FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

¡Por fin llueve como toca!


Largos años llevo quejándome en el blog de la sequía y de las consecuencias desastrosas que en nuestros montes y campos está teniendo. Justo es que ahora comparta la alegría que me da este período de lluvias que estamos viviendo.
Lluvias como las de antes, como las que recuerdo de cuando era pequeño. Días enteros lloviendo; el olor a humedad; el serrín a la entrada del “cole”; la ropa tendida en casa, junto a la estufa; los impermeables y las botas de agua; charcos en la calle…
Gratos recuerdos de mi infancia que se mezclan hoy con la tranquilidad y la satisfacción de saber que el agua corre por nuestros montes, nuestros campos, nuestros pinares. Que regresa con ella la vida. 
Además es otoño tardío, la evaporación es mínima y el agua de estos días viene para quedarse, y con un poquito de suerte, volverá a llover el domingo, el lunes, quizá el martes.
Pero, ¡ojo! No pensemos que con esto se acaba la sequía. Es sólo un alivio, un alivio importante, porque para acabarse esta maldición que nos lleva acompañando tantos años, haría falta que se sucedieran días como estos, mes tras mes, sobre todo en otoño y primavera. Y eso está por ver. ¡Ojalá así sea!
          Esta mañana, el pluviómetro de mi casa marcaba 100 litros. Ahora 104. Sin embargo aún no hemos llegado en lo que llevamos de año ni a 300. Sí, debe llover más. Debe seguir lloviendo.
         Así pues, alegrémonos, y gocemos, y démosle gracias a Dios, a la naturaleza, o a quien queramos dárselas, por la bendición de estos días.

martes, 29 de noviembre de 2016

La muerte de Fidel Castro. Una ocasión para pensar.


La muerte de Fidel Castro, como todo acontecimiento histórico de primera magnitud, nos permite entender mejor el mundo en el que estamos. Sólo hay que estar atentos a la realidad y reflexionar sobre ella.
Son momentos en los que, a quien más y a quien menos, se les ve el plumero, como decimos coloquialmente. ¡Y qué plumeros se han visto y se están viendo estos días!
Mi reflexión sobre el comandante Fidel, que creo que Dios, en su infinita misericordia, habrá acogido en su seno, es la que expongo a continuación.
Fidel Castro defendió la soberanía de su país frente a enemigos poderosos. Buscó el bienestar de la gran mayoría de la población. Trabajó por la educación, a la que utilizó como herramienta de adoctrinamiento, por la sanidad para todos y por la justicia social, a su manera, claro. Creo que todo esto es cierto.
Pero también es cierto que Fidel Castro fue un dictador que llegó al poder mediante la violencia. Sobre su conciencia pesan numerosos crímenes, se supone que por el bien de la mayoría. Pesan también continuos atentados contra la libertad de las personas, contra su dignidad, contra la libertad de expresión, materializados estos atentados en las cárceles y el exilio.
Pienso que su intención era buena, fue buena toda su vida, pero imbuido en ese mesianismo propio de los dictadores, creyó que él y solo él sabía el camino. Y entonces, como consecuencia lógica, todos los que no pensaran como él eran enemigos suyos y del pueblo, de la patria. Esto le llevó a excluir la democracia, llegando en su desprecio por ella a dejar la jefatura del país en manos de su hermano, para perpetuar el régimen, cual si de un monarca absoluto se tratara.
Y ahora viene el punto crítico de mi reflexión. Los tres párrafos anteriores siguen siendo ciertos si escribo Francisco Franco en vez de Fidel Castro. Haced el ejercicio de releerlos cambiando el nombre. Quizá las únicas diferencias sean que Castro "abdicó" en su hermano y Franco reinstauró la monarquía, y que el primero rompió una dictadura y el segundo una democracia. Por lo demás, ¿dónde están las diferencias?
A mí no me cuelan gato por liebre. De verdad que no veo ninguna diferencia esencial entre Francisco Franco y Fidel Castro. Es lo mismo. ¡Claro que sí! Solo cambia el barniz de la superficie. A un barniz le llamamos fascismo y al otro comunismo. Hijos ambos de la misma madre, el totalitarismo.
Al principio de la entrada decía que estos acontecimientos históricos facilitan el que veamos el plumero al personal. Es muy interesante ver cómo líderes políticos para los que la palabra Franco es el colmo del horror, de la depravación, de la aberración histórica, se deshacían en alabanzas hacía el dictador cubano. Alguna alusión a sus sombras, alguna crítica por lo “bajini” pero, al final, “adiós compañero”. 
No es demócrata quien habla así, aunque se venda como tal. No es demócrata. Y además es un corrupto, porque vive en la peor de las corrupciones, la corrupción ideológica.
Yo soy demócrata convencido porque me cuesta serlo. Por eso sé que lo soy. Ser demócrata no es fácil, porque la democracia exige una actitud de respeto al diferente, una capacidad de aceptación de la voluntad de la mayoría cuando tú no eres de esa mayoría, una actitud crítica constante, una paciencia a prueba de bomba, que a mí me cuesta tener. Me cuesta respetar al diferente cuando me irrita, me cuesta aceptar la voluntad de la mayoría cuando pienso que esa mayoría está manipulada, me cuesta tener una actitud crítica constante porque me canso, me cuesta tener paciencia porque hay cuestiones que urgen, y la democracia es lenta.
Sí, porque me esfuerzo día a día en ser demócrata sé que lo soy. La dictadura es más eficaz, a corto plazo quizá más justa, pero atenta contra lo más sagrado que tenemos las personas, la libertad y la dignidad, y así pronto se convierte en la mayor de las injusticias, en la peor de las corrupciones.
Ved lo que dice la gente estos días. Todos, desde los "más importantes" hasta los ciudadanos de a pie. Vedlo y sacad conclusiones. Recordadlas a la hora de votar. Y si vuestras conclusiones no son las mías, por sentido democrático las respetaré, aunque no las comparta, aunque me cueste respetarlas.
Son momentos estos en los que la historia nos invita a pensar. Hagámoslo si no queremos que otros piensen por nosotros.

