FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Cien años de Platero y yo.

Día grande para la literatura española. Hoy, 12 de diciembre de 2014, hace cien años se publicó Platero y yo, el libro más traducido después de la Biblia y El Quijote, un libro con el que han estudiado castellano millones de personas y con el que siguen estudiándolo, más fuera de España que en España...¡Lástima!
Es uno de mis libros de cabecera, de mesilla de noche, de sillón junto al fuego, de mochila y de maleta. ¡Cuánto he disfrutado leyendo una y mil veces sus páginas, saboreando cada párrafo, evocando con él situaciones, momentos y paisajes!
Es también un libro que todos los años me permite vivir con mis alumnos inolvidables experiencias. Leemos y estudiamos en clase una selección de capítulos y nos dejamos llevar por Platero a rincones del alma a los que sólo ellos entran, y yo, a veces, si me dejan.
El castellano, el español, mi lengua, la lengua que tanto amo, alcanza en este librito cumbres de perfección absoluta. No se puede decir más y mejor de un modo tan sencillo, tan transparente, tan bellísimo. Es conmovedor.
Francisco Giner de Los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, norte todavía hoy para quien se toma la educación en serio,  mente lúcida y preclara en esta historia nuestra siempre convulsa y doliente, fue uno de los grandes mentores de Platero y yo.
Decía Juan Ramón Jiménez que “si el librillo caminó tan bien, fue porque él (don Francisco) sacó a Platero por el ronzal hasta la puerta de la vida”, y nos cuenta que la última vez que vio al maestro, como él le llamaba, con vida, ya en su lecho de muerte, tenía en su cómoda un montón de ejemplares del libro con el que felicitaba a sus amigos la Navidad y el Año Nuevo.
            Sí, hoy es un día grande para nuestra literatura, por eso quiero rendir homenaje a Platero y a su creador compartiendo con quien lea estas líneas uno de los capítulos más conmovedores del libro y también un tesoro que el azar puso hace ya mucho tiempo en mis manos, una edición de Platero y yo del año 1922, firmada por el propio Juan Ramón Jiménez en 1941.
Ahí va el texto, un auténtico canto a la vida, lleno de esperanza. Leedlo sin prisa. Imaginadlo. Dejaos llevar por la ternura, por el cariño cuando dice, “Dulce Platero trotón, burrillo mío…” y gozad de la alegría de saber a Platero, “feliz en su prado de rosas eternas” desde donde mira a Juan Ramón “a la caída de la tarde, entre las oropéndolas y Ios azahares, llegando lento y pensativo, por el naranjal solitario, al pino que arrulla su muerte…”

Dulce Platero trotón, burrillo mío, que llevaste mi alma tantas veces —¡sólo mi alma!— por aquellos hondos caminos de nopales, de malvas y de madreselvas; a ti este libro que habla de ti ahora que puedes entenderlo.
Va a tu alma, que ya pace en el Paraíso, por el alma de nuestros paisajes moguereños, que también habrá subido al cielo con la tuya; lleva montada en su lomo de papel a mi alma, que, caminando entre zarzas en flor a su ascensión, se hace más buena, más pacífica, más pura cada día.
Sí. Yo sé que, a la caída de la tarde, cuando, entre las oropéndolas y Ios azahares, llego lento y pensativo, por el naranjal solitario, al pino que arrulla tu muerte, tú, Platero, feliz en tu prado de rosas eternas, me verás detenerme ante los lirios amarillos que ha brotado tu descompuesto corazón.


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