FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Dije que no.



Hace ya algún tiempo un buen amigo me brindó la posibilidad de entrar en política. La verdad es que le agradecí el hecho de que me considerara útil para la sociedad, y tuve fugazmente la tentación de aceptar.
No lo hice, y el paso del tiempo me ha confirmado que la decisión que tomé era, en mi caso, la acertada. Yo no podría jamás entrar en el juego político por varias razones.
Una de ellas es mi sentido de la ética. Para mí es importante que la conducta se adecúe a unos principios morales en los que creo firmemente. Creo en valores absolutos. Otra es mi forma de entender la autoridad y el poder; sólo los veo legítimos si se ejercen como servicio. También es importante mi honda desconfianza en las palabras; creo en los hechos. Así  mismo creo que el político debería buscar puntos de encuentro con sus “adversarios” para dejar de verlos como tal, y acabar trabajando como colaboradores por el bien común. Y detesto lo que ha venido a llamarse lo políticamente correcto; por ejemplo me niego a decir ciudadanas y ciudadanos, alumnos y alumnas, compañeros y compañeras…
Por otra parte, ese paradigma sobre el que gira la política, al menos en España, de las derechas y las izquierdas, permanentemente enfrentadas, no puedo asumirlo porque es falso, radicalmente falso. Además de nocivo para la vida política y social hasta el punto de abocarnos a una suerte de bucle interminable que no nos deja mirar hacia adelante y que condena a las nuevas generaciones a repetir los tristes errores de las pasadas. Es como una maldición.
Por todo esto y mucho más no puedo entrar en política. Sin embargo me reconozco como “animal político”, por eso, desde fuera, la sufro, aunque no siempre en silencio. Hablo y me desahogo cuando puedo y donde puedo.
Pero no, yo no puedo entrar en ese avispero, mas admiro a quienes desde la honestidad y el deseo de servir a los demás sí que se meten en él, como hizo mi amigo. Los admiro y los respeto, pues pienso que les debe resultar muy difícil nadar por esas aguas a las que yo no me decidí a lanzarme. Como máximo escribo de vez en cuando en este blog, y lo confieso, no escribiendo muchas veces lo que escribiría si me supiera en una sociedad realmente libre.
¿Y a santo de qué viene esta entrada hoy? Vosotros veréis.

martes, 29 de mayo de 2018

Fue un rato bonito.




Vi por casualidad cómo planeaba y se paraba en el jazminero del patio un pajarillo. Me fijé y observé el motivo de la bonita acrobacia; otro pajarito estaba posado en una rama un poco más abajo.
A través de la ventana me dispuse a disfrutar del espectáculo que me ofrecía la tarde gris y húmeda. Estuvieron un buen rato, moviéndose, abriendo y cerrando las alas, mirando aquí y allá, hasta que juntos emprendieron de nuevo el vuelo.
Fue bonito, y me trasladó a esos tiempos, ya pasados, en los que leía Cipi con mis alumnos. También era bonito. Y recordé ese capítulo en el que Cipi se declara a Gorrioncita. Recuerdo que les gustaba, y aunque siempre estaba el pobre chiquillo que por hacerse el gracioso, o porque vivía en un entorno burdo, intentaba, sin saberlo y sin quererlo, ensuciar el momento, la gran mayoría, ignorándolo, apagaba el triste zarpazo de lo soez.
Gorrioncita está acabando de curarse del tiro de escopeta que sufrió por culpa de Cipi que le ha cuidado y atendido desde entonces. Transcribo el texto.

Una vez le dijo:
-Si quieres…,yo te acompañaré a verlos (los colores de las flores) cuando estés curada, ¡pero si quieres!
-¡Qué bueno eres! –exclamó la gorrioncilla-. No olvidaré lo que has hecho por mí ¡tú, que eres el más hermoso y el más generoso de todos los pájaros!
-Entonces, ¿querrás?
-¡Claro que querré!
-Y luego, si quisieras…-continuó Cipi-, me gustaría jugar contigo alguna vez.
-¿Dices alguna vez? ¡Contigo siempre querré jugar si te apetece! Sé un montón de juegos, ¿y tú?
-¡Yo sólo sé hacer carreras!
Tras esta respuesta Cipi se quedó un rato pensando y, de repente, armándose de valor, declaró:
-¡Gorrioncita…! ¿Sabes? Creo que sería capaz de hacer otra cosa, si quieres…
-¿Un juego?
-¡Más bonito, más bonito!
-¿Más bonito que un juego? ¿Qué?
-Juntos, tú y yo… ¿Quieres que hagamos una casita de plumas? Vamos, ¡un nido! Uff, ¿no comprendes?
La gorrioncilla no contestó a estas palabras; se acercó a Cipi y con la punta del pico le besó en la cabecita.
-¿Por qué no? – exclamó riendo.
Y por primera vez desde que estaba herida sintió felicidad en el corazón.
-¡Quiero curarme! –gritó.

NOTA: Cipi es un librito del que ya he hablado en el blog y que he utilizado en clase durante muchos años. Mi "sucesora" continúa utilizándolo de modo muy satisfactorio, según me cuenta. Es de Mario Lodi y está publicado en varias editoriales.

sábado, 26 de mayo de 2018

Acelgas muy frescas.