Su infinita capacidad para transformarse.

Una de las muchas cosas que me gusta de la montaña es su infinita capacidad para transformarse siendo, a la vez, siempre fiel a ella misma. El crepúsculo, el amanecer, la mañana, el medio día, la tarde, el atardecer, de nuevo el crepúsculo y la noche. La primavera, el verano, el otoño y el invierno. El día de tormenta, de lluvia mansa pero densa, de nevada, de ventisca, de sol y cielo azul...

Así estaba el valle de Benasque el sábado.
Y así el domingo por la mañana.




viernes, 25 de noviembre de 2016

Poema para el Día del Maestro.

Francisco Giner de los Ríos.
Hoy, Día del Maestro, (en mi "cole") quiero compartir el poema que Antonio Machado dedica a Francisco Giner de los Ríos con ocasión de su muerte. Fundador de la Institución Libre de Enseñanza, influyó muchísimo en la vida y obra del poeta.
Me parece un poema precioso, lleno de sentimiento, de reconocimiento, de cariño. Creo que es el mejor homenaje que un discípulo pude hacerle a su maestro.
El poema es claro, directo, abierto. Leedlo y disfrutadlo.

A Don Francisco Giner De Los Ríos.

Como se fue el maestro,
la luz de esta mañana
me dijo: Van tres días
que mi hermano Francisco no trabaja.
¿Murió?... Sólo sabemos
que se nos fue por una senda clara,
diciéndonos: Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan;
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!

Y hacia otra luz más pura
partió el hermano de la luz del alba,
del sol de los talleres,
el viejo alegre de la vida santa.
...¡Oh, sí!, llevad, amigos,
su cuerpo a la montaña,
a los azules montes
del ancho Guadarrama.
Allí hay barrancos hondos
de pinos verdes donde el viento canta.
Su corazón repose
bajo una encina casta,
en tierra de tomillos, donde juegan
mariposas doradas...

Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Es Rita Barberá la que nos denuncia.


