FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 13 de julio de 2020

Aquel 13 de julio.



Hoy es un día para dar gracias a Dios por aquel 13 de julio, en el Balaitús. Por lo que finalmente sucedió. Por eso no quiero dejarlo pasar sin recordarlo.
Y como hoy no tengo tiempo de más, voy a reproducir la entrada que escribí en el 25 aniversario del accidente.

Hoy, 13 de julio de 2016, desde Roma, recuerdo cómo hace 25 años sucedió en el Balaitús algo que podía haber acabado en la más absoluta de las tragedias.
Con unas palabras que escribí el año 2006, actualizadas, evoco uno de los días más duros de mi vida de montaña. Un día en que la vida, en unos segundos terribles, pareció desvanecerse.
Estábamos acampados en los lagos de Arriel y salimos muy temprano. El día era azul, sin una nube y agradablemente fresco. Objetivo: el Balaitus.
Por la Gran Diagonal llegamos, franqueando la Brecha de los Sarrios, a la última chimenea que nos conduciría a la cima. Serían las ocho de la mañana.
Era una trepada fácil, divertida. Subí el primero, y cuando ya en la antecima hice una foto a la chimenea por la que subían los chavales, un gran bloque de granito de lo alto se desprendió y rodó abajo.
Fue todo muy rápido. El grito de advertencia, la horrible sensación de que se los llevaba a todos, el ver a José Francisco desaparecer en un abismo de más de 400 metros, y a alguien diciendo "¡está hablando, está hablando…!".
Una cornisa, pocos metros más abajo, le había salvado la vida. Acabaron de subir todos, bajé a por él, y encordándolo llegamos donde todos. Le dolía el tobillo y llevaba heridas en la cara y los brazos. Ya juntos llegamos a lo alto del Balaitus.
La solidaridad de los que fueron llegando a la cumbre; el descenso directo con Toni a Sallent; la noche solos, allá arriba, de Juancho y Rubén, en las tiendas; el helicóptero subiendo por Aguas Limpias, alertado por una cordada francesa que llegó antes al refugio de la vertiente norte, más próximo que el pueblo; el viaje a Huesca, al hospital, con José Luis, a ver como estaba…No era nada grave.
Y luego el horror por lo que podía haber pasado. El miedo que queda en el cuerpo, y que va creciendo, creciendo…, y el deseo de vencerlo. Los amigos que arriman el hombro. Isabel lanzándome adelante, reconstruyéndome, diciéndome, ahora ve al Mont Blanc, aunque tengas miedo, ve al Mont Blanc… ¡Nunca le estaré suficientemente agradecido!
No. No me resulta agradable evocar aquel día. Pero no sería justo olvidarlo porque sé que aquella tremenda, de algún modo, nos hizo madurar a todos.
A mí, personalmente, aparte de salirme las primeras canas de mi vida, me cambio la forma de entender y vivir la montaña. La forma de entender y vivir la vida misma.
Hoy, quiero, en la eucaristía, darle gracias a Dios por todo lo que pasó. Por José Francisco, que casi se nos va; por José Luis; por Toni; por Juancho; por Rubén; por Isabel, que tanto me ayudó aquel verano y que sigue disfrutando conmigo de nuestros queridos Pirineos. Por todo y tanto, quiero hoy, desde Roma, darle gracias a Dios.

Y hoy vuelvo a darle gracias a Dios, pero desde casa; hogar dulce hogar.

NOTA:
Si quieres ver fotos del viaje escribe en el buscador del blog las palabras Balaitús. Veinticinco años después. Irás a la entrada que he reproducido y a un enlace para verlas.

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