Cuando uno sigue sin entender nada de los tejemanejes políticos y otras cuestiones, y los contempla atónito con una mezcla de pasmo, miedo y cabreo, resulta reconfortante encontrarse con escenas simpáticas, como la de la foto.
Estaba en la pescadería cuando me llamó Isabel para que la viera. En el expositor de verduras, un caracolillo comía apaciblemente una acelga, una "bleda", prueba evidente de que eran frescas y venían del campo.
Allí lo dejamos, a su faena, con la esperanza de que con toda la comida que allí había, y los rincones donde esconderse, pueda crecer y ser feliz como mascota secreta del centro comercial.



jueves, 24 de mayo de 2018

En una cueva de la sierra Calderona.



Cuenta la leyenda que en el siglo XV, en un pueblo de Valencia, la hija de cinco años de una familia adinerada vio, durante la misa, la imagen del niño Jesús en la hostia consagrada. Se confirmó el portento, y la niña creció en olor de santidad en el seno de su familia.
Llegada la edad casamentera el padre decidió darla por esposa a un rico labrador, y así unir fortunas. La joven quería ingresar en un convento y aunque la madre apoyó los deseos de su hija, el padre se opuso a ellos, y en aquellos tiempos mandaba el padre.
Ante esta situación, la joven, aprovechando que sus padres habían viajado a la ciudad, se cortó el pelo, se vistió de chico, y marchó a un monasterio que había en la montaña.
Pidió allí asilo, y los monjes, tomándola por un muchacho abandonado, se lo dieron. Pero ella, no queriendo vivir en la mentira, descubrió en confesión su verdadera condición.
El confesor no podía decir lo que sabía por el secreto de confesión, pero no podía tampoco permitir que una mujer viviera en la comunidad, así que optó por permitirle vivir en una cueva próxima y encargarle del rebaño del monasterio. Y así, como un pastorcillo, vivió unos años, dedicándose a la oración mientras apacentaba el rebaño.
Pero un día le dijo a su confesor que quería vivir más profundamente su fe, y que deseaba hacerlo como ermitaña, en una cueva situada en un alto risco que había descubierto en la montaña.
Y allí pasó cinco años, en soledad, dedicada a la oración y a la penitencia, hasta que la noche del 25 de junio de 1428, vieron en la cresta de la montaña un extraño resplandor. Allí vivía la ermitaña. Subieron y sintieron un aroma exquisito, y el cuerpo sin vida de la muchacha, con un halo resplandeciente orlando su cabeza, al pie de una tosca cruz de madera. Desveló entonces su verdadera identidad, y en ese momento, sin que nadie las tocase, se inició un volteo de campanas en el monasterio que duró toda la noche, hasta que al día siguiente la enterraron en la iglesia, momento éste en el que se rompieron las campanas y el volteo cesó.
Y esta es la leyenda. El pueblo es Moncada. El monasterio, la cartuja de Portaceli. La muchacha, la venerable Inés, Inés de Moncada. Y la cueva en la que vivió sus últimos años y murió, sigue estando en unos preciosos riscos de rodeno no muy lejos del monasterio. Si algún día vais por allí, respetad el silencio y la paz que en aquel rincón se respira; cuidad su belleza.
Ya hablé en el blog, el 20 de abril de este año, de la excursión en la que me encontré con la cueva. Después descubrí la bonita leyenda que os he contado. Porque no es un cuento, tampoco es historia, es leyenda, está en esa región mágica donde los hechos reales se funden con los pensamientos y los sentimientos de los hombres.

miércoles, 23 de mayo de 2018

¿Cuánto le queda a Europa?



