Me enteré
un día de estos del veto a los montañeros en favor del turismo, y otras
actividades de montaña, en el valle de Arán. Me explico tanto para quienes
conocen el valle como para los que no.
Hay en
Arán tres valles, Valartíes, Aiguamotx y la Artiga de Lin que dan acceso a
amplias y hermosas zonas de altas montañas y lagos. Pues bien, las autoridades
han cerrado los tres valles para evitar las aglomeraciones de coches que en sus
cabeceras se producían. Hasta ahí, muy, muy bien. Era un desacato.
La
solución ha sido poner en dos de ellos unos taxis que por un módico precio te
suben hasta arriba, y en el otro un trenecito turístico. Muy bien también, en
principio, porque esos vehículos inician el servicio todos los días a las ocho
de la mañana. Antes, los tres valles permanecen cerrados con barrera.
Para
el turista, que va a ver el valle y a hacer como más una pequeña excursión es
buena hora. Para el montañero, que va a subir montañas más altas y lejanas, o a
hacer grandes recorridos, es muy tarde. De hecho, empezando a andar más tarde
de las ocho, cuando llegue arriba el vehículo que hayas cogido, es imposible
acceder a muchas de ellas o hacer algunas travesías llegando a tiempo para coger
el último taxi o trenecito del día.
Conclusión.
El montañero que madruga para encontrarse con el sol en la montaña y ganar
altura con el frescor de la noche, queda excluido. El valle se abre al turismo
de masas y se cierra al montañero.
¿Alternativa?
Contratar un taxi, pagando mucho más, y quedar con el taxista a una hora para
salir y a otra para que suba a recogerte. O alojarse en un refugio, cosa
difícil y a menudo imposible, pues están copados por las empresas de aventura. Además
son pocos y pequeños.
Esto
es un golpe injusto a quienes hacemos montaña, porque soluciones hay, como poder
subir con tu coche mucho antes de la ocho, por ejemplo, de 4 a 6 de la mañana,
y bajar antes del cierre de la barrera. No subirían tantos, y quienes lo
hicieran serían de fiar
Pero
no, eso (que lo hacen en Francia en muchos sitios) sería pensar en los
montañeros que, después de todo, somos los que hemos dado a conocer aquellas
tierras a la gente. Y no somos tantos.
De
verdad que me ha dado mucha rabia. Porque no hay derecho. Me parece injusto y
ofensivo, y por utilizar una palabra de moda, nada inclusivo. Me siento
excluido, ignorado y olvidado.
Por
eso, ante la lamentable deriva que está tomando la gestión del Pirineo, me
aferro, como dije hace poco, a eso de “que me quiten lo bailao”, porque lo que
entre unos y otros están haciendo con estas montañas es matar la gallina de los
huevos de oro.
Menos
mal que tengo ya 66 años…
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