Me parece muy triste la historia de Rita Barberá. Una historia de estas que bien puede ser una novela de las que te dejan un sabor amargo, muy amargo.
Cofundadora del partido en el que militó toda su vida, veinticuatro años alcaldesa de Valencia, acusada y sentenciada sin previo juicio, por los medios de comunicación y sus adversarios políticos, repudiada por los suyos, muere de un infarto, a los 68 años, en un hotel de Madrid, junto a su hermana y su sobrino a los que había llamado al encontrarse lejos de casa, sola y enferma…
Yo no sé si esta mujer, que dejó una ciudad bien distinta a la que encontró, que tuvo, como todos, aciertos y errores, que ya está en la historia de Valencia, era o no corrupta, ni en qué consistió su corrupción. La justicia estaba en ello. No ha tenido tiempo.
Pero yo creo que con la última etapa de su vida y con su muerte, casi sola, lejos de su ciudad, ha sido ella la que nos denuncia a todos.
Denuncia la última etapa de su vida el sucio juego político que, en aras de intereses partidistas, juzga y sentencia, violando el derecho que todos los ciudadanos tenemos a la presunción de inocencia. Denuncia también a los medios de comunicación que juegan con la verdad y el honor de las personas, en función de sus tendencias políticas, más allá de todo principio ético.
Y su muerte denuncia a los que han perdido de vista el valor de la vida humana y la dignidad de las personas, y no saben ni siquiera guardar silencio en el momento de la muerte, que es lo menos. Ni un minuto de silencio en el Congreso, justificando este impresentable comportamiento con un argumento del más rancio populismo. Ni silencio en las redes sociales, donde hay gente que va incluso más allá, burlándose, con grotescos chistes y estúpidas ocurrencias, de una persona que acaba de morir.
Creo en la presunción de inocencia. Creo en la dignidad de las personas. Y no soy yo quién, para juzgar, sentenciar y condenar. Son los jueces. Y desde luego, nadie, ni siquiera los jueces, tienen derecho a despojar de su dignidad como ser humano a nadie, absolutamente a nadie. A Rita Barberá tampoco.

Descanse en paz. 

martes, 22 de noviembre de 2016

Abre los ojos, toma la vida, es para ti.


Cuando nacieron mis sobrinos nietos, Andreu y Joan, les dediqué una entrada en el blog en la que adapté para ellos la canción de Mocedades, (Cartas a Laura VII) cuya letra volveré a escribir al final de estas líneas.
¿Y por qué hoy esta canción y esta reflexión? Porque estoy saboreando en un día gris y lluvioso, autentica bendición, mis primeros días de prejubilado, y en la paz del hogar, junto a la estufa donde la leña arde trasladándome a otros fuegos y otros tiempos, pienso en mis sobrinos, que estuvieron en casa el domingo, y en esos niños, hijos de amigos y compañeros, que han venido al mundo estos días. En esta última temporada, hemos podido dar la enhorabuena a papás, abuelos, tíos y amigos próximos a nosotros. Sea el acontecimiento, para todos, en hora buena.
Y pensando en ellos esta mañana, me ha vuelto a venir a la cabeza la canción de mocedades, y la he escuchado, descansando la mirada en el tronco que ardía en silencio en las brasas sobre la que reposaba y se consumía, y recordaba…, gratamente recordaba esa canción hecha realidad en mi vida.
Pienso que es obligación nuestra crear un mundo donde estos bebés, puedan, cuando ya sean mayores, vivir una mañana como la que yo estoy viviendo hoy. Y no cumplir con esa obligación es una injusticia atroz, un pecado gravísimo, porque ellos no han pedido venir al mundo, y traerlos a él, si su mundo va a ser un infierno, es el colmo de la crueldad y la depravación. Y no es el camino no traerlos, sino ofrecerles una vida digna de ser vivida.
Sí, abrid los ojos, tomad la vida, jugad felices, creced libres. Gozad del sol y del mar azul, de los bosques y las estrellas. Que la lluvia caiga sobre vosotros, que juguéis con el viento y la nieve. Que el dulce olor a pan y ese viejo libro que alguien guardó para vosotros, sean alma de un hogar en paz.
Sí, todo esto les deseo a estos bebés, a estos niños, cuyos nombres conozco, pero también lo deseo para todos aquellos que no conozco, y que tienen el mismo derecho que ellos a vivir libres, felices y en paz.
¿No son ellos motivo suficiente para pelear por un mundo mejor? ¿No es obligación de cualquier joven, de cualquier adulto, de cualquier anciano, hacer más humano, más habitable, más acogedor, al menos el mundo que esté a su alcance?
Muy poco, a menudo nada, podemos hacer por esos bebés de Siria, o de los arrabales miserables de las grandes ciudades, o de esos países africanos que sufren ya el cambio climático, o de Haití, de los que ya nadie se acuerda. Muy poco o nada, pero sí podemos hacer algo, a veces mucho, por los que nacen entre nosotros y que, teniendo las necesidades básicas cubiertas, o a veces ni tan siquiera eso, van a encontrarse con el infierno que demasiados adultos de nuestra opulenta, desequilibrada e injusta sociedad, crean para ellos.
Ni el bebé que se hará hombre en un hogar roto por el odio entre papá y mamá, ni el que lo hará entre cascotes, ruinas y paredes agujereadas por la metralla, merecen la vida que les ha tocado en suerte, que hemos hecho que les toque en suerte.
Esta canción de Mocedades es para todos los bebés. Oigámosla mirando a los nuestros que duermen seguros y calentitos, arropados por un inmenso y gozoso cariño. Oigámosla mirando a ese niño, que quizá conocemos, y sabemos que vivirá entre peleas, insultos y desamor. Oigámosla viendo a ese bebé de Siria cuya canción de cuna es el ruido bronco de explosiones y tiroteos.
Y actuemos en consecuencia.
              
