Cada
uno tiene su manera de acercarse a la naturaleza. El modo de hacerlo siempre
oscila entre dos polos, la acción y la contemplación. De hecho hay quien se
sitúa plenamente en uno de los dos, sin considerar al otro.
Es
evidente que hoy en día la gran mayoría está mucho más cerca de la acción,
deporte puro y duro, que de la contemplación. Y que muy pocos se acercan a ella
con el único afán de contemplar.
Yo
siempre he intentado combinar los dos. Acción y contemplación. Una acción que
me permitió el año pasado andar 1.500 kilómetros y 63.000 metros de desnivel en
ascenso. Y eso es acción. Pero esa acción en ningún momento estuvo exenta de
contemplación; más bien la buscaba.
Y en
esa feliz combinación está, al menos para mí, la gracia del asunto. Y la puedo
conseguir porque no utilizo artilugios, y no corro, a no ser que me persigan,
venga muy mal tiempo, o se me descontrole el horario.
Y aquí
está la raíz del problema cada vez más grave de la relación entre la naturaleza
y el hombre. Cuando la forma de acercarse a cualquier escenario natural es
exclusivamente acción, sin rastro de contemplación, pronto se convierte en
agresión. Y eso, ahora, es mayoritario.
Además
mueve dinero, lo que agrava más todavía el asunto, porque considerando que
poderoso caballero es don dinero, acaban justificándose todo tipo de excesos y
tropelías promulgando leyes absurdas o ignorando las que no lo son pero no
interesan al negociete.
Por
todo esto que he dicho, sé lo que pronto va a pasar.
Volverán
las hordas de ciclistas y corredores a reventar los senderos, los envases de
geles y potingues decorarán de nuevo el paisaje, y el silencio quedará recluido
en algunos rincones y ¡menos mal! en extensas áreas por las que nunca pasa
nadie. Y en cuanto se pueda, las carreras masivas sobre ruedas o pies, harán
estragos en nuestros montes. Y de cara al verano, el riesgo del fuego
será cada día más alto, como siniestro telón de fondo de este drama.
Es lo
que pasará. Porque tras este desastre, del que aún no hemos salido, es posible
que en algo mejoremos, pero en nuestra relación con la naturaleza, viendo lo
que veo, oyendo lo que oigo y leyendo lo que leo, desde luego que no.
Lo
único que me consuela es que al menos se está iniciado debate sobre el tema.
Algo es algo. Ya veremos en qué acaba. Como ejemplo pongo a continuación el
titular de la noticia que salió hace algún tiempo en El País, referida al
Guadarrama, pero que debería extenderse a todos los espacios naturales,
protegidos o no.
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