Una de
las muchas cosas que me gusta de la montaña es su infinita capacidad para
transformarse siendo, a la vez, siempre fiel a ella misma. El crepúsculo, el
amanecer, la mañana, el medio día, la tarde, el atardecer, de nuevo el
crepúsculo y la noche. La primavera, el verano, el otoño y el invierno. El día
de tormenta, de lluvia mansa pero densa, de nevada, de ventisca, de sol y cielo
azul...
Así estaba el valle de Benasque el sábado. |
Y así el domingo por la mañana. |
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