Cuando tú nazcas abre los ojos
toma la vida, es para ti.
Un mundo entero para que juegues
para que crezcas libre y feliz.
Todo un planeta entre tus manos
cuando tu vueles fuera de mí.
Cuando tú nazcas ojalá puedas ver el sol
y si aún existe el mar tan azul como duerme hoy.
Y que la lluvia
salte pura sobre tu piel,
que aún sople el viento
y que juegues con él;
y que la nieve
caiga blanca por navidad.
Cuando tú nazcas
que tú nazcas en paz.
Ojalá que puedas conocer
los veranos que he vivido yo,
y esos libros viejos que guardé
pensando en ti hijo mío.
Que los bosques sigan donde están,
que aún exista el dulce olor a pan.
Ojalá que quede para ti un mundo como el mío.
Que la luna siga siempre ahí,
vuelen las estrellas sobre ti.
Ojalá te quede todavía un mundo como el mío.


Si queréis escucharla pulsad Cuando tú nazcas.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Y se quedó con cara de gilipollas.


Mientras Isabel pagaba en la caja de un supermercado contemplé una escena que os voy a relatar. Fue muy breve, porque estas cosas suelen ser rápidas, pero yo la vi en cámara lenta, y no perdí ningún detalle.
En la caja contigua, también pagando, había tres adultos y un niño de unos 6 añitos. Lloraba amargamente, y pronto descubrí que quería un peluche de estos que ponen cerca de los puntos de pago con aviesas intenciones, por muy solidaria que sea la venta del peluche en cuestión.
El peluche lo tenía en la mano una chica joven, llamémosle tía, y el padre con gestos claros y contundentes le decía al niño que no, que de eso nada, que no le compraban el bichito.
Mientras la tía se mantenía un poco estatua (ahora dirían mannequin challenge) y el padre movía la cabeza como un péndulo, la madre se encaró con él y le dijo algo que interpreté como que sí, que había que comprárselo. El niño estaba en medio, mirando alternativamente a uno y otro; había dejado de llorar. La tía seguía petrificada. El padre aceleró la velocidad del movimiento pendular de su  testa, y la madre, tras dirigirle una mirada atroz, de esas de "ya hablaremos en casa" torció el gesto, agarró al niño y lo plantó ante la tía que, moviéndose al fin, dio el peluche a la cajera para que lo incluyera en la cuenta, y se lo entregó al pitufillo.
Una amplia sonrisa se dibujó en el semblante del chiquillo, mientras el padre se quedaba con una patética cara de gilipollas que, a duras penas, se transformó en sonrisa cuando el nano le enseñó, feliz, su trofeo. Porque, no nos engañemos, era un trofeo.
¿Qué hará ahora el pobre hombre?, pensé yo. Pues nada, le dijo algo que debió ser, "dale al menos las gracias", porque el niño fue a la presunta tía y se puso de puntillas para darle un agradecido besito, besito al que la tía respondió con otro muy amoroso.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Luego pensaba yo que el problema no estuvo en comprar o no un peluche solidario al niño, ni en la tía, que igual los ve de vez en cuando, sino en el desencuentro entre papá y mamá. ¿Quién fue el primero en decir si había que comprarle eso al niño o no? Pues ese manda, el primero que habla. Y el otro, esté de acuerdo o no, delante del niño, y en aquel momento, calla y otorga. Y si el asunto les lleva a tirarse de los pelos, que se los tiren después en la soledad de la alcoba, hasta quedarse calvos, pero nunca delante del retoño.
¡Qué caras se pagan estas cosas después! ¡Qué caras!



