la otra España que no sabe ni entiende.
ResponderEliminarAlimento para el alma. Me entristece la otra España que no sabe ni entiende.
ResponderEliminarMe hubiese encantado asistir a esas clases, pero pienso utilizar este contenido con mis hijos esperando transmitir historia, literatura y valores.
ResponderEliminarEl poema en concreto es conmovedor!
¡ Bravo ! ¡ En estos tiempos que corren y más que nunca, necesitamos verdaderos héroes como tu ! Sigue educando así, por favor.
ResponderEliminarEl problema es que ya me he jubilado, por edad, ¡claro! Y echo de menos a mis alumnos, no al sistema educativo que tenemos, que detesto con toda mi alma. Gracias por tus palabras.
EliminarÉranse trescientas lanzas, cada cual con su pendón.
ResponderEliminarCada guerrero del Cid a un enemigo mató,
al revolver para atrás otros tantos muertos son.
Allí vierais tantas lanzas, todas subir y bajar,
allí vierais tanta adarga romper y agujerear,
las mallas de las lorigas allí vierais quebrantar
y tantos pendones blancos que rojos de sangre están
y tantos buenos caballos que symcdata.info/organizacion-social-en-el-imperio-inca/