Hace ya mucho tiempo, pienso que vivimos en Europa una curiosa sensación de invulnerabilidad. Estamos tan convencidos de la solidez de nuestros estados de derecho, de la estabilidad de nuestras democracias, de la capacidad de nuestra economía para superar crisis, del vigor de nuestro arte y nuestra cultura, de la superioridad de nuestra moral, de la capacidad disuasoria de nuestros ejércitos…, tan convencidos de que somos los mejores, bueno y qué, que hemos acabado mirándonos el ombligo y discutiendo entre nosotros su forma y tamaño, entre otras tonterías. Como si nada de esto pudiera romperse.
También el imperio Romano se sentía invulnerable, y duró muchos más siglos que nuestra Unión Europea, que dudo cumpla ni siquiera los cien años.
El llamado euroescepticismo, con el brexit como punta de lanza, mostrando el camino a ninguna parte; los nacionalismos, como proceso involutivo y desintegrador, rompiendo en sus delirios la convivencia y todo lo que se les ponga por delante; la corrupción, como la consagración de la inmoralidad en la vida pública; lo políticamente correcto, como el triunfo de la estética sobre la ética; el dualismo derechas e izquierdas, obsoleto en el mundo actual, pero útil para manipular y pervertir la democracia; los movimientos anti, destructivos y absurdos al ser solo anti, sin ofrecer alternativas reales y posibles; el consumismo y el confort, ofreciendo una vida engañosamente fácil y hueca; el relativismo moral, como la negación de la existencia de valores absolutos y principios universales…
Todo esto y más dentro de la Unión. Fuera, los Estados Unidos distanciándose de Europa con un nuevo "América para los americanos"; Rusia, esperando pacientemente que nos acabemos de romper, para recoger los restos como fruta madura y consumar su siempre deseada expansión hacia el oeste; China, aumentando su poderío económico sin miedo alguno a acabar con el nuestro; el islamismo radical acechando, oculto ya entre nosotros, golpeando cuando puede, deseando nuestra aniquilación…
Sí, me temo que la Unión Europea, de la que yo me siento ciudadano, tiene los años contados. Y me sabe mal, porque es un buen invento y un factor de equilibrio en el mundo. Porque una Unión Europea fuerte y unida podría hacer frente a los retos exteriores, y no solo garantizaría el estado de derecho y el bienestar dentro de sus fronteras, sino que lo facilitaría fuera de ellas.
No sé cómo más gente no ve esto así. Yo lo veo muy claro. Demasiado claro. Deberíamos quitarnos de encima el peso de la historia, la insolidaridad, el sentimiento de superioridad de unos sobre otros, reencontrarnos con nuestro riquísimo y sabio patrimonio cultural, rearmarnos moralmente y seguir construyendo una Europa cada vez más sólida.
Nada en la historia es para siempre, pero que este sueño de una Europa Unida, de unos Estados Unidos de Europa, vaya a durar tan poco…, me da pena. Sería muy triste que en los libros de historia, en el futuro, pusiera algo así como, "entre la II y la III guerra mundial hubo un intento fallido de crear una Unión Europea, y el fracaso de ese intento, entre otros factores, fue el preludio de…"

lunes, 21 de mayo de 2018

Miedo. Aliento contenido. Sudor frío...


Días de tormenta estos que desgraciadamente no llegan aquí. ¡Con la falta que le hace al monte que llueva! A mí me gusta que llueva, y me gustan las tormentas. Las disfruto, siempre que me sepa a salvo y no hagan daño. Son un espectáculo impresionante, muy digno de ser contemplado.
En su honor, a ver si se acercan por aquí un poquito aunque sea, comparto esta foto de una bonita tormenta iluminada por el sol de la tarde, y un texto de Platero y yo en el que Juan Ramón Jiménez describe una que debió darle mucho miedo, o es que no le gustaban y le asustaban todas. No lo sé.

Miedo. Aliento contenido. Sudor frío. El terrible cielo bajo ahoga el amanecer. (No hay por dónde escapar.) Silencio... El amor se para. Tiembla la culpa. El remordimiento cierra los ojos. Más silencio...
El trueno, sordo, retumbante, interminable, como un bostezo que no acaba del todo, como una enorme carga de piedra que cayera del cenit al pueblo, recorre, largamente, la mañana desierta. (No hay por dónde huir.) Todo lo débil—flores, pájaros—desaparece de la vida.
Tímido, el espanto mira, por la ventana entreabierta, a Dios, que se alumbra trágicamente. Allá en Oriente, entre desgarrones de nubes, se ven malvas y rosas tristes, sucios, fríos, que no pueden vencer la negrura. El coche de las seis, que parecen las cuatro, se siente por la esquina, en un diluvio, cantando el cochero por espantar el miedo. Luego, un carro de la vendimia, vacío, de prisa...
¡Ángelus! Un Ángelus duro y abandonado, solloza entre el tronido. ¿El último Ángelus del mundo? Y se quiere que la campana acabe pronto, o que suene más, mucho más, que ahogue la tormenta. Y se va de un lado a otro, y se llora, y no se sabe lo que se quiere...
(No hay por dónde escapar.) Los corazones están yertos. Los niños llaman desde todas partes...
—¿Qué será de Platero, tan solo en la indefensa cuadra del corral?


domingo, 20 de mayo de 2018

Oronet, Rebalsadores y más.