domingo, 20 de noviembre de 2016

Tres mitras y una corona de espinas.


Esta mañana, no sé qué canal, estaba retransmitiendo en directo la misa del Papa, en Roma, el día de la clausura del año jubilar, más conocido como Año de la Misericordia, y justo cuando sintonizaba ese canal, el Papa hablaba de que la corona de Jesús (hoy es la festividad de Cristo Rey) era de espinas…
Eso ya lo he oído muchas veces, pero si esas palabras, viejas conocidas, las combinamos con la imagen que, no sé si por casualidad o con intención, nos mostraba la tele en ese momento, el impacto ha sido demoledor.
Mientras el papa Francisco hablaba de la corona de espinas de Jesús, la imagen era un primer plano de tres mitras, rojas, esplendorosas, sobre tres testas no sé si cardenalicias o arzobispales.
¿Casualidad? ¿Intencionalidad? No lo sé, y realmente no me importa, porque el efecto real de esto en la gente es el escándalo. Y eso sí me importa. Me importa, me duele, me preocupa la profunda e hiriente incoherencia que se desprende de situaciones como éstas. Situaciones que hacen que el mensaje parezca profundamente incoherente.
Incoherencia derivada del contraste entre las palabras de Jesús “mi reino no es de este mundo” y el histórico empeño de la Iglesia de reinar en este mundo. Contraste demasiado evidente, demasiado lacerante, contraste muy difícil de justificar, si es que es justificable.
Y un mensaje incoherente no es un mensaje de fiar. El Papa lo sabe, y le duele, lo ha dicho mil veces. Mucha gente en la Iglesia, lo sabe y les duele; lo dicen. Pero hay que ir más allá de darnos cuenta, de que nos duela y de decirlo, hay que actuar.
Y la acción empieza por tratar de ser coherentes nosotros mismos, no cayendo en la tentación de denunciar incoherencias ajenas, las de la Iglesia incluidas, y no ver las nuestras.
El papa Francisco, que estoy convencido de que no sólo lo piensa y lo dice, sino que también actúa, lo ha dicho bien claro en otro momento de la homilía. “Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor…” Pobre en los medios y rica en amor. Creo que más claro no se puede decir.
Iglesia acogedora, libre, fiel, pobre en medios y rica en amor. Cristianos acogedores, libres, fieles, pobres en medios y ricos en amor. Y así, juntos, plantarle cara al pecado, entendido como todo aquello que nos degrada como hijos de Dios, que nos envuelve en el miedo y nos lleva a la muerte. Lo ha dicho también el Papa, el pecado, el miedo y la muerte, los enemigos a batir.
Sí, el mensaje está claro. Y es muy hermoso. Millones de personas a lo largo de la historia, y en nuestros días, lo han acogido en su vida, pero también hay muchos millones que andan a ciegas, que buscan un sentido, una razón de ser a su existencia. Y a toda esa gente, también hijos de Dios, imágenes como la de esta mañana les confunden, les alejan, como les confundimos y les alejamos los que nos llamamos cristianos cuando no actuamos, aunque sea un poquito, como tales.
Sí, me ha dolido ver la cabeza de Jesús, coronada de espinas junto a las tres mitras resplandecientes. Me ha dolido por la Iglesia, que es mucho más y mejor que de lo que de esa imagen puede desprenderse. Y me ha dolido por mí mismo, porque me recuerda también mis incoherencias y el daño que ellas hayan podido y puedan ocasionar.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Un rincón en la sierra de Espadán.

