FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 17 de julio de 2020

Un agradable encuentro.



Un día de estos, en una excursión de once horas, bambando por esos montes de Dios, tuve solo un encuentro con humanos. Y fue un encuentro agradable.
Estaba en una fuente, alejada de cualquier pueblo, de aguas frescas y abundantes, a la sombra, cuando escuche unas voces que inmediatamente identifiqué como jóvenes; llevo toda la vida escuchándolas.
Al momento llegaron cuatro chavalillos, rondando los catorce, que venían por un sendero hacia la fuente. Llegaron, saludaron, se refrescaron y se sentaron en una mesa próxima. Sacaron de sus mochilas algo de comida y mientras daban buena cuenta de ella, se pusieron a charlar tranquilamente.
En un momento determinado dijeron, señor, ¿de dónde viene? Les respondí, y ¿a dónde va? Volví a responderles. Satisfechos con mi respuesta siguieron a lo suyo.
Cuando ya me iba, uno de ellos sacó su móvil y puso música; y sorprendentemente no rompía el sosegado ambiente del momento y el lugar. Sonaba agradable, nada estridente.
Y me fui, monte arriba, por el sendero por el que ellos habían venido, pensando que aún queda esperanza. Porque era consciente que estos cuatro chavales son excepción. Pero existen. Ahí estaban.
Anduvieron tiempo para llegar allí. Iban andando, ¡andando! ¡Qué extraño es ver gente andando por el monte! Y más de esa edad. Todos corren; a pie, en bicicleta, en moto, en coche. Pero andar, el viejo y sano ejercicio de andar, está en desuso. Y andar permite contemplar, charlar, pensar; y además no es agresivo con el medio ambiente. Pero debe ser que parece aburrido a la gran mayoría. Lo importante es divertirse.
Divertirse: del latín divertere ‘apartarse’ y ‘desviarse de algo penoso o pesado’. Interesante etimología, muy digna de ser meditada.
Fueron educados en el trato conmigo. Discretos. No gritaban, no gritaron en ningún momento. Y la música, ya lo he dicho, era música. Y además, dicho sea de paso, vestían con ropa normal, lejos de tecnicismos textiles y “coloringos” chillones de los que espantan a la fauna más atrevida.
Sí, me fui contento y admirado. Para ser las únicas personas que vi en todo el día, valió la pena. Fue como un día de lluvia en medio de un verano tórrido y seco.

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