Es una excursión impresionante que, más que a describir, voy a narrar en primera persona. Y está cerquita, ahí en la sierra Calderona.
Dejé el coche en la fuente del Marianet, situada al poco de pasar Serra. Desde allí, donde hay agua fresca y abundante, tomé el sendero que, estropeado a tramos por los que no saben respetar ni senderos ni nada, me dejó en la cima del Oronet tras salvar casi 300 metros de desnivel.
El panorama, desde allí, es impresionante, aunque la visibilidad no era muy buena. Tras un ratito de contemplación descendí por la pista de la cara norte, bastante rota, hasta encontrar el camino del pico de la Nevera.
En un punto determinado de este bonito camino, bastante antes de la cima de este panorámico pico, sale un minúsculo sendero a la izquierda, y aquí empieza lo “interesante”. Sendero bien trazado y muy poco transitado, me llevó al collado dels Mollons desde donde empieza a bajar hasta el fondo de un impresionante y profundo barranco sin nombre en el mapa.
Atravesar este barranco hasta las casas de la Ereta es lo más duro de la excursión. Terreno descompuesto, más de 200 metros de desnivel, fuerte pendiente y abundante vegetación que hay que “tratar con amor” si no quieres acabar como si te hubiera atacado un gato rabioso, y mucho más si vas en pantalón corto y camiseta, como iba yo.
A este tramo le puso una nota de emoción los truenos que oía de una tormenta que asomaba tras las montañas, tormenta que al final no llegó. ¡Lástima! Al monte le hubiera venido de perlas.
Desde las casas de la Ereta, donde comí a la sombra de unos chopos, cogí ya un camino que, en un aceptable estado, me llevó hasta la pista que va de Gátova a Serra, y por ella a la Font del Poll, donde me comí una naranja y tuve un curioso encuentro. Una pareja jovencita me preguntó, entre otras cosas, si por ahí había algún río o lago. ¡En fin! No conocían muy bien el entorno.
Tras el escueto refrigerio y el encuentro citado, seguí camino hasta el collado del Llentiscle y de allí al mirador de Rebalsadores, de amplios panoramas desde donde, por el collado de la Pobleta, regresé a la fuente del Marianet.
Poco más de 20 kilómetros, 850 metros de desnivel, panoramas sorprendentes, vegetación exuberante, terreno variado y soledad. Estos son los ingredientes de esta excursión que tardé unas 7 horas en hacer, sin prisa, con calma, disfrutando de una zona de la sierra donde el monte se ha regenerado tras los últimos incendios, y aunque no es lo que fue, está muy digno ahora; y eso sí, muestra bien claramente el abandono al que está sometido nuestro entorno natural.





Fuente del Marianet. Inicio y fin de la excursión.

Umbrío inicio del sendero.

Ascendiendo hacia el Oronet.

Cruz y refugio del Oronet.

Panorama hacia el este desde el Oronet.

Escarpes de la cara norte del pico de la Nevera.

Peñas Blancas desde el collado dels Mollons, y la tormenta asomando.

Zona de las casas de la Ereta.

Camino en la zona de las casas de la Ereta. Atrás las Peñas Blancas.

Pino solitario en el camino al mirador de Rebalsadores.

Mirador de Rebalsadores.

La mola de Segart y el castillo de Serra desde el mirador.

Monasterio de Portaceli desde el mirador.

sábado, 19 de mayo de 2018

Receta. Solomillo wyominguita.


Esta receta es medio inventada, pues me inspiré en un programa de la tele, que vi de refilón, donde contaban cómo hacían el solomillo de ternera en un restaurante de  Wyoming. ¡Ya ves! Los ingredientes son los siguientes:

Lonchas de solomillo de ternera, según comensales, a 2 o 3 por cabeza.
Leche entera.
Galletas saladas.
Pimienta en polvo.
Aceite de oliva.

Empezaremos por pedir en la carnicería que nos corten el solomillo en lonchas finas, poco más de medio centímetro. Después las sumergiremos en leche un par de horas y las dejaremos en la nevera. Mientras, habremos triturado las galletas saladas hasta hacerlas casi polvo de galleta, sólo casi,  y le añadiremos la pimienta.
Al sacar de la leche las lonchas de solomillo las rebozaremos con las galletas trituradas por ambas caras, apretando muy fuerte para que la galleta en cuestión se incruste bien en la carne. Después las dejaremos una mañana o una tarde enteras en la nevera. En este momento pueden también congelarse, dejándolas descongelar a temperatura ambiente cuando las vayamos a consumir.
Finalmente, les quitaremos la galleta sobrante, si la hay, y las freiremos en el aceite bien caliente, no más de un minuto, dándoles la vuelta de modo que estén unos 30 segundos por cada cara.
           Exquisito.

jueves, 17 de mayo de 2018

¡Qué forma más triste de acabar!