Noviembre. Un día azul, limpio, un puntito fresco. Sierra de Espadán. Las cuatro de la tarde. Paso por un rincón umbrío, próximo a la carretera. Es una explosión de luz y color. No hay nadie. Silencio. Me siento en una roca, junto a un humilde arroyo, cuyo murmullo se funde con el de las hojas de los árboles mecidas por una suave brisa; a veces, se les oye caer a la tierra.
No hace falta irse muy lejos para entrar en el alma del otoño.








































jueves, 17 de noviembre de 2016

Gracias, muchas gracias.




Es posible que, en esta entrada, mis palabras sean impúdicas, si entendemos por impúdico lo que dice el diccionario de la RAE: carente de pudor o recato, entendiendo por recato la primera acepción de esta palabra, cautela, reserva.
Sí, es posible que en esta entrada no tenga reservas, no sea cauteloso con lo que digo. Y os lo voy a decir claro, no quiero ser cauteloso, no quiero escribir con reservas. A corazón abierto, como se lo he prometido a mi amigo Toni después de su carta en facebook, como merecéis todos los que a lo largo de estos años me habéis tenido, de un modo u otro, en vuestra vida, y ahora me lo estáis diciendo, o no lo hacéis, pero lo sentís.
Será porque hace ya mucho tiempo que sé que tengo mucho más pasado que futuro, me estoy aferrando a lo bueno, a lo hermoso, con una fuerza, con un ansia irrefrenable. Y siento la necesidad de gritar a los cuatro vientos que apuesto sin reservas por la vida, y que hay mucha gente buena, y que el mundo es hermoso, y que hay que plantarle cara al mal, porque debe ser hermoso para todos.
Estoy harto de violencia, de muerte, de odios, de desencuentros, de dolor. Harto de que el mal, en todos sus manifestaciones, se haya convertido en el pan nuestro de cada día. Y de que nos hayamos acostumbrado a él. De que lo respiremos como el aire. De que ya no se nos acelere el pulso cuando vemos la muerte real o virtual. De que no nos de vergüenza una violación, un asesinato, un campo de refugiados, y nos sonroje el abrazo de un reencuentro, o nos parezca cursi manifestar gratitud o cariño. No nos cuesta nada decirle a uno de qué mal ha de morir con las peores palabras, pero nos cuesta decir “te quiero”, y ocultamos esa lágrima que revelaría nuestra alegría o nuestro dolor.
Por eso quiero proclamar lo bueno de todos estos años, lo mucho bueno, agradecerlo, compartirlo, y enterrar lo malo, que lo ha habido, aunque nunca con los alumnos. La memoria de la afrenta, hecha rencor, hace daño a quien lo siente, no a la persona a quien va dirigido ese rencor. Y yo quiero vivir en paz.
Desde mi primer encuentro, yo tenía 17 años, con los niños, en el grupo Junior, de la Ciudad Fallera, hasta hoy, han pasado muchos años, y en todo este tiempo he recibido siempre mucho más que he dado. Cuanto más me entregaba, más recibía.
Por eso, cuando estos días me habéis abrumado con vuestras palabras, vuestros gestos, vuestra gratitud, he llegado a sentirme incómodo, porque por mucho que creáis que os he podido dar, me habéis dado mucho más vosotros a mí. Hasta el último día. Me parecía injusto no dejar esto muy claro.
Me habéis dado vida día a día, habéis justificado mi vocación, me habéis defendido del triste deterioro del sistema educativo, me habéis dado aire cuando me faltaba, porque a veces me faltaba, me habéis perdonado cuando me he equivocado, habéis conseguido que siempre me sintiera acogido.
Es gratitud el sentimiento que me lleva a escribir esto. Le doy gracias a Dios, por su presencia en mi vida. A Isabel a quien tanto quiero y con quien tanto quiero. A mi familia, a mis amigos de toda la vida, que han estado siempre ahí. A mis compañeros de “fatigas escolares”. Y hoy, de un modo muy especial a vosotros, alumnos, compañeros, amigos que habéis caminado junto a mí día tras día, dándome siempre mucho más de lo que yo podía daros.
 Gracias, de todo corazón gracias.

