FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 20 de julio de 2020

Mientras yo me divierta...



"Otra consecuencia de este estado de cosas es la sobrevaloración de la diversión. Los programas "divertidos" tienen mucho rating y el rating es lo supremo, no importa a costa de qué valor, ni quién lo financia. Son esos programas donde divertirse es degradar, o donde todo se banaliza. Como si habiendo perdido la capacidad para la grandeza, nos conformáramos con una comedia de regular calidad. Esta desesperación por divertirse tiene sabor a decadencia."

Este texto de Ernesto Sábato tiene ahora una impresionante actualidad. Está escrito pensado en la televisión, pero es extrapolable a todos los ámbitos de la vida. Y señala además un problema que en estos momentos nos está costando muy caro. Y lo que nos costará.
La diversión, mi diversión, como un valor absoluto. Yo tengo derecho a divertirme por encima de todo. A costa de los derechos del vecino, al margen del más elemental buen gusto, en contra de cualquier valor, de cualquier principio moral, del medio ambiente, de la salud de todos… Yo me he de divertir.
¿No es esa enfermiza necesidad de diversión permanente una de las causas, no la única, de los imparables rebrotes que amenazan con estrangularnos del todo? ¡Claro! Pero hay que divertirse, por encima de todo hay que divertirse. Caiga quien caiga, hay que divertirse.
En una reciente entrada hablaba del significado etimológico de la palabra divertirse. Divertirse, del latín divertere ‘apartarse’ y ‘desviarse de algo penoso o pesado’.
Y en esta etimología está la clave de la cuestión. El porqué de todo esto. Necesitamos divertirnos en la medida en que necesitamos apartarnos, desviarnos de algo penoso o pesado. El ansia desmedida de divertirse, que tan cara nos está costando, ya antes de la pandemia, ahora más, indica que vivir, a mucha gente, le resulta penoso y pesado. Por eso, porque el día a día es penoso y pesado estamos desesperados por divertirnos, por huir de una vida gris, agobiante, anodina, sin sentido. Y desde luego hemos de hacerlo nunca solos. La soledad, aunque sea elegida, aterra. Nos hace falta la peña, el mogollón, el ruido, el alcohol y lo que haga falta, con tal de huir de nuestra propia vida.
Sí, sabe a decadencia. Y una sociedad decadente, un mundo decadente no puede hacer frente a este inesperado enemigo. En esto tiene razón el imbécil de Trump; la pandemia acabará cuando quiera acabarse. Lo máximo que podremos hacer es mitigar un poco sus efectos; poco más.
Altura de miras, solidaridad, justicia social, responsabilidad, capacidad de sacrificio, respeto por los otros, son algunos de los mejores antídotos contra el virus. Y de eso andamos escasos. Porque somos una sociedad decadente, y por eso, y volvemos al principio, tenemos esa necesidad imperiosa, desesperada, por divertirnos.
Que no nos engañen los cantos de sirena de lo políticamente correcto. Ya veis que son mentira. A la vista está.

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