Un año más vamos a asistir impotentes al triste espectáculo de ver a nuestros alumnos sumergidos en el absurdo que supone esa macrofiesta al acabar 4º, y ese viaje masivo al término de bachiller.
Ante esto hay que dejar varias cosas muy claras. La primera es que los institutos nada tienen que ver con estos montajes, aunque a veces los alumnos mientan diciendo que es cosa del cole y haya padres que se traguen la bola.
En segundo lugar hay que tener también claro que la organización de estos eventos corre a cargo de empresas privadas que obtienen de ellos sustanciosos beneficios.
En tercer lugar también hay que saber que las condiciones de traslado de los chavales, en ocasiones, recuerda al trasporte de ganado. Yo he visto llenar un autobús interurbano de alumnos de 4º. La mayoría de pie y lógicamente sin cinturón de seguridad.
En cuarto lugar es importante conocer la realidad de lo que allí hacen o pueden hacer. Quien quiera creerse que son fiestas light, de música y cocacola o fanta, es muy libre de creérselo. Incluso habrá algún padre de esos de “mi hijo no me engaña” que se creerá que empiezan rezando el rosario y acaban con un padrenuestro por las morsas de Madagascar, si el mozalbete así se lo explica. Y no digo más porque a buen entendedor, pocas palabras bastan. Y a mal entendedor para nada sirve hablarle.
Por esto animo a que los padres se enfrenten sin miedo a sus hijos menores de edad y les digan, ¡no, tú no vas a esa fiesta! Admiro a los papás que lo hacen. Admiro a los pocos alumnos, los raros, que dicen, yo a eso no voy ¡Difícil y valiente decisión para un alumno de 4º de secundaria!
Y con los mayores de edad, poco pueden hacer los padres que no lo hayan hecho ya. Ahí han de ser ellos, los jóvenes, los que decidan qué hacer con su vida. Por eso admiro a los pocos que al acabar bachiller se van a un concierto a alguna ciudad más o menos lejana, se hacen una ruta en tren por Europa, o se montan un viaje de aventura, mochila a la espalda, y no se hunden en ese quemadero de dignidad y valores en el que se hunden casi todos.
Y yo, como educador, que junto a mis compañeros he intentado enseñarles qué es la verdadera libertad, hacerles conscientes de su dignidad; que he intentado desarrollar su capacidad crítica y ayudarles a que encuentren un sentido a su vida, siento en lo más hondo del alma verles caer en ese pozo de miseria y estupidez.
¡Qué forma más triste de acabar la secundaria, de acabar el bachiller! ¡Qué desolación como educadores! Es cierto que en la mayoría de los casos el asunto acabará ahí, y no pasará nada. Pero, ¡qué triste acabar así!
Yo ya no puedo hacer más de lo que he hecho. Ahora sólo me queda no pensarlo, no pensarlos en esa fiesta estúpida al acabar 4º, ni en ese viaje absurdo al acabar bachiller. No pensarlos allí, no imaginarlos allí, porque me duele. Y esperar que salgan indemnes de una experiencia que ninguna falta les hace.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Gracias, Sergio.



Fue muy bonito. Fue muy bonito por muchos motivos, y quiero decirte algunos, a modo de agradecimiento, por el rato que gracias a ti pasamos juntos ayer en la iglesia.
Fue muy bonito porque se te veía feliz, muy feliz, y esa alegría tuya se nos contagiaba, y tenía el sabor de esa alegría honda que nace del mismo Jesús, y que si nos envuelve nadie nos puede quitar.
Fue muy bonito saber que todo esto estaba pasando porque en algún momento te has encontrado con Él, y ese encuentro te ha cambiado la vida. El saber que tú ya sabes que está vivo, no te lo han dicho, lo sabes. Y sabes que te quiere.
Fue muy bonito porque te vimos acabar un camino y empezar otro, un camino junto a Jesús, en su Iglesia, un camino lleno de sentido y de futuro. Un camino en libertad, la libertad sagrada de los hijos de Dios.
Fue muy bonito por el testimonio que supone, en el mundo de hoy, que un chaval de tu edad haya dado el paso que ha dado; y que lo hayas dado con ilusión y convencido de que es dar ese paso lo que realmente querías.
Fue muy bonito porque nos regalaste la celebración de un bautismo limpio de polvo y paja, lejos de las convenciones sociales y de las tradiciones huecas que tantas veces instrumentalizan los sacramentos.
Fue muy bonito verte inclinar la cabeza sobre la pila bautismal, ante el Cristo, mientras Ricardo decía, Sergio, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Bonito y emocionante.
Por todo esto muchas gracias. Gracias a ti, Sergio. Gracias a tu familia que te dio la vida y la libertad para vivirla. Gracias a la gente, especialmente a tus padrinos, que te han acompañado en este camino. Gracias a la Iglesia que te acoge gozosa. Y gracias a Jesús, hijo de Dios Padre, que te “ha tocado” con su presencia, con su espíritu de vida y libertad.
Y ahora, en tu ya inminente primera comunión, cuando recibas al Señor, en la naturalidad y la discreción de una eucaristía como tantas, abandónate en sus manos, deja que la alegría y el gozo lleguen hasta la última fibra de tu ser, y ponte luego en camino. Sabes bien que no estás solo.

Una vez más, gracias Sergio.

martes, 15 de mayo de 2018

¡Que Dios te bendiga, Sergio!



El 29 de septiembre de 1974, fíjate el tiempo que hace, un cura navarro llamado Víctor Manuel Arbeloa escribió un bonito texto titulado Breve felicitación en el día del bautizo. Lo publicó, junto con otros textos, en un libro titulado Cantos de fiesta y lucha, libro muy importante para mí, porque llegó a mis manos en plena adolescencia y me ayudó mucho a entender y a profundizar en mi fe. Este texto, que no es tan breve, te lo regalo hoy, Sergio.
Te advierto que he tenido que hacer algunos cambios, muy pocos. Por un lado para adaptar el texto a los tiempos que corren. Por otro para adaptártelo a ti.

Como entrar en el río una tarde de verano,
o meterse en el mar a la grupa de las olas
y olvidar el cansancio, los miedos, los humos y los ruidos,
y dejarse llevar por la corriente tibia
como por la mano de la madre cuando niños,
o por los sueños después, cuando mayores...

así es bautizarse en la iglesia de Jesús,
tirarse al agua como Pedro al lago,
cuando un día encuentran nuestros ojos al Maestro.