 ¡Y que Dios os bendiga!

martes, 15 de noviembre de 2016

Después de algo más de 34 años...


Hoy ha sido un día muy especial para mí. Nací hace 61 otoños, pero no es sólo esto lo que lo hace especial, que también, sino el hecho de que, después de algo más de 34 años, dejo de dar clases de lengua española, de castellano.
Estos días pasados me fui despidiendo de los grupos a los que iba por última vez. Y ha sido muy bonito ver cómo mis alumnos, a su manera, me han trasmitido que han estado a gusto conmigo. Ha habido aplausos envueltos en barullo, deseos explícitos de que no me vaya “tan pronto”, comentarios personales de los que te llegan dentro, mucho más dentro de lo que ellos se puedan imaginar, miradas y gestos que hablaban en silencio… También imagino que habrá a quien le dé igual, o incluso se alegre. Es normal.
Charradores impenitentes casi todos, “perretes” algunos, trabajadores otros, tranquilos los menos, inquietos los más; cada uno con el fardo de su aún corta vida a sus espaldas, fardos algunos muy pesados, y que ya llevan, a sus años, con entereza y dignidad. Yo también he estado a gusto con ellos y, aunque a veces me hacían enfadar, siempre me he sentido acogido. Olvidaban y olvidaba, y seguíamos adelante.
Decepcionado profundamente de la educación en este país, ha sido en ellos, en mis alumnos, donde he encontrado la fuerza para mantener encendida la llama de la vocación. En ellos y en el convencimiento profundo de que yo podía ofrecerles algo muy grande, una joya preciosa, un tesoro: la lengua castellana de la que estoy perdidamente enamorado. 
Por encima de programaciones, evaluaciones, libros de texto, metodologías, innovaciones, normativas y demás hojarasca, he intentado siempre que descubrieran la magnífica estructura de la lengua, que disfrutaran con ella. He intentado que se enamoraran, aunque fuera un poco, de la literatura. Que se aficionaran a leer. Que se atrevieran a escribir.
No se me olvidará nunca el día, ya hace algún tiempo, en que después de leer en un grupo Elegía de Miguel Hernández, que escucharon en un impresionante silencio, prorrumpieron espontáneamente en aplausos. O el más próximo en el que otro grupo hizo lo mismo, tras escuchar atentamente el argumento del Cantar de Mío Cid.
Tampoco se me pueden olvidar los recitales, los cortos sobre poemas, los libros leídos en clase, cuando había más tiempo para la lengua española, aquellas fichas de literatura con sus exámenes orales…Y cómo no, los “Cipis”, muchos de los cuales han sido, y siguen siendo, auténticas maravillas, hechas con tiempo y con cariño.
Siempre he sentido el peso de la responsabilidad de ser yo quien podía facilitar ese encuentro entre el castellano y mis alumnos. Y a veces me ha pesado más de lo que nadie se imagina. Me he esforzado por estar a la altura, y sé que muchas veces no lo he conseguido.
Valga pues decir, a modo de disculpa, que he hecho lo que he podido y he sabido, aunque cuando llega un día como hoy, te das cuenta con absoluta certeza de que aún podías haber hecho más, o quizá de otra forma… Pido pues perdón por los errores, por los olvidos, por los cansancios…
Pero bueno, he sembrado. Es la tarea del maestro. Me gusta esa palabra. El que brote la semilla está más allá de mí y de mis limitaciones, y ahora más allá todavía.
Dejo de enseñar lengua española tranquilo y orgulloso de haberlo hecho. Seguiré aún unos años en el cole, en horario reducido, a disposición de lo que la dirección tenga a bien encomendarme y, junto a mis compañeros, a disposición de mis alumnos, como les he hecho saber. Si les puedo ser útil, será para mí un placer acompañarles un poco más, como ellos me han acompañado a lo largo de estos 34 años.

lunes, 14 de noviembre de 2016

El sol y la luna.




Esta tarde he podido hacer mías las siguientes palabras de Gandhi:

Cuando admiro las maravillas de una puesta de sol o la belleza de la luna, mi alma se expande en la adoración del creador.

Ved el atardecer de hoy y la hermosa luna llena que, poco después de ponerse el sol, ha salido de entre las nubes que ocultaban el horizonte.



domingo, 13 de noviembre de 2016

Aprovechemos el otoño.


