No es
la primera vez que digo en este blog, y fuera de él, que no entiendo casi nada
de esta sociedad en la que vivo. La absurda y peligrosa situación política
nacional e internacional; los medios de comunicación y su constante
manipulación de la realidad; la educación en quiebra, a la que he dedicado toda
mi vida; las difíciles relaciones sociales; la cada vez más fea e insostenible
relación entre el hombre y la naturaleza; hasta el deporte… No entiendo casi
nada.
Y he
acudido a la literatura, como tantas veces, intentando comprender, o
desahogarme, aunque sea un poco. No me ha fallado.
Leed
el siguiente poema de Antonio Machado.
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
rojo de herrumbre y pardo de ceniza
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
¡carne triste y espíritu villano!
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
Y he
visto que yo soy ese loco. No grito, no vocifero. Creo que no es horrible y
grotesca mi figura, ni estoy flaco, ni maltrecho, ni mal rapado, ni voy sucio.
Tampoco tengo ojos de calentura, ni el rostro demacrado. Creo.
Pero
soy el loco que huye de la ciudad; "pobres maldades, misérrimas virtudes y
quehaceres de chulos aburridos, y ruindades de ociosos mercaderes. La ciudad,
carne triste y espíritu villano."
El
loco que huye de la ciudad, avanzando por los campos de Dios, persiguiendo un
sueño de lirio en lontananza.
Sí,
quizá por eso salgo siempre que puedo al monte, a su austera soledad, quizás
buscando más allá de él mismo un sentido al cúmulo de sinsentidos que me
envuelve; buscando un sueño de lirio en lontananza, "esa placidez sin nombre,
esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sinfín del horizonte", como
diría Juan Ramón Jiménez.
Y como
ese loco, purgo un pecado ajeno, "la cordura la terrible cordura del idiota".
Pero ¿qué es esa terrible cordura? La cordura de aceptar y sumarse a lo que ha
venido a llamarse lo políticamente correcto, sin reflexión, sin análisis de la
realidad, sin más criterio que estar calentito en el rebaño.
NOTA:
Esta
personal interpretación del poema ha tenido como detonante, que no como
combustible, el numerito vergonzoso y humillante que va a escenificarse mañana
en un pueblecito de Francia llamado Cambo.
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