Llegar por fin después de la carrera,
cansados de mirar, de oír, de preguntar buscando
por todas partes la verdad y la justicia,
la luz de todos, el aire siempre limpio,
el pan que sepa a bueno y a barato,
la belleza que no se rompe con los años,
la fuerza siempre viva, el buen humor
sin falta de champán o de mucho dinero...

Andar buscando de la ceca a la meca lo bueno y verdadero y
ver que pasa Jesús por el camino
y seguirle, y decir: «¡Aquí está aquello! ¡Aquel
que yo buscaba buscando desde siempre!».

Amigos, a esto se llama bautizarse en nombre de Jesús,
como lo hacían los cristianos de la hora primera:
chapuzarse en Jesús,
igual que en la corriente,
seguros de encontrar la gracia de la vida,
el descanso sin límites que prepare a la lucha,
la ternura que nadie nos regala,
la sensación de ser
más nuevos y más fuertes cada día.

Llevar hasta allí el montón de la miseria
para que el agua buena se lo lleve,
para quedarnos después igual que siempre hemos querido:
lo mejor de nosotros, lo que es regalo puro
de Dios y de los hombres.

Aquí estamos hoy bautizándonos,
para que un día nuestros hijos se bauticen,
aprendan de nosotros a tirarse
al agua del deporte y de la lucha,
sin miedo de la altura,
sin miedo de romperse la cabeza,
de quedarse en el aire o de ahogarse en el fondo.

Yo quisiera que entonces el agua esté más
clara, sea más deportiva la vida que hasta ahora;
que cada hombre recuerde la estampa de Jesús
como un espejo de luz y de alegría;
que todos se conozcan por el brillo de sus ojos
la risa de los labios y el perfume del alma,
y no por los sonoros apellidos,
el puesto de la empresa, la paga extraordinaria;
el precio de la última corbata,
o las ganas de robar
con mayor rapidez aún que hasta el presente.

Quisiera que tú, Sergio,
levantes la cabeza más alta que nosotros
y tengas menos miedo a la vida o la muerte,
te cueste mucho menos el sol y el solomillo,
y no te topes con un susto en cada esquina.

Bautizarte es optar sin miedo por Jesús,
por la vida total que Él nos anuncia,
por las rosas sin fin, por el monte más alto,
por la nieve más blanca, por el hombre feliz.

Aquí estamos retando a toda fuerza enemiga de la vida,
a ver quién puede más: Jesús liberador del mal y de la muerte
o el fusil y la bomba, el dolor, el odio y la mentira;
el sucio confidente, pagado para hacernos
la vida más pequeña y más nerviosa,
o el grito de los hombres, que desean
comer los frutos del nuevo paraíso
para ser como dioses del cielo de esta tierra
y acabar resucitando hacia el Dios que nos aguarda.

Así que, amigos, compañeros, feligreses,
Sergio, hermano en la fe,
a no desesperarnos de que hoy es como ayer
y que quizá peor será mañana.
Eso es un solemne disparate.
Vamos hacia un futuro de flores y guitarras,
y si nos echan el agua o la palabra clara
sobre la cabeza,
no es para atontarnos,
sino para decirnos:
«¡Hala,
que hay que despabilarse y continuar
sin miedo hacia adelante!»

             ¡Que Dios te bendiga, Sergio!

             Isabel y Jesús.

lunes, 14 de mayo de 2018

Un castellano leal..., en tiempos de deslealtades.



Escribió el Duque de Rivas, Ángel de Saavedra, en el siglo XIX, un romance que he utilizado muchas veces en mi labor docente para tratar de explicar el significado de la palabra honor, palabra tan conocida como desconocido es su significado.
Aparece muchas veces en nuestra literatura, en nuestra historia, y en muchas expresiones cotidianas. Dice Cervantes, en boca de Don Quijote, que por el honor y la libertad, bien vale aventurar la vida. Pero ¿qué es realmente eso del honor? La historia que voy a contar creo que lo deja muy claro.
Vive en Toledo, en su palacio, el conde de Benavente, castellano al servicio del rey, y hombre de honor. Llega una noche a las puertas de su palacio el duque de Borbón, francés, que ha traicionado a su rey, Francisco I, apoyando al rey de España, Carlos I, en la batalla de Pavía, por lo que éste ha sido derrotado y hecho prisionero. Por cierto, el galo pasó dieciocho días en el castillo de Benisanó como huésped de lujo. Por estos favores, el duque viene a “cobrar” a Carlos I los servicios prestados.
El conde de Benavente, niega aposento al duque por considerarlo un traidor a su natural señor, el rey de Francia, y aunque ha ayudado muy eficazmente a su rey, Carlos I, no deja por eso de ser un traidor. Y los traidores no se hospedan en su casa.

»Esas puertas se defiendan,
que no ha de entrar, ¡vive Dios!,
por ellas, quien no estuviere
más limpio que lo está el sol.

»No profane mi palacio
un fementido traidor,
que contra su rey combate
y que a su patria vendió...