Aunque seco, tristemente seco aquí en Valencia, el otoño sigue siendo bello. Cierto que falta la humedad, el suelo mullido, ese aroma de tierra mojada y viva, a veces, el frío, mas aun así es hermoso. Por eso hay que aprovecharlo, disfrutar de ese regalo que nos hace el mes de noviembre.
Esta próxima semana debería ser lluviosa, muy lluviosa. Eso decían los modelos, pero como pasa desde hace mucho tiempo, años, al final todo queda en nada. No caerá ni una gota.
Pero es otoño. La estación que más me gusta del año. Y en su honor comparto unas fotos y un poema de Mario Benedetti en el que nos insta a aprovechar este tiempo, el presente, porque luego vendrá el invierno que lo congela todo.

Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran

ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda

aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelva escarcha.














sábado, 12 de noviembre de 2016

Trump y el teorema de la alcachofa.


Aunque me desagrada y me asusta, la victoria de Trump, y además victoria rotunda, no me ha sorprendido. Se veía venir. Sí señor, esto se veía venir. Y más digo, no es más que el comienzo. Veremos lo que pasa en Europa el año que viene. Veremos. Y no sé si estamos a tiempo de evitarlo. Creo que no.
Y creo que no porque me da la impresión de que muchísima gente se ha asustado, indignado, cabreado con la victoria de este impresentable señor, pero temo también que toda esta gente vaya a ser incapaz de analizar y erradicar las causas de esta victoria de algunos que es la derrota de muchos, victoria que es un auténtico desatino histórico. Y ahí está el problema, en las causas, porque DT no estará en la Casa Blanca por casualidad.
Ciertamente, el problema, muy complejo, se podría simplificar, para su mejor entendimiento, con el teorema de la alcachofa. Artichoke theorem. Veámoslo.
El tío Pascasio tiene un huertecito de alcachofas en el camino de Benaguacil, por ejemplo. El buen hombre paga religiosamente su contribución, y todo lo necesario para que sus alcachofitas crezcan hermosas al sol del mediterráneo. Pero el tío Pascasio, este año ha cogido poco más de un tercio, porque se las han birlado una vez más. Y lo peor es que si acaba en el juzgado, el caco igual sale antes que él. Caco al que el guardia civil que lo ha llevado allí, ya conoce de otras ocasiones. Y el tío Pascasio lo sabe.
Si a estos ladrones de campo y “fragoneta” les juntamos los ladrones de oficina y BMW, el paro del hijo, las absurdas fiestas del nieto sin que nadie ponga coto, y un sinfín de ruedas de molino menores con las que tiene que comulgar cada día… Llegamos al punto en el que el tío Pascasio está hasta los mismísimos. Además, el pobre hombre no tiene excesiva cultura. Le pilló la postguerra. Ha trabajado toda la vida. Está harto, decepcionado, indefenso. Siente que sus derechos son mínimos en comparación con los del delincuente, con los de cualquier delincuente. Mínimos en comparación con los que tienen los que vienen de fuera. Mínimos en comparación con los que pertenecen a grupos sociales políticamente correctos o minoritarios, quizá marginales, que han puesto de moda. ¡Vamos! Que se siente, con perdón, en el culo del sistema.
Y entonces aparece un individuo que dice. ¡Ya está bien! Yo os prometo limpiar el gallinero de zorras a cualquier precio. Voy a romper el sistema si hace falta, pero tú, y tú, y tú tendréis pan y circo. Y nadie os molestará, y si os molesta y lo liquidáis, aquí estoy yo para defenderos. Vosotros sois los nuestros. Vosotros sois los buenos.
Y gana las elecciones, ¡claro! Al tío Pascasio nadie más le tocará nunca sus alcachofas. El teorema de la alcachofa. Teorema que puede formularse en los siguientes términos:

TP·Xmillones=DT

En los EEUU debe haber muchos tíos Pascasios para que pasara lo que ha pasado. Aquí también los hay, pero en esto, como en otras muchas cosas, España es diferente. De esta diferencia hablaré en una próxima entrada. Y de las posibles soluciones para evitar semejantes despropósitos, también.