Me contaba una buena amiga que también trabaja en
educación, la del botijo, (ver entrada del 12 de diciembre) un incidente que
tuvo en su “cole” hace algún tiempo. Os lo cuento.
Fue un día a una suplencia, a un curso de quinto de
primaria. Cuando preguntó a los chiquillos por dónde iban exactamente para
continuar la faena, no se pusieron de acuerdo y se montó el típico gallinero
que se monta en estos casos. Entonces optó por continuar por donde la mayoría
decía, pero se encontró con una alumna que, empecinada en que no era por ahí por
donde había que continuar, se puso burra, por decirlo de alguna manera, impidiendo
la normal reanudación de la clase.
Tras explicarle personalmente que daba igual, que no
pasaba nada, sin conseguir que cambiara de actitud, la tomó por el brazo y la
llevó junto a su mesa diciéndole que se calmara y esperara allí.
Retomado el control del aula y tras reiterarle a la niña, otra vez personalmente y en privado, que el asunto no tenía importancia, le
dejó que volviera a su sitio para que continuara trabajando.
Esa misma tarde la tutora del grupo en el que había
hecho la sustitución, le comunicó que los padres de la niña en cuestión querían hablar urgentemente con ella para esclarecer los hechos. Habían sido alertados a través de un "whats app" por la madre de otro alumno que, a su vez, se había
enterado a través de su hijo, compañero de la niña, de “tan salvaje, brutal y despiadada agresión”,
Reunida con estos padres, le advirtieron que a su
hija se le habla, no se le pone la mano encima de ninguna forma y por ningún
motivo, que jamás vuelva a tocarla en modo alguno. Le dijeron también que había
que comprenderla, que tenía mucha personalidad y que cuando estaba convencida
de que tenía la razón la defendía a capa y espada, y que eso era bueno.
Mi amiga les explicó lo sucedido detenidamente, y los
ofendidos padres escucharon las explicaciones para acabar diciéndole que
hiciera por ver a su retoño y le pidiera disculpas. ¿Entendieron algo?
¿Cómo lo veis?
Y mi amiga se tragó el desamparo, la indignación, la rabia, la ira
y salió como pudo, porque como buena profesional sabe que tratar de que estos
señores entiendan lo que es educar es tarea inútil, y mandarlos a donde el
cuerpo le pedía mandarlos era peor todavía que el amargo trago por el que
estaba pasando. Veía venir el calvario: director, inspector, “consellería”,
quizá abogados, jueces…para acabar vete tú a saber cómo, o con un infarto de
pura rabia contenida.
Así está el patio ¡eh! Que la educación en España es
un barrizal sin forma es un hecho. Y no sólo por los recortes, algo tendrán que
ver estas actitudes que comparte demasiada gente.
Mi amiga, igual que yo, seguimos amarrados a nuestros
alumnos para poder entrar cada día al colegio sin caer en la más absoluta
miseria, en el más negro sinsentido.
Pero aún así, somos conscientes de que cada vez
podemos educar menos, de que cada vez nuestra tarea es más pobre, por muy
“tecnológicos” que nos pongamos, y lo sentimos por todos los que aún creen en
nosotros, se fían de nosotros, que siguen siendo la mayoría, aunque no la
mayoría que quisiéramos ni la mayoría que la sociedad necesita.
Nos queda un consuelo. Un triste consuelo después de
todo. El saber que estos padres pagarán su extrema necedad hasta el último
céntimo, porque esa niña “con tanta personalidad”, y que además esta viendo lo
que está viendo, es su hija para toda la vida. Y flaco servicio le están
haciendo con semejante comportamiento.
Lo pagarán, y con intereses de usurero.
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