El duque, hecho una furia, va a ver al rey y le cuenta lo sucedido. Carlos I se encuentra entre la espada y la pared. Entiende y admira al conde de Benavente, pero mucho le debe al francés, así que hace llamar al conde a su presencia.
El parlamento entre ambos es precioso. El rey decide, por cuestiones de estado, que su súbdito debe alojar al duque. El conde acepta por obediencia, pero no estará conviviendo con él. No pasará ni un minuto bajo el mismo techo que un traidor.

«Soy, señor, vuestro vasallo;
vos sois mi rey en la tierra,
a vos ordenar os cumple
de mi vida y de mi hacienda.

»Vuestro soy, vuestra mi casa,
de mí disponed y de ella,
pero no toquéis mi honra
y respetad mi conciencia.

»Mi casa Borbón ocupe,
puesto que es voluntad vuestra;
contamine sus paredes,
sus blasones envilezca...

Así pues, el conde de Benavente deja su palacio al duque y su corte, con todas sus pertenencias y riquezas, y se aloja en otro lugar de Toledo. Y cuando después de unos días el duque abandona Toledo de regreso a su tierra, el conde manda prender fuego al palacio entero, pues ha quedado mancillado por la presencia de un fementido traidor.
Esta es la historia, y creo que deja muy claro el sentido profundo de la palabra honor, palabra tristemente trasnochada hasta el punto que mis alumnos no la entendían. ¡Cómo van a entenderla viviendo en el mundo en el que vivimos! No entendían el comportamiento del conde de Benavente que, en su radicalismo, quizá un punto literario, mostraba muy a las claras lo que es el honor llevado a sus últimas consecuencias. El honor y la libertad por encima de las posesiones, de las riquezas, incluso de la vida. ¡Ahí queda eso!
A continuación tenéis el poema completo por si queréis leerlo. Se lee fácil.

«Hola, hidalgos y escuderos
de mi alcurnia y mi blasón,
mirad, como bien nacidos,
de mi sangre y casa en pro.

»Esas puertas se defiendan,
que no ha de entrar, ¡vive Dios!,
por ellas, quien no estuviere
más limpio que lo está el sol.

»No profane mi palacio
un fementido traidor,
que contra su rey combate
y que a su patria vendió.

»Pues si él es de reyes primo,
primo de reyes soy yo;
y conde de Benavente,
si él es duque de Borbón.

»Llevándole de ventaja,
que nunca jamás manchó
la traición mi noble sangre,
y haber nacido español.»

Así atronaba la calle
una ya cascada voz,
que de un palacio salía
cuya puerta se cerró;

y a la que estaba a caballo
sobre un negro pisador,
siendo en su escudo las lises
más bien que timbre, baldón;

y de pajes y escuderos
llevando un tropel en pos,
cubierto de ricas galas,
el gran duque de Borbón,

el que, lidiando en Pavía,
más que valiente, feroz,
gozose en ver prisionero
a su natural señor;

y que a Toledo ha venido,
ufano de su traición,
para recibir mercedes,
y ver al emperador.

     II

En una anchurosa cuadra
del alcázar de Toledo,
cuyas paredes adornan
ricos tapices flamencos,

al lado de una gran mesa
que cubre de terciopelo
napolitano tapete
con borlones de oro y flecos,

ante un sillón de respaldo,
que entre bordado arabesco
los timbres de España ostenta
y el águila del Imperio,

de pie estaba Carlos quinto,
que en España era primero,
con gallardo y noble talle,
con noble y tranquilo aspecto.

De brocado de oro blanco
viste tabardo tudesco,
de rubias martas orlado,
y desabrochado y suelto,

dejando ver un justillo
de raso jalde, cubierto
con primorosos bordados
y costosos sobrepuestos,

y la excelsa y noble insignia
del Toisón de Oro pendiendo
de una preciosa cadena
en la mitad de su pecho.

Un birrete de velludo
con un blanco airón, sujeto
por un joyel de diamantes
y un antiguo camafeo,

descubre por ambos lados,
tanta majestad cubriendo,
rubio, cual barba y bigote,
bien atusado el cabello.

Apoyada en la cadera
la potente diestra ha puesto,
que aprieta dos guantes de ámbar
y un primoroso mosquero.

Y con la siniestra halaga,
de un mastín muy corpulento,
blanco, y las orejas rubias,
el ancho y carnoso cuello.

Con el condestable insigne,
apaciguador del reino,
de los pasados disturbios
acaso está discurriendo.

O del trato que dispone
con el rey de Francia, preso,
o de asuntos de Alemania,
agitada por Lutero,

cuando un tropel de caballos
oye venir a lo lejos
y ante el alcázar pararse,
quedando todo en silencio.

En la antecámara suena
rumor impensado luego;
ábrese al fin la mampara
y entra el de Borbón soberbio.

Con el semblante de azufre
y con los ojos de fuego,
bramando de ira y de rabia
que enfrena mal el respeto,

y con balbuciente lengua
y con mal borrado ceño,
acusa al de Benavente,
un desagravio pidiendo.

Del español condestable
latió con orgullo el pecho,
ufano de la entereza
de su esclarecido deudo.

