Cuando
nacieron mis sobrinos nietos, Andreu y Joan, les dediqué una entrada en el blog
en la que adapté para ellos la canción de Mocedades, (Cartas a Laura
VII) cuya letra volveré a escribir al final de estas líneas.
¿Y por
qué hoy esta canción y esta reflexión? Porque estoy saboreando en un día gris y
lluvioso, autentica bendición, mis primeros días de prejubilado, y en la paz
del hogar, junto a la estufa donde la leña arde trasladándome a otros fuegos y
otros tiempos, pienso en mis sobrinos, que estuvieron en casa el domingo, y en
esos niños, hijos de amigos y compañeros, que han venido al mundo estos días. En
esta última temporada, hemos podido dar la enhorabuena a papás, abuelos, tíos y
amigos próximos a nosotros. Sea el acontecimiento, para todos, en
hora buena.
Y
pensando en ellos esta mañana, me ha vuelto a venir a la cabeza la canción de
mocedades, y la he escuchado, descansando la mirada en el tronco que ardía en
silencio en las brasas sobre la que reposaba y se consumía, y recordaba…,
gratamente recordaba esa canción hecha realidad en mi vida.
Pienso que es obligación nuestra crear un mundo donde estos bebés, puedan,
cuando ya sean mayores, vivir una mañana como la que yo estoy viviendo hoy. Y
no cumplir con esa obligación es una injusticia atroz, un pecado gravísimo,
porque ellos no han pedido venir al mundo, y traerlos a él, si su mundo va a ser un
infierno, es el colmo de la crueldad y la depravación. Y no es el camino no traerlos, sino ofrecerles una vida digna de ser vivida.
Sí,
abrid los ojos, tomad la vida, jugad felices, creced libres. Gozad del sol y
del mar azul, de los bosques y las estrellas. Que la lluvia caiga sobre
vosotros, que juguéis con el viento y la nieve. Que el dulce olor a pan y ese
viejo libro que alguien guardó para vosotros, sean alma de un hogar en paz.
Sí,
todo esto les deseo a estos bebés, a estos niños, cuyos nombres conozco, pero
también lo deseo para todos aquellos que no conozco, y que tienen el mismo
derecho que ellos a vivir libres, felices y en paz.
¿No son ellos motivo suficiente para pelear por un mundo mejor? ¿No es obligación de
cualquier joven, de cualquier adulto, de cualquier anciano, hacer más humano,
más habitable, más acogedor, al menos el mundo que esté a su alcance?
Muy
poco, a menudo nada, podemos hacer por esos bebés de Siria, o de los arrabales
miserables de las grandes ciudades, o de esos países africanos que sufren ya el
cambio climático, o de Haití, de los que ya nadie se acuerda. Muy poco o nada,
pero sí podemos hacer algo, a veces mucho, por los que nacen entre nosotros y que, teniendo las necesidades básicas cubiertas, o a veces ni tan siquiera eso,
van a encontrarse con el infierno que demasiados adultos de nuestra opulenta,
desequilibrada e injusta sociedad, crean para ellos.
Ni el
bebé que se hará hombre en un hogar roto por el odio entre papá y mamá, ni el
que lo hará entre cascotes, ruinas y paredes agujereadas por la metralla,
merecen la vida que les ha tocado en suerte, que hemos hecho que les toque en
suerte.
Esta
canción de Mocedades es para todos los bebés. Oigámosla mirando a los nuestros
que duermen seguros y calentitos, arropados por un inmenso y gozoso cariño.
Oigámosla mirando a ese niño, que quizá conocemos, y sabemos que vivirá entre
peleas, insultos y desamor. Oigámosla viendo a ese bebé de Siria cuya canción
de cuna es el ruido bronco de explosiones y tiroteos.
Y
actuemos en consecuencia.
Cuando tú nazcas abre los ojos
toma la vida, es para ti.
Un mundo entero para que juegues
para que crezcas libre y feliz.
Todo un planeta entre tus manos
cuando tu vueles fuera de mí.
Cuando tú nazcas ojalá puedas ver el sol
y si aún existe el mar tan azul como duerme hoy.
Y que la lluvia
salte pura sobre tu piel,
que aún sople el viento
y que juegues con él;
y que la nieve
caiga blanca por navidad.
Cuando tú nazcas
que tú nazcas en paz.
Ojalá que puedas conocer
los veranos que he vivido yo,
y esos libros viejos que guardé
pensando en ti hijo mío.
Que los bosques sigan donde están,
que aún exista el dulce olor a pan.
Ojalá que quede para ti un mundo como el mío.
Que la luna siga siempre ahí,
vuelen las estrellas sobre ti.
Ojalá te quede todavía un mundo como el mío.
Si queréis escucharla pulsad Cuando tú nazcas.
|
Recuerdo también los ecos secretos del silencio; la transparencia helada del vacío cristalino. Ese mundo se recoge en mí, más presente que el real, más vivo que la vida misma. Y me llena. Y me rodea. Y me protege.
FRASES PARA PENSAR.
SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.
Cervantes en el Quijote.
martes, 22 de noviembre de 2016
Abre los ojos, toma la vida, es para ti.
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