FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 21 de julio de 2020

¡Que me quiten lo "bailao"!


Este verano que por cuestiones familiares y planetarias tengo muy limitado, si no vedado, mi acceso a los Pirineos, como podéis suponer los tengo presentes cada momento del día, desde que me levanto hasta que me acuesto, y también cuando duermo, porque todas las noches sueño con ellos.
¡Que me quiten lo “bailao”! me digo. Y recuerdo lo “bailao”. ¡Qué baile más hermoso fue! Lo que sucede es que, aunque lo que ahora me ata desapareciera, a aquello de entonces ya no podría volver, porque ya no existe.
Vuelvo en mi mente al Pirineo libre y salvaje, solitario y limpio, que fue alguna vez. Recuerdo que no tenía coche, y me costaba 24 horas o más llegar allí. Y cuando lo tuve, tardaba en llegar de 8 a 10 horas, o más, en carreteritas inacabables, a menudo de noche.
Pero aquello era el paraíso. Nunca había demasiada gente, acampaba donde quería, hacía fuego por las noches, gozaba de atardeceres y amaneceres bien lejos y bien alto, y de noches sin más luz que la de millones de estrellas. También he saboreado muchas veces la tranquilidad inmensa de un día gris de lluvia mansa, o tormentoso, en el que sólo había que comer, charlar, a ratos dormitar, escuchando el rumor de la lluvia en la lona de la tienda, arropado por la tibia suavidad del saco y envuelto por la luz tenue de un día fosco.
Sólo andábamos por allí montañeses y montañeros. No había deportistas, que tanto daño están haciendo. Ni empresas que a menudo explotan el medio ambiente de un modo nada sostenible, para que la gente se divierta. Y la Guardia Civil hacía un rescate muy de vez en cuando.
Era un mundo que no volverá, pero que yo disfruté a fondo. Bebí de aquel dulce cáliz hasta apurarlo, siempre con la conciencia clara de que aquello era una bendición y yo un privilegiado. He sido feliz allí, mucho y muchas veces. Y lo sabía, y lo gozaba, y le daba gracias a Dios por tanta felicidad.
Ahora ya nada es lo mismo, pero yo, consciente de ser especie en extinción, como los osos, montañero de los de antes, me busco la forma de hacer lo más parecido a lo que hacía antaño. Para eso salgo muy temprano y busco valles y montañas poco conocidas. Y las conocidas las subo en horas raras. Y sé de rincones donde acampar sin que me encuentren, no dejando la más mínima huella de presencia.
Lo que lamento es que toda esa gente joven, esos niños, nuevos retoños de mi familia, esos hijos de mis amigos, esos otros que fueron mis alumnos hasta hace nada, no conocerán nunca el paraíso en el que yo fui feliz. ¡Y cuánto bien les haría!
No es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero en esto, al menos para mí, y como para mí para otros muchos, aquel tiempo sí fue infinitamente mejor.
Por eso digo ahora, que no puedo disfrutar ni del sucedáneo de lo que fue ir a los Pirineos, que es lo que es ir ahora, un sucedáneo de aquello, ¡que me quiten lo “bailao”!
Es un consuelo como cualquier otro. Sí, ¡que me quiten lo “bailao”!

En la parte superior derecha, como una roca más, está la tienda. El mejor hotel del mundo.

¡Qué más podía pedir! Era el paraíso. Es el paraíso perdido.


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