Y, aunque advertido, procura
disimular cual discreto,
a su noble rostro asoman
la aprobación y el contento.

El emperador un punto
quedó indeciso y suspenso,
sin saber qué responderle
al francés, de enojo ciego.

Y aunque en su interior se goza
con el proceder violento
del conde de Benavente,
de altas esperanzas lleno

por tener tales vasallos,
de noble lealtad modelos,
y con los que el ancho mundo
será a sus glorias estrecho.

Mucho al de Borbón le debe
y es fuerza satisfacerlo;
le ofrece para calmarlo
un desagravio completo.

Y llamando a un gentilhombre,
con el semblante severo
manda que el de Benavente
venga a su presencia presto.

     III

Sostenido por sus pajes,
desciende de su litera
el conde de Benavente,
del alcázar a la puerta.

Era un viejo respetable,
cuerpo enjuto, cara seca,
con dos ojos como chispas,
cargados de largas cejas.

Y con semblante muy noble,
mas de gravedad tan seria,
que veneración de lejos
y miedo causa de cerca.

Era su traje unas calzas
de púrpura de Valencia,
y de recamado ante
un coleto a la leonesa.

De fino lienzo gallego
los puños y la gorguera,
unos y otra guarnecidos
con randas barcelonesas.

Un birretón de velludo
con un cintillo de perlas,
y el gabán de paño verde
con alamares de seda.

Tan solo de Calatrava
la insignia española lleva,
que el Toisón ha despreciado
por ser Orden extranjera.

Con paso tardo, aunque firme,
sube por las escaleras,
y al verle, las alabardas
un golpe dan en la tierra.

Golpe de honor y de aviso
de que en el alcázar entra
un grande, a quien se le debe
todo honor y reverencia.

Al llegar a la antesala,
los pajes que están en ella
con respeto le saludan,
abriendo las anchas puertas.

Con grave paso entra el conde,
sin que otro aviso preceda,
salones atravesando
hasta la cámara regia.

Pensativo está el monarca,
discurriendo cómo pueda
componer aquel disturbio,
sin hacer a nadie ofensa.

Mucho al de Borbón le debe,
aún mucho más de él espera,
y al de Benavente mucho
considerar le interesa.

Dilación no admite el caso,
no hay quien dar consejo pueda,
y Villalar y Pavía
a un tiempo se le recuerdan.

En el sillón asentado,
y el codo sobre la mesa,
al personaje recibe,
que, comedido, se acerca.

Grave el conde lo saluda
con una rodilla en tierra,
mas como grande del reino
sin descubrir la cabeza.

El emperador, benigno,
que alce del suelo le ordena,
y la plática difícil
con sagacidad empieza.

Y entre severo y afable,
al cabo le manifiesta
que es el que a Borbón aloje
voluntad suya resuelta.

Con respeto muy profundo,
pero con la voz entera,
respóndele Benavente
destocando la cabeza:

«Soy, señor, vuestro vasallo;
vos sois mi rey en la tierra,
a vos ordenar os cumple
de mi vida y de mi hacienda.

»Vuestro soy, vuestra mi casa,
de mí disponed y de ella,
pero no toquéis mi honra
y respetad mi conciencia.

»Mi casa Borbón ocupe,
puesto que es voluntad vuestra;
contamine sus paredes,
sus blasones envilezca,

»que a mí me sobra en Toledo
donde vivir, sin que tenga
que rozarme con traidores,
cuyo solo aliento infesta;

»y en cuanto él deje mi casa,
antes de tornar yo a ella,
purificaré con fuego
sus paredes y sus puertas.»

Dijo el conde, la real mano
besó, cubrió su cabeza
y retirose, bajando
a do estaba su litera.

Y a casa de un su pariente
mandó que le condujeran,
abandonando la suya
con cuanto dentro se encierra.

Quedó absorto Carlos quinto
de ver tan noble firmeza,
estimando la de España
más que la imperial diadema.

     IV

Muy pocos días el duque
hizo mansión en Toledo,
del noble conde ocupando
los honrados aposentos.

Y la noche en que el palacio
dejó vacío, partiendo
con su séquito y sus pajes
orgulloso y satisfecho,

turbó la apacible luna
un vapor blanco y espeso,
que de las altas techumbres
se iba elevando y creciendo.

A poco rato tornose
en humo confuso y denso,
que en nubarrones obscuros
ofuscaba el claro cielo;

después, en ardientes chispas,
y en un resplandor horrendo
que iluminaba los valles,
dando en el Tajo reflejos,

y al fin su furor mostrando
en embravecido incendio,
que devoraba altas torres
y derrumbaba altos techos.

Resonaron las campanas,
conmoviose todo el pueblo,
de Benavente el palacio
presa de las llamas viendo.

El emperador, confuso,
corre a procurar remedio,
en atajar tanto daño
mostrando tenaz empeño.

En vano todo; tragose
tantas riquezas el fuego,
a la lealtad castellana
levantando un monumento.

Aún hoy unos viejos muros
del humo y las llamas negros,
recuerdan acción tan grande
en la famosa Toledo.