FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 25 de julio de 2020

El país de las oportunidades perdidas.



Aunque ahora “el bicho”, que no hay forma de quitarse de encima, está dejando en segundo plano muchas cuestiones, no hemos de creer que por eso esas cuestiones no siguen su curso, encubiertas por la tranquilidad e incluso impunidad que el estar atentos a otras situaciones más urgentes, les confiere.
Estoy hablando del nuevo proceso de autodestrucción en el que España está empeñada; nunca entenderé por qué. Y lo intento, conste.
Somos el país de las oportunidades perdidas. Pocos países en el mundo, quizá ninguno, ha tenido tantas ocasiones de ser de los grandes y dar a sus ciudadanos unas condiciones de vida mucho más que dignas, y las ha arruinado una tras otra. Expongo algunas, quizá las más sangrantes.
La primera fue América. La supremacía geopolítica mundial que aquello nos otorgó, y las fabulosas riquezas que de allí llegaron, de nada nos sirvieron. Pasaron a través de nosotros a Europa, mientras nos desangrábamos en guerras absurdas y se arruinaba el país que se cerró a cal y canto.
Luego vino la ilustración, en el siglo XVIII. Cuando Europa se abría a la cultura y a los tiempos modernos, aquí hubo quien se ocupó muy eficazmente de cerrar puertas y ventanas para que todo siguiera como estaba, como si estuviera bien.
Llega la invasión francesa, siglo XIX. España es capaz de hacer frente a Napoleón y vencerle, a la vez que se dota de una Constitución avanzada como ninguna, que nos ponía a la cabeza de Europa en derechos y libertades. Y el malhadado Fernando VII, “el deseado”, tras jurarla, perjura y rompe definitivamente a España en dos.
Vendrá luego la II República. Otra oportunidad. Hubo buena gente en la II República, buenas intenciones, pero todo esto naufragó ante el radicalismo de los nacionalismos y de las llamadas derechas e izquierdas; ante la incapacidad de demasiados de ver más allá de sus tristes prejuicios y sus miserables ideologías. Y luego la Guerra. Lo peor.
Después, una larga dictadura, y por fin, una transición a la democracia pacífica y esperanzadora. Consenso, acuerdo, respeto, unidad en la magnífica y rica diversidad. Incorporación a Europa. Nueva presencia en el mundo. El futuro parecía brillar por fin para muchos años y para todos.
Pero no. La tendencia autodestructiva vuelve a coger fuerza. Los estúpidos nacionalismos radicales; la llamada izquierda, revanchista, con su insaciable ansia de venganza; la derecha a la que llaman fascista, aunque tan fascistas son unos como otros, radicalizada por reacción e inmovilista por definición; la tiranía de lo políticamente correcto que manipula a la gente con una sutil pero férrea represión; el desmoronamiento del sistema educativo puesto al servicio de determinados poderes, siempre los mismos…
Sí, estamos en pleno proceso de autodestrucción. Y aquí, estos procesos siempre han acabado en hondas crisis sociales y económicas o en guerra. ¡Con lo esperanzador que veía el futuro cuando en plena transición me sentía parte de un proyecto común que se llamaba España!
Dijo Adolfo Suárez, “yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España”.
Yo tampoco, pero a la vista de los acontecimientos me temo que así va a ser. Veremos qué nos encontramos cuando el virus nos deje levantar la cabeza y mirar a nuestro alrededor.
Otra oportunidad perdida, o casi. Veremos.

Escrito y publicado el 25 de julio, Día de Santiago, patrón de España.

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