Echo
de menos muchas cosas hace ya tiempo, y sé con absoluta certeza que puedo
decir, echamos de menos, ¿verdad? Hubo un tiempo de saborear lo que teníamos, y
quizá no lo hicimos como es debido. Ahora es tiempo de echar de menos lo que
tuvimos. Como dice el libro del Eclesiastés, todo tiene un tiempo bajo el sol.
Pues
bien, esta mañana, cuando regresaba de mi periplo matinal, he pasado por la
puerta del “cole”. Cerrado, vacío y silencioso; sin alma. Faltaban unos minutos
para las diez, y a esa hora, debía ser un hervidero de vida, de vida joven y en
primavera. Cuando la vida, y más si es joven, es más vida.
También la calle estaba
vacía y silenciosa, extrañamente silenciosa. Sin bares, sin terrazas, sin gente yendo y viniendo.
Y me
ha dado pena. De verdad, me ha dado mucha pena, y ¡mira qué cosas!, aunque
llegué a la jubilación, hace nada, con alegría, he echado de menos todos y cada
uno de esos 38 años de mi vida pasados en este trocito del mundo. Leer en clase
con mis alumnos es una de las cosas que más echo en falta, y aunque ya no
podría hacerlo, el hecho de que ahora, ni yo ni nadie, me ha parecido más
triste todavía.
Y
entonces, ya llegando a casa, me ha venido a la cabeza, como un relámpago, uno
de los capítulos de Cipi que parece estar escrito para los días que estamos
viviendo. He recordado cómo lo leía, enfatizando la alegría de los pajarillos.
Gorrioncita
es herida en un ala por un perdigonazo. Se esconde como puede en un matorral, y
allí Cipi la cuida hasta que se cura. Cipi va y viene en busca de comida y
agua, y le hace compañía. Gorrioncita, desde su confinamiento, le pide que le
cuente cómo está el mundo en el que ella ha sido feliz. A días esta triste y
llora; otros, nostálgica. Hasta duda de que todo vuelva a ser igual que antes. Una noche "oyen, de cuando en cuando, el espantoso grito que una lechuza hambrienta lanza sobre
la muda campiña. Y sienten miedo".
Pero
al fin Gorrioncita se siente curada. Reproduzco textualmente los párrafos que
les leía a mis alumnos, tratando de trasmitirles la alegría de los pajarillos.
"¡Qué
locas carreras aquellos días! Del árbol grande de las bolitas rojas a la cinta de
plata, de la cima de la colina a las nubecillas rosadas, de la banderola de la
torre a la hierba de los prados, les arrastraba el irresistible deseo de volar,
de jugar, de vivir por fin libres".
¿Lo
veis? …El irresistible deseo de vivir
por fin libres.
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