FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 31 de mayo de 2020

¡Que no es normal, hombre, que no es normal!



Voy a volver sobre un tema del que ya hablé, la nueva normalidad. En aquel momento el asunto me mosqueaba; aunque ya no me mosquea, ahora me desagrada.
Nunca ha estado claro si el lenguaje cambia la realidad, o es la realidad la que al cambiar, cambia el lenguaje. Yo me inclino por esta segunda posibilidad. Creo que al cambiar la realidad, el lenguaje cambia para expresar la nueva realidad, pero no al revés. Pienso que si queremos cambiar la realidad a fuerza de cambiar el lenguaje estaremos manipulando.
Y esto es lo que pasa con la nueva normalidad. Se pretende, no sé quién ni para qué, que a fuerza de llamar normalidad, y además nueva, a esta realidad que tenemos ahora, el personal, tan dócil, acabe creyendo que ya estamos en una situación normal.
No. Yo no trago. Ni normalidad, ni nueva. Esto ha sido, es y sigue siendo una situación excepcional, fea, desagradable y angustiosa. Mal que nos pese es así, y llamarla de otra manera es, cuanto menos, una idiotez.
Porque no poder besarnos, ni abrazarnos, ni darnos la mano, no es normal. Porque tener que ponerse la odiosa mascarilla, el bozal, para salir de casa en cuanto haya gente a donde voy, no es normal. Porque tenerme que sentar en la iglesia bien lejos de los demás, no es normal. Porque tener que lavarme las manos muchas veces al día, no es normal. Porque no poder rascarme un ojo si me pica, no es normal. Porque no poder acercarme para hablar con la gente a menos de dos metros, no es normal. Porque no poder acudir a mi médico pidiendo cita, como siempre, no es normal. Porque para entrar en comercios o grandes superficies tenga que seguir poco menos que un juego de pistas, no es normal. Porque hablar con el cajero o el dependiente a través de mamparas, no es normal. Porque un partido de fútbol con el estadio vacío, no es normal. Porque ir en tren o en metro, poco menos que huyendo del personal, no es normal. Porque que se hayan suspendido todos los eventos masivos, Olimpiadas incluidas, no es normal. Porque ver las terrazas de los bares llenas de gente sin mascarillas, ni distancias de seguridad, y sentir estupefacción y no entender nada, no es normal. Porque vivir con el miedo que se me ha metido en el cuerpo, no es normal…
No, no es normal. No es normalidad, ni nueva ni vieja. Y pretender que esto vaya a ser lo normal en adelante, porque a esta anormalidad yo le llame nueva normalidad, es una solemne majadería.
Supongo que algún día llegará la normalidad, la verdadera, la de siempre. Como llegó después de las pestes a lo largo de la historia, o de la llamada gripe española, ya en el siglo XX. Pasó lo que pasó, y pasó del todo. Y se volvió a la normalidad.
Esto es lo que pasará. Volverá la normalidad, sí; pero no sabemos cuándo. Hasta entonces estaremos en una situación excepcional que, poco a poco, irá dejando de serlo. Pero será excepcional, y además rara, fea, desagradable. Y punto. Poniéndole un nombre bonito no cambiamos nada, hacemos el gilipollas.

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