Aunque
ahora “el bicho”, que no hay forma de quitarse de encima, está dejando en
segundo plano muchas cuestiones, no hemos de creer que por eso esas cuestiones
no siguen su curso, encubiertas por la tranquilidad e incluso impunidad que el
estar atentos a otras situaciones más urgentes, les confiere.
Estoy
hablando del nuevo proceso de autodestrucción en el que España está empeñada;
nunca entenderé por qué. Y lo intento, conste.
Somos
el país de las oportunidades perdidas. Pocos países en el mundo, quizá ninguno,
ha tenido tantas ocasiones de ser de los grandes y dar a sus ciudadanos unas
condiciones de vida mucho más que dignas, y las ha arruinado una tras otra.
Expongo algunas, quizá las más sangrantes.
La
primera fue América. La supremacía geopolítica mundial que aquello nos otorgó,
y las fabulosas riquezas que de allí llegaron, de nada nos sirvieron. Pasaron a
través de nosotros a Europa, mientras nos desangrábamos en guerras absurdas y se
arruinaba el país que se cerró a cal y canto.
Luego
vino la ilustración, en el siglo XVIII. Cuando Europa se abría a la cultura y a
los tiempos modernos, aquí hubo quien se ocupó muy eficazmente de cerrar
puertas y ventanas para que todo siguiera como estaba, como si estuviera bien.
Llega
la invasión francesa, siglo XIX. España es capaz de hacer frente a Napoleón y
vencerle, a la vez que se dota de una Constitución avanzada como ninguna, que
nos ponía a la cabeza de Europa en derechos y libertades. Y el malhadado
Fernando VII, “el deseado”, tras jurarla, perjura y rompe definitivamente a
España en dos.
Vendrá
luego la II República. Otra oportunidad. Hubo buena gente en la II República,
buenas intenciones, pero todo esto naufragó ante el radicalismo de los nacionalismos
y de las llamadas derechas e izquierdas; ante la incapacidad de demasiados de ver
más allá de sus tristes prejuicios y sus miserables ideologías. Y luego la
Guerra. Lo peor.
Después,
una larga dictadura, y por fin, una transición a la democracia pacífica y
esperanzadora. Consenso, acuerdo, respeto, unidad en la magnífica y rica
diversidad. Incorporación a Europa. Nueva presencia en el mundo. El futuro
parecía brillar por fin para muchos años y para todos.
Pero
no. La tendencia autodestructiva vuelve a coger fuerza. Los estúpidos
nacionalismos radicales; la llamada izquierda, revanchista, con su insaciable
ansia de venganza; la derecha a la que llaman fascista, aunque tan fascistas
son unos como otros, radicalizada por reacción e inmovilista por definición; la tiranía de lo políticamente
correcto que manipula a la gente con una sutil pero férrea represión; el
desmoronamiento del sistema educativo puesto al servicio de determinados
poderes, siempre los mismos…
Sí,
estamos en pleno proceso de autodestrucción. Y aquí, estos procesos siempre han
acabado en hondas crisis sociales y económicas o en guerra. ¡Con lo
esperanzador que veía el futuro cuando en plena transición me sentía parte de
un proyecto común que se llamaba España!
Dijo
Adolfo Suárez, “yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una
vez más, un paréntesis en la historia de España”.
Yo
tampoco, pero a la vista de los acontecimientos me temo que así va a ser.
Veremos qué nos encontramos cuando el virus nos deje levantar la cabeza y mirar
a nuestro alrededor.
Otra
oportunidad perdida, o casi. Veremos.
Escrito y publicado el 25 de julio, Día de Santiago, patrón de España.
Escrito y publicado el 25 de julio, Día de Santiago, patrón de España.
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