FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 6 de julio de 2017

Carta abierta a Ximo Puig, "President de la Generalitat". Primera parte.


Iba el pasado viernes por la autovía Mudéjar, rumbo al Pirineo, viendo las columnas de humo del incendio que me estaba robando algunos de los rincones más queridos de esta tierra mía, no sé si suya, cuando escuché por la radio su respuesta a eso de que los incendios se apagan en invierno; dijo, el monte no es un jardín.
Señor Puig, con todos mis respetos, si en ese momento le tengo a mano, le pego un guantazo. Pero esté tranquilo, sé que la violencia, que a veces me pide el cuerpo, no va a ninguna parte. Ni la ejerceré yo ni aprobaría que nadie la ejerciera. Pero reconozca usted que hay que tener cuajo y ser prepotente para decir eso y más en esas circunstancias.
Pero me iba al Pirineo y la lluvia, el frío, el sol y el verde, calmaron mi indignación. Al volver, leí sus declaraciones completas justificando las actuaciones, o mejor, las no actuaciones, de su gobierno en lo referente a lo forestal. Y entonces lo entendí todo. Entendí que no hay nada que hacer. Entendí que ni ustedes ni los otros, que ahora hablan desde la barrera, tienen ni las más mínima idea de lo que hay que hacer, ni por supuesto voluntad de hacer nada.
El monte mediterráneo es así, de vez en cuando se quema. Y a dormir tranquilos, ¿verdad? Ése es su planteamiento. ¡Qué atrevida es la ignorancia! ¡Cómo ciegan los prejuicios! ¡Qué irresponsabilidad más grande! ¡Qué falta de compromiso con las generaciones venideras!
Mire usted, se lo voy a decir muy clarito. El ecosistema mediterráneo viene interactuando con el hombre desde hace más de 2000 años. Y si el hombre lo abandona, el ecosistema se destruye. Ese planteamiento de sus amigos, los ecologistas, de no intervención en el medio natural es pueril, falso, y tiene consecuencias catastróficas. A la vista está.
Cuando las masías, aldeas y pueblos estaban habitados y todo el terreno cultivable, cultivado, el hombre mantenía limpio el monte con la ganadería y con la extracción de la madera muerta para sus hogares o, en el caso de los montes próximos a Valencia, para la industria cerámica, por ejemplo. Además, nevaba en invierno, llovía más y no hacía tanto calor.
Las masías y las aldeas se despoblaron; los pueblos, muchos de ellos, casi; gran parte de los campos se abandonaron; la ganadería se redujo drásticamente, incluso llegó a prohibirse ¿?; y la industria encontró otras fuentes de energía. Y el clima cambiaba, más calor, menos agua…
Consecuencia de esto, la cubierta vegetal creció descontrolada y se convirtió en un manto verde tan “mono” como frágil. En un ecosistema inviable, y más inviable todavía con el cambio climático que incide con especial virulencia en estas latitudes.
Señor Puig, cuando usted dijo que el monte no era un jardín, estaba  justificando la no intervención o, como máximo, una intervención muy limitada, cuando eso, y llevamos ya muchos años comprobándolo, es firmar la sentencia de muerte de nuestros montes y bosques.
La regla esa de los tres 30, que los periodistas han manoseado estos días, no es cierta del todo. Hay una regla superior que es la que hace de un incendio un infierno incontrolable, la de las tres as, abandono, abandono y abandono. Un monte abandonado, como son gran parte de los montes de la comunidad, de cuyo gobierno usted es presidente, con un viento de 30Km/h, una humedad inferior al 30% y una temperatura superior a los 30º, es un polvorín, un ecosistema imposible.
No me venga con milongas señor Puig. Hay que intervenir, y a fondo, y ya. Porque ya es tarde. El monte sí debe ser un jardín, como lo fue cuando el hombre formaba parte de él. O un jardín o un infierno, no hay término medio, y más con el cambio climático.
Ya sé que no podemos volver atrás la historia. Que no se repoblará lo despoblado, ni se cultivará lo que se dejó de cultivar, con todas las consecuencias positivas que eso tendría, pero hay otros caminos, otras formas de intervención que volverían a hacer viable nuestro ecosistema.
Pero esto se lo contaré en otra carta abierta. Y sé que no le gustará. Porque sé que es esclavo de sus prejuicios, y de sus socios de gobierno. Pero yo se lo propondré. También sé que no leerá esto. Pero, bueno, al menos me desahogo.

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