FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 5 de mayo de 2020

¿Por qué será que no me sorprende?



Escribo enfadado, indignado y preocupado. Son los sentimientos que he identificado en mí, después de salir tres días a andar por el monte. Porque yo ando; ni corro, ni utilizo artilugios.
Y como no puedo salir del término municipal, pues me tengo que tragar el espectáculo vergonzoso de lo que pasa en las horas de hacer deporte por la mañana, de seis a diez. Porque si pudiera coger el coche, os aseguro que sé de mil sitios donde pasarme todo el día andando sin ver a nadie, lo que sería más seguro para los demás y desde luego para mí. Pero aquí se da la paradoja de que atenerme a una norma que en teoría me protege, me perjudica.
Y no me perjudica por la norma en sí, sino porque veo demasiada gente que no respeta norma alguna. Porque lo del término municipal no sé si lo respetarán o no, pero lo de ir solo y mantener la distancia de seguridad entre personas, ya os digo yo que no.
Sólo como muestra. El primer día, el sábado, tres señores de mediana edad, con sus mallitas multicolores, corrían sudorosos, bien juntitos, arreglando el mundo a gritos, por un sendero. Les oí llegar, ¡claro! y me dio tiempo de apartarme unos cuantos metros de su camino.
Ayer lunes salí también. Aún no había amanecido cuando otro grupo, no sé de cuántos, también a gritos, con rotundas risotadas y música a todo meter, subían por el camino de Cheste, también en cerrada comandilla. Los vi de lejos, pero se les oía muy bien. Y más tarde, en un sendero, me pareció oír a una bestia parda escondida en el monte, pero no era sino un caballero que subía, con otro más silencioso, sudando por los cuatro costados, resoplando, bufando y carraspeando. Menos mal que los sonidos que lo envolvían me alertaron, y me pude alejar de sus miasmas que a buen seguro expandía por doquier.
Hoy era yo el que subía por el camino de Cheste hacia Porchinos, con las primeras luces y, por sorpresa, una moza, corriendo, me ha alcanzado, no haciendo el más mínimo esfuerzo por alejarse de mí, cuando tenía todo el espacio del mundo para hacerlo. Luego, más tarde, ya de día, un grupo de ciclistas, tras pasarme uno tras otro por un sendero, charlaban en una explanada, también bien juntitos, amigablemente, mientras recuperaban el aliento. Y otra "collita", ya cerca de las diez, acogía gustosa a un solitario de un pueblo vecino, invitándole a pedalear juntos, mientras uno de ellos tosía aparatosamente. Me he metido en un campo de algarrobos para alejarme del grupito.
No lo entiendo. ¿Es que no hemos sufrido, no estamos sufriendo bastante ya como para prolongar el sufrimiento? ¿No se han roto ya bastantes proyectos, ilusiones, vidas? Debe de ser que no. No lo entiendo.
Y como no lo entiendo, y además tengo miedo, me enfado, me indigno y una sombra de preocupación me acompaña día y noche. La irresponsabilidad de mucha gente que pedalea o corre por los montes, en estos momentos entra de lleno en el terreno de lo delictivo, porque no atenta solo contra el medio natural, rompiendo el terreno y los senderos con ruedas o atajos, atenta contra la salud, el bienestar y la vida de muchas personas. Y eso es muy, muy grave.
¿Por qué será que no me sorprende?

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