Hoy,
13 de mayo, veintitrés años después, quiero compartir este poema de Luis
Alberto de Cuenca, descubierto el verano pasado, un día gris, frío y lluvioso,
en el bosque de hayas del circo de Pineta.
No
hacen falta ni comentarios, ni explicaciones. Es un bonito y sencillo poema
donde el amor tiñe lo cotidiano, llenándolo de pleno sentido y profunda
alegría.
Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».
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