Son ahora las doce y tres minutos del lunes, 22 de diciembre. Entramos en invierno. |
Invierno, qué palabra más fría, más
blanca, más bella. Me gusta el invierno. Siempre he pensado que es tiempo de
paz, de sosiego, de reencuentro con uno mismo. Tiempo de libros, de tertulia
amable junto al fuego, de recuerdos y proyectos.
Quiero recibirlo compartiendo este
poema de Antonio Machado, invernal, tristísimo, que acaba, eso sí, con una
limpia pincelada de esperanza.
La nieve. En el mesón al
campo abierto
se ve el hogar donde la leña
humea
y la olla al hervir
borbollonea.
El cierzo corre por el campo
yerto,
alborotando en blancos
torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el campo y
los caminos,
cayendo está como sobre una
fosa.
Un viejo acurrucado tiembla
y tose
cerca del fuego; su mechón
de lana
la vieja hila, y una niña
cose
verde ribete a su estameña
grana.
Padres los viejos son de un
arriero
que caminó sobre la blanca
tierra,
y una noche perdió ruta y
sendero,
y se enterró en las nieves
de la sierra.
En torno al fuego hay un
lugar vacío
y en la frente del viejo, de
hosco ceño,
como un tachón sombrío,
tal el golpe de un hacha
sobre un leño.
La vieja mira al campo, cual
si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie
pasa.
Desierta la vecina
carretera,
desierto el campo en torno
de la casa.
La niña piensa que en los
verdes prados
ha de correr con otras
doncellitas
en los días azules y
dorados,
cuando crecen las blancas
margaritas.
La descripción del paisaje es magistral, austera como
la estepa castellana, sobrecogedora. La del mesón, encoge el alma. El padre con el ceño
hendido por “tachón sombrío” no mira…, la madre “mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve”. Al campo desierto, a la carretera desierta. “En
torno al fuego hay un lugar vacío”. El viejo acurrucado junto al fuego, la mujer hilando,
el hijo que “se enterró en las nieves de la sierra”. Silencio.
Y la niña, que “cose un verde ribete
a su estameña grana” piensa en verdes prados, en días azules y dorados, donde
correrá entre las flores con otras doncellitas.
Imaginadlo. A este cuadro soberbio,
en blanco y negro, de una inmensa tristeza y una gran desolación, la niña pone
esa nota de color, azul, dorado, verde, grana que la lanza al
futuro, más allá del pasado enterrado en la blancura silenciosa de la nieve.
Con ese pensamiento de la niña,
lleno de esperanza, os deseo un muy feliz invierno.
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