Un día
de estos, en una excursión de once horas, bambando por esos montes de Dios,
tuve solo un encuentro con humanos. Y fue un encuentro agradable.
Estaba
en una fuente, alejada de cualquier pueblo, de aguas frescas y abundantes, a la
sombra, cuando escuche unas voces que inmediatamente identifiqué como jóvenes;
llevo toda la vida escuchándolas.
Al
momento llegaron cuatro chavalillos, rondando los catorce, que venían por un
sendero hacia la fuente. Llegaron, saludaron, se refrescaron y se sentaron en
una mesa próxima. Sacaron de sus mochilas algo de comida y mientras daban buena
cuenta de ella, se pusieron a charlar tranquilamente.
En un
momento determinado dijeron, señor, ¿de dónde viene? Les respondí, y ¿a dónde
va? Volví a responderles. Satisfechos con mi respuesta siguieron a lo suyo.
Cuando
ya me iba, uno de ellos sacó su móvil y puso música; y sorprendentemente no
rompía el sosegado ambiente del momento y el lugar. Sonaba agradable, nada
estridente.
Y me
fui, monte arriba, por el sendero por el que ellos habían venido, pensando que
aún queda esperanza. Porque era consciente que estos cuatro chavales son
excepción. Pero existen. Ahí estaban.
Anduvieron
tiempo para llegar allí. Iban andando, ¡andando! ¡Qué extraño es ver gente
andando por el monte! Y más de esa edad. Todos corren; a pie, en bicicleta, en
moto, en coche. Pero andar, el viejo y sano ejercicio de andar, está en desuso.
Y andar permite contemplar, charlar, pensar; y además no es agresivo con el medio
ambiente. Pero debe ser que parece aburrido a la gran mayoría. Lo importante es
divertirse.
Divertirse:
del latín divertere ‘apartarse’ y ‘desviarse de algo penoso o pesado’.
Interesante etimología, muy digna de ser meditada.
Fueron
educados en el trato conmigo. Discretos. No gritaban, no gritaron en ningún
momento. Y la música, ya lo he dicho, era música. Y además, dicho sea de paso,
vestían con ropa normal, lejos de tecnicismos textiles y “coloringos” chillones
de los que espantan a la fauna más atrevida.
Sí, me
fui contento y admirado. Para ser las únicas personas que vi en todo el día,
valió la pena. Fue como un día de lluvia en medio de un verano tórrido y seco.
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