Una de las piezas que interpretó la Banda de Ribarroja en el
Concierto de Navidad fue Los Miserables, uno
de mis musicales preferidos. Lo vimos en el teatro Isabel y yo en Barcelona, hace
ya algún tiempo, gracias al regalo que nos hicieron un grupo de amigos. La
película también me gustó, así como el libro que leí hace muchos años, y que un
día de éstos releeré.
Los personajes, Jean Valjean y Javert, enfrentados
trágicamente, siendo cada uno de ellos fieles a su propia conciencia, hasta el
límite, capaz uno de aceptar el perdón que le cambia la vida, incapaz de
hacerlo el otro, lo que le lleva a la muerte, me parecen hitos importantes en
la historia de la literatura, por lo que de profundamente humanos tienen.
Precisamente lo que los cristianos celebramos esta
noche es la posibilidad que tenemos todos de cambiar de vida por amor, de
elevarnos cada día sobre toda miseria, toda esclavitud, toda limitación y poder
ser hombres nuevos, por hondo que hayamos caído en el pasado. El nacimiento de
Jesús abre las puertas al cambio más grande que podamos concebir, un cambio hacia la luz
y hacia la vida de un mundo nuevo.
Pero no es del gran libro de Víctor Hugo de lo que va
esta entrada, ya hablaré más de él, cuando lo vuelva a leer, sino de compartir
de algún modo, con quiera hacerlo, esos emocionantes doce minutos que vivimos
Isabel y yo en el auditorio, cuando Pascual, el director, levantó la batuta e
inició, diría, solemnemente, la interpretación de la pieza.
La grabé en vídeo con mi camarita de fotos y la he
subido a youtube. La calidad es pobre, pero se oye aceptablemente, y además
conseguí mantener el pulso, lo que no me fue nada fácil, pues la música me
envolvía y me arrastraba y quería sólo escuchar…
Bueno, si queréis escucharla, pulsad Los Miserables.
¡Feliz